0.- PRESENTACIÓN

 

Analizar el presente de la juventud vasca y elaborar desde sus conclusiones una síntesis teórico-práctica que centre los objetivos fundamentales a conseguir en el futuro, semejante esfuerzo, requiere de un método multidisciplinar, totalizante en lo esencial y lo suficientemente abierto en los aspectos secundarios, superficiales. Naturalmente, un trabajo así requiere un tiempo y un espacio de los que ahora y aquí no disponemos, aunque sí podemos presentar de manera resumida y concentrada lo básico. Afirmamos que los problemas de la juventud vasca no son fortuitos, casuales ni descontextualizados, sino que están originados por estructuras socioeconómicas, políticas, represivas, estatales y mundiales muy precisas, que se tienen que estudiar, conocer y denunciar práctica y teóricamente. Rechazamos radicalmente cualquier tesis que sostenga que nuestros problemas presentes y, consiguientemente, nuestro futuro son resolubles exclusivamente en el plano individual y sólo dentro del marco franco-español y capitalista que padecemos. Afirmamos que, por lo contrario, la emancipación colectiva e individual, dialécticamente unidas, de la juventud es únicamente posible mediante el avance independentista y socialista, como primer paso urgente e imprescindible para logros posteriores.

A partir de esta declaración directa de intenciones, en absoluto ambigua y sí muy concreta, vamos a exponer algunas consideraciones elementales sobre cuatro aspectos decisivos para la juventud vasca como son, uno, su independencia autoorganizativa; otro, su desarrollo vital emancipado y creativo; además, su enriquecimiento cultural y, por último, su libertad práctica en contra del sistema represivo. Hemos escogido estos cuatro aspectos porque sinterizan lo esencial y común a todos los restantes problemas que a diario padece y que se presentan de múltiples formas, bajo muchos colores y apariencias, pero que mantienen una estrecha interrelación subterránea e invisible. Hacer visible esa interconexión es un paso decisivo en el proceso emancipador, revolucionario.

 

 

1.- CONTRA LA DEPENDENCIA Y POR LA INDEPENDENCIA

 

Uno de los objetivos prioritarios de todos los sistemas de opresión habidos hasta el presente es el de disponer de una juventud dependiente, incapaz de pensar y actuar por sí misma y necesitada de las órdenes, mandatos, dinero, trabajo, condiciones de vida, etc., que le imponga el poder o le conceda en determinados momentos para desactivar luchas reivindicativas radicales. Una juventud dependiente, paralizada por la incapacidad de actuar y pensar, sujeta a los caprichos, mandatos y necesidades del poder, una juventud así es un pilar básico de y en todo sistema reaccionario y autoritario, y hasta tolerante, es decir, dispuesto a tolerar y permitir algunas veleidades passotas típicas de la impulsiva e inconsciente "edad juvenil".

Toda la estructura de formación de la personalidad humana está pensada para, desde las primeras horas de existencia, hacer del sujeto un ser dependiente. Desde que nace, el ser humano es sometido a toda serie de dictados, exigencias, disciplinas, amenazas, castigos, recompensas, premios, alagos... para anularle cualquier posibilidad de pensamiento propio, crítico e independiente. Aunque ese sistema intimidador está siempre en activo durante toda la vida del ser humano, es en su infancia, adolescencia y juventud cuando actúa más impune y devastadoramente.

En la actualidad, la dependencia está siendo propagada y fortalecida por toda una serie de leyes socioeconómica, represivas, políticas y culturales. El empobrecimiento relativo y absoluto de la juventud vasca es, por sus consecuencias, uno de los mayores obstáculos que frenar la autoorganización juvenil. Hay que decir que el empobrecimiento no está originado por neutrales, asépticas e intocables "leyes económicas", sino que es efecto de las estrategias político-económicas de la burguesía. La precariedad e inseguridad en el puesto de trabajo es otra de ellas, como también lo es la incertidumbre sobre el futuro personal que se padece durante la época de estudios. El sistema pretende destruir las bases materiales, sociales, económicas, familiares, etc., que permiten a la juventud organizar su propia vida, planificar su futuro, decidir sobre su presente, convivir colectivamente con otros jóvenes e independizarse del entorno familiar.

Mientras que hace treinta años, cuando a pesar de la dictadura franquista era casi seguro acceder a un puesto de trabajo y desarrollar una vida propia en un entorno juvenil específico, ahora, la precarización generalizada de la existencia obliga a la juventud a esperar años para hacer su vida. Ahora, excepto en las casas para estudiantes, es más difícil organizar la vida colectivamente, en comunas, en casas okupadas y fuera del domicilio familiar. Mientras que hace tres décadas el sistema educativo, pese a sus contenidos dictatoriales, terminaba por lo general dando paso a un trabajo casi seguro por la alta tasa de empleo, ahora esa certidumbre ha desaparecido y la incertidumbre existencial anida dentro mismo del sistema educativo vigente.

