Categoría: CARR Edwar H.
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          INDICE

C) LOS PARTIDOS COMUNISTAS EN EL MUNDO CAPITALISTA

75. El Partido Británico (PCGB)
76. El Partido Alemán (KPD)
77. El Partido Francés (PCF)
78. El Partido Italiano (PCI)
79. El Partido Polaco (KPP)
80. El Partido Americano
81. El Partido Japonés
 
Nota A. La colaboración naval germano-soviética
Nota B. La organización en células
Nota Socialfasdsmo
Nota D. El «manifiesto» de Cook y Maxton. Notas bibliográficas

 

C. LOS PARTIDOS COMUNISTAS EN EL MUNDO CAPITALISTA

 

Capítulo 75

EL PARTIDO BRITANICO (PCGB)

 

La huelga general británica convocada el 3 de mayo de 1926 significó una conmoción para el mundo y no lo fue menos para los dirigentes soviéticos en Moscú. El conflicto era previsible desde que el día 1 de mayo se suprimió el subsidio gubernamental para mantener los salarios de los mineros. Pero la predicción de Zinoviev en la sexta reunión del IKKI, en febrero de 1926, de «grandes batallas» en el futuro, y el mensaje de la sesión del consejo central de la Profintern (que, por otra parte, había prestado muy escasa atención al asunto británico) al Movimiento de la Minoría Nacional (MMN) al mes siguiente, referente a «la lucha de clases que se está desarrollando en Inglaterra»[1], no iban más allá de los términos convencionales en la retórica de la Comintern. Varios líderes del PCGB estaban encarcelados[2]; y las declaraciones del partido, aunque de un tono con frecuencia violento, no mostraban mayor perspicacia que la del TUC ante el hecho inminente de un enfrentamiento importante. Palme Dutt, en el número de Labour Monthly de abril de 1926, analizaba con entusiasmo un artículo de Trotski, ¿Dónde va Inglaterra?, considerándolo «una estimación exacta y cuidadosa de la situación objetiva en Inglaterra», y llegaba a la conclusión «de que la clase obrera inglesa no se encontraba preparada para un partido de masas revolucionario»[3]. Sólo en los últimos días de abril el tema adquirió mayores proporciones y tanto en Moscú como en Londres se dejó oír otro toque de urgencia y alarma. El 23 de abril de 1926 el presídium del IKKI, en una declaración sobre las perspectivas de la huelga minera, insistía en la necesidad de un frente unido de los mineros de diferentes países y en la unidad de acción entre la Internacional de Amsterdan y la Profintern; «en interés de la solidaridad de la acción internacional del proletariado de todo el mundo» los desacuerdos entre las organizaciones revolucionarias y reformistas debían mantenerse en segundo plano[4]. Un manifiesto del IKKI declaraba el 25 de abril de 1926:

Una huelga minera implicaría una huelga general y una huelga general no puede mantenerse dentro de los límites de una batalla industrial. Está abocada a convertirse en una batalla política; el proletariado luchará contra los capitalistas, esto es, una clase luchará contra otra clase[5].

El PCGB evitó el término «huelga general» y no suscitó explícitamente la cuestión de clase. Pero, en una declaración del 28 de abril de 1926, pedía que se celebrara una conferencia especial del TUC «para poner en movimiento toda la fuerza de los trabajadores organizados en defensa de los mineros»; y en un manifiesto publicado en el Sunday Worker el 2 de mayo de 1926 pedía al consejo general del TUC que convocara una conferencia internacional para coordinar el movimiento en defensa de los mineros[6].

 Con independencia de que se hubiera dicho antes, la convocatoria de una huelga general por el consejo general del TUC en la tarde del 3 de mayo fue una noticia tan desconcertante como excitante en Moscú. La denuncia de los principales dirigentes sindicales británicos como traidores a la causa obrera se había convertido en una vieja costumbre de la Comintern. Lozovski, en un artículo en el número de abril del periódico de la Profintern, predecía resueltamente que los dirigentes sindicales «venderían a los trabajadores»[7]. Pero con la emoción del momento tales aprensiones fueron dadas de lado. Era una época en que la tradición del frente unido, en su más amplia aplicación, prevalecía aún en Moscú y los ataques al mismo, como los de Bordiga en la sexta reunión del IKKI en febrero de 1926 [8], se consideraban «ultraizquierdistas». El 3 de mayo de 1926, cuando el llamamiento a la huelga general era inminente, un manifiesto de la Comintern saludaba el acontecimiento como una lucha «del proletariado contra los capitalistas y, por tanto, de clase contra clase». El desafío al gobierno de la burguesía llegaba a «la cuestión del poder». Se hacía una referencia a los «socialtraidores» y a «la derecha del partido laborista y del consejo general». Pero el tema principal era «la solidaridad de los trabajadores de todos los países contra los capitalistas»[9]. Cuando la huelga general había empezado ya, el IKKI, en un llamamiento posterior, insistía más en concreto sobre la cuestión de la unidad y de la acción conjunta:

La burguesía ha establecido un frente unido contra la clase obrera. Debemos oponerle el frente unido de la clase obrera..., todas las secciones de la International Comunista propondrán a los socialdemócratas la formación inmediata de comités conjuntos de acción, que apoyen la lucha de los trabajadores británicos[10].

