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Tabla de contenidos

Presentación

Un poco de historia

La tortura como metáfora

Torturas en Euskal Herria

El oficio de torturador

Vencer a las torturas

 

Balserorentzat eta torturatu dituzten guztientzat

 

«La memoria histórica, acompañada de una brizna de sentido crítico, siempre ha hecho temblar a los paladines del orden público. Además hay que constatar que la memoria es inútil y poco rentable en una sociedad basada en el dinero y el consumo. »

El trabajo de la memoria conlleva normalmente la crítica en su seno: la historia nos enseña que lo que hoy parece inmutable no lo es siempre. La historia nos enseña que nada está fijo y que ninguna sociedad, ningún imperio es eterno.

Prohibiendo y privando a la juventud de este trabajo de memoria algunos tratan también de ocultar este aspecto. En su obra Prisonniers de guerreAlleg nos dice: «Lo que les molesta no es la tortura sino que se sepa que se practica»[1]

 

 

Presentación

 

Antes de seguir es conveniente saber que los casos de tortura probados en Euskal Herria suman ya 5.657 según Euskal Memoria[2]y que la Coordinadora para la Prevención y Denuncia de la Tortura (CPDT) en su Informe de 2015 documenta 232 casos de tortura en el Estado español.[3]A finales de 2014 la CPDT constató que entre 2004 y 2014 hubo 6.621 denuncias por tortura y tratos denigrantes, 833 personas muertas bajo custodia del Estado, y que, sin embargo, entre 2001 y 2012 las condenadas por diversos hechos de violencia institucional son 752, la mitad de ellas como delito de faltas.[4]Hay que tener en cuenta que no se denuncian todas las torturas por razones varias, la fundamental es el miedo a las represalias.

Dicho esto, podemos pasar a la definición de la Convención contra la Tortura, en su resolución 39/46 de 10 de diciembre de 1984, en el artículo 1, dice así:

A los efectos de la presente Convención, se entenderá por el término «tortura» todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a estas.[5]

Para los fines de nuestra ponencia esta definición de la tortura, siendo válida en su denuncia del papel del Estado en general, tiene sin embargo una limitación que iremos descubriendo en las páginas que siguen. Nos referimos a que en la vida diaria, en las explotaciones y opresiones de todo tipo, es muy sutil y traspasable la frontera que separa a un amplio y creciente conjunto de presiones, amenazas, chantajes, malos tratos, etc., psicológicos y físicos, visibles e invisibles, con efectos destructores no inmediatos sino mediatos y hasta a largo plazo, para terminar en las mil formas de tortura no reconocidas oficialmente.

Decimos esto porque, por debajo de los acuerdos internacionales entre Estados, existen otras realidades más oscuras, amargas y trágicas, en las que operan múltiples violencias frecuentemente sentidas por sus víctimas como torturas. Son ellas las que hacen de las reflexiones críticas sobre las torturas «una fuente de pensamiento» como dice Alfonso Sastre.[6]Porque es cuestión de pensamiento, vamos a emplear un concepto dialéctico de tortura que nos permita movernos por los infiernos de las torturas, en plural, y de las profesiones e instituciones que facilitan su práctica: Hay psicólogos que son torturadores activos con sus consejos especializados, no son pasivos sino que forman parte del proceso entero de la tortura;[7]también los médicos intervienen directa[8]o indirectamente en las torturas, como volvió a confirmarse en Estados Unidos tras los atentados del 11-S de 2001.

La mejora de las técnicas de tortura es tan vieja como ella misma y responde al hecho de que pese a toda su violencia destructora, siempre ha habido personas que la han aguantado, al menos no «confesando» lo fundamental. Una de las mejoras introducidas por el capitalismo tenía y tiene el objetivo de llevar la tortura al interior de la persona, a sus más íntimos sentimientos para romper su identidad: este es el papel de la psicología, de la psiquiatría, del psicoanálisis y de la medicina en general antes, durante y después de las sesiones de tortura. Aun así, no siempre triunfan.

 

Un poco de historia

 

Las torturas se han ido endureciendo y multiplicando en sus contenidos y formas según lo exigían las necesidades de las clases explotadoras. Una de las primeras prácticas sistemáticas en este sentido decisivo es la del Antiguo Egipto. P. Reader[9]nos explica la quíntuple importancia que tuvo el faraón Keops (-2589 a –2566) en el muy racional y pensado salvajismo de las torturas.

