En este libro el lector encontrara testimonios. La palabra de quienes han estado luchando. Ellos tienen la prioridad. El objetivo de esta introducción es facilitar la lectura.

Para ubicar en el tiempo y en el espacio los hechos que comentan los protagonistas, se ofrece una pequeña historia de la Autonomía. Y en tal historia, con fechas y lugares, también encontrarás ideas.

Aunque parezca mentira, la historia de la Autonomíaes de ayer mismo. La época de las luchas de masa comienza en 1968 y se mantiene en ebullición hasta 1977. Entonces se respiraba euforia revolucionaria. Conocido esto se comprenderá, tal vez, cómo el trabajo inmenso que desarrollo la Autonomíase asienta en el seno del movimiento de todo un pueblo. No hay que pensar a los autónomos como marginales o asociales; al contrario, como pertenecientes conocidos de un movimiento popular y espontáneo, estaban vivos y perfectamente integrados.

Pero de los años de euforia se pasa al bajonazo. Precisamente, el exponente armado de la Autonomía—los Comandos Autónomos Anticapitalistas (CAA)— se desarrolla en los años del mencionado declive. La lucha de los CAA, por tanto, resulta tan dura como trágica: les fallaron las masas y los sueños que tenían como base, soportaron una represión terrible, y el movimiento rupturista más grande de Euskadi ó el Movimiento de Liberación Nacional Vasco se les puso en contra. Así que las amargas palabras que encontraras en las opiniones de los protagonistas son fácilmente comprensibles.

 

 

1968-1977: ACTORES DIRECTAMENTE INMERSOS EN LA LUCHA DE MASAS

 

Comencemos por 1968. En España Franco todavía estaba en el poder. Las luchas obreras de extendían en las fábricas; los vascos, perdedores en la guerra civil, iban levantando cabeza; todo el mundo se unía contra la represión y aumentaba la conciencia revolucionaria.

Entre nuestros protagonistas, hay claras motivaciones básicas. Muchos recibieron en la fábrica su primera experiencia organizativa, sus primeras luchas, sus primeras energías desatadas; muchos son euskaltzales (del movimiento pro-euskara), y realmente eso es una constante entre los autónomos. Otros, por su parte, empiezan en ETA o en movimientos cercanos. Unos pocos provienen del anarquismo clásico.

A fin de cuentas, y salvando las excepciones, la Autonomíaencontró su terreno en Euskadi, siendo ésta como era una nación dominada; la Autonomíaha luchado por la libertad de los trabajadores de Euskadi, y para fortalecer esa libertad creyó en un único proceso: en aquel que trae consigo la revolución social y la independencia sin Estado.

En las luchas contra el Consejo de Guerra de Burgos (1970) encontraron la oportunidad autogestionaria de unir todos los frentes. En fábricas, barrios, etc. se hicieron asambleas y la lucha de la calle fue el paso siguiente natural a esas asambleas. Sin estrategias predeterminadas de arriba, el propio pueblo encontró el camino. Esa experiencia no se olvida. En ese anhelo de libertad se fueron multiplicando las luchas tanto en las fábricas como en los barrios y en los movimientos sociales. Para encontrar hay que buscar.

Después de trabajar sin cesar durante dos o tres años, quedan fortalecidas en prácticas sociales bastante asentadas las luchas populares más vivas que se desarrollan de 1974 a 1977. Por resumir la situación, se puede decir que en estos primeros años las Asambleas y las experiencias a nivel de Consejos de Fábrica y Delegados son bastante puntuales y muy a menudo sindicatos y partidos tratan de utilizarlas; pero luego se convierten en herramienta constante y en función de ellas se articula el movimiento de trabajadores. Se crean grupos públicos y unitarios y partidos y sindicatos se ven obligados a aceptar la auto-organización obrera.

Así que no debemos sorprendernos si los protagonistas se nos muestran optimistas, fuertes y plenos de ilusión.

Muchos se desenvuelven en las fábricas. En los años postreros del franquismo, ya superado el Sindicato Vertical, los trabajadores encontraron estructuras nuevas y funcionales. Se reunían en fábricas, en torno a temas tanto laborales como políticos o represivos. El punto de reunión natural era la fábrica: obligaban al patrón a aceptar las asambleas. Cuando por efecto de la represión ya no se pueden reunir en las fábricas, convierten a la ciudad en espacio de libertad (plazas, iglesias, sociedades, etc.), y si no, al monte, para reunir a mucha gente. Las reuniones en los montes, los propios trabajadores hacían controles en los caminos, bien para impedir la entrada a los chivatos, bien para avisar de la llegada de la Policía.