Que muchos jóvenes no sean conscientes de esa incertidumbre, que no se planteen apenas los problemas existenciales decisivos -¿de qué vivo? ¿cuándo podré vivir por mí mismo? ¿porqué aguanto la dependencia? etc.- y que sólo vean pasar el tiempo, la semana y el mes, eso sólo indica el poder alienador y desmoralizador del sistema, por un lado, y por otro, advierte que las frustraciones, decepciones y sueños y deseos rotos y negados, se amontonan en el basurero del inconsciente, en lo profundo de la personalidad, cargándola de tensiones y rabias que más temprano que tarde saldrán a la superficie de un modo u otro. Cuando una persona no puede decidir por sí misma y depende de otras para todo, sus reacciones también serán las que esas otras, el poder en general, designen, propicien y potencien. Así se entiende que a pesar de toda la palabrería oficial al uso, en realidad el poder dominante potencia la brutalidad fascista, las drogodependencias, la perniciosa mezcla de insolidaridad y gregarismo...

La lucha contra la dependencia y la conquista de la independencia es, pues, un objetivo prioritario para una vida propia, feliz y cualitativa. Cuando se denuncian las esclavistas ETTs, a los negreros bancarios y a los piratas empresarios, cuando se exigen mejores salarios y estabilidad en el trabajo, cuando se lucha para obtener viviendas y ayudas sociales, cuando se exige otro sistema educativo, sanitario, etc., esta lucha esencial debe ir unida a la construcción de la autoorganización de la propia vida, de la independencia de criterio y de pensamiento, de la capacidad para decidir por uno o una misma dentro de una dialéctica creativa con y en la vida colectiva, popular, clasista y nacional. De no ser así, si esas reivindicaciones tan esenciales sólo son tenidas como meros instrumentos de comodidad individualista, egoísta y consumista, entonces no se habrá dado ningún avance cualitativo en la emancipación.

 

2.- CONTRA LA ALIENACIÓN Y POR LA EMANCIPACIÓN

 

No existe una imagen más triste y degradante de la especie humana que la de ver a un/a joven pensar y hacer lo mismo que su opresor. Sin embargo, esta imagen es muy frecuente, más de lo esperado. ¿Por qué? Muy sencillo: porque la anulación de la personalidad crítica e independiente hace de esas personas jóvenes una tuerca de la máquina dominadora. La precarización generalizada de la existencia presiona, aunque sea inconscientemente, a esas personas jóvenes a buscar ciertas seguridades. Nadie puede malvivir permanentemente en la incertidumbre e inseguridad existencial. Por eso y por las presiones alienadoras desde los primeros días de existencia, muchas personas jóvenes aceptan los valores opresores. También les lleva a ello el que no tienen apenas acceso a las razones y propuestas revolucionarias de otras personas jóvenes.

Esta tercera causa, el aislamiento y el desconocimiento de que otras personas jóvenes se han autoorganizado y luchan, es más importante de lo que sospechamos porque de algún momento las personas jóvenes tienen dudas, preguntas, cabreos y críticas que hacer a su existencia; todas las personas deseamos en algún momento cambiar o al menos mejorar nuestra existencia. Y si entonces no se dispone de una respuesta alternativa, de otra versión diferente a la oficial, lo más seguro es que nos desmoralicemos, creamos que estamos aislados, que malvivimos en la soledad más espantosa, que no es posible cambiar o mejorar nuestros problemas... El sistema dominante conoce de sobra esas situaciones en las que sus mecanismos de orden y control son puestos en duda, y para evitar que esa duda avance y se transforme en conocimiento crítico y práctica revolucionaria, para eso, ha montado un impresionante y complejo dispositivo de vigilancia permanente y de alienación.

En la actualidad el sistema dominante ha mejorado sus métodos de alienación para impedir que las razones de la juventud abertzale lleguen a todos los rincones. Además del sistema represivo que lanza contra las personas jóvenes abertzales, denigrándolas, criminalizándolas e intentando impedir con cualquier medida sus relaciones con otras personas jóvenes, además de esto, también desarrolla otros mecanismos aislacionistas, controladores, alienadores, represivos. Citamos los más importantes:

