(Dedicado a la juventud gallega, vasca y de Iniciativa Internacionalista)

 

1.- PRESENTACIÓN:

 

El origen de esta breve y básica introducción a la filosofía marxista radica en las reflexiones realizadas tras observar muy de cerca tres procesos recientes, y que continúan,  que atañen a la capacidad de respuesta de grupos de obreros y obreras jóvenes enfrentados a situaciones totalmente nuevas, de una gravedad e intensidad anteriormente desconocidas, y ante las cuales  han respondido, y siguen respondiendo, con una sorprendente creatividad revolucionaria. En realidad, los tres procesos que aquí se analizan son otras tantas muestras de una extensa movilización de sectores de la juventud trabajadora, y bien podía y debía haber dedicado el texto a la juventud militante en general, con especial atención a aquella que lo da todo, que pone en riesgo su vida, que asume los peligros absolutos, en su lucha contra la opresión allí donde se sufra. La juventud de las Américas, por ejemplos, de las naciones originarias que cada vez más se yerguen contra el imperialismo saqueador, de las barriadas y campos empobrecidos que deben enfrentarse a los escuadrones negros, cruelmente asesino, etc.; pero no solamente en las Américas, sino en el mundo entero y también en el centro del capitalismo imperialista, en el corazón de la “civilizada Europa”, por ejemplo.

La experiencia definitiva que sirvió de detonante para que escribiera estas páginas ha sido la de las luchas de la juventud trabajadora de la industria naval de Vigo, Galicia. Compañeros de la Central Unitaria de Traballadores, CUT, y de la FPG, Frente Popular Gallega, y otras personas, me han informado con detalle y rigor de las causas de esta lucha, de sus pormenores, de las condiciones de explotación salvaje impuestas en la industria naval, de las simpatías y solidaridades que está generando entre el pueblo trabajador gallego, así como de las perspectivas abiertas cara al futuro. Simultáneamente a esta movilización habían tenido y siguen teniendo lugar otras dos igualmente significativas en lo que concierne a las razones de este texto. Una ha sido la enorme capacidad creativa demostrada por diversas militancias de pueblos oprimidos por el Estado español, apoyados por la juventud internacionalista consecuente, que, luchando contra viento y marea, han dado vida a Iniciativa Internacionalista. Otra ha sido la eficacia mostrada por la juventud trabajadora vasca en la organización de la exitosa huelga general realizada el pasado 21 de mayo en Euskal Herria.

Podía haber recurrido a otras movilizaciones o situaciones diferentes, o a más de las mismas, pero las tres citadas, aparte de las más recientes en el momento de comenzar a escribir estas páginas, también nos conducen al mismo problema: el de la necesidad de un método que integre la acción y la teoría, la teoría y la acción, precisamente en los momentos críticos, cuando lo tenido por permanente y estático, la “normalidad democrática” en suma, es sacudida bruscamente al emerger a la superficie agudos problemas que bullían en el fondo pero imperceptibles y desconocidos en la conciencia de amplias franjas de esa juventud que, en  poco tiempo, se ha visto sumergida en una vorágine de nuevas realidades. ¿Cómo comprender todo lo que está sucediendo? ¿Cómo reaccionar, pensar y orientarse en medio de tantos problemas nuevos? ¿Hacia dónde dirigir el esfuerzo principal y hacia dónde los secundarios? ¿Cómo descubrir cuáles deben ser los esfuerzos principales? Estas y otras preguntas nos llevan directamente a la necesidad de la filosofía marxista, porque, como se verá, existe una dialéctica entre la irrupción de lo nuevo y la necesidad de la filosofía crítica.

La formación teórica en la izquierda tradicional, dogmática, se limita a poner a disposición de la militancia determinados “textos clásicos” descontextualizados, esperando que sean leídos y comprendidos. Pocos, muy pocos, son los esfuerzos realizados para contextualizarlos con el fin de que los y las lectoras puedan extraer lecciones básicas aplicables en el presente, en sus problemas inmediatos. Lo malo es que apenas se realizan esfuerzos por actualizar el método marxista en función de los problemas concretos, de los problemas de la juventud en nuestro caso, y lo peor es que se ha abandonado casi totalmente la educación filosófica.

 

2.- LA FILOSOFIA MARXISTA COMO ARMA REVOLUCIONARIA:

 

La filosofía como arma de praxis cobra su pleno sentido en medio de las barricadas defensivas levantas rápidamente en las calles de Vigo para protegerse de la violencia represiva, y cuando había que crear a todo correr Iniciativa Internacionalista porque pasaban los días y se acababan los tiempos legales para cumplir la densa y enmarañada burocracia electoral. Otro tanto hay que decir cuando se estaba preparando la huelga general en Euskal Herria. Todas ellas eran y son situaciones más o menos tensas, muchas veces sin tiempo para una reflexión que no sea rápida y forzada por las urgencias. Sin embargo, es en estos momentos cuando la filosofía marxista demuestra su efectividad. Tenemos que empezar diciendo que su núcleo, la dialéctica y el materialismo, se han formado históricamente en la permanente lucha en todos los sentidos de esta palabra: lucha contra la represión material y cultural, y lucha contra las filosofías reaccionarias y conservadoras. Más aún, yendo al nudo del problema, la filosofía marxista tiene desde su origen una muy estrecha conexión con el pensamiento militar en cuanto que éste expresa, surge y concluye en la forma extrema de lucha de contrarios irreconciliables.

