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Introducción

 

-I-

Todo en la naturaleza animada, como en la inanimada, se rige por reglas, aunque estas reglas no son siempre de nosotros conocidas; así es que en virtud de leyes fijas y determinadas cae la lluvia, se mueven los animales, etc. El Universo entero no es propiamente más que un vasto conjunto de fenómenos sujetos a determinadas reglas; de suerte que nada, absolutamente nada existe sin su fundamento. Por consecuencia de esto, no existen, hablando con propiedad, verdaderas irregularidades; cuando nosotros creemos encontrarlas no es sino que las leyes que rigen los fenómenos que observamos nos son desconocidas.

El ejercicio de nuestras facultades se verifica conforme a leyes, a las que desde luego nos ajustamos sin tener conciencia de ello, hasta el punto de que venimos insensiblemente en conocimiento de las mismas por hechos de experiencia y por el continuo uso de las propias facultades. Nosotros mismos concluimos por acomodarnos tan fácilmente a estas leyes, que después nos cuesta gran trabajo el considerarlas de una manera abstracta. Ejemplo de esto tenemos en la gramática general, que es una forma del lenguaje en general. Se habla también sin conocimiento de ninguna regla gramatical, y el que habla de este modo sigue sin embargo una gramática, y habla conforme a reglas, mas no tiene conciencia de nada de esto.

Todas nuestras facultades, en particular el entendimiento, están sometidas en su ejercicio a leyes que podemos investigar. Hay más; el entendimiento debe considerarse como el principio y la facultad para concebir las reglas en general. Así como la sensibilidad es la facultad de intuición, así el entendimiento es la facultad de pensar; es decir, la facultad de someter a leyes las representaciones sensibles. El entendimiento tiende a la investigación de las reglas y se encuentra feliz con haberlas hallado. Se trata, pues, de saber, ya que el entendimiento es el principio de las reglas, conforme a qué reglas procede él mismo.

No hay, en efecto, duda alguna de que nosotros no podemos pensar o hacer uso de nuestro entendimiento, más que siguiendo ciertas reglas. Mas ¿podemos nosotros concebir estas reglas en sí mismas, es decir, sin su aplicación o en abstracto? ¿Qué son, pues, estas reglas? Todas las reglas, según las que obra el entendimiento, o son necesarias o contingentes. Las primeras son aquellas sin las cuales ninguna función del mismo sería posible; las segundas aquellas sin las que no podrían tener lugar ciertas y determinadas funciones. Las reglas contingentes, que se refieren a un objeto determinado de conocimiento, son tan numerosas como los mismos objetos. Así es, por ejemplo, que hay un ejercicio intelectual propio para las matemáticas, otro para la metafísica, otro para la moral, etc. Las reglas de este empleo particular del entendimiento en las ciencias expresadas, son contingentes, puesto que es contingente que yo piense en tal o cual objeto a que se refieren estas reglas particulares.

Más si hacemos abstracción de todo conocimiento que solo pueda adquirirse con motivo del objeto y reflexionamos solamente acerca del empleo del entendimiento en general, hallamos estas reglas absolutamente necesarias bajo todos sus aspectos y sin ninguna relación propia de los objetos particulares del pensamiento, puesto que sin ellas no existiría éste. Estas reglas; se pueden, pues, considerar a priori, es decir, independientemente de toda experiencia, puesto que, contienen simplemente, sin distinción de objeto, las condiciones del empleo del entendimiento de una manera general, ya sea aquel puro, ya sea experimental. De dónde se sigue al propio tiempo, que las reglas generales y necesarias del pensamiento no pueden referirse más que a la forma, y en manera alguna a la materia o contenido. La ciencia de estas reglas necesarias y universales, es, pues, simplemente, la ciencia de la forma de nuestro conocimiento intelectual o del pensamiento. Nos podemos formar una idea de la posibilidad de una ciencia tal, de la misma manera que nos formamos la idea de una gramática general que contiene más que la simple forma del lenguaje en general, y no las palabras que constituyen la materia de los diversos; idiomas.

Esta ciencia de las leyes necesarias del entendimiento y de la razón en general, o lo que es lo mismo, de la simple forma del pensamiento en general, es lo que nosotros llamamos lógica.

 

Como ciencia que se ocupa del pensamiento en general, independientemente de los objetos que constituyen la materia, la lógica puede ser considerada:

1º Como el fundamento de todas las otras ciencias y la propedéutica de toda función intelectual. Mas por esto mismo no se ocupa nunca de objetos en manera alguna.

2º Como no pudiendo servir de órgano para las ciencias.

