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CUADERNO 9 (XIV) 1932.

 

<Miscelánea y Notas sobre el Risorgimento italiano>

En el Ambrosiano del 8 de marzo de 1932 Marco Ramperti escribió un artículo, "La Corte di Salomone", en el cual, entre otras cosas, escribía: "Esta mañana estuve intrigado con un 'logogrifo' de cuatro líneas, en torno al cual había velado durante las últimas siete horas de soledad, sin, naturalmente, sacar nada en limpio. ¡Densa oscuridad! ¡Misterio sin fin! Al despertar me di cuenta, sin embargo, de que en la atonía febril había confundido la Corte di Salomone con la Italia Letteraria, el 'logogrifo' enigmático con un poema del poeta Ungaretti..."[2] A estas elegancias de Ramperti, Ungaretti responde con una carta publicada en la Italia Letteraria del 10 de abril y que me parece un "signo de los tiempos". Pueden extraerse cuáles "reivindicaciones" propone Ungaretti a "su país" para ser compensado de sus méritos nacionales y mundiales. (Ungaretti no es más que un bufoncillo de mediocre inteligencia): "Querido Angioletti, de regreso de un viaje fatigoso para ganar el escaso pan de mis hijos, encuentro los números del Ambrosiano y de la Stampa en los cuales un cierto señor Ramperti ha creído ofenderme. Podría responderle que mi poesía la entendían los campesinos, mis hermanos, en la trinchera; la comprende mi Duce que ha querido honrarla con un prefacio; la comprenderán siempre los simples y los eruditos de buena fe. Podría decirle que desde hace quince años todo cuanto de nuevo se hace en Italia y fuera, lleva en poesía la huella de mis sueños y de mi momento expresivo; que los críticos honestos, italianos y extranjeros. no se hacen rogar para reconocerlo; y, por lo demás, nunca he solicitado alabanzas a nadie. Podría decirle que una vida durísima como 'la mía, orgullosamente italiana y fascista, siempre, ante extranjeros y connacionales, merecería al menos no verse aumentar las dificultades por parte de periódicos italianos y fascistas. Debería decirle que si hay algo de enigmático en el año X (vivo de artículos en la absoluta incertidumbre del mañana, ¡con más de cuarenta años cumplidos!), es sólo la obstinada mala voluntad contra mi por parte de gente de... ingenio. —Con afecto —Giuseppe Ungaretti".[3] La carta es una obra maestra de tartufería literaria y de estupidez presuntuosa.

<3>. Nociones enciclopédicas. Angherie.a El término se emplea todavía en Sicilia para indicar ciertas obligaciones a las que está sometido el trabajador en sus relaciones con el propietario o arrendatario o subarrendador en los contratos llamados de medianía (y que son contratos de participación o de simple arriendo con pago en especie establecido con la mitad de la cosecha o incluso más, además de las "prestaciones especiales" o angherie). El término es todavía el de los tiempos feudales, del cual ha derivado su significado en el lenguaje común (vejación, etcétera). Por lo que respecta a la Toscana vale la pena citar un fragmento de un artículo de F. Guicciardini (Nuova Antologia, 16 de abril de 1907), "Le recenti agitazioni agrarie in Toscana e i doveri della proprietá": "Entre los pactos accesorios del contrato colonial, no mencionaré los pactos que llamaré angéricos, en cuanto que constituyen gravámenes del colono, que no tienen como correspondencia ninguna ventaja especial; tales serían los lavados de ropa gratuitos, la extracción de agua, el corte de leña y ramajes para las estufas del patrón, la contribución en víveres a favor del guardián, el suministro de paja y heno para la cuadra de la hacienda y en general todos los suministros gratuitos a favor del patrón. No podría afirmar si estos hechos son residuos del régimen feudal que han sobrevivido a la destrucción de los castillos y a la liberación de los colonos, o bien si son incrustaciones formadas por abuso de los patrones y cobardía de los colonos, en tiempos más cercanos a nosotros sobre el tronco genuino del contrato"[4] Según Guicciardini estas prestaciones desaparecieron en casi todas partes (en 1907), pero la cosa es incierta. No sólo en Toscana, sino también en Piamonte (al menos para los esclavistas) hasta 1906 estaba difundido el derecho del patrón a encerrar a los colonos dentro de casa a cierta hora de la tarde, y lo mismo sucedía en Umbría, etcétera.

a Angheria: vejación, violencia, extorsión. [T.]