La Asamblea era el lugar principal: allí se debatían y decidían las acciones. Para desarrollar un trabajo continuado, los trabajadores elegían sus Comisiones, los militantes mas motivados formaban Comités de Empresa o los Consejos de Empresa.

Al fin y a la postre, la Asamblea era lo primero; Comités y Consejos debían dotarle de estabilidad y continuidad, sin caer en el sustituismo. En este orden de cosas se admitía la violencia, para responder tanto a la Policía como a las provocaciones, y también para realizar el sabotaje especifico en la fábrica.

En la ciudad, en las calles, la lucha esta también muy presente. Ya en 1967 en Rekaldeberri comienzan a funcionar las Asociaciones de Vecinos en el área del Gran Bilbao. Luego se extienden a toda Euskal Herria: en 1969 Donosti y Rentería, en 1970 Iruñea y en 1974 Gasteiz. Junto a ellas, y a imagen de estructuras que se iban generando en las fábricas, existían los Comités de Barrio, propiciados por los militantes más politizados. Estos comités son muy activos en Nafarroa y Gipuzkoa primordialmente hasta el año 1975. Más tarde, con la legalidad democrática, se integraron en las AAVV. Esta lucha urbana tenía sus ámbitos concretos.

El tema urbanístico era muy importante, por ejemplo, en el caso de Renteria. También lo eran las acciones pro amnistía o contra la represión. Y la fiesta.

Quien buscaba la libertad quería toda la libertad, y a ser posible, toda a la vez. Perseguía la revolución social, la independencia, y como no, la libertad individual, la felicidad. La fiesta popular le daba al militante un amplio espacio para conjugar lo general y lo diario. Y, precisamente, conviene recordar que la imagen popular de las fiestas de Bilbao arranca en 1978, por medio de las konparsas y la iniciativa de Txomin Barullo: los de estos grupos no eran autónomos, pero si revolucionarios y amantes de la libertad, como el mismo ambiente lo era.

Esta lucha urbana tenía también estrechas relaciones con el movimiento obrero. Recordemos Gasteiz: 1976, días duros e intensos; tres meses en huelga, asambleas, manifestaciones, represión...; los cinco muertos del 3 de marzo. En los barrios de Zaramaga y Adurtza, sobre todo, las luchas de obreros y ciudadanía en general iban de la mano. Estaba fijada en las asambleas, pero tocaba a todo el pueblo.

Otros movimientos sociales también se ubicaron en las prácticas colectivas de nuestra sociedad. El más extendido, el antinuclear. El tema no sólo era parar Lemoniz: antes bien, se hicieron profundas reflexiones sobre el consumo y la forma de vida, para condenar la lógica del productivismo y para imaginar y practicar modos alternativos. Mucha gente se movilizó alrededor de fiestas, reuniones, acciones y manifestaciones: el 14 de julio de 1977 200.000 personas nos reunimos en Bilbao. La lucha armada de ETA tuvo gran importancia para parar Lemoniz; cierto es que muchos vieron mal ese protagonismo armado, pues resultó dañino para una forma de entender las cosas que iba mas allí de las nucleares. Pero lo que aquí se quiere resaltar es la presencia del movimiento y su aceptación social.

También en estos años se extiende el feminismo. La igualdad es parte indispensable de la libertad: muchos militantes sienten que la acción de la mujer es ingrediente principal dentro de un nuevo orden que se quiere plasmar en el día a día. El hombre no puede ser revolucionario si explota y desprecia a la mitad de la población y la mujer no puede ser revolucionaria si desprecia y humilla a su propio sexo. Era grande la influencia del feminismo en militantes de los dos sexos y entre los autónomos cabe perfectamente la personalidad de algunas mujeres.

El antimilitarismo es componente ideológico de la Autonomía. El rechazo y desconfianza hacia esa casta militar que secuestra y monopoliza el poder armado, el poder matar, resultan evidentes. En la calle, sin embargo, las formulaciones no son todavía muy  claras. Los autónomos preconizaban la deserción, pero tal opción requería un alto nivel de compromiso. Posteriormente los jóvenes han dado con la vía de la lucha insumisa y en ella hay hoy muchos que entonces eran precursores.

