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El colectivo La Haine me pidió hace unos días mi opinión sobre los últimos acontecimientos relacionados con las FARC-EP. Debido a la falta de tiempo para elaborar un texto más amplio y profundo, me limito a presentar las siguientes tesis.

  1. La ofensiva contra las FARC-EP en las Américas y que ya se está extendiendo a Europa, es parte de la ofensiva general del capitalismo contra la humanidad trabajadora. Si bien su causa primera ha de buscarse en el interior de Colombia y en la región circundante hasta abarcar toda América, no debemos olvidar la cuestión decisiva del agotamiento del largo ciclo expansivo capitalista de alrededor de cincuenta años --los “treinta gloriosos” más las dos décadas que el sistema ha logrado estirarlos gracias al neoliberalismo, la financierización y el “dinero barato”, la “nueva economía”, la “economía inmaterial” o de “la inteligencia”, el globo financiero- inmobiliario, el keynesianismo militar, los bajos precios de las energías, etc.--, que ahora parece que toca a su fin, sin entrar aquí al debate sobre los ciclos de Kondratiev, las fases largas y otras teorías al respecto. 

  2. Lo que sí está claro es que el imperialismo se enfrenta a problemas nuevos y a problemas clásicos pero enervados al máximo, como el de la lenta pero persistente caída de la tasa media de beneficio a nivel mundial, que es más decisivo de lo que se cree a simple vista, por ejemplo. Como veremos en las tesis, la sincronización y confluencia de tales problemas nuevos y clásicos, “crisis parciales” que como afluentes se fusionan en un gran torrente, en una previsible “crisis sistémica” más grave que las anteriores, nos obliga a avanzar hipótesis de futuro. Pues bien, en el contexto nuevo al que parece que estamos abocados, las FARC-EP, al igual que otras organizaciones revolucionarias dignas de tal nombre practiquen o no la lucha armada, asumen un papel clave en lo práctico y en lo teórico. 

  3. La represión incrementada que sufren todas ellas, practiquen o no la violencia política de respuesta, no responde sólo a su lucha presente, y esto nunca debe olvidarse ni menospreciarse, sino también a su potencial de praxis cara al futuro que se aproxima, y que en muchas cosas es ya presente inmediato. Como sabemos, el imperialismo tiene aparatos dedicados exclusivamente a prever las tendencias evolutivas fuertes, las plausibles pero sobre todo las más factibles, y a adelantar estrategias y tácticas para intervenir en ellas con suficiente antelación. Desde hace varios años, el imperialismo está prestando mucha atención a los llamados “escenarios críticos” que proliferan por doquier porque por doquier surgen las resistencias activas o pasivas contra el imperialismo. La persecución de las FARC-EP y de las izquierdas revolucionarias en general es parte de las estrategias ideadas con antelación, como la segunda invasión de Irak estaba pensada antes del 11-S de 2001. 

  4. Las tesis que aquí presento van más allá de muchas de las interpretaciones al uso, ideas comunes que se repiten machaconamente y que reducen el problema a simples asuntos internos colombianos, llegando en algunos casos a entrever el problema general de las Américas y de su función dentro de los proyectos norteamericanos. Pero estas tesis son irreconciliables con el grueso de la ideas de la izquierda tradicional y del reformismo llamado “duro”. Para estudiar esa oposición frontal hay que partir de lejos porque una de las peores consecuencias que para el marxismo tuvo la degeneración parlamentarista --que es todo lo contrario del uso revolucionario del parlamento burgués como una táctica más de lucha política revolucionaria-- que comenzó a darse a finales del siglo XIX fue la de abandonar en la práctica y luego 
combatir abiertamente en la teoría el papel que hasta entonces había tenido lo militar en el corpus central de la praxis revolucionaria.
  5. “Lo militar” visto en sentido marxista, que no en el burgués, es una teoría única que 
integra cuatro grandes bloques interrelacionados: uno, el papel de los ejércitos en la producción económica desde la antigüedad hasta ahora; dos, el papel de los Estados explotadores y de sus aparatos de violencia represiva específicamente sociopolítica e ideológica; tres, el papel de la violencia en las luchas revolucionarias como el conjunto de tácticas, métodos y alternativas de acción que chocaban de inmediato o que tarde o temprano chocarían con las fuerzas represivas y violentas del opresor, y que por eso debían y deben ir adaptándose a los cambios en las correlaciones de fuerzas y a las necesidades de la lucha, tácticas transitorias siempre sujetas a los objetivos históricos y a la estrategia adecuada; y, cuatro y último, el papel de la ética revolucionaria para explicar el derecho/necesidad de la violencia defensiva de las masas explotadas ellos en cada uno de estos puntos particulares y en la teoría marxista en su conjunto. 