Cfr. Cuaderno 16 (XXII), pp. 35-36.

b En el manuscrito: "van".

Cfr. Cuaderno 19 (X), pp. 65-66.

Cfr. Cuaderno 16 (XX/11), pp. 34 bis-35.

Cfr. Cuaderno 16 (=1), pp. 34-34 bis.

Se observa una diferencia entre las acciones y las obligaciones industriales, y aún otra diferencia entre acciones y obligaciones del mercado libre y obligaciones del Estado. El público trata de deshacerse completamente de las acciones, devaluadas en forma inaudita, prefiere las obligaciones industriales  a las acciones, pero prefiere las obligaciones del Estado a unas y otras. Puede decirse que el público rompe todo vínculo directo con el régimen capitalista, pero no rechaza la confianza en el Estado; quiere participar en la actividad económica, pero a través del Estado, que garantice un interés módico, pero seguro.

El Estado asume así una función de primer orden como capitalista, como empresa que concentra el ahorro que se ha de poner a disposición de la industria y de la actividad privada, como inversor a mediano y largo plazo. (Instituto de crédito inmobiliario). Pero, una vez asumida esta función, ¿puede el Estado desinteresarse de la organización productiva? ¿Dejarla, como antes, a la iniciativa de la competencia privada? Si esto sucediese, la desconfianza que hoy afecta a la industria, arrastraría al Estado: una nueva depresión que obligase al Estado a devaluar sus obligaciones, como se han devaluado las acciones y obligaciones industriales, seria catastrófica para el conjunto de la organización político-social. El Estado debe intervenir para controlar si sus inversiones son bien administradas. Se comprende el desarrollo de por lo menos un aspecto del régimen corporativo. Pero el simple control no será suficiente. En efecto, no se trata de conservar el aparato productivo tal como es en un momento dado. Hay que desarrollarlo paralelamente al aumento de la población y de las necesidades colectivas. En estos desarrollos necesarios está el mayor peligro de la iniciativa privada y ahí será mayor la intervención estatal.

Si el Estado se preocupase por iniciar un proceso por el cual la producción del ahorro, de función de una clase parasitaria, se convirtiese en función del mismo organismo productivo, estos desarrollos serían progresivos, se insertarían en un proyecto global de racionalización integral: habría que realizar una reforma agraria (abolición de la renta agraria e incorporación de ésta en el organismo productivo, como ahorro colectivo de reconstrucción y neoconstrucción) y una reforma industrial, para conducir todos los réditos a necesidades técnico-industriales y no ya a necesidades jurídicas de derecho quiritario.

En esta situación general está la justificación histórica de las tendencias corporativas, que se manifiestan como exaltación del Estado en general, concebido en absoluto, y como desconfianza y aversión a las formas tradicionales capitalistas. De ahí, base social[-política] del Estado [afirmada y] buscada en la pequeña burguesía y en los intelectuales, pero en realidad estructura plutocrática y vínculos con el capital financiero.

Ambas cosas no son contradictorias, todo lo contrario, como lo demuestra un país ejemplar, Francia, donde precisamente no se comprendería el dominio del capital financiero sin la base política de una democracia de rentistas pequeñoburgueses y de pequeños campesinos. Sin embargo Francia, por razones complejas, sigue teniendo una composición social bastante sana, porque contribuye a formarla la pequeña y mediana propiedad agrícola. En otros países, por el contrario, los ahorradores están alejados de la producción y del trabajo; el ahorro es "socialmente" caro, porque es obtenido con un nivel de vida demasiado bajo de los trabajadores tanto industriales como, especialmente, agrícolas. Si la nueva estructura del crédito consolidase esta situación, en realidad la empeoraría, porque si el ahorro parasitario no corriese ni siquiera los azares generales del mercado normal, se daría la tendencia a un asalto de la propiedad agraria parasitaria [por una parte] y las obligaciones industriales por la otra acabarían por asegurar el dividendo legal a expensas del trabajo en forma demasiado gravosa.

Cfr. Cuaderno 22 (V), pp. 47-50.