Otros espacio especial era la libertad de los presos, la amnistía y la destrucción de las cárceles. El MLNV le daba amplitud a esa lucha y los autónomos trabajaron a tope en las campañas a favor de los presos abertzales. Pero le confirieron un carácter muy especial, tomando parte también en acciones a favor de presos comunes y realizando una crítica durísima del sistema carcelario y represivo. En esto último también anduvieron bastante solos.

En general, nuestros protagonistas participaban de un ambiente muy vivo y en una forma muy natural a la hora de unir prácticas militantes y cuestiones más populares.

La participación en asambleas era masiva y abierta y estar allí daba una sensación satisfactoria: la militancia no era algo pasado de moda, hecho en la oscura clandestinidad, aparte del pueblo y las personas.

En la fábrica con los compañeros, en calles y montes con los vecinos; como pez en el agua, totalmente identificado de principio a fin.

La necesidad de coordinación entre fábricas era también algo natural. Además, no como ahora, no era ninguna sorpresa que si en una fábrica ocurría algo saliese a la huelga la de al lado en una expresión de solidaridad.

Y todas esas luchas veían una necesidad de coordinación, o sea, un trabajo conjunto permanente y activo entre iniciativas y organizaciones de carácter autónomo. Para ello no se admitía la dirección de un grupo organizado dirigente: partido o sindicato, era igual, pues ninguno iba a ser el guía de las masas. La generalidad para poder integrar las luchas parciales vino de abajo y para nada como algún grupo dirigente inventaría.

Si la Autonomíano aceptó el dirigismo, tampoco tragó el ultraizquierdismo que negaba la necesidad coordinativa. En muchas experiencias tomó parte la coordinación con sus dos objetivos, transparencia y eficacia, sobrellevados el uno con el otro.

En este contexto, se acepta la necesidad de la lucha armada desde el comienzo. El franquismo era consecuencia de una sangrienta guerra civil; en lo que a legitimidad respecta, ni ellos ni el pueblo tenían problema para aceptar la génesis directa de la lucha armada. Habla muchos ejemplos en la historia de la lucha contra el capitalismo, tanto en el Tercer Mundo como en Europa. Los autónomos de Italia es la experiencia más tenida en cuenta en cada etapa.

Para expulsar al explotador se ve claro el empleo de la fuerza. En una palabra, el propio ambiente pedía la lucha armada y, en general, tenía la aceptación de la mayoría; todo el mundo no tenía igualmente interiorizada esa aceptación, pero al menos casi siempre la Justificaban al ser contra el fascismo.

En montes, fábricas y calles la dignidad pide respuesta contra chivatos y policías, vista la chulería y la violencia con que nos trataban. Y la primera medida de la lucha armada, esto es, la respuesta inmediata de quien esta pisado era una cosa evidente.

Luego el asunto es la lucha armada organizada, dentro de un grupo militar o cuasimilitar... A esto iremos luego, pues primero hay que aclarar la situación general. Dentro de los autónomos la mayoría acepta la lucha armada. Como respuesta justa, como ayuda y alargadera de otras luchas y como inexorable necesidad para poder tirar abajo el sistema capitalista, no se dudaba de la lucha armada.

La opción de ETA les parecía correcta en Euskal Herria. Ellos planteaban de otra forma la relación entre pueblo y militante, y veían de otro modo el camino para conseguir la independencia. Pero siempre le tuvieron a ETA un gran respeto. Los CCAA hicieron muchas acciones en solidaridad con militantes de ETA: y cuando laAutonomíafracasó más de un autónomo entró en ETA.

 

 

IDEOLOGIA, GRUPOS Y COORDINACION

 

 

La ideología ó, mejor dicho, dado que nuestros protagonistas no admitían alguna ideología fija, ó la forma de ver las cosas de los autónomos, se va tejiendo en estos años de euforia. El antiautoritarismo es el componente más firme de ese pensamiento. Además, está el posicionamiento anti Estado, anti Iglesia, anti Ejercito, y desde la izquierda pero contra el leninismo y todas sus consecuencias.

 

 

 

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