1. ORÍGENES DEL MOVIMIENTO POPULAR

  

  1. Hablar de independencia y unificación nacional, socialismo, reuskaldunización y sociedad 
no patriarcal en Euskal Herria sin tener en cuenta el papel crucial de los movimientos populares, es, además de una negación de la historia, también un retroceso político a la ideología burocrática de la democracia burguesa. De la misma forma en que el capitalismo puede aceptarlo todo con tal de sobrevivir, excepto la extinción de la propiedad privada de las fuerzas productivas; del mismo modo, la democracia burguesa puede aguantarlo todo excepto los embriones de democracia socialista que laten en los movimientos populares y en los embriones del consejismo y del sovietismo que palpitan en cualquier lucha obrera no constreñida ni desvirtuada por el reformismo sindical y político.
  2. Para saber qué son los movimientos populares tenemos que comprender primero las conexiones entre “clase obrera”, “clase trabajadora”, “pueblo trabajador” y lucha de liberación nacional, conceptos que van de menor a mayor, de exclusión a inclusión, y que han sido empleados por las fuerzas revolucionarias desde el siglo XIX, pero especialmente desde que los estudios sobre el imperialismo y las tesis bolcheviques sobre el derecho de autodeterminación y la liberación de los pueblos, actualizaron y ampliaron el uso del concepto de “pueblo trabajador”. Desde la V Asamblea la izquierda abertzale asumió este concepto como decisivo para entender la estructura social vasca, su lucha de clases e independentista en el capitalismo de la época. Sin embargo, las corrientes entonces denominadas liquidacionistas y españolistas fueron abandonándolo.
  3. La historia reciente de Euskal Herria nos muestra una práctica colectiva que podemos definir como movimientos populares en ciernes, embrionarios, empezando por los iniciales grupos de ayuda a los prisioneros del franquismo, prácticamente desde 1937 en adelante, siguiendo con los grupos complejos y poco estudiados que se formaron desde 1945 y que junto a restos de los sindicatos y partidos ilegalizados por el franquismo, pudieron impulsar una oleada de protestas populares, obreras y sociales, con huelgas, cierres, boicots, manifas, etc., hasta finales de los ’40 e incluso comienzos de los ’50 especialmente en Nafarroa. En aquellas condiciones de represión aplastante, la dinámica que conduce de la autoorganización clandestina a la autodefensa frente a la dictadura, pasando por la autogestión del grupo y su permanente autodeterminación sobre qué hacer, debía superar diariamente toda serie de obstáculos, pero funcionó durante un tiempo.

Sin embargo, tras el salvavidas que obtuvo la dictadura franquista con la decisión de los EEUU, Gran Bretaña, etc., de hacer del Estado español una de las bases decisivas de retaguardia estratégica frente a la URSS, tras esta decisión imperialista que fue un mazazo terrible, se produjo un parón en la tendencia a la recuperación de las luchas, y un retroceso casi absoluto en su mayoría. Especial impacto negativo tuvo el abandono práctico del derecho de resistencia, de autodefensa, por parte de la mayoría de las fuerzas que habían resistido violentamente al franquismo y al nazismo en Euskal Herria y que disponían de fuerzas armadas en el sur del Estado francés y en el norte de Euskal Herria. Por un lado, el triunfalismo franquista tras salvarse gracias al imperialismo, por otro el abandono de la lucha en su forma decisiva por los partidos ilegalizados, y ambos golpes cayeron además en una década, la de los ’50, en la que autarquía socioeconómica del régimen resultaba un rotundo fracaso que multiplicaba la indefensión del pueblo trabajador.

Pero esta situación empezó a cambiar por varios motivos que sólo podemos enunciar aquí como fueron, uno, los efectos sociales y políticos de las reformas económicas introducidas a finales de los ’50, especialmente la recomposición de la clase trabajadora y de la clase obrera industrial; dos, el alto componente de represaliados por el franquismo existente en las primeras levas de emigrantes de varias naciones, culturas y regiones hispanas que empezaron a llegar a Hego Euskal Herria desde comienzos de los ’60 y que, mal que bien, se fueron integrando en la recomposición trabajadora y obrera ya en ciernes; tres, el desencanto manifiesto de bases carlistas que, como se vio en Nafarroa, se alejaron como base de masas de la dictadura franquista en Hego Euskal Herria, aumentando la debilidad del régimen; y cuatro, la llegada a la edad juvenil y adulta de una generación que había vivido pasivamente la guerra de invasión franquista de 1936, o que justo había nacido en esos años, y que no habían padecido en carne propia, directa y vitalmente, el terror de la dictadura, aunque sí en su familia y entorno. Dentro de estos nuevos colectivos juveniles destacó el grupo EKIN.