Así que para Malaparte, también Herriot es un revolucionario, al menos en ciertos aspectos, y entonces resulta todavía más difícil saber qué cosa significa "revolucionario" para Malaparte. Si en el lenguaje común revolucionario iba adoptando cada vez más el significado de "activista" y de "intervencionista", de "voluntarista", [“dinámico”], es difícil decir cómo Herriot pueda ser calificado de tal, y Herriot con mucho ingenio respondió que es un "cartesiano". Para Malaparte "revolucionario" me parece que puede entenderse ya como un cumplido, como en otros tiempos "gentilhombre", o "gran caballero", "verdadero caballero", etcétera. Y también esto es brescianismo; después del 48 hubo los verdaderos liberales y los libertinos y los demagogos.

Cfr. Cuaderno 23 (VI), pp. 29-30.

 

[1] 1 Michele Bianchi y Umberto Pasella, posteriormente dirigentes del sindicalismo fascista, dirigieron como anarco-sindicalistas las luchas agrarias en el ferrarés, particularmente duras entre 1905 y 1907. En aquel periodo se atribuyeron a los anarco-sindicalistas (partidarios de la táctica de los boicots) los numerosos incendios ocurridos en aquel periodo en los campos, en perjuicio de las cosechas e instalaciones de los cultivadores directos y grandes propietarios hostiles al movimiento de los braceros y a las leyes. De ahí la definición de "táctica del fósforo". A ésta alude incluso un editorial, no firmado, de L'Unità del 21 de febrero de 1924 ("Niente di nuovo"): "Los obreros y campesinos atrapados y constreñidos en las Corporaciones Sindicales no pueden, ciertamente, encontrar a sus intérpretes en los commendatori que de un brinco han saltado al colaboracionismo de la prédica del sabotaje de las máquinas y las cosechas; por más que hagan nunca podrán cancelar el recuerdo, Michelino Bianchi el de la política del fósforo para reducir a la razón proletaria con el incendio de las mieses, los pajares y los graneros a los campesinos reacios; y Edmondo Rossoni el de los discursos vibrantes que aún en 1913 lo llevaron a Milán al banquillo de los acusados a responder de incitación al odio de clase en compañía del anarquista Armando Borghi".

[2] 1 La cita está tomada de la sección `Rassegna della Stampa' ("La corte di Salomone"), en L'Italia Letteraria, 27 de marzo de 1932 (año IV, n. 13).

[3] 2 Cfr. L'Italia Letteraria, 10 de abril de 1932 (año IV, a. 15); la carta de Ungaretti está en la sección `Fatti personan'.

[4] 1 La cita del artículo de Francesco Guicciardini en la Nuova Antologia de 1907 está tomada del libro de Filippo Virgilii, agricola odierna, Hoepli, Milán, 1930 [FG, C. carc., Turi .1111 pp. 261-62.

[5] 1 No se ha conservado entre los libros de Gramsci el primero de los dos libros aquí citados (Edmondo De Amicis, Speranze e Gloríe, Giannotta, Carnria, 1900), mientras que el segundo se encuentra entre los libros de la cárcel: cfr. Id., Lotte civill, Nerbini, Florencia, 1905 [G. Ghilarza, C. carc.].

[6] 1 Los datos, así como las indicaciones bibliográficas del libro de Antonio, Monti sobre .Luigi Tonelli, están tomadas de una reseña de Luigi Candida en Nuova Rivista Storica, septiembre-diciembre de 1931 (año XV, fase. V-VI), pp. 579-80.

[7] 1 Gramsci se remite aquí (ampliando su alcance) a una conocida afirmación de Marx, en el prefacio a la primera edición de El Capital: "Los países Industrialmente más desarrollado no hacen más que poner delante de los países menos progresivos el espejo de su propio porvenir" (cfr, Marx, El Capital, t. I cit., p. XIV).

[8] 1 De la sección `Marginalia' ("Una prosa autobiográfica Medita del Risorgimento"), en Il Marzocco, 25 de octubre de 1931 (año XXXVI, n. 43).

[9] 1 Curzio Malaparte, "Analisi cínica dell'Europa", en L'Italia Letteraria, 3 de enero de 1932 (año IV, n. L).

 

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