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Presentación

1 ¿Qué es el comunismo?

2 Desde —400 hasta el congreso anfictiónico

3 Desde 1826 hasta la sublevación andina de Wilka

4 Desde 1899 hasta Zapata y el fracaso de Pershing

5 Desde 1910 hasta Cuba, territorio libre de América

6 Desde 1959 hasta el presente y el futuro

   Bibliografía consultada

 

Presentación

 

La Breve Historia del Comunismo que aquí se ofrece pretende ser sólo una aportación a un trabajo colectivo urgente: rescatar y actualizar la decisiva parte de la historia humana negada por las clases propietarias de todas las épocas: el ideal comunista básico que resiste, pese a todo, en el fondo del deseo colectivo de felicidad, de lo que ahora denominan “buen vivir”, del paraíso, de la edad de oro...

La obligada brevedad del texto nos ha exigido dejar muchas cosas en el tintero, aunque no hemos tenido más remedio que superar en un tercio el espacio inicial decidido. Lo que no ha podido explicarse formará parte de otro texto más amplio que deberá estar accesible al pueblo en otoño de este 2017.

En el capítulo 2 resumimos los conceptos elementales que sobre el Comunismo dejaros los primeros clásicos del Marxismo. Y, a partir de ahí hemos delimitado la historia en base a las luchas habidas en Nuestra América porque debemos ser fieles al contexto. Por ejemplo, vamos hasta el Congreso Anfictiónico para simbolizar una fase, porque ese evento sacó a la luz las fuerzas y las debilidades de la liberación, las tempestades subterráneas que querían recuperar lo común y la ferocidad de los imperialismos del momento, que ya eran sabedores de lo que bullía en las raíces del Congreso.

Del mismo modo, simbolizamos otra fase en la rebelión de Wilka de 1899 porque fue, según nuestro criterio, el eslabón que conectaba las luchas del Comunismo Utópico con el anticapitalista, las luchas de los pueblos autóctonos con las primeras resistencias de trabajadores asalariados a escala más amplia; y que, por eso mismo ha sido silenciada por la historiografía dominante. También vemos en la invasión del General yanqui Pershing de 1916, aunque en el texto no lo citamos, un hito clave del imperialismo de EE.UU., sin el cual no se entiende la historia del Comunismo en Nuestra América.

¿Y qué decir del primer Territorio Libre de América?

 

1. ¿QUÉ ES EL COMUNISMO?

 

Para analizar la historia del Comunismo debemos empezar sabiendo qué se entiende por Comunismo en su expresión actual, y a partir de aquí comprender cómo surgió y evolucionó.

Toda definición tiene el peligro de fijar un proceso, un movimiento, de manera errónea al querer presentarlo en su quietud intemporal. En el plano teórico elemental, el Comunismo es la praxis de la revolución social que se va plasmando en la historia de los sucesivos modos de producción basados en la propiedad privada de las fuerzas productivas y de sus concretas formaciones económico-sociales. Veamos algunas ideas fundamentales que Marx y Engels van desarrollando sobre el Comunismo, al calor de las exigencias de la lucha revolucionaria.

El joven Marx había salido en defensa del derecho consuetudinario,[1]el que tienen los pueblos para mantenerse de los bienes comunales, colectivos, todavía no privatizados ni expropiados por la burguesía en ascenso. Esta defensa del derecho a la propiedad comunal, a los bienes comunes, se enriquecerá y ampliará con el tiempo, según veremos; y es el centro neurálgico del Comunismo. Esta perspectiva histórica ya estaba sustancialmente elaborada en estos textos iniciales. Gracias a ella entendemos mejor el alcance de la cita que sigue:

“Nosotros no anticipamos dogmáticamente el mundo, sino que queremos encontrar el mundo nuevo a partir de la crítica del viejo. Hasta ahora los filósofos habían tenido lista en sus pupitres la solución a todos los enigmas (...) No es cosa nuestra la construcción del futuro o de un resultado definitivo para todos los tiempos; pero tanto más claro está en mi opinión lo que nos toca hacer actualmente: criticar sin contemplaciones todo lo que existe; sin contemplaciones en el sentido de que la crítica no se asuste ni de sus consecuencias ni de entrar en conflicto con los poderes establecidos”[2]

 

Crítica en el sentido de la dialéctica materialista: penetrar hasta las contradicciones de la realidad para descubrir en su unidad y lucha de contrarios sus alternativas revolucionarias. Y, por ello mismo, la crítica radical exige la auto-crítica del crítico, en el sentido de que debe superar sus limitaciones y también sus miedos, porque la crítica dialéctica, si es tal, siempre termina chocando con la explotación, momento en el que la praxis debe optar por una vía u otra:

“El arma de la crítica no puede sustituir la crítica por las armas; la violencia material no puede ser derrotada sino con violencia material. Pero, también la teoría se convierte en violencia material, una vez que prende en las masas. La teoría es capaz de prender en las masas, en cuanto demuestra ad hominen; y demuestra ad hominen, en cuanto se radicaliza. Ser radical es tomar las cosas de raíz. Y, para el hombre, la raíz es el mismo hombre”.[3]

 

La raíz es el ser humano en el desarrollo de sus múltiples potencialidades creativas socialmente generadas. Todo aquello que las restrinja o anule, extrañando al ser humano de sí mismo, escindiéndolo, rompiéndolo, es inhumano. Por esto la propiedad privada es inhumana: “La propiedad privada se deriva así analíticamente del concepto de trabajo extrañado, es decir del hombre extrañado, del trabajo enajenado, de la vida enajenada, del hombre enajenado”.[4]Los Manuscritos son de 1844; el desarrollo teórico posterior de Marx le lleva a sostener, en palabras de L. Silva, que “la medida de la alienación es la plusvalía”.[5]La teoría comunista va enriqueciéndose con la lucha de clases: de la crítica genérica de 1844 a la propiedad privada como alienación y extrañamiento, a su crítica concreta en base a la explotación asalariada, a la crítica de la plusvalía.

Hay que insistir en que el avance teórico se sustenta en la agudización de las contradicciones del capital en esos años. En 1845 Engels describió la devastación que sufrían los trabajadores no proletarizados, que disponían de sus medios de trabajo propios, de huertas y campos,[6]con una forma de vida preindustrial, y que eran desposeídos de todo, empobrecidos y condenados a las nacientes ciudades industriales con su “guerra social”[7]de todos contra todos; nuevas formas de explotación contra la cuales aún no se había enfrentado una clase proletaria consciente. Y entre ese año y 1846 ambos afirmaron que:

“Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya que sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden del estado de cosas actualmente existente (...) el proletariado sólo puede existir en un plano histórico-mundial, lo mismo que el comunismo, su acción, sólo puede llegar a cobrar realidad como existencia histórico-universal”.[8]

 

El Comunismo será histórico-mundial, histórico-universal o no será. La perspectiva mundial aparece ya como otra base del Comunismo. Páginas después, arremeten contra el, entonces, llamado “socialismo verdadero”, que hoy es el reformismo; criticándole que no se dirija a las clases trabajadoras, sino a la pequeña burguesía. Y, además, que lo haga de forma abstracta: “ya no se trata de hombres reales, sino ‘del hombre’ en general”,[9]el “hombre” abstracto. Más aún, le critican que “se considera, naturalmente, sustraído a la obligación de esforzarse por conocer los sistemas comunistas”.[10]No solo denuncian la ignorancia del reformismo, sino sobre todo que rechace la necesidad de la teoría, del estudio crítico.

El estudio riguroso de los movimientos comunistas viene exigido por la naturaleza histórico-universal del Comunismo. Lo histórico siempre es concreto, lo que explica que: “El verdadero contenido de todos los sistemas que hacen época son las necesidades de su tiempo, de la época en que esos sistemas surgen. Cada uno de ellos descansa sobre toda la trayectoria anterior de una nación, sobre la estructuración histórica de las condiciones de clase, con sus consecuencias políticas, morales, filosóficas y de otro tipo”.[11]

La importancia de estas palabras es obvia: el Comunismo es la dialéctica de lo universal y de lo nacional, o mejor: se comprende desde la categoría filosófica de lo universal, lo particular y lo singular. Por ejemplo, lo universal, lo básico y presente en lo particular y lo singular es la interacción entre la propiedad privada, el Estado burgués y el derecho privado:

 “La burguesía, por ser ya una clase, y no un simple estamento, se halla obligada a organizarse en un plano nacional y no ya solamente en un plano local y dar a su interés medio una forma general. Mediante la emancipación de la propiedad privada con respecto a la comunidad, el Estado cobra una existencia propia junto a la sociedad civil y al margen de ella; pero no es tampoco más que la forma de organización que se dan necesariamente los burgueses, tanto en su interior como en su exterior (...) El derecho privado se desarrolla conjuntamente con la propiedad privada, como resultado de la desintegración de la comunidad natural”.[12]

 

Propiedad, Estado y derecho burgués forman una tríada universal en el capitalismo que, como tal, es combatida universalmente por el Comunismo; pero, semejante choque se concreta en los marcos nacionales, particulares y, sobre todo, en los singulares, en los pueblos nacionalmente oprimidos, a los que se les prohíbe por la violencia construir su propio Estado y su propio derecho y, en síntesis, ser propietarios de sí mismos. La historia del Comunismo en Nuestra América es incomprensible sin esta categoría de lo universal, lo particular y lo singular.

