BARNEKO GORA-BEHEREZ 2

1968

 

INDICE:

Sarrera (Introducción) . . .

  1. Los dos principios leninistas de organización . . .
  2. ¿Y la democracia? . . .

III. ¿Puede ser grande el grado de democracia interior en un Partido comunista que lucha por el poder?. . .

  1. Crítica y autocrítica . . . 5
  2. El individualismo pequeño-burgués contra la organización comunista . . .
  3. El democraticista en nuestra organización . . .

VII. Las actitudes individualistas aparecen vinculadas al democraticismo idealista en el interior de nuestra organización . . .

VIII. La crítica democraticista . . . 9

 

EL CENTRALISMO Y LA DEMOCRACIA INTERNA EN LA ORGANIZACIÓN COMUNISTA

Sarrera

Barneko Gora-Beherez sortako numero hau, demokraziari buruz zuzenduta duzute. Ez demokraziari abstraktoki, baizik-eta, demokraziari organizazio komunistaren funzionamenduari dagokionean. Eta gai boneri buruz, lerro labur batzuen bidez, beste gai konkretuago bat ikutuko dugu: demokrazia eta demokrazikeria gure organizasioan.

Ezagunak dira gure okerrak orain arteko organizazio-bizitzan, baita ere demokrasikeria ta honen azpian datzan bakoitzkeriaren kontra daramagun borroka; ziur da agiri honek eztabaida sortuko duala, eta organizazio osoak irabazi egingo duala. Hasi baino lehen ohar bata idatzi hau Nazio-Idazkaritzako batek egiña da,eta, jakiña, hemen esandakoak bereak besterik ez dira.

Nazio-Idazkaritzak

 

Introducción

Este número de Barneko Gora-Beherez está dedicado al tema de la democracia. No al tema de la democracia en general, sino al tema de la democracia en relación con el funcionamiento de la organización comunista.

A través de unas concisas notas sobre es te toma, llegaremos a abordar un problema aún más concreto: el de la democracia y el democraticismo en nuestra organización.

Conocidas nuestras desviaciones anteriores en materia de organización y la actualidad de la lucha contra el democraticismo, y el individualismo que late bajo éste, no cabe duda de que este texto dará pié a la discusión, con lo que la organización entera saldrá beneficiada.

Una aclaración previa: el presente escrito ha sido redactado por un miembro del Secretariado Nacional. Los juicios aquí vertidos quedan, pues, bajo su responsabilidad.

                                   EL S.N.

 

EL CENTRALISMO Y LA DEMOCRACIA INTERNA EN LA ORGANIZACIÓN COMUNISTA

I. Los dos principios leninistas de organización

Conviene no confundir principios de organización y sistemas de organización. Los principios tienen validez general para los Partidos comunistas, sean cuales fueren las circunstancias en las que se desenvuelve su existencia, dentro del cuadro de los países capitalistas. Los sistemas de organización carecen de validez general y son extraordinariamente variables. Están sujetos a las condiciones concretas de tiempo y lugar.

Los principios leninistas de organización mantienen su vigencia en la actualidad. Estos principios son dos: el principio de selección y el principio de centralismo.

  1. A) El Partido reúne en su seno a los elementos más conscientes, honestos y combativos del proletariado. El Partido necesita ser un núcleo selecto para cumplir su cometido. De otro modo no llegaría jamás a constituir la forma superior de organización de clase del proletariado. La selección de dos miembros del Partido según un criterio sumamente exigente y la distinción nota entre los militantes y los simples adherentes y simpatizantes son imprescindibles para llevar a cabo la misión histórica del Partido, la misión de jefe político de la clase obrera. El principio de selección presupone la creación de unos mecanismos de control de cuantos acceden al Partido, especialmente rigurosos. El aspirante al ingreso en el Partido ha demostrar no sólo un elevado grado de conciencia sino una capacidad real para militar, capacidad que ha de ser puesta a prueba, en todos los casos, durante un cierto
  2. B) El Partido ha de conducir al proletariado hacia la revolución. El Partido ha de dirigir a las masas en su lucha contra los reaccionarios, contra la clase dominante que se encuentra estrechamente unida alrededor del Estado que no es otra cosa que su organización política. Este Estado se encuentra en todos los casos enormemente organizado y Es una lección que han aprendido los reaccionarios en la época en que han ejercido su dominación: la defensa de los intereses de una clase requiere la unidad de esa clase y la unidad de esa clase se realiza alrededor de una organización política centralizada. No hay unidad sin organización centralizada. No hay posibilidad de conservar el poder sin centralismo. Y, si los que poseen el poder necesitan del centralismo como el pez del agua, ¿cuál no habrá de ser el centralismo que necesiten los que carecen del poder?. Esto es algo que muchos no han comprendido todavía: la unidad de pensamiento y la unidad de acción son inexcusablemente necesarias para llevar a las masas obreras y populares a la victoria en la lucha contra los enemigos del proletariado y del pueblo. La unidad de pensamiento y la unidad de acción son inalcanzables sin la existencia de una dirección centralizadora y orientadora, consecuente y estable. El centralismo de la organización de vanguardia del proletariado es condición para la toma del poder.

