Contenido

¿Podrá cambiar la naturaleza del imperialismo?

¿De dónde proceden las posibilidades de conjurar la guerra mundial?

Línea para la salvaguardia de la paz

Sobre el mejoramiento de las relaciones entre los países pertenecientes a los dos campos

Negociaciones, compromisos, concesiones, sacrificios

Las armas nucleares y el desarme

Revolución y paz

Coexistencia pacífica entre países con distintos regímenes políticos y sociales

A modo de conclusión

 

El problema de la guerra y la paz

 

En más de medio siglo de existencia el imperialismo hundió a la humanidad en dos grandes guerras mundiales y la enfrenta ahora ante el gravísimo peligro de una nueva guerra mundial con armas nucleares de tremendo poderío destructivo antes nunca visto. Los pueblos del mundo tienen por lo tanto la urgente tarea de esforzarse en luchar por la conjuración de un nuevo conflicto internacional impidiendo su estallido y por la defensa de la paz mundial. Lenin nos lo enseñó:

“A partir del año 1914 las guerras imperialistas aparecían como la piedra angular del conjunto de la política de todos los países del globo terráqueo”;

 y agregó:

“Eso es el problema de vida y muerte respecto a decenas de millones de seres humanos”[1].

En nuestro tiempo, el problema de la guerra y la paz no sólo se relaciona con la suerte de decenas de millones sino de centenares de millones de personas. Frente a una cuestión de tanta importancia, naturalmente los comunistas no podían dejar de consagrarle su atención. Al contrario, se mantuvieron y se mantienen en las primeras filas de la lucha por la paz, hicieron y hacen todo lo posible para llevar resueltamente esa lucha hasta el triunfo definitivo.

Sin duda alguna esa lucha finalizará en un triunfo porque después de la segunda guerra mundial surgió una posibilidad que anteriormente no existía: la de impedir una nueva guerra mundial. Actualmente lo decisivo consiste en mantener una línea acertada por la defensa de la paz con miras a convertir esa posibilidad en realidad. En la actualidad sobre la cuestión de la guerra y la paz, se establece la aguda lucha entre dos caminos: el del marxismo-leninismo y el del revisionismo contemporáneo.

Para conseguir una línea acertada por la defensa de la paz es preciso partir de varias premisas objetivas. La primera consiste en estimar la naturaleza del imperialismo. La cuestión planteada es la siguiente: ¿Cambia la naturaleza agresiva y belicista del imperialismo? ¿Sigue siendo todavía o no el imperialismo origen de la guerra en la época actual?

 

 

¿Podrá cambiar la naturaleza del imperialismo?

 

El revisionismo contemporáneo considera que el cambio cualitativo de los medios técnicos de guerra, concretamente la aparición de las armas nucleares, originó tan profundos cambios revolucionarios que se debieron revisar muchas leyes fundamentales del desarrollo de la sociedad y muchos principios fundamentales del marxismo-leninismo. Evidentemente incluye el problema de la naturaleza del imperialismo.

 

Según el revisionismo contemporáneo, con la acumulación de armas nucleares por parte de las potencias, con los cohetes intercontinentales, capaces de llevar ojivas nucleares hasta cualquier lugar del globo terráqueo sin que ninguna fuerza pueda obstaculizarlos, una nueva guerra mundial significaría el último día de la humanidad, la destrucción de todos los seres de la tierra. Por eso el principio que sostiene que la guerra es la continuación de la política pierde su valor. Además, actualmente, no sólo posee el campo imperialista las armas nucleares y los cohetes intercontinentales, sino también el campo socialista; aún más, mantiene la superioridad en esas armas. En estas circunstancias, el que en un rapto de locura ataque al prójimo no podrá evitar el contragolpe. En consecuencia el imperialismo comienza a percibir que si iniciara una nueva guerra mundial, elegiría el camino del suicidio. Por lo tanto, en el seno de la burguesía monopolista de los países imperialistas han surgido dos tendencias. La primera es la pacífica, moderada y razonable. Es la tendencia de renunciar a la guerra considerada como medida para la resolución de los altercados internacionales, aceptando la emulación económica pacífica con el campo socialista, consintiendo el desarme general y completo; sustituir la política de guerra con “la estrategia pacífica”. Esta tendencia predominó: los dirigentes de las potencias de los EE.UU., Inglaterra, Francia como Eisenhower, Kennedy, Mac Millan, De Gaulle, anteriormente anduvieron por esa vía. Muchas personalidades representativas de esta tendencia se muestran todavía reservadas, indecisas, poco resueltas porque la atmósfera internacional está aún envenenada por las desconfianzas acumuladas en el pasado, porque ellos recelan de que los países socialistas no deseen francamente la coexistencia pacífica; que el campo socialista, con la exportación de la revolución intente aniquilar al régimen capitalista o atacarlo de improviso, porque sufren todavía la presión de los elementos belicistas.