  6. El efecto devastador del parlamentarismo se multiplicó exponencialmente con la “teoría de convivencia pacífica” entre la URSS y el imperialismo, especialmente en Europa occidental en donde la mezcla entre el marxismo libresco y academicista, que odiaba la práctica y dormía en los claustros, y el reformismo eurocomunista dio como resultado la extinción del marxismo en cuanto teoría de la revolución comunista. En su lugar, el mercado de las ideologías “alternativas” al sistema fue inundado por modas fugaces y supercherías pacifistas --¿alguien se acuerda del “Partido Radical” italiano, de los “verdes ecopacifistas” alemanes, por no hablar del postmodernismo más reciente, etc.?--, fabricadas industrialmente por la casta intelectual, que barrieron rápidamente a los restos maoístas y marxistas-leninistas, y que ahora están acabando también con los trotskistas obnubilados por un “anticapitalismo” elástico que puede terminar justificando casi todo. 

  7. Dada la influencia considerable de este eurocentrismo reformista en buena parte de las izquierdas de otros continentes y culturas no es de extrañar que “lo militar” también desapareciera en otras muchas organizaciones excepto en aquellas que por diversas circunstancias siguieron aplicando el método marxista, su ortodoxia en sentido lukacsiano. Las FARC-EP son una de ellas, en la que nos extenderemos después. Ahora tenemos que seguir exponiendo el proceso degenerativo que ha llevado a que ante la actual crisis capitalista que puede terminar en un caos más destructor que el de la crisis sistémica de 1929, y desde luego muy superior al de la crisis estructural de finales de los ’60 y comienzos de los setenta del siglo XX, ante esta deriva actual hacia el caos, prácticamente nadie que no sea “ortodoxo marxista” tiene en cuenta “lo militar” como una parte esencial de la totalidad capitalista en su devenir histórico. 

  8. Conceptos como el de “guerra global permanente”, “capitalismo de guerra”, la guerra como “modelo del capitalismo”, “guerra preventiva”, “guerra asimétrica”, “guerra irrestricta”, “nueva guerra de los 100 años”, “guerra continua”, etc., son muy frecuentes en los análisis sobre la situación actual. Son incluso conceptos obligados en muchos textos porque la brutalidad imperialista es tan descarada y cínica que cualquier estudio sobre el presente que busque un mínimo crédito debe hacer siquiera una mención indirecta al papel de la violencia explotadora en diversas sus formas, desde los ejércitos “privados” hasta las bases yanqui en todas partes, pasando por la interacción entre guerras de diferentes “generaciones” incluida la “cuarta” contra las clases y pueblos insurgentes de medio mundo incluida Euskal Herria en el corazón de la “Europa democrática”, en el mantenimiento del sistema imperialista a comienzos del siglo XXI. 