Los comunistas británicos eran conscientes de que esto significaba aceptar la dirección del consejo general. En vísperas de la huelga el MMN hizo una advertencia en el sentido de que los consejos de acción no iban «a apoderarse, bajo ningún concepto, del trabajo de los sindicatos», e iban a procurar que se llevaran a cabo las decisiones del consejo genera[11];l y el PCGB, el 5 de mayo de 1926, hizo tina declaración en la que se contenían consignas tan típicas del frente unido como la nacionalización de las minas, el control obrero y un gobierno laborista[12].

Los síntomas de incomodidad, sin embargo, aparecieron pronto en Moscú. Nadie quería desafiar el principio del frente unido. Pero la resistencia de algunos a suscitar en Gran Bretaña las cuestiones fundamentales de la lucha de clases y de la toma del poder era inquietante. Pravda, el 6 de mayo de 1926, apareció con un gran titular que decía «lucha de clases en Inglaterra». Lozovski, en un editorial, señalaba que había ya una especie de «doble poder» en Inglaterra; el consejo general se enfrentaba a la burguesía, pero no era capaz de plantear la cuestión del poder. El mismo día Lozovski expresaba sus dudas ante el consejo sindical provincial de Moscú:

Una huelga de muchos millones, un gobierno en embrión, una clase contra otra, y eso a pesar de que no hay en la actualidad consignas políticas.

Pero concluía que «si 1905 fue un ensayo para 1917», los acontecimientos de 1905 quedaban eclipsados por la magnitud de los actuales acontecimientos en Gran Bretaña[13]. Al día siguiente una carta del IKKI instaba al PCGB a que dejara claro que la huelga general era una lucha por el poder, en la que un bando estaba dirigido por el consejo general y el otro por el gobierno y proclamaba «clase contra clase» como «la fórmula en que se engloba la lucha»[14]. Había más dudas de las que se expresaban públicamente. El cínico e inteligente Radek dijo a un visitante británico que la huelga que ahora se desarrollaba «no era un movimiento revolucionario..., sino simplemente una disputa salarial»[15]. Lozovski, en la postdata fechada el 8 de mayo de 1926 a un artículo en el periódico de la Profintern, se mostraba aún optimista, alabando al proletariado británico, que «se mantiene como una muralla de firmes cimientos alrededor del consejo general, cuartel general de un ejército proletario de muchos millones»[16]. Pero la desilusión se generalizó cuando el consejo general del TUC rechazó de forma totalmente imprevista la ayuda financiera ofrecida a los huelguistas por el consejo central sindical ruso. El 5 de mayo de 1926 el consejo pidió a todos los sindicatos que hicieran colectas y envió al consejo general de Londres 250.000 rublos de sus propios fondos. La respuesta a su llamamiento fue tan rápida y automática que el 7 de mayo de 1926 se enviaron a Londres unos dos millones de rublos más[17]. El consejo general, alarmado por la repulsa en que podría incurrir si aceptaba la ayuda soviética, se negó a coger el dinero y este rechazo resultó aún más embarazoso cuando se dijo que el consejo había pedido simultáneamente un préstamo a Amsterdam. El 10 de mayo de 1926 el consejo general sindical en Moscú tomó nota, con amargura, de la devolución del dinero y decidió proseguir las colectas e ingresar su producto en una Caja para los Mineros Británicos a disposición bien del Consejo General Británico o de la Federación de Mineros de Gran Bretaña[18].

Aunque Pravda seguía dedicando la mayor parte de sus espacios a las noticias de Inglaterra, el tono de sus comentarios se fue haciendo cada vez menos firme. Un artículo anónimo del 11 de mayo de 1926 hablaba de la falta de comprensión entre los trabajadores del carácter político de la huelga; el PCGB había hecho todo lo posible, pero la falta de un sólido partido comunista de masas le hizo fracasar. La huelga fue desconvocada al día siguiente, sin que se hubiera llegado a ningún acuerdo con los mineros.

Los líderes sindicales [comentaba Osinski], asustados de la posibilidad de una revolución, capitularon ante el gobierno británico y la huelga terminó de una forma que nadie consideró posible[19].