II. ¿Y la democracia?

Primeramente, interesa señalar que los comunistas no consideran la democracia como un fin. Es un medio, que, en la medida en que sirve al fin, ha de ser utilizado. En segundo lugar, hay que decir que la cuestión de la democracia no puede desligarse de los condicionamientos concretos que la rodean en cada situación. Así, no existe una fórmula abstracta de validez universal referida al justo grado de democracia. La democracia interna del Partido comunista en tal sociedad, en tal fase de su desarrollo, en tal coyuntura internacional, no puede ser definida haciendo abstracción de estos condicionamientos.

Afrontando la problemática que nos ocupa, bajo esto prisma, nos encontramos, ya de entrada, frente a las concepciones democraticistas que tratan de una forma subjetivista-idealista la cuestión, incluyen la democracia en abstracto entre los principios fundamentales, tratándola como un fin en sí. Para los que han caído en tales concepciones, una organización comunista que no goza de una amplia democracia interna —independientemente de las circunstancias concretan del caso— es "mala". Lo "democrático", en cambio, es "bueno". Estas concepciones, lejos de servir a la organización, la atan, y confunden a los militantes con una moral democraticistas hueca que es una derivación ideológica del individualismo pequeño-burgués. Esta es una concepción idealista que constituye un obstáculo para el avance de la revolución.

Del otro extremo quedaría el anti-democraticismo a ultranza, el anti-democraticismo innecesario, inconveniente. El ciego anti-democraticismo de quienes no reparan en las ventajas que una razonable aplicación de un cierto grado de democracia interna puede suponer para la organización. Estas ventajas son el aumento del sentido de la responsabilidad de los militantes, el enriquecimiento de su personalidad y, con ello, el fortalecimiento de la organización. Una justa aplicación de la democracia interna es un precioso auxiliar y complemento del centralismo, teniendo siempre en cuenta que, con convenir la matización democrática al centralismo, es sobre éste sobre el que hay que poner el acento, es éste quien ha de primar, es éste el principio, y no aquella.

En suma: el mayor o menor grado de democracia depende de la conveniencia revolucionaria en cada situación concreta.

III. ¿Puede ser grande el grado de democracia interior en un Partido comunista que lucha por el poder?

Una organización democrática es aquella en la que las cuestiones más importantes son decididas por todos los militantes o la mayoría de ellos, en la que los líderes son elegidos a todos los niveles y en la que la gestión de los órganos responsables, también a todos los niveles, queda relativamente controlada por la baso militante. Una organización que tenga estas características es una organización indudablemente democrática en su funcionamiento,

Ahora bien, nada más echar un vistazo al párrafo anterior, saltará a nuestros labios la pregunta: ¿podrá ser democrática en eso sentido y hasta ese punto una organización clandestina que lucha por el poder?. La respuesta no puede ser más que una: tal democracia es impracticable so pena de ser destruida por el aparato represivo de la clase dominante.

Efectivamente, estructurar de ente modo una organización revolucionaria sería pura y simplemente un suicidio. Y esto es justo, hoy y en general, para todas las organizaciones revolucionarias que luchan contra el imperialismo.

El secreto, la estanqueidad de redes y secciones, la imposibilidad de reuniones amplias y frecuentes, los contactos limitados de cada militante, y otros tantos factores, se oponen a una amplia democracia. La democracia, una vez ajustada a la realidad de las organizaciones revolucionarias anti-imperialistas, no puedo ser muy elevada. Las elecciones, (cuando las hay), tienen un alcance bastante corto. Frente a ellas, se desarrolla una forma de adhesión a los responsables particularmente fuerte. En cuanto al “control democrático" los límites son tan evidentes que no merece la pena insistir en ello. En lugar de él, se cuenta con la mutua confianza entre los militantes. Adhesión a los responsables y mutua confianza son elementos integrantes de la peculiar democracia de las organizaciones revolucionarias de nuestros días.