  9. Pero con demasiada frecuencia hay un abismo insalvable entre estas referencias casi obligadas, casi tópicas, y la teoría marxista de la violencia en la historia en general y en el capitalismo en concreto. Una síntesis de esta teoría la ofrece Marx en su carta a Engels del 25 de septiembre de 1857:

“La historia del ejército prueba, con mayor evidencia que nada, la justeza de nuestro punto de vista acerca de la conexión entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales. En general, el ejército tiene importancia en el desarrollo económico. El salario, por ejemplo, se desarrolló plenamente y por primera vez en el ejército de los antiguos. El peculium castrense es también, en Roma, la primera forma jurídica en que se reconoce la propiedad mobiliaria de los no cabezas de familia. Lo mismo puede decirse del régimen gremial, que surgió por primera vez en las corporaciones de los fabri. También aquí observamos por primera vez la aplicación de las máquinas en gran escala. Incluso el valor especial de los metales y su uso como dinero parece remontarse originariamente -apenas superada la Edad de Piedra de Grimm- a su importancia militar. También la división del trabajo dentro de una misma rama de la industria parece haberse aplicado por primera vez en los ejércitos. En ellos observamos además, resumida y palmariamente, toda la historia de la sociedad civil. Si algún día tienes tiempo, debes analizar el problema desde este punto de vista.

Los únicos puntos que has dejado por tocar en tu escrito son, a mi entender, los siguientes: 1) la aparición de auténticas tropas mercenarias, por primera vez, en gran escala, y de golpe, entre los cartagineses (para nuestro uso privado consultaré un libro sobre el ejército de Cartago escrito por un berlinés y de cuya existencia me he enterado hace poco). 2) El desarrollo del ejército en Italia en el siglo XV y comienzos del XVI. Aquí, precisamente, nacieron las argucias militares de carácter táctico. (...). Y por fin, 3) El sistema militar asiático, tal como apareció originariamente entre los persas y, después, en las más diversas variedades, entre los mongoles, los turcos, etc....”.

  1. No es de extrañar, por tanto, que basándose en esta teoría enunciada en 1857 por Marx, que ya venía siendo desarrollada desde algo más de una década y que sería completada posteriormente sobre todo en el brillante capítulo sobre la acumulación originaria en el Vol. III de El Capital, Engels pudiera decir dos décadas más tarde en El Anti Dürhing, texto en el que las páginas económicas estaban redactadas por Marx, que el gran acorazado moderno era un compendio entero de la sociedad capitalista. Esta afirmación es exactamente cierta porque muestra cómo la lógica de la explotación social, de la obtención de plusvalía y de la dictadura del tiempo asalariado o tiempo burgués, rigen determinantemente en toda la sociedad capitalista, en sus sistemas tecnocientíficos y en sus aparatos militares y estatales. La disciplina militar, temporal, laboral y moral reinante en, por ejemplo, la IV Flota imperialista yanqui que amenaza directamente a la paz precaria de los pueblos soberanos en las Américas, es la quintaesencia del orden disciplinario que actúa consciente e inconscientemente en el seno de la sociedad capitalista yanqui.
  2. Por ejemplo, la IV Flota así como los miles de soldados y mercenarios yanquis que actúan impunemente en las Américas funcionan con la disciplina fabril capitalista porque están bajo el imperio ciego de la temporalidad burguesa, de la exigencia de la máxima acumulación en el mínimo tiempo posible, y de la supeditación del obsoleto espacio material y del trabajo descualificado a las prioridades de los nuevos espacios materiales y simbólicos de producción y del trabajo cualificado que le es inherente. Si ataca la flota no será sólo una “intervención militar” en el sentido normal del término, sino una política general de implantación del capitalismo yanqui más moderno en el corazón de las Américas, es decir, una especie de injerto artificial, o peor y más correctamente definido: la inoculación del virus mortal de la salvaje civilización yanqui, de los “diablos rubios”, en las culturas y formas de vivir de los pueblos americanos, ya bastante deterioradas pero que pueden empeorar al ser infectadas por la “civilización del norte”.
  3. Los otros tres componentes internos de la teoría marxista de la violencia y de “lo militar” muestran aquí su vital valía ya que explican, por un lado, el papel clave del Estado burgués y su sistema represivo como garantes de la pasividad obediente de la fuerza de trabajo explotada; por otro lado, las respuestas de defensivas u ofensivas de los pueblos trabajadores explotados y por último, la importancia de la lucha teórica y ética contra la ideología burguesa. Una de las virtudes de esta visión dialéctica e integral del problema es que nos permite y a la vez nos exige tener siempre en cuenta la dependencia de las llamadas incorrectamente “burguesías nacionales” hacia sus hermanas exteriores, las burguesías imperialistas. 