De un lado, ha potenciado el consumo compulsivo de baja calidad, barato y no de lujo, relativamente accesible con las formas de pago aplazado, con tarjeta a bajo crédito, con las ofertas de las grandes superficies, etc., incluso para las familias que flotan precariamente en el umbral de la pobreza. Así la juventud actual puede creer que aunque su futuro sea incierto su presente es "normal" y hasta "cómodo", porque pese a la nula calidad de vida que constata en su casa y en su entorno, cree que la realidad es un reflejo del consumo barato y que el futuro será una continuidad del presente. En realidad, el consumismo siempre ha existido en la juventud pero siempre dentro del contexto socioeconómico establecido. Lo que ahora ocurre es que el capitalismo potencia el consumismo compulsivo de baja calidad y de relativamente fácil satisfacción. Se crea así una espiral absorvente de creación de necesidades falsas, de

ansias de compra y de rápida frustración al ver que tras la compra surgen nuevas "ofertas" que son en realidad nuevos mandatos y exigencias de consumo.

De otro lado, esa compulsión y las frustraciones que genera se malviven en un entorno en el que el marketing y la propaganda consumista han superado ya los límites y características del producto que ofertan, y se han convertido en auténticos dictados sobre el modo y la forma de vida, los afectos y sentimientos, sobre el cuerpo y la sexualidad... Las personas jóvenes actuales padecen muchísimas más presiones coercitivas, disciplinadoras, exigentes, autoritarias, hiperconsumistas, que las de generaciones anteriores porque hoy en día el consumismo tiene un sentido alienador mucho más pernicioso que el de hace treinta años. Bajo este diluvio, y sin referentes críticos y alternativos externos, no es extraño que muchas olviden sus dudas y quejas y se desintegren como personas en el magma de conformismo pasivo.

Además, la propaganda oficial insiste en que el futuro está ya fijado y determinado por el orden actual, no siendo posibles "aventuras" de ningún tipo, de modo que sólo queda como única posibilidad la reforma lenta de lo que existe. Sin ilusión política alguna, ignorando la historia y las razones de su malvivencia, domina el apoliticismo que aparece como un comportamiento normal y lógico. A lo sumo, se repiten sin entenderlos tópicos al uso como "tolerancia", "democracia", "solidaridad con el tercer mundo", etc., cuando en la práctica diaria no se hace nada de eso.

Aunque algunas personas jóvenes intervienen en movimientos asociativos y sociales, vecinales, recreativos, etc., la mayoría de la juventud despolitizada cree que no tiene sentido esforzarse en la transformación de sus condiciones de vida porque ve cómo se le cierran y se le vuelven en contra todas las instituciones oficiales.

Mientras que la juventud de hace treinta años, en 1970, tenía claro que el franquismo se estaba cayendo y que se podía conquistar un mundo mejor; mientras que buena parte de la juventud de hace veinte años, en 1980, tenía claro que la llamada "transición" era una trampa y había que seguir luchando; mientras que hace quince años, en 1985, vivimos una intensa recuperación de las luchas juveniles en múltiples aspectos; mientras que hace siete años, en 1993, asistimos a una nueva recuperación de las movilizaciones juveniles, mientras estas fechas son las puntas de los dientes de sierra de la historia juvenil vasca reciente, vemos también momentos de bajón y de caída. En todos ellos, el orden opresor ha intentado destruir la ilusión por el futuro, reforzar el apoliticismo y mantener drogada y dormida a la juventud. Desde hace pocos años, asistimos a una nueva ofensiva en este sentido.

Puestas así las cosas, tampoco debe sorprendernos el que esos miles de jóvenes adapten sus tiempos, espacios y formas de descarga emocional, psicológica y física de sus frustraciones y desencantos, o sea lo que se oculta debajo de la "juerga", a las nuevas exigencias y limitaciones sociales. La "diversión" se convierte, bajo esta perspectiva, en el momento de desagüe y descarga de todas las tensiones acumuladas y que en su mayoría no son vividas conscientemente. Por ello resulta tan fácil la expansión del consumo de nuevas drogas y el aumento de nuevos comportamientos grupales caracterizados por otras formas de agresividad, sustitución, compensación, sublimación, etc., diferentes a las anteriores, cuando la vida cotidiana y los mecanismos de control y represión eran diferentes.

En estas condiciones, la vivencia y el sentido del trabajo también se está cargando de contradicciones. Muchas personas jóvenes sienten el trabajo asalariado como un simple medio para vivir, aunque un medio imprescindible. Mientras que muchos adultos viven para trabajar, asumiendo la ideología del trabajo, muchas personas jóvenes trabajan o buscan trabajo para poder vivir, asumiendo el principio de la calidad de vida. Este cambio de sentido y valoración, en sí mismo positivo porque anuncia una posible emancipación, tiene empero un peligro terrible si no va acompañado de una conciencia correspondiente. El peligro radica en que en una sociedad hiperconsumista, la pobreza y precariedad juveniles agudizada por la escasez de oferta de trabajo puede acelerar la tendencia a soluciones autoritarias y dirigistas o a alternativas individuales en el sentido de sálvese quien pueda, bien mediante la ley de la selva, bien mediante la llamada "delincuencia social".

