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INTRODUCCIÓN.

  

Editorial Progreso publica en español Obras Escogidas de Vladímir Ilich Lenin en doce tornos. Aunque por su volumen representan menos de una cuarta parte del legado literario de V. I. Lenin aparecido en ruso, las importantísimas obras recopiladas en la presente edición reflejan con gran amplitud todo el proceso de formación y desarrollo del leninismo, que es el marxismo de nuestra época: la época del imperialismo y de las revoluciones proletarias, la época del hundimiento del colonialismo y de la victoria de los movimientos de liberación nacional, la época del paso de la humanidad del capitalismo al socialismo y de la construcción de la sociedad comunista.

Es imposible determinar con las medidas humanas habituales la importancia de las obras de Lenin y de su intensa actividad, reflejada en ellas. Lenin fue un gran sabio y político perspicaz, revolucionario apasionado y estratega sagaz, periodista brillante y tribuno insuperable, organizador de las masas y estadista. No hay, en la práctica, un solo ámbito del desenvolvimiento de la sociedad humana en el que no haya penetrado el pensamiento de Lenin ni hayan dejado una profundísima huella sus actividades. Lenin consagró toda su vida consciente, hasta el último aliento, a la causa de transformar la sociedad humana, encabezó el movimiento más poderoso de las masas trabajadoras conocido en la historia y logró tales resultados que señalaron el comienzo de una nueva época de la historia universal.

El mérito de Lenin ante la humanidad consiste, ante todo, en que hizo una magna aportación a la teoría del desarrollo y la transformación revolucionaria de la sociedad humana. El marxismo no era para él simplemente una doctrina tomada de los grandes fundadores alemanes del comunismo científico, Carlos Marx y Federico Engels. "Rusia hizo suyo el marxismo, como única teoría revolucionaria justa, en medio siglo de sufrimientos y sacrificios inauditos, de heroísmo revolucionario nunca visto, de energía increíble y de búsquedas abnegadas, de estudio, de pruebas en la práctica, de desengaños, de comprobación y de comparación con la experiencia de Europa",[1]Lenin dominó brillantemente el método del marxismo, el materialismo dialéctico, derrotó en toda la línea a sus enemigos y adulteradores filosóficos y caló hondo "en lo que constituye la esencia misma, el alma viva del marxismo: el análisis concreto de la situación concreta".[2]Analizó en todos sus aspectos la situación creada en el mundo al comenzar la última fase del capitalismo —el imperialismo—, descubrió la regularidad de su evolución y perecimiento y formuló las leyes fundamentales que rigen el devenir y el desarrollo de la sociedad nueva: el socialismo.

El mérito de Lenin consiste, además, en que su talento unió la teoría revolucionaria con el movimiento revolucionario práctico. Lenin fue el fundador del primer partido proletario marxista de nuevo tipo en Rusia y el iniciador e inspirador del movimiento comunista en el mundo entero. Pertrechó a la vanguardia del proletariado con una potente arma: la síntesis de la ciencia de la estrategia revolucionaría y del arte de la táctica revolucionaria.

Lenin demostró en la práctica, con toda su lucha infatigable y abnegada, la justedad de las leyes descubiertas por él, así como la veracidad de la estrategia y la táctica que él concibiera, y llevó a las masas trabajadoras de Rusia a la victoria de la revolución socialista.

El mérito histórico universal de Lenin consiste, por último, en que creó el primer Estado socialista del mundo, que también en nuestros días vive fiel a sus preceptos y cumple el programa que él trazara. Lenin elaboró, argumentó científicamente y aplicó los principios del Estado socialista, de su desarrollo económico y cultural y de la solución socialista del problema nacional. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, fundada por él sobre las ruinas del imperio zarista tomando como base la unión voluntaria de las naciones, dio comienzo a la formación y el robustecimiento de la comunidad mundial de países socialistas, que se extiende hoy desde Vietnam hasta Cuba.