  4. Desde esta perspectiva, el desarrollo del capitalismo y sus crisis es inseparable del accionar interno de “lo militar” en su globalidad, aunque siempre considerando el aspecto clave en última instancia de que la producción de armas si bien a corto plazo desatasca determinadas crisis puntuales, a medio y largo plazo es un gasto improductivo, un despilfarro irracional que lastra y frena el proceso de acumulación ampliada de capital. La evolución del imperialismo durante un siglo no ha hecho sino confirmar la corrección histórica de esta teoría en su esencia, ampliándola y mejorándola en sus aspectos particulares. 

  5. Las regularidades genético-estructurales confirmadas en el tiempo muestran cómo las resistencias de todo tipo –incluidas las pacíficas y no violentas-- de los pueblos explotados y de sus clases trabajadoras han sido decisivas para, a escala mundial, acelerar desde dentro de la totalidad concreta del sistema capitalista la interacción entre las contradicciones endógenas o estrictamente económicas y las exógenas o políticas, nacionales, culturales y medioambientales. La solución de una supuesta y falsa separación absoluta y artificial entre lo endógeno y lo exógeno dentro de la totalidad, se obtiene simplemente comprendiendo que lo socioeconómico es inseparable de lo sociopolítico, siendo lo social el nexo interno cohesionador de las diversas instancias que deben ser analítica y diacrónicamente estudiadas pero a la vez que sintética y sincrónicamente interpretadas. 

  6. No se trata, por tanto, de sostener que “ahora” y frente a la crisis que avanza, el capitalismo recurre a la guerra porque no tiene otra opción, lo que es cierto, sino que se trata de saber que, primero, históricamente, sin guerra no existiría el capitalismo y que, por tanto y segundo, las guerras que ya se libran y las que está preparando la burguesía internacional responden a la ciega necesidad de la acumulación. Quiere esto decir que si bien gracias a la acción conjunta de las fuerzas mundiales democráticas, progresistas y revolucionarias podemos y debemos evitar el mayor número posible de conflictos militares, tal o cual guerra concreta, tal o cual conflicto bélico regional y, sobre todo, evitar que se desencadene una espiral irracional e incontrolable hacia la hecatombe nuclear que concluya en el exterminio total, siendo esto cierto, necesario y deseable, aun así semejante constatación es sólo una parte del problema porque la otra, la decisiva, es la cuestión de qué clase detenta el poder político-militar y la propiedad privada de las fuerzas productivas y destructivas. 


16. Mientras que esta segunda pero crucial cuestión no esté históricamente resuelta el peligro de la hecatombe nuclear seguirá vigente así como el de guerras cada vez más atroces, por la simple razón de que las contradicciones objetivas y subjetivas del capitalismo desbordan el límite de la pasiva sumisión de la humanidad trabajadora, de la disponibilidad de reservas energéticas y alimentarias en el marco desarrollista y 
consumista actual, y de la capacidad de carga, de absorción y de reciclaje que tiene la naturaleza. En este contexto, la antigua consigna romana de ‘si vis pacen para bellum’ ha adquirido toda su contradictoria valía. No es cierto que a la guerra imperialista se le pueda responder exclusivamente con la paz porque toda la historia del siglo XX, por ejemplo, ha demostrado que el único freno que puede detener a la burguesía más fundamentalista y fascista es el de la directa amenaza de una violencia defensiva superior por parte de las y los explotados.  

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