La segunda tendencia es la aventurera belicista de unos sectores o individuos: algunos generales del Pentágono y diputados estadounidenses, los revanchistas germano-occidentales y los militaristas japoneses. Si estos sectores e individuos conservan la tendencia aventura belicista, es porque incuban la esperanza de vencer sin ser castigados al campo socialista en una nueva guerra mundial. Pero, con los éxitos en lo económico y defensivo logrados por el campo socialista en la emulación pacífica, con la supremacía diariamente desarrollada respecto al capitalismo, esas esperanzas se tornan cada vez más frágiles y se disipan gradualmente, lo que producirá el efecto de enfriar sucesivamente las cabezas aventureras belicosas. Hasta el momento en que la superioridad del socialismo sea absoluta y clara, hasta que las cabezas más belicosas se vean obligadas a reconocer como verdad evidente que si tocan el campo socialista, de seguro serán aniquilados, hasta entonces deberán seguir las huellas de los moderadores renunciando a su política de guerra y consentirán en llevar a cabo el desarme general y completo. En breves palabras, por causa del miedo a la muerte, el imperialismo renunció y prosigue renunciando a su política de guerra.

Por eso, según el revisionismo contemporáneo, como consecuencia de la aparición de las armas nucleares ha cambiado la naturaleza agresiva y belicosa del imperialismo. Hoy día el peligro de guerra no procede más del imperialismo, sino de la carencia de confianza recíproca entre los países, de unos individuos imperialistas belicistas y hasta de ciertos países socialistas los cuales transitan un arriesgado camino aventurero. Ciertas personas dicen: ¿Quién, pues ha declarado que ha cambiado ya la naturaleza del imperialismo? Por cierto, nadie lo anunció así. Pero, preguntémonos si se admitiera que el imperialismo ha renunciado y seguirá renunciando a su política de guerra, realizando la coexistencia pacífica, rechazando por completo las armas y medios de guerra, ¿qué sería eso si no el reconocer de hecho y en esencia, que ha cambiado la naturaleza del imperialismo? Sobre este problema se encuentran distintos argumentos. Si hay quienes concluyen que frente a los cambios de la correlación de fuerzas entre los dos campos acerca de las armas nucleares, los imperialistas voluntariamente desisten de su política de guerra y dejan sus armas, hay también los que sostienen que la burguesía monopolista nunca lo consentirá voluntariamente, pero que se puede obligarla a actuar así mediante una lucha concertada del campo socialista y de las masas populares en los países imperialistas. Según estos últimos, sólo quienes dicen que los imperialistas renuncian voluntariamente a su política de guerra, reconocen que la naturaleza del imperialismo ha cambiado; y no lo reconoce aquel que dice que los imperialistas están obligados a desistir de su política de guerra. Pero la cuestión de saber si la naturaleza del imperialismo ha cambiado o no, reside en el hecho de que puedan o no los imperialistas renunciar a su política de guerra y agresión y no en el hecho de que lo hagan voluntariamente u obligados.

Los marxistas-leninistas estiman que la naturaleza agresiva y belicista del imperialismo nunca cambiará porque está determinada por la economía imperialista que dio a luz a su política fundamental: la de la guerra. Lenin subrayó que la tendencia fundamental del imperialismo es la violencia. En nuestro tiempo, mientras el capitalismo se encuentra en su tercera fase de crisis general, se debilita diariamente y se ve obligado a abandonar posición tras posición frente a los ataques relámpago del movimiento de lucha y movimiento revolucionario de los pueblos de los países y naciones oprimidos, esa tendencia imperialista de violencia no disminuye, sino que se fortalece más que nunca. Hoy el imperialismo considera su política de guerra como el talismán más eficaz para preservarse de su perdición. Hablar sobre la política fundamental imperialista, es hablar sobre la de toda una clase, la clase capitalista monopolista, y no la de algunos individuos. Actualmente esa política fundamental y que juega el papel director de la clase capitalista monopolista, la clase dominante de los países imperialistas, es la política, subrayamos, de toda una clase y no sólo la de unos individuos imperialistas. Por eso, el imperialismo es el origen de la guerra en la época presente. Y la fuerza principal de agresión y de guerra es el imperialismo yanqui .................

 

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