A su vez, los dirigentes hacen un esfuerzo especial por hacer partícipes a todos los militantes de una serie de trabajos de responsabilidad. Consultan sobre las cuestiones de principios, línea, programa y estatutos. Fomentan la discusión sobre los temas de mayor interés (tal o cual línea sectorial, determinado problema específico...). Informan a la base de cuantas decisiones importantes se adopten. Salvando siempre la seguridad, la autoridad del centro sobre las partes, la unidad de acción y de pensamiento, respetan a quien disienta en algún punto no fundamental de las directrices del centro (mientras, naturalmente, no se dedique a actividades de tipo fraccional y acepte disciplinadamente las órdenes, incluida la que no considera acertada). Los responsables, en fin, tratarán de tomar las decisiones, si nada se opone a ello, colegiadamente, con lo que disminuirá el riesgo de equivocación.

IV. Crítica y autocrítica.

La realidad es cambiante. Las condiciones en las que se desarrolla la existencia de un Partido comunista, no permanecen quietas. Los cambios de las circunstancias históricas se reflejan en el Partido en forma de discusiones acerca de la línea, de la estrategia, de la táctica. Las discusiones en el Partido evidencian la inexistencia de soluciones definitivas. La aplicación de los principios comunistas presupone descubrir los errores propios y ajenos y aprender de ellos. La crítica y la auto–crítica son un arma para eliminar los errores y sacar de ellos las enseñanzas pertinentes para no reincidir en ocasiones futuras. El método de la crítica y la autocrítica hace al Partido comunista lúcido y realista, flexible y dinámico; le permite fortalecerse teóricamente y superar las ideas erróneas; consolida sus lazos con las masas obreras y populares.

La crítica se dirige hacia ideas y actitudes de un militante, de varios o de todo el Partido. La crítica debe ser hecha siempre; nunca ocultada. Un compañero que observa un error ha de señalarlo. Pero, ¿cómo habrá de hacerlo?, ¿cómo ha de ser la crítica?. La crítica ha de der hecha con la intención de corregir las ideas o actitudes equivocadas. Su objetivo no es destruir sino curar. No deberá ser, pues, por su forma, contraria al fin que se persigue: no habrá de ser hiriente, ha de ser hecha con afecto, sin agraviar. Ha de hacerse a tiempo, sin dejarla para cuando los errores se han instalado. Si se trata de una crítica a un militante ha de ser formulada, antes que a cualquier otro al propio interesado, dándolo tiempo para rectificar. Si no lo hace, ha de comunicárselo al responsable que le concierna. Si la crítica afecta a la dirección, será a ella a quien so le haga llegar y será con ella con la que habrán de ser discutidos los errores: fallos o insuficiencias. Si la dirección no hace caso de las críticas, si no las toma en consideración, es una prueba de indignidad más que suficiente como para que los militantes prescindan de ella. Si la crítica so refiere al conjunto del Partido, ha de ser discutida en la célula correspondiente y en los comités responsables superiores, e, incluso, si su interés lo aconseja, en todas las células. Siempre, las críticas a ideas o actitudes de un compañero, de la dirección o del Partido, han de ser hechas dentro del Partido y nunca fuera de él. Todo esto se refiere a la forma de la crítica. Por su contenido, las críticas han de ser dirigidas a errores de cierta importancia, no a banalidades. Han da contener razones de peso, no argumentos poco trabajados. Han de mantenerse en un plano político, tocando las cuestiones personales solamente cuando haya una unidad entro ambas cosas, como ocurre a veces.