Nosotros entendemos por órgano la indicación del modo en virtud del cual se puede adquirir un determinado conocimiento, lo que exige desde luego una noción del objeto del conocimiento para establecer después ciertas reglas. La simple lógica no es, pues, un órgano de las ciencias, puesto que como órgano supone el conocimiento exacto de las ciencias, del objeto de ellas y de sus fuentes. Así es, por ejemplo, que las matemáticas son un órgano muy señalado como ciencia que contiene la razón de la adquisición del conocimiento referente a cierta aplicación racional. La lógica por el contrario, en su calidad de propedéutica, de toda función intelectual y racional en general, no puede formar parte de otras ciencias, ni anticipar nada sobre la materia o contenido de ellas; ella no es más que el arte universal de la razón (Canónica Epicuri) de poner de acuerdo los conocimientos en general con la forma del entendimiento, y no merece por tanto el nombre de órgano, más que en tanto que sirve, no para entender, sino simplemente para criticar y rectificar nuestro conocimiento.

3º Como ciencia de las leyes necesarias del pensamiento, sin las que no es posible aplicación alguna del entendimiento y de la razón; leyes que son, por consiguiente, las solas condiciones bajo las cuales el entendimiento puede y debe ponerse de acuerdo consigo mismo —leyes y condiciones de su legítimo empleo —la lógica es una regla. Y como regla del entendimiento y la razón, no puede dar nada de otra ciencia ni de la experiencia, no debe contener más que las leyes puras, a priori, que son necesarias y constituyen la división del entendimiento en general.

A la verdad, hay lógicos que suponen en la lógica principios psicológicos; mas es tan absurdo el introducir tales principios, como derivar la moral de la conducta de la vida. Si tomamos estos principios de la psicología, es decir, si nosotros los sacamos de la observación de nuestro entendimiento, veríamos con esta únicamente de qué manera se manifiesta el pensamiento, de qué modo se produce, cómo está sujeto a diferentes obstáculos y a diversas condiciones subjetivas; lo que nos conducirá a leyes simplemente contingentes. En la lógica no se trata de leyes contingentes, sino de leyes necesarias; no se trata, pues, de saber cómo pensamos, sino cómo debemos pensar. Las reglas de la lógica no deben tomarse, por consiguiente, del entendimiento aplicado de un modo contingente, sino que deben sacarse de su aplicación hecha de un modo necesario, aplicación que se halla en sí misma sin necesidad de la psicología. No se pide en lógica cómo se conduce el entendimiento, cómo piensa, cómo ha pensado hasta aquí, sino simplemente cómo ha debido pensar. La lógica debe, pues, darnos a conocer el empleo legítimo del entendimiento o su acuerdo consigo mismo.

Después de las consideraciones que acabamos de hacer acerca de la lógica, difícilmente se pueden deducir las otras propiedades esenciales de esta ciencia a saber:

4º Que ésta es una ciencia racional, no simplemente en cuanto a su forma, sino en cuanto a su fondo o contenido, pues que sus reglas no están tomadas de la experiencia y tiene también por objeto la razón misma. La lógica es, pues, el conocimiento propio (Selbsterkenntniss) del conocimiento y de la razón sin mirar al objeto posible o real de estas facultades, sino solamente, en cuanto se refiere a la forma. En lógica yo no puedo pedir qué es lo que conoce el entendimiento, cuántas cosas conoce, o hasta dónde alcanza este conocimiento: esto sería, en tal caso, un verdadero conocimiento de sí mismo por lo que se refiere a la aplicación esencial del entendimiento, lo que constituye parte de la metafísica. No hay más que una cuestión en lógica, a saber: ¿Cómo se conoce el entendimiento de sí mismo?

Por último, como ciencia racional en cuanto al fondo y a la forma, la lógica es además:

5º Una doctrina o teoría demostrada, porque se ocupa no del empleo ordinario y como tal propiamente empírico del entendimiento y la razón, sino de las leyes necesarias y generales del pensamiento; descansa sobre principios a priori de donde, todas sus reglas pueden ser deducidas como aquellas reglas a las cuales debe acomodarse todo conocimiento de la razón.

De donde la lógica debe ser considerada como una ciencia a priori o como una doctrina como una ley de las funciones del entendimiento y de la razón. Ella difiere esencialmente de la estética, que como simple crítica del gusto, no tiene nada de ley, sino simplemente una regla (modelo o patrón del empleo solamente de la critica), regla que consiste en el concierto universal. La estética es, pues, la ciencia de las reglas del concierto de las cosas con las leyes de la sensibilidad. La lógica, por el contrario, tiene por objeto las reglas del concierto del conocimiento con las leyes del entendimiento y la razón. La primera no tiene más; que principios empíricos, y no puede, por tanto, constituir una ciencia o una doctrina, si se entiende por doctrina una instrucción dogmática por principios a priori, en la que se llega a conocer todo por el entendimiento sin datos ulteriores tomados de la experiencia; y que nos da reglas cuya aplicación produce la perfección de ser.