Engels fue un estudioso militar de primera categoría, y el propio Marx había estudiado a fondo las relaciones mutuas entre la economía y el ejército desde la Antigüedad. Difícilmente Lenin hubiera desarrollado su ágil visión de la guerra de guerrillas en 1906 sin su reconocida capacidad de manejo de la dialéctica y tampoco hubiera podido desarrollar su brillante dialéctica entre los momentos de avance pacífico y el salto cualitativo a la insurrección violenta en 1917 sin su minucioso estudio de Hegel desde 1914. Del mismo modo, Trotsky, que ha sido definido como el marxista más dialéctico, no hubiera creado el Ejército Rojo sin aplicar esta filosofía, que la mejoraría teóricamente años después. Por su parte, Mao se basó en buena medida en su tremenda experiencia militar para teorizar sus grandes aportaciones a la dialéctica marxista. Una de las razones que explican por qué Che Guevara se cercioró tan pronto del anquilosamiento de filosofía stalinista fue su gran conocimiento práctico de la guerra de guerrillas.

Hemos recurrido a estos casos “extremos” para ilustrar cómo la filosofía marxista tiene una relación interna esencial con los momentos realmente decisivos de la historia y de la praxis humana. Podemos recurrir también a otro ejemplo aplastante, el de las relaciones de la filosofía marxista con los momentos teóricos, políticos y socialmente críticos: Marx releyó a Hegel con intensidad cuando redactaba El Capital, y él y Engels recurrían frecuentemente a Hegel cuando se les presentaba una novedad científica que destrozaba el dogma mecanicista dominante en aquella época. Lenin estudió a Hegel para encontrar la salida a la crisis total de 1914. Gramsci hizo un espléndido esfuerzo teórico basado en la dialéctica para escribir sus “Cuadernos…” en las muy restrictivas condiciones carcelarias. Trotsky volvió a estudiar la dialéctica para mejorar el método teórico que le permitió explicar el por qué de la degeneración burocrática de la URSS y, pese a ello, el por qué había que defenderla frente a la previsible invasión nazi. Che Guevara reconoció las tremendas dificultades que encontraba en su estudio de la dialéctica de Hegel, esfuerzo teórico que él consideraba imprescindible para volver a la esencia del marxismo, adulterada por las dogmática stalinista y sus “ladrillos soviéticos”.

Desde luego que no vamos a extendernos ahora en Hegel, en la crítica superadora que le hicieron Marx y Engels, etc. Le hemos citado para mostrar cómo quienes han hecho aportaciones vitales a la filosofía marxista se han basado parcialmente en él y en su ejemplo personal. Sabemos por los archivos de la policía prusiana de la época que Hegel tenía simpatías muy fuertes por los movimientos progresistas de su época y que él mismo mantuvo relaciones clandestinas con algunos de aquellos revolucionarios, lo que viene a reforzar la conexión profunda entre la dialéctica moderna y la crítica revolucionaria. Conexión que no es casual y fortuita sino que, como ya insistiera Marx nada menos que en la introducción a El Capital, la dialéctica es “esencialmente crítica y revolucionaria”.

 

3.- EL ESTADO BURGUÉS CONTRA LA FILOSOFÍA MARXISTA:

 

La filosofía marxista, por tanto, ha nacido en la lucha, se desarrolla en la lucha, y vuelve a ella para mejorarla con las lecciones aprendidas con la permanente crítica y autocrítica. Aquí usamos por falta de espacio el concepto de “lucha” en su forma general y abarcadora, como proceso de choque, pugna, confrontación, enfrentamiento, guerra, etcétera, entre dos cosas, personas, colectivos, clases, naciones, Estados, etcétera. Desde esta perspectiva general, la filosofía marxista es un arma revolucionaria en manos del bando oprimido, explotado y dominado. Esta y no otra es su característica definitoria, y esta es la razón por la que es sometida a toda serie de ataques, silencios y marginaciones, cuando no a la censura y represión. La filosofía marxista está excluida de los programas educativos y universitarios, excepto cuando previamente ha sido desvirtuada y desnaturalizada de tal modo que no guarda ya nada de su esencia radical, revolucionaria y crítica. La casta de intelectuales académicos, en su versión progresista y reformista, hace esfuerzos titánicos para reducir la filosofía marxista a una simple escuela más entre la amplia gama de filosofías existentes, y sobre todo oculta o niega sin pudor la conexión de fondo entre la dialéctica y la lucha contra la opresión en cualquiera de sus formas.

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