La autocrítica es, antes que nada, el resultado de una actitud consecuentemente comunista. Los comunistas estamos al servicio del proletariado y del pueblo. No tememos las críticas que nos muestran nuestros errores. Por el contrario, las agradecemos francamente y las estimulamos. La actitud comunista es de predisposición a reconocer los errores con humildad y a corregirlos cuanto antes. En cambio, la actitud del pequeño–burgués individualista es soberbia: le cuesta reconocer que se ha equivocado, hace oídos sordos a los reproches, se enfada ante las indicaciones de carácter crítico. Así, se mantiene en el error sin reparar en el perjuicio que crea a su Partido. Por ello, si un compañero, después de haber gozado de un plazo adecuado de tiempo para rectificar sus errores y formular una autocrítica, se encasilla en su error, rechazando el método de corrección de la crítica y la autocrítica, ha de ser sometido a una justa sanción. Y, al contrario, si ante una crítica correcta responde con una autocrítica sincera, los compañeros y el Partido como tal habrán de acogerlo sin reserva y felicitarse por haber alcanzado el objetivos la recuperación del militante y la superación del error.

V. El individualismo pequeño-burgués contra la organización comunista.

El papel que desempeña en el proceso productivo hace del pequeño-burgués un ser individualista. Explotado por todas partes, pero conservando cierta independencia económica, le es difícil llegar a pensar que la "solución de su caso" está íntimamente ligada a la de las demás clases populares con el proletariado al frente. Trata de buscar una salida particular a su angustiosa situación, trata de promocionarse a sí mismo, en solitario. No cuenta con los demás, "que cada individuo se las arreglo como pueda". El pequeña-burgués es, por naturaleza de clase, individualista; su individualismo es reflejo de sus condiciones de existencia.

El individualismo propio de la pequeña-burguesía penetra en a las organizaciones de clase del proletariado. La ideología y el comportamiento pequeño-burgueses aparecen en las organizaciones obreras, no sólo en las de malas, sino también en la de vanguardia, el Partido comunista. Los medios de producción de la cultura en manos de la reacción promueven el individualismo. Los trabajadores conviven a menudo con los pequeño-burgueses y adoptan parcialmente sus hábitos y costumbres; por último, no faltan los pequeño-burgueses, que ingresan en el Partido de los comunistas, trayéndose consigo una parte de las miserias de su clase.

¿Cómo se comporta el individualista en el seno del Partido? Ya hemos visto como reacciona ante las críticas. En todo momento pone a su persona por encima de lo demás. Los principios quedan en un segundo plano. El Partido está subordinado a él. El individualista constituye el centro de su pequeño universo. La disciplina le resulta extraña. Es refractario a las órdenes. Cuando se le encomienda algo que no es, de su agrado, pone mala cara. Efectivamente, tiene hechos "sus" planes particulares y si el trabajo que se le asigna no coincide con ellos, entra en crisis. Generalmente, procura buscar para sí tareas que, a su juicio, "le van mejor". El individualista en inconsecuente: en palabras, es un perfecto comunista; en sus obras, no es fácil conocer en él al comunista. Es inconstante: tan pronto se entrega con entusiasmo a tal asunto como lo abandona por otro al poco tiempo. Es arbitrario en sus juicios: pasa sin dificultad de la condescendencia claudicante a la más injustificada dureza.

¿Cómo razona el individualista? Al comportamiento individualista le corresponde una ideología individualista. Esta ideología es una suma de razonamientos internamente cohesionados. Esta ideología comporta los siguientes elementos: un democraticismo idealista (todo discutido, todos elegidos, todos los trabajos de dirección, controlados por la base), democraticismo postulado en abstracto, dejando de lado los condicionamientos concretos, y elevado a la categoría de principio fundamental y una oposición al centralismo (contra la subordinación de las partes al todo, de los centros inferiores al centro superior; en favor de la autonomía de la base...). Con estos elementos se montan los ataques individualistas contra las estructuras centralizadas, contra el centro, contra los jefes, contra la profesionalización, contra la concentración de poderes a diversas escalas, contra la disciplina..

El Partido comunista ha de combatir con tenacidad el individualismo. Tolerarlo es tanto como admitir en su interior un germen de corrupción que lo llevará al sectarismo, a la división, a la indisciplina y a la anarquía, liquidándolo como tal Partido.

VI. El democraticismo en nuestra organización

Entre las consecuencias del idealismo subjetivista del que hemos adolecido durante algún tiempo, figura la de habernos dejado seducir por el democraticismo en boga en los Partidos radicales, trotskistas y anarquizantes, de los que anteriormente sufrimos una contraproducente influencia en diversos aspectos.

Aunque en buena parte se puede considerar superado el periodo a que se hace referencia a continuación, no podemos ignorar la conexión que existe entre él y nuestra, organización actual. Aunque nos pueda parecer que nada nos ata ya a los errores que entonces cometimos, no vendrá de más repasarles pare identificar lo que de ellos haya podido quedar.