Se ha intentado, particularmente por los oradores y poetas razonar sobre el gusto; mas nunca se ha podido pronunciar un juicio definitivo sobre este punto.

El filósofo Baumgartem, en Francfort, formó el plan de una estética como ciencia, pero Home ha llamado con más propiedad crítica a la estética, puesto que esta no suministra ninguna regla a priori que determine el juicio en una medida suficiente, como lo hace la lógica, sino que por el contrario, establece sus reglas a posteriori y hace más generales, por la comparación solamente, las leyes, según las cuales, nosotros reconocemos lo peor y lo mejor (lo bello).

La lógica es, pues, algo más que una simple crítica; es una regla que vive asociada de la crítica, es decir, del principio para juzgar todas las funciones intelectuales en general, mas solamente en la que mira a la legitimidad de estas funciones en cuanto a la mera forma, pues que ella no es un órgano como no lo es la gramática general.

Como propedéutica de toda función intelectual, la lógica universal difiere también de la lógica trascendental, en la que el objeto mismo se representa como el objeto uno del entendimiento; la lógica universal, por el contrario, se refiere a todos los objetos.

Si entre tanto, nosotros queremos abrazar de un solo golpe de vista todos los caracteres esenciales que corresponden a la extensa determinación procedente de la noción de la lógica, haremos una idea de ello diciendo:

La lógica es una ciencia racional, no solo en cuanto a la mera forma, sino también en cuanto al fondo; una ciencia a priori de las leyes necesarias del pensamiento, no por lo que se refiere a los objetos particulares, sino por lo que respecto a todos los objetos en general. — La lógica es, por consiguiente, la ciencia de la aplicación legítima del entendimiento y la razón en general; ciencia no subjetiva, es decir, no formada en vista de principios empíricos (psicológicos) sino ciencia objetiva, esto es, ciencia formada por principios a priori determinando la materia del pensamiento que debe ocupar al entendimiento.

 

- II –

Divisiones principales de la lógica. —Exposición. —Utilidad de esta ciencia.- Bosquejo de su historia

La lógica se divide en analítica y dialéctica. La analítica pone de manifiesto por la descomposición todas las operaciones intelectuales que tienen lugar en el pensamiento en general; es, pues, una analítica de la forma del entendimiento y la razón. Se llama también con justo título, lógica de la verdad, puesto que contiene las reglas necesarias de toda verdad (formal) sin las que nuestro conocimiento no es verdadero, considerado en sí mismo, independientemente de los objetos.

A este título todavía, ella no es otra cosa que una regla para el juicio crítico de la legitimidad formal de nuestro conocimiento.

Si se quisiese hacer servir esta doctrina puramente teórica y general como arte práctico, es decir, si se empleara como órgano, vendría a ser en este caso una dialéctica, una lógica de la apariencia (ars sofística, disputatoria), lógica que resulta del simple abuso de la analítica. Este abuso consiste en volver solamente la forma lógica para simular un conocimiento verdadero en el que siempre los elementos (Merkmale) deben estar tomados de conformidad con los objetos por razón del contenido.

La dialéctica se estudió en otro tiempo con gran diligencia. Este arte asentaba engañosamente falsos principios bajo la apariencia de verdad, y buscaba como consecuencia de estos principios, el afirmar ciertas cosas, según esta misma apariencia. En tiempo de los griegos los dialécticos eran abogados y retóricos que conducían al pueblo como querían, porque el pueblo se dejaba extraviar por la apariencia. La dialéctica ha sido, pues, por mucho tiempo el arte de la apariencia; por mucho tiempo también ha sido enseriada en lógica este arte de la apariencia bajo el nombre de arte de disputar. Durante este tiempo la lógica y la filosofía, no consistía más que en formar ciertos charlatanes para cohonestarlo todo con la suerte.

Mas nada puede haber más indigno de un filósofo que el estudio de semejante ciencia. La dialéctica así entendida, debe caer absolutamente en desuso, y debe ser reemplazada en la lógica por una crítica de esta apariencia.

Tenemos, pues, dos partes en la lógica: la analítica que expone los criterios formales de la verdad, y la dialéctica que abraza los signos y reglas según los cuales podemos saber si una cosa conforma o no con los criterios formales de la verdad, no obstante la apariencia en contrario. En este sentido, pues, la dialéctica tendrá, todavía una gran utilidad como cathártica del entendimiento.

 

Se divide también de ordinario la lógica, en natural o popular y artificial o científica (lógica naturalis, lógica scholastica, seu artificialis)...........................................

 

 

 

 

 

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