El leninismo es una doctrina internacional, y gracias a ello se ha convertido, en manos de los proletarios de todos los países, en una poderosa arma de transformación del mundo. Únicamente quienes desconocen el leninismo, o son enemigos de la revolución, pueden afirmar que sólo es aplicable en las condiciones de Rusia o de Europa y no puede proporcionar la clave para comprender la situación actual en otras partes del planeta. Lenin abarcó con su mirada todo el mundo, todo el sistema del imperialismo: con sus centros y sus zonas periféricas, con sus rasgos generales y sus manifestaciones peculiares en los distintos países. Los inmensos conocimientos, verdaderamente enciclopédicos, sobre cerca de cien países de que se trata en las obras de Lenin le permitieron legarnos modelos insuperables de tipología marxista de los países capitalistas y definir su lugar en el sistema del imperialismo, así como prever el curso de los acontecimientos mundiales y las posibles variantes del desarrollo de la revolución.

Internacionalista por naturaleza, Lenin inició su actividad científica y revolucionaria luchando contra quienes afirmaban, faltando a la verdad, que Rusia seguía un camino excepcional, no subordinado a las leyes generales descubiertas por Marx, y que no podía aplicarse a ella la teoría revolucionaria del marxismo. Al conducir al proletariado ruso a la victoria, Lenin consideraba que la revolución en Rusia no era más que el comienzo y una parte de la revolución mundial. Consagró muchas energías a desarrollar el movimiento comunista internacional y previó con gran antelación las perspectivas de avance del proceso revolucionario mundial.

De ahí que recurran a Lenin, al tesoro de sus ideas, todos los hombres avanzados del mundo, cuantos luchan por la liberación nacional y social, por la transformación de la sociedad sobre bases socialistas, por el comunismo. "No ha habido ni hay en el mundo personas cuyas obras hayan alcanzado la difusión que tienen las de Lenin, editadas en 117 idiomas. Las tiradas de los libros de Lenin suman cientos de millones de ejemplares. Las leen y aprenden en ellas a vivir y luchar hombres de todos los países, de todos los continentes".[3]

***

La presente edición de Obras Escogidas de V. I. Lenin está destinada a vastos sectores de opinión de los países de habla española, en primer término, de América Latina. Los lectores de este continente en lucha extraerán de las obras de Lenin muchas enseñanzas importantes y valiosas, que les ayudarán a comprender más a fondo y mejor la situación actual en sus países, a ver las perspectivas y adoptar posiciones justas en la lucha por la independencia y el progreso social.

Lenin seguía con atención la vida de los países de América Latina, como lo prueban muchas de sus obras, borradores y esquemas, apuntes y extractos. Incluía a estas naciones entre "los países dependientes que desde un punto de vista formal, político, gozan de independencia, pero que en realidad se hallan envueltos en las redes de la dependencia financiera y diplomática".[4]Los Cuadernos sobre el imperialismo—extractos y apuntes analíticos de Lenin para su obra clásica El imperialismo, fase superior del capitalismo— evidencian, que precisamente el estudio del estado de cosas en América Latina le sirvió de base para llegar a la conclusión de que el advenimiento de la época del imperialismo significa, en particular, no sólo la culminación del reparto territorial del mundo, sino también el comienzo de su reparto económico entre los monopolios.

Lenin subrayaba que el rasgo peculiar de la política colonial del capital financiero, a diferencia del colonialismo de las épocas precedentes, es, ante todo, el sojuzgamiento económico.

"El capital financiero —firmó— es una fuerza tan considerable, puede decirse decisiva, en todas las relaciones económicas e internacionales que es capaz de subordinar, y en efecto subordina, incluso a los Estados que gozan de la independencia política más completa".[5]Basándose en esta conclusión, Lenin previó genialmente el fenómeno del neocolonialismo. "Precisamente desde el punto de vista de los imperialistas —dijo— a veces es mucho más ventajoso tener como aliada una pequeña nación independiente en el aspecto político, pero dependiente en el financiero... Por ello es plenamente posible que, a la par con la política de estrangulación directa de las pequeñas naciones, a la que el imperialismo jamás podrá renunciar por completo, aplique en algunos casos una política de alianza "voluntaria" (es decir, originada sólo por la estrangulación financiera) con nuevos Estados nacionales pequeños o con caricaturas de Estados".[6]

Los hechos que se registran en el mundo entero, y en América Latina en particular, confirman a diario la razón que asistía a Lenin. Los EE.UU. han impuesto a los países latinoamericanos no pocas "alianzas" de todo género: de "defensa" del Hemisferio Occidental, para el "progreso", la Organización de los Estados Americanos, "pactos" bilaterales, etc., etc. En esta región hay también Estados fantasmas, como Puerto Rico. El imperialismo norteamericano tampoco ha renunciado aún a las amenazas y las intervenciones militares directas.