En el apartado "F" del documento POR UNA IZQUIERDA SOCIALISTA REVOLUCIONARIA VASCA (Octubre/66), en torno al cual se unió el núcleo fundador de nuestra actual organización, se defendía la conveniencia de "descentralizar el aparato", se hablaba de crear nuevas zonas más pequeñas en las que la autonomía fuera mayor. Se reclamaba un Comité Ejecutivo más democrático. Se proponía la celebración de una Asamblea anual. En el apartado "1") se atacaba al centralismo, oponiéndolo la fórmula de la -""democracia directa" (es de destacar que este apartado fue publicado, como artículo, con algunas modificaciones, en el ZUTIK!-47, en castellano, y en el 52 en euskera). En las NORMAS DE FUNCIONAMIENTO aprobadas en la Asamblea Extraordinaria (Enero/67) imperaba idéntico espíritu. KEMEN, nº 2., publicado en febrero de 1967, las resumía con las palabras "democratización" y "descentralización" en un suelto en el que se sostenía que el órgano superior habría de tener un carácter coordinador para conjurar el peligro centralista y dar más responsabilidad a la base.

En el rimero 55 de ZUTIK! (Marzo/68), en el primero de los tres artículos de la serie dedicada al "partido de la clase obrera de Euzkadi", se señalaba como una de las características del Partido proletario la de que fuese un Partido democrático. Aquí se hablaba ya de centralismo democrático aunque permanecían presentes restos notables de democraticismo. Subrayamos en el trozo que sigue lo que resulta más revelador en esto sentido: "Es necesario un órgano central elegido por le base y bajo su constante control con amplias atribuciones en el orden táctico y organizativo, e, incluso en ocasiones especiales, en el plano estratégico". Y después: " Le dirección está sometida todavía a otro principio: el de la colegialidad: un dirigente no toma las decisiones por sí solo. Las decisiones se adoptan siempre en comité, colectivamente".

Estas breves citas sirven, cuando menos, pera hacernos ver que, cono no podía dejar de ser, en materia de organización, al igual que en otros terrenos, el subjetivismo idealista, fruto del carácter de clase pequeño-burgués del viejo E.T.A. del que procedíamos, y la ausencia de una tradición comunista en Euzkadi, fueron los factores que nos arrastraron hacia posiciones oportunistas.

Pero, lo que completa la visión del problema es que nuestros propósitos democraticistas chocaron con la realidad casi desde el primer momento, con lo que se llegó a una situación en la que, mientras se propugnaba la descentralización, la autonomía de la bases etc., se aplicaba de hecho una "inevitable' centralización, sin la cual la seguridad, eficacia, unidad de acción y, sobre todo, de pensamiento (durante los largos meses de rectificación ideológica y política que vivimos después de la escisión), hubieran sido imposibles. Es así como durante año y pico se ha desarrollado la contradicción entre los postulados democraticistas y el centralismo práctico.

VII. Las actitudes individualistas aparecen vinculadas al democraticismo idealista en el interior de nuestra organización

Es explicable que el individualismo haya incidido entre nosotros. Es comprensible que el individualismo se haya infiltrado en nuestra organización. En realidad, estaba en ella. En el apartado precedente se han mencionado algunas causas: aquellas que estuvieron en la base de nuestro subjetivismo idealista y de nuestro oportunismo. A ellas hay que agregar otras cuantas relacionadas más estrechamente con el individualismo. Estas causas son el carácter de "grupo de amigos" en el que los miembros se conocen entre sí y conocen numerosas cosas, que tuvo la organización en los primeros meses; el desarrollo de unas articulaciones orgánicas basadas en los contactos personales; la inexistencia, por innecesaria —en función del nivel de lucha desplegado inicialmente— de una firme disciplina; la evidente autonomía de la base; la baja preparación de los militantes (incluida la dirección)...