Simultáneamente a estos cambios, e internamente a amplios sectores de Euskal Herria, se fue reactivando la conciencia euskaldun más allá de los estrictos, cerrados y apenas conocidos límites de la familia euskaldun, que hasta entonces había mantenido su identidad lingüístico-cultural en la intimidad, cuando no había claudicado a la represión, a la persecución y a las presiones múltiples permitiendo que sus hijas e hijos no aprendiesen el euskara, que lo redujeran a pocas frases o que lo perdiesen. La inminencia de la pérdida definitiva de la lengua vasca y de la desnaturalización de la cultura a ella unida vitalmente, este peligro mortal que se sentía en la piel y en la conciencia, fue significativamente el origen del primer movimiento popular merecedor de tal nombre: la autoorganización de un grupo social para luchar por una necesidad colectiva al margen de toda ayuda oficial y superando todas las trabas legales y represivas.

Una característica del movimiento popular euskaltzale es que se fue plasmando en muchos frentes, desde las gaueskolas e ikastolas infantiles, hasta las propuestas de una Euskal Unibersitatea, pasando por periódicos, revistas, programas de radio, bertsolaris, euskal musika, euskal dantza, grupos como Ez Dok Amairu, películas decisivas en su época como Ama Lur, o textos de impacto como Quousque Tandem, etc., de modo que resulta algo difícil separar analíticamente dónde acaba y dónde empieza cada una de las formas de recuperación del complejo lingüístico-cultural euskaldun. Semejante forma de autoorganización popular permitía llegar a muchos problemas en un contexto represivo en apariencia omnipotente, pero a la vez anunciaba una forma de acción que más tarde sería presentada como un gran “invento” como el de la “organización en red”. Y aquella forma de autoorganización popular tenía sus deficiencias, eran mayores sus ventajas.

Más adelante, cuando estudiemos las relaciones entre movimiento popular y formas organizativas, movimiento popular y movimiento social, cambios capitalistas y movimiento popular, etc., volveremos a este tema. Ahora nos interesa concluir remarcando el crucial e histórico papel jugado por este movimiento que, además de ser prácticamente en primero en surgir, hizo que todos los demás que le siguieron no tuvieran otro remedio que posicionarse a favor, indiferentemente o en contra de la identidad vasca en su forma esencial, de su complejo lingüístico-cultural como base de un identidad nacional. Un ejemplo ilustrativo de la importancia de esta cuestión lo tenemos en que prácticamente todas las escisiones españolistas y estatalistas en ETA se caracterizaron, entre otras cosas, por su indiferencia o

 

2.- PUEBLO TRABAJADOR Y MOVIMIENTO POPULAR

 

  1. En este ambiente, el concepto de “pueblo trabajador” encontró un suelo muy fértil para arraigar y demostrar su valía práctica par ayudar a la expansión de los movimientos populares desde mediados de los ’60 del siglo XX, como formas autoorganizadas de lucha por la recuperación de aspectos centrales de la existencia de la nación vasca en las condiciones de opresión y dictadura franquista, con limitaciones tremendas, bajo el dominio absoluto del castellano y del francés, y bajo una situación socioeconómica y de estructura clasista de la Euskal Herria caracterizada por drásticos cambios impuestos por una expansión industrial descontrolada e irracional en cuanto a la inexistencia de todo plan estratégico, de equilibrio entre las áreas en crecimiento con red lógica de comunicaciones y de respeto siquiera mínimo al medioambiente, a la salud colectiva.
  2. A partir de aquí empezaron a crearse otros movimientos populares a la vez que el movimiento obrero daba un salto cualitativo con la creación de las comisiones obreras y, más tarde, con la aparición de otros sindicatos, especialmente con los declaradamente sociopolíticos. Rápidamente, podemos constatar esta secuencia de movimientos populares hasta mediados de los años ’80 del siglo XX: Amnistía; Medios de comunicación críticos y euskaldunes, como EGIN, EUSKALDUNON EGUNKARIA, y otros muchos más; Antinuclear y ecologista; Internacionalista; Feminista y de liberación de sexo-género, dotado de una especificidad que no podemos exponer ahora; Antidrogas; Contra el servicio militar español y Contra el referéndum de la OTAN. Una matización hay que hacer con respecto al movimiento vecinal que llegó a tener fuerza en muchas zonas pero en el que, a diferencia de los otros, hubo desde un principio mucha más presencia de las fuerzas estatalistas y reformistas, implantación que más tarde usarían para liquidarlo en buena medida al llegar los “ayuntamientos democráticos”.

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