El imperialismo es extraordinariamente vivaz y se adapta con relativa rapidez a todo género de "medicamentos" de tipo nacionalista burgués. Los monopolios han aprendido a la perfección a eludir los obstáculos legislativos más diversos, como las restricciones del porcentaje del paquete de control de las acciones, la exportación de ganancias; etc. Hoy prefieren, en general, no figurar como capital extranjero y ocultan cuidadosamente sus empresas bajo el falso rótulo de "nacionales". Lenin ponía siempre en guardia precisamente contra eso: "Es imposible —advirtió— vigilar los complicadísimos, embrolladísimos y sutilísimos procedimientos a que se recurre al hacer los balances, al fundar empresas y sucursales ficticias, al hacer intervenir a hombres de paja, etc., etc.".[7]

Los nacionalistas burgueses, que se confabulan con el imperialismo ante la amenaza de que el movimiento antiimperialista se transforme en anticapitalista, remplazan a menudo el fondo auténtico de la independencia nacional con sus atributos externos. "Hablan —decía Lenin— de liberación nacional..., dejando en la sombra la liberación económica. Pero, en realidad, esta última es, precisamente, lo principal".[8]

Mas, al mismo tiempo, Lenin opinaba que con el capitalismo es prácticamente imposible conseguir lo principal: la liberación económica de un país oprimido por el capital financiero. Esto, decía, "es realizable, como regla general, sólo con el socialismo; con el capitalismo... es realizable a título de excepción o mediante una serie de revoluciones e insurrecciones".[9]Los acontecimientos de la historia universal de nuestros días corroboran del modo más convincente la justedad de este enunciado. La sola pertenencia al sistema de economía capitalista mundial —en el que dominan los monopolios imperialistas y las relaciones dependen, como regla general, del poder del capital— condena a un país dependiente a someterse. Los países y los pueblos que se han señalado la meta de sacudirse plenamente las cadenas del imperialismo no pueden dejar de buscar hoy apoyo para su lucha en el socialismo mundial y han de marchar ellos mismos hacia el socialismo, por difícil y complejo que sea este camino.

El testimonio más brillante de ese desarrollo de los acontecimientos es la Revolución Cubana, que se ha transformado de democrática y antiimperialista en socialista en virtud de la propia lógica de la lucha, consecuente hasta el fin, contra la dominación de los monopolios extranjeros y sus mercenarios locales.

La historia misma ha determinado ya la orientación general del desarrollo. También para América Latina ha llegado el momento de que hablara Lenin: "El desarrollo hacia adelante —si se exceptúan posibles pasos atrás de carácter temporal— sólo es realizable hacia la sociedad socialista, hacia la revoluciónsocialista".[10]Las masas trabajadoras de América Latina comprenden más claramente cada día esta verdad. Incluso la máquina de votar burguesa, con más de un siglo de experiencia de servicio a la oligarquía, no pudo impedir que los trabajadores chilenos llevaran al poder a un gobierno popular y antiimperialista, el cual proclamó con toda claridad que su objetivo era preparar las condiciones para pasar al socialismo. Y sólo la traición de los mercenarios del imperialismo y las decenas de miles de víctimas de la represión han detenido temporalmente el avance hacia el socialismo en un país más de América Latina.

Pero este movimiento es ineluctable e invencible. El desarrollo por la vía capitalista bajo la "tutela" del imperialismo USA lleva a América Latina a un callejón sin salida. En estas condiciones, un sector cada día más vasto de representantes de distintas clases, corrientes y grupos ideológicos y políticos habla de la alternativa socialista como de la única salida para los pueblos del continente.