El individualismo está dentro y lo estará en mayor o menor grado hasta que lo rechacemos tras largos combates. Y aunque lo desterremos, o creamos haberlo conseguido, el peligro será constante y constante habrá de ser la vigilancia. No obstante, cabe pensar que hay condiciones favorables para superar esta tendencia. Los militantes, en general, han dado prueba de una honestidad sobresalientes: el modo en que ha sido asumido el proceso colectivo de autocrítica en que nos hallamos inmersos viene a atestiguarlo. Lo que nos ha permitido llegar hasta aquí, nos hará ir mucho más, lejos. Tenemos una organización coherente en buena medida; a ello contribuyen la confianza reinante entre los militantes, la solidaridad de la base con la dirección, el sentido de la responsabilidad que caracteriza a los que ocupan los puestos de mayor compromiso a todos los niveles, la convicción de que tenemos una importante misión que cumplir que no admite vacilaciones ni relajamientos de ninguna índole. Son éstos aspectos que no podemos olvidar y que nos hacen pensar que será posible hacer de la nuestra la organización de vanguardia del proletariado vasco.

¿Será posible llegar a ello sin dejar en la cuneta alguno de los militantes y simpatizantes que nos han acompañado en esta etapa? Es nuestro deber poner todos los medios para que nadie sea separado de la organización, para que las correcciones —por medio de la crítica y de la autocrítica— no se hagan pasando el precio de la pérdida de compañeros. Pero tampoco hemos de cace en el tolerantismo decadente. No hemos de dudar en aplicar las máximas sanciones cuando los otros métodos de rectificación se hayan agotado.

Recientemente, —por primera vez desde que se produjo la escisión—, varios miembros de la organización han sida excluidos de ella. Dichos compañeros han incurrido en actitudes individualistas, indisciplinada, deshonestas y, finalmente, se han dedicado a actividades fraccionales. El arma de la crítica y de la autocrítica no ha dado los resultados deseados y ha sido preciso imponer la mayor medida disciplinaria. Estos elementos han expresado que la dirección los expulsó por haber emitido críticas contra ella. Negar tal acusación, decir que ésta es una artimaña para sembrar la desconfianza y cubrir sus errores, es necesario, pero no basta. Hay que informar a la base de lo que ha sido y significada el problema. Hay, también, que tomar en consideración las críticas formuladas y analizarlas atentamente. Al hacerlo veremos que el contenido de su critica evidencia un democraticismo idealista tras el que se esconde el individualismo pequeño-burgués. A nadie se lo expulsaría por hacer una critica, pero la crítica democraticista es una prueba más de que los cargos que se los imputaban a sus autores no eran una invención.

VIII. La crítica democraticista

Su fundamento es el siguiente: existe una contradicción entre la base militante de la organización (socialista revolucionaria) y la dirección de la misma (comunista). Esta contradicción sólo puede ser superada poniendo a punto de incorporarse a una organización comunista a la base militante. Mientras tanto, nuestros principios de organización no podrán ser —como ocurre en la actualidad— los de una organización comunista. Si no lo hacemos así, caeremos —ya hemos caído— en un centralismo desorbitado que será incomprendido por los militantes, en el burocratismo, en el "culto a la personalidad"...

Loa elementos excluidos estiman que sus críticas primeras al centralismo eran justas tratándose de una organización socialista-revolucionaria (término con el que definen lo que venía siendo nuestra organización). Opinan también que referidas a una organización comunista no hubieran tenido sentido.

¿Cuales serian lora principios de organización de una organización socialista, revolucionaria? ¿En qué se diferenciarían de los de una organización comunista? El centralismo ¿sería un principio para la segunda? ¿y para la primera?.

Lo primero que requiere ser puntualizado es que los principios de organización leninistas han de ser aplicados a cualquier organización revolucionaria del proletariado, se llame socialista revolucionaria o comunista. El que el autor de ANTE EL FUTURO (núm. 1 de BARNEKO GORA BEHEREZ), a la vista de lo que es hoy nuestra organización diga que nos encontramos ante una organización comunista, no supone un cambio cualitativo —en todo caso, el juicio "somos una organización comunista" no podría ser más que la constatación de para realidad— ni en materia de principios, ni de línea, ni de organización.

La contradicción “descubierta" por los responsables de la crítica democraticista no es otra cosa que la diferencia de nivel ideológico y teórico que se registra entre unos y otros militantes, desigualdad presente en todas las organizaciones "socialistas revolucionarias" o comunistas.

Pero sigamos: si el problema consisto en elevar al rango de comunistas a los que son "socialistas revolucionarios", ¿cómo lo conseguiremos, si rechazamos el centralismo? Si entre los comunistas es necesario el centralismo, ¿no lo será con mayor razón en una organización en la que unos pocos son comunistas y los demás no llegan a serlo? ¿Quién se atrevería a negar que es precisamente en un caso como el aducido cuando más necesaria sería la dictadura de los más conscientes sobro los menos conscientes?