Para combatir este peligro cierto, manipulable por el poder, la conciencia abertzale ha de expandir un sentido de la calidad de vida según el cual el trabajo asalariado sea visto como una "necesidad impuesta" a superar históricamente. Se trata de luchar, primero, porque todas las personas tengan un salario suficiente y además, a la vez, dispongan de más tiempo libre, tengan que trabajar menos tiempo; y, segundo, ese trabajo asalariado vaya siendo superado y olvidado históricamente en la medida en que superemos el capitalismo. La calidad de vida aparece aquí como un principio esencial para impedir que, en la juventud, el hiperconsumismo unido a la precarización, pobreza e incertidumbre por el futuro, sea el moderno caldo de cultivo de otra fase de desmovilización y hasta de autoritarismo juvenil.

A la vez, pero con un ritmo propio por la especificidad del tema, el comportamiento sexo-afectivo es igualmente zarandeado por esos cambios de fondo. La generalización de un mercado de consumo erótico de masas, la hipersexualización del marketing comercial fuertemente sado-masoquista y siempre misógina y de las nuevas normas existenciales, la importancia dada por las nuevas formas de explotación a la imagen corporal en determinadas edades y puestos, estos y otros cambios se suman al deterioro de la autoestima machista tradicional y al aumento de las presiones sexo-afectivas originadas por la precarización global de la existencia. Resultado de todo ello, se agudiza en la juventud una explosiva mezcla de deseo sexual, de limitados recursos para satisfacerlos, de choque entre varias formas de vivir la sexualidad y de muy reducidas posibilidades de vida sexo-afectiva emancipada, libre y crítica.

Las mujeres jóvenes son las más afectadas por estas realidades. Si ya son marginadas y diferenciadas negativamente desde el nacimiento mismo, luego estos cambios son especialmente dirigidos y reforzados contra ellas. La educación que padecen es especialmente autoritaria y restrictiva. El sistema patriarco-burgués ha desarrollado disciplinas, controles y vigilancias especiales para y contra las mujeres, y de entre éstas, contra las jóvenes. El sistema patriarco-burgués logra así estabilizar una masa social acrítica y pasiva cuando no abiertamente colaboracionista y hasta reaccionaria en cuestiones decisivas. Cuando las jóvenes avanzan en su emancipación, el machismo responde multiplicando sus recursos y entre éstos incluimos el comportamiento sexista cotidiano de compañeros de militancia abertzale.

Visto lo visto, no debe sorprendernos que sectores juveniles no sólo sean "apolíticos" e indiferentes y pasivos en cuestiones que les afectan crucialmente, sino que además existan jóvenes consciente y abiertamente reaccionarios y fascistas. Es más, si no viviéramos en Euskal Herria con los logros, conquistas y fuerza autoorganizada de la izquierda abertzale, entonces debiéramos sorprendernos por la relativamente poca militancia reaccionaria de la juventud vasca. Ahora bien, no debemos dormirnos en los laureles, al contrario.

Queremos decir que, primero, la juventud, cualquier juventud, es un objetivo especialmente cuidado por el poder dominante y que, segundo, por ello mismo, el presente y el futuro de la juventud depende de la lucha que ella misma realice. Cuando asistimos a caídas en las movilizaciones juveniles en otras naciones, cuando vemos cómo el conservadurismo y el desinterés egoísta infecta a toda una generación destruyéndola para la lucha revolucionaria, en esos casos debemos comprender que por diversas razones han triunfado las fuerzas alienadoras y han sido derrotadas las emancipadoras. Cuando asistimos a la recuperación de las movilizaciones y de la autoorganización juvenil comprendemos que por diversas razones otra generación ha entrado en la lucha.

Altibajos así, que ya hemos expuesto brevemente con anterioridad, son más comunes de lo que sospechamos y su perioricidad distancia entre momentos álgidos y de paralización, entre la fuerza y la debilidad, e incluso el poder de arrastre alienador del conservadurismo y reaccionarismo que en determinados momentos logra el sistema opresor, estos cambios, dependen de múltiples factores de entre los que destacamos la capacidad de arraigo profundo y adaptación permanente de las organizaciones revolucionarias y en especial de las juveniles. Debemos comprender que la emancipación desalienadora no es automática ni está ineluctablemente asegurada por el aumento de la opresión, precarización e inseguridad vital. Es más, frecuentemente sucede que ante un deterioro generalizado de las condiciones de vida muchos sectores juveniles optan por opciones reaccionarias.

 

 

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