Si analizamos a rasgos muy generales el curso del proceso histórico en América Latina durante los últimos decenios, podremos descubrir tres factores principales que llevan de modo inevitable a los países del continente a la necesidad de una salida revolucionaria y de una orientación socialista:

1) El desarrollo de los países latinoamericanos por la vía del capitalismo dependiente los condena a la reproducción ampliada de la dependencia y del atraso. En vísperas de la segunda guerra mundial, el capital extranjero en los países de esta región estaba representado por un número relativamente limitado de empresas bien conocidas y era posible calcularlo de una manera aproximada. Hoy, en cambio, las posiciones efectivas del imperialismo son tan amplias, se han infiltrado tan a fondo en todas partes y están disimuladas hasta tal punto que sería prácticamente inútil tratar de determinarlas con cierto grado de veracidad tomando como base las estadísticas oficiales. Pero incluso estas últimas no pueden ocultar la tendencia a la extensión de la dependencia: en un solo decenio (1960-1970), a pesar de la pérdida de Cuba, de las nacionalizaciones parciales y de las leyes restrictivas en otros países, las inversiones directas de los EE.UU. registradas oficialmente en América Latina aumentaron en más del doble (alcanzando la cifra de 16.000 millones de dólares) y la exportación de ganancias casi se triplicó, mientras que el producto bruto interno de la región aumentó apenas en la mitad. Se agrava de modo más patente aún la dependencia crediticia de América Latina: sólo la deuda exterior de los Estados llegó en 1971 a 22.400 millones de dólares (frente a 2.200 millones en 1950). A medida que aumentan la industria y la infraestructura, adquieren una significación cada día mayor nuevas formas de dependencia: la dependencia tecno-científica y tecnológica, el control de patentes y licencias, etc. Las crecientes proporciones del saqueo de América Latina reducen las posibilidades de inversiones internas de capitales en la economía. La alianza del imperialismo con las oligarquías locales asegura la vitalidad de las más atrasadas estructuras sociales, de las reminiscencias del feudalismo y del latifundismo. A consecuencia de todo ello, el continente no puede alcanzar el ritmo de incremento de la industria de los países capitalistas adelantados, que monopolizan los frutos de la revolución tecno-científica, y se rezaga más y más del nivel medio mundial de fomento industrial. Se profundiza con singular rapidez y evidencia el abismo económico entre los países latinoamericanos y los EE.UU.

2) Los movimientos democráticos burgueses de los países latinoamericanos, que intentaron conseguir un desarrollo capitalista independiente y acelerado, no han podido alanzar estos fines y padecen una crisis cada vez más profunda.La transformación del antiimperialismo burgués, desde la revolución mexicana de 1910-1917 y la presidencia de Cárdenas hasta nuestros días, está vinculada tanto al cambio en la correlación de las fuerzas motrices de los movimientos democráticos burgueses —el proletariado, el campesinado y las clases medias— como a la modificación de la propia burguesía nacional, de su estructura y de su potencial revolucionario. Mientras se trata de conquistar el derecho a la explotación independiente de "sus" pueblos, de liberar el capital nacional del yugo asfixiante de los monopolios extranjeros y de la oligarquía agraria local, la democracia burguesa está dispuesta a ir bastante lejos por el camino de las transformaciones; pero si, a la par con ello, surge una amenaza a sus intereses de clase, una amenaza a la "sacrosanta" propiedad privada, la burguesía nacional traiciona sin vacilar la revolución, desertando del campo de batalla o confabulándose directamente con el imperialismo y la oligarquía. La creciente participación del proletariado en el movimiento liberador masivo de los principales países latinoamericanos ha conducido, de hecho, a una situación en la que los dirigentes burgueses de los movimientos democráticos, dicho sea con palabras de Lenin, "temen su propia victoria". De esta formal el antiimperialismo democrático burgués deja de ser un movimiento revolucionario nacional, como lo fue en México, para degenerar en nacional-reformismo, capaz, en el mejor de los casos, de regatear con el imperialismo el precio de sus concesiones. Incluso la burguesía mexicana, en otros tiempos la más revolucionaria de América Latina y hasta ahora la más "independiente", ha sido incapaz de impedir el proceso de intensa penetración del capital norteamericano en la economía del país después de la segunda guerra mundial. La manifestación más viva de la crisis del nacional-reformismo es el fracaso de la política del Partido Demócrata Cristiano de Chile y la descarada confabulación de sus líderes derechistas con el imperialismo y con los traidores para salvar a toda costa el capitalismo.