Una lección consiste en la actualidad de muchos de sus métodos ya que una de las torturas que se aplicaban en el Egipto Antiguo a los esclavos fuertes y rebeldes era de la atarlos y azotarles las manos y las plantas de los pies: esta misma tortura sigue practicándose tras más de 4606 años, como lo hemos experimentado en la práctica y lo confirman cientos de declaraciones. Quiere esto decir que por debajo de las sucesivas «mejoras» en las torturas, estas mantienen sin embargo una identidad esencial: hacer daño, causar dolor, provocar sufrimiento en la persona torturada, y atemorizar, generar el miedo a sufrirlas en las personas que le conocen o que se enterarán que ha sido sometida a tormentos.

Dos, Keops torturaba a los esclavos de manera sofisticada porque intentaba que no murieran bajo los tormentos ya que le eran más útiles como fuerza de trabajo viva, más rentables, hasta que morían por puro agotamiento, hambre o enfermedad. En la historia de las torturas española ha habido fases en este sentido: durante la Inquisición las muertes por torturas no importaban mucho, ni tampoco durante las dictaduras; en la llamada democracia los torturadores deben andar con más cuidado. Pero la lección fundamental de Keops es que las sociedades que tienen poca fuerza de trabajo explotable, o pocas esclavas y esclavos han de mantenerlos vivos en la medida de lo posible para exprimirles hasta el último aliento. Las torturas no debe destruir la fuerza de trabajo porque serían ruinosas.

Tres, las torturas también servían a la proto-ciencia del momento ya que los esclavos sufrían trepanación para investigar sus cerebros a fin de sanar los dolores de cabeza de sus amos. Esta práctica, como veremos, fue de nuevo recuperada en el capitalismo por los nazis y los militaristas japoneses, y más tarde por la CIA para intentar aplastar a Vietnam y producir asesinos mentalmente programados mediante electrodos introducidos en su cerebro; ahora también se pueden introducir detectores a distancia en el cuerpo del torturado para, una vez drogado, dejarlo en libertad y seguir sus pasos. Con ciertas diferencias, estas torturas en su forma mortal también se aplican contra niños y niñas de los países empobrecidos extirpándoles órganos que luego se venderán en el mercado de la salud privada capitalista.

Cuatro, Keops elaboró un variado sistema represivo: si un esclavo atacaba a un veedor o capataz, otros cien recibían veinticinco latigazos, de este modo lograba que se espiasen y delatasen entre ellos. Es un método represivo adaptado a las escuelas franquistas para perseguir la lengua vasca: la niña o niño pillado hablando euskara recibía un aro que se convertía en castigo al final del día si no se lo pasaba a otra niña o niño al que oía hablar su lengua materna, así se vigilaban, reprimían y delataban para no sufrir el castigo.

Y cinco, las torturas dosificadas para mantener vivos a los esclavos se convertían en exterminio masivo cuando estos se sublevaban: entonces no había piedad ni perdón. Tras aplastar una rebelión el general Mel-Ra torturó hasta la muerte a diez de sus dirigentes con una crueldad inhumana pero muy meditada porque se obligó a otros esclavos a participar en los tormentos hasta que los dirigentes morían. El más conocido, Zagah, duró veintidós días. Esta quinta característica es una constante en la historia: las torturas y otras formas de violencia se aplican con cierta mesura, incluso se practica el palo y la zanahoria pero hasta un límite insalvable: las torturas se convierten en masacre masiva cuando los oprimidos quieren romper sus cadenas.

 

[1]Henti Alleg: La question, Hiru, Hondarribia 2010, p. 84.

[2]Euskal Memoria: Rompamos el silencio: Ya son 5.657 los casos verificados de tortura, 13 de febrero de 2017 (http://www.euskalmemoria.eus/).

[3]Enric Llopis: Organizaciones de derechos humanos documentan 232 casos de tortura en España, 19 de diciembre de 2016 (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=220618).

[4]Arturo Puente: Una década contra la tortura: 6.621 denuncias y 833 personas muertas bajo custodia, 21 de noviembre de 2014 (http://www.eldiario.es/).

[5]Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, 10 de diciembre de 1984 (http://www.ohchr.org/SP/ProfessionalInterest/Pages/CAT.aspx).

[6]Alfonso Sastre: «Presentación para hoy», La question, Hiru, Hondarribia 2010, p. 11.

[7]Amy Goodman y Denis Moynihan: Tortura e impunidad en la Asociación Estadounidense de Psicología, 18 de julio de 2015 (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=201217).

[8]Manuel Ansede: Así torturaban los médicos tras el 11-S, 11 de junio de 2015 (http://elpais.com/).

[9]Paul Reader: Cárceles, verdugos, torturas, Seuba Ediciones, Barcelona 1997, pp. 22–26.

 

 

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