El Manifiesto Comunista supone un paso decisivo. Empieza sugiriendo una duda: si en el pasado hubo luchas que terminaron, no con la victoria de una de las clases sobre la otra, sino “con la destrucción de las clases beligerantes”;[13]¿puede suceder lo mismo en el capitalismo? Un poco más adelante, responden que la victoria comunista es inevitable.[14]Esta creencia durará muy poco, hasta poco antes de 1852, aunque ahora no es el momento de explicarlo. En el mismo Manifiesto, y tras ese confiado triunfalismo, ya abren vías de reflexión que replantean la duda anterior: todo depende de cómo actuemos en la lucha de clases. Muestran las profundas coincidencias con otras fuerzas revolucionarias, pero resaltan las diferencias cualitativas:

“La abolición de las relaciones de propiedad existentes hasta la fecha no es algo que caracterice peculiarmente a los comunistas (...) Lo que distingue al comunismo no es la supresión de la propiedad en general, sino la abolición de la propiedad burguesa”.[15]

 

Los autores concretan más qué es el Comunismo, en comparación con otros partidos:

“El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible la suma de las fuerzas productivas.

Esto, naturalmente, no podrá cumplirse al principio más que por una violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción, es decir, por la adopción de medidas que desde el punto de vista económico parecerán insuficientes e insostenibles, pero que en el curso del movimiento se transformarán a sí mismas y serán indispensables como medio para transformar radicalmente todo el modo de producción

Estas medidas, naturalmente, serán diferentes en los diversos países.

Sin embargo, en los países más avanzados podrán ser puestas en práctica casi en todas partes las siguientes medidas:

  1. Expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta de la tierra para los gastos del Estado.
  2. Fuerte impuesto progresivo
  3. Abolición del derecho de herencia.
  4. Confiscación de la propiedad de todos los emigrados y sediciosos.
  5. Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y monopolio exclusivo.
  6. Centralización en manos del Estado de todos los medios de transporte.
  7. Multiplicación de las empresas fabriles pertenecientes al Estado y de los instrumentos de producción, roturación de los terrenos incultos y mejoramiento de las tierras según plan general.
  8. Obligación de trabajar para todos, organización de ejércitos industriales, particularmente para la agricultura.
  9. Combinación de la agricultura y la industria, medidas encaminadas a hacer desaparecer gradualmente la diferencia entre ciudad y campo.
  10. Educación pública y gratuita de todos los niños, abolición del trabajo de éstos en las fábricas tal como se practica hoy, régimen de educación combinado con la producción material, etc.

Una vez que en el curso del desarrollo hayan desaparecido las diferencias de clase y se haya concentrado toda producción en manos de individuos asociados, el poder público perderá su carácter político. El poder político, hablando propiamente, es la violencia organizada de una clase para la opresión de otra. Si en la lucha contra la burguesía el proletariado se constituye indefectiblemente en clase; si mediante la revolución se convierte en clase dominante y, en cuanto clase dominante, suprime por la fuerza las viejas relaciones de producción

 

[1]K. Marx: «Los Debates sobre la Ley acerca del Robo de Leña», En Defensa de la libertad, Los artículos de la Gaceta Renana 1842-1843, Fernando Torres Editor, Valencia 1983, pp. 210-211.

[2]K. Marx: «Cara a Ruge, septiembre de 1843», Anales Francoalemanes, OME, Crítica, Barcelona 1978, Tomo 5, pp, 173-174.

[3]K. Marx: «Crítica de la filosofía del Derecho de Hegel», OME, Crítica, Barcelona 1978, Tomo 5, p, 217.

[4]K. Marx: «Manuscritos de París» OME, Crítica, Barcelona 1978, Tomo 5, p, 358.

[5]Ludovico Silva: La alienación como sistema. Alfadil Ediciones, Caracas 1983, p. 371.

[6]F. Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra. OME, Crítica. Barcelona 1978, T. 6, pp. 257-259.

[7]F. Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra. OME, Crítica. Barcelona 1978, T. 6, pp. 278 y ss.

[8]Marx y Engels: La Ideología alemana. Grijalbo, Barcelona, 1972, pp, 37-38

[9]Marx y Engels: La Ideología alemana. Grijalbo, Barcelona, 1972, p, 545

[10]Marx y Engels: La Ideología alemana. Grijalbo, Barcelona, 1972, p, 553.

[11]Marx y Engels: La Ideología alemana. Grijalbo, Barcelona, 1972, p, 554.

[12]Marx y Engels: La Ideología alemana. Grijalbo, Barcelona, 1972, p, 71-72.

[13]Marx y Engels: Manifiesto Comunista, OME, Crítica. Barcelona 1978, T. 9, p. 136.

[14]Marx y Engels: Manifiesto Comunista, OME, Crítica. Barcelona 1978, T. 9, p. 148.

[15]Marx y Engels: Manifiesto Comunista, OME, Crítica. Barcelona 1978, T. 9, p. 150.

 

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