3) Se extiende constantemente la lucha de clasey antiimperialista del proletariado. En América Latina —donde las relaciones capitalistas, a diferencia de la mayoría de los países de Asia y África, han alcanzado una madurez relativa— se ha formado el proletariado industrial. Este proceso ha tenido en cada país sus peculiaridades, que han condicionado el distinto grado de organización, conciencia y fuerza del proletariado. La formación del movimiento proletario emancipador consciente empezó, de hecho, bajo la influencia de la Revolución de Octubre en Rusia, bajo la influencia de las ideas de Lenin. Hoy puede considerarse terminado, en lo fundamental, el proceso de ganar para el marxismo-leninismo a la vanguardia de la clase obrera: en todas partes actúan partidos comunistas, que ejercen un influjo cada día: más decisivo en la lucha de masas, dándole en grado creciente conciencia de clase proletaria. Está claro que el imperialismo se esfuerza por obstaculizar el desarrollo del movimiento obrero, dividir a la clase obrera, llevarla al cauce del economismo e impedir la fusión de la lucha de clases con la lucha antiimperialista. Pero, cualesquiera que sean las dificultades, es evidente a todas luces que la única fuerza con perspectivas, capaz de encabezar y llevar a la victoria completa la causa de la emancipación nacional y social de los pueblos de América Latina, es la clase obrera, pertrechada con la teoría revolucionaria avanzada.

El desarrollo y la concatenación de estas tres líneas principales se observan con claridad en la historia contemporánea de los países latinoamericanos y determinan la extensión de la crisis general, cada vez más profunda, de toda su estructura socioeconómica y política. Y cuanto más se pudre el "pantano" del reformismo nacional, cuanto más se polarizan las fuerzas clasistas y políticas, tanto más categórica es la alternativa: o antiimperialismo y profundas transformaciones sociales, o dictadura terrorista policíaco-militar y "cooperación" ilimitada con el capital extranjeros.

Por supuesto, el desenlace de la confrontación entro las fuerzas de la reacción y las del progreso no será determinado solamente por los factores internos. La lucha entre el imperialismo y el socialismo se sostiene a escala mundial. Lenin dijo nada más triunfar la Revolución de Octubre: "Todos los acontecimientos de la política mundial convergen de manera inevitable en un punto central, a saber: la lucha de la burguesía mundial contra la República Soviética de Rusia, la cual agrupa necesariamente en torno suyo, de una parte, los movimientos de los obreros avanzados de todos los países en pro del régimen soviético y, de otra parte, todos los movimientos de liberación nacional de las colonias y de los pueblos oprimidos ... "[11]

La actual correlación de fuerzas entre el imperialismo y el socialismo crea condiciones favorables para la autodeterminación de los pueblos y obstaculiza resueltamente la intervención militar directa del imperialismo contra los pueblos que se liberan. "La mera existencia de la Unión Soviética — ha destacado Fidel Castro— constituye un freno a las aventuras militaristas de las fuerzas agresivas del mundo imperialista".[12]El poderío de los países socialistas, la fuerza de atracción de su ejemplo y su solidaridad fraternal con los pueblos en lucha son hoy factores importantísimos del feliz desarrollo del movimiento liberador en los países de Asia, África y América Latina.

 

[1]V. I. Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo. (Obras Completas, 5a, ed. en ruso, t. 41, pág. 8. En lo sucesivo, O. C., t., pág.)

[2]V. I. Lenin. El Comunismo. (O.C., t. 41, pág. 136.)

[3]L. I. Brézhnev, Por el camino de Lenin, ed. en español, Moscú, 1972, págs. 276-277.

[4]V. I. Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo. (O. C., t. 27, pág. 383.)

[5]Ibíd., pág. 379.

[6]V. I. Lenin. Borrador de las tesis de un llamamiento a la Comisión Socialista Internacional y a todos los partidos socialistas. (O. C., t. 30, págs. 281-282.)

[7]V. I. Lenin. La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla. (O. C., t. 34, pág. 163.)

[8]V. I. Lenin. La significación social de las victorias serbio-búlgaras. (O. C., t. 22, pág. 187.)

[9]V. I. Lenin. Balance de la discusión sobre la autodeterminación. (O. C., t. 30, pág. 35.)

[10]V. I. Lenin. Sobre el folleto de Junius. (O. C., t. 30, pág. 13.)

[11]V. I. Lenin. Esbozo inicial de las tesis sobre los problemas nacional y colonial para el II Congreso de la Internacional Comunista. (O. C., t. 41, pág. 163.)

[12]Pravda, 31 de enero de 1974.

 

 

 

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