La conmoción del fracaso indujo a volver a las formas anteriores. Pravda apareció el 13 de mayo de 1926 con un artículo en primera página, firmado por Radek, sobre «la tragedia de las masas y la farsa de los líderes». Lozovski denunció a los MacDonalds y a otros «honestos traficantes» y pretendía que, aunque hubiera terminado la huelga, «apenas había comenzado una fiera y despiadada lucha de clases»[20]. El PCGB publicó el mismo día un manifiesto denunciando la capitulación y llamando a los trabajadores a «mantenerse junto a los mineros»:

La decisión del consejo general de desconvocar la huelga es el crimen más grande que se ha cometido nunca, no sólo contra los mineros, sino también contra la clase obrera de la Gran Bretaña y de todo el mundo...; el ala derecha del consejo general asume la responsabilidad directa de haber despojado a los trabajadores de sus armas y la mayoría de la denominada ala izquierda no se ha portado mejor que la derecha[21].

 

Lozovski, el más infatigable de los comentaristas soviéticos, volvía sobre el tema en un artículo en tres partes en Pravda. La huelga ha enfrentado a dos campos, «clase contra clase». El consejo general ha sido «un brillante organizador de la derrota». Por lo que respecta a las relaciones con los sindicatos soviéticos, durante algunos años fueron motivo de contradicción dentro del IFTU. Pero, por lo que se refiere a los asuntos británicos, el ala izquierda se había dividido y capitulado ante la derecha. El PCGB había mostrado ser «un partido auténticamente bolchevique», pero había fracasado, en primer lugar, al atacar al ala derecha otorgándole el beneficio de la duda. (La misma acusación se podía haber hecho contra el propio Lozovski.) Lozovski terminaba planteando una pregunta: «¿será la derrota del proletariado británico el punto de partida de una estabilización del capitalismo británico o la huelga general significará una etapa en el camino hacia su caída y desestabilización?». No contestaba directamente a la pregunta, pero señalaba el bajón experimentado por la revolución rusa después de 1905: «hay derrotas que son el anuncio de próximas victorias»[22].

Tal esperanza se mantenía aún y la ayuda que todavía podía prestarse se concentraba ahora en la contaminación de la huelga de los mineros. Al comienzo de la huelga general, los sindicatos soviéticos declararon embargados los cargamentos con destino a Gran Bretaña y se impidió que los barcos abandonaran los puertos del mar Negro con destino a Inglaterra[23]. Después de que se desconvocara la huelga general, se mantuvo el embargo de los cargamentos de carbón y combustible[24]. Mientras tanto continuaron las colectas en favor de los huelguistas británicos; desde el 10 de mayo de 1926 hasta primeros de junio la prensa soviética publicaba, casi diariamente, informes de resoluciones de los sindicatos locales dedicadas a entregar un porcentaje del salario diario con este propósito[25].

El 15 de mayo de 1926 el consejo central transfirió al sindicato de mineros soviéticos las sumas hasta entonces recogidas y éstas le fueron ofrecidas a la Federación de Mineros de Gran Bretaña, que las aceptó de muy buenagana[26]. El 8 de julio de 1926, cuando los representantes de los mineros soviéticos y británicos se reunieron en Berlín, se había enviado a los mineros británicos desde la Unión Soviética un total de 3.970.000 rublos[27]. El apoyo procedente de otras fuentes fue menos importante. El 25 de mayo de 1926 el IKKI hizo un llamamiento en favor de la solidaridad internacional con los mineros británicos y el consejo central sindical hizo otro similar el 8 de junio de 1926 [28]. Posteriormente se convirtió en motivo de reproche el que no se hicieran llamamientos al boicot de los cargamentos de carbón y combustible con destino a Gran Bretaña[29]. Las colectas en favor de los mineros británicos se hicieron en varios países no abiertamente por los sindicatos, sino por las secciones nacionales del MRP, y alunizaron sumas modestas. Durante toda la campaña se dijo que se había recaudado un total de doce millones y medio de rublos (25 millones de marcos), de los que, sin embargo, la partida mayor eran los diez millones y medio de rublos aportados por los sindicatos soviéticos[30]. Stalin, en su discurso del 8 de junio de 1926, sostuvo que «lodos los sindicatos de Europa y de América no habían dado nada más que una octava parte del total de la ayuda financiera que los sindicatos de la Unión Soviética habían conseguido para sus hermanos británicos»[31].

Cuando empezó la huelga general, Trotski se encontraba convaleciente de una operación sin importancia en Berlín[32]. Su primera reacción se produjo en el prólogo a la segunda edición alemana de ¿Dónde va Inglaterra?,escrito el 6 de mayo de 1926. Su talante podría calificarse de pesimista a corto plazo y optimista a largo plazo. Señalando que una huelga general como forma de lucha de clases es sólo un paso al que falta la insurrección armada, consideraba «ridícula» la pretensión del consejo general de que no era una batalla política. Esta actitud mostraba que los esfuerzos de muchos de los dirigentes del partido laborista y de los sindicatos se dirigían «no a paralizar el estado burgués por medio de huelgas, sino a paralizar la huelga general con la ayuda del estado burgués». Por otra parte, la huelga, con independencia de su resultado, sería «una tremenda lección y tendría amplias consecuencias». La sustitución de un estado burgués por un estado proletario se había puesto sobre el tapete; la huelga ................. [................]

 

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