Suele suceder que lo que a juicio de unos es una "tremenda" acusación, en opinión de los que sustentan el punto de vista contrario se convierto en elogio. Algo de esto ocurrió con las acusaciones democraticistas. Veamos.

¿Existe un centralismo desorbitado? O, más aún, ¿existe un centralismo dictatorial en nuestra organización? Sin duda algunas existo un centralismo dictatorial. Hay pocas personas en la cabeza, controlan los resortes fundamentales de la organización, ejercen su dictadura ideológica a través de la propaganda... Bien es cierto que se informa a la base de cuanto de importancia se decide, que se consulta, con ella cuando o hay que dar ciertos pasos decisivos, que se toman en cuenta las consideraciones que llegan de la base militante.... Pero, es verdad, en nuestro caso, el centralismo deja pequeña a la democracia. Lo que conviene preguntar es si podría ser de otro modo, si, de otra forma, se podría garantizar, en nuestras circunstancias concretas, la unidad de pensamiento, la unificación de la acción de las distintas redes y secciones estancas, la seguridad y la coherencia de la organización. Los militantes de base ya han dado su respuesta y al hacerlo han demostrado ser mucho “más comunistas" de lo que los democraticistas pensaban.

Es cierto: hemos alcanzado en corto espacio de tiempo un alto grado de centralización (que, por otra parto, pronto ha de resultar insuficiente, en la medida en que crezca la organización y sus tareas se hagan más complejas y clandestinas en algunas secciones). Esta "acusación" en una felicitación. Es el reconocimiento de que estamos empezando a funcionar como una organización leninista, por lo menos en este terreno.

La "acusación" de centralismo es el reverso de la indisciplina, del autonomismo, del individualismo pequeño–burgués al que repugna la subordinación.

Otro aspecto de la crítica: el burocratismo. ¿Hay burocratismo en la organización? ¿Hay elementos que viven parasitariamente de la organización? ¿Se puede decir que entre los profesionales no se despliega un trabajo eficaz, que se pierde el tiempo en actividades supuestamente orgánicas o, simplemente, en la ociosidad? Esto sería burocratismo y esto no existe en nuestra organización. Existe, eso sí, un número, restringido todavía pero creciente, de profesionales de militantes que dedican todo su tiempo a la organización. Estos compañeros en algunos casos no suponen una carga económica para la organización, y cuando reciben una asignación, ésta no excede en ningún caso de la norma leninista (lo que percibe un obrero especializado). En la organización no hay burócratas, hay profesionales, y cada vez habrá más, pues sin ellos el trabajo organizativo no superará jamás les limiten del “club" o del movimiento juvenil semi-espontáneo. La organización se funda precisamente en la reunión de un número de profesionales y de una red de militantes selectos ubicados en los puntos de mayor interés político. En materia de organización, esto es lo primordial; y el desarrollo de los círculos de influencia, de la animación y dirección de la lucha de las masas y del activismo es el resultado de aquello.

Ante la crítica del "culto a la personalidad" la respuesta ha de tener dos partes. En primer lugar hay que señalar que el uso del término lleva consigo una complicidad con la reacción jruchovista que lo ha utilizado para, tratar de enterrar la tradición comunista de la U.R.S.S. y del movimiento comunista internacional. El sentido de la "denuncia" de los jruchovistas del "culto a la personalidad" ya ha sido definido en numerosas ocasiones. No hace falta detenerse en ello más allá de la indicación que acaba de hacerse sobre las implicaciones del uso del término. En segundo, lugar, hay que hacer notar que, en la realidad concreta de nuestra organización, semejante crítica no puede referirse a otra cosa que a la confianza depositada por los militantes en la dirección. En nuestra organización so ha conseguido algo que muy pocas organizaciones revolucionarias han logrado alcanzar: la agrupación de la base alrededor de un reducido grupo de militantes que, con su trabajo, a lo largo la lucha, han merecido su confianza. Hay que ser muy inconsciente o irresponsable para no darse cuento de que esto es una conquista de toda la organización, conquista que se ha de defender y tender a estabilizar mientras el núcleo dirigente conserve las características de honradez, entrega y firmeza en los principios que le ha valido la solidaridad de la base. El proletariado necesita unos dirigentes unidos entre sí, ligados a la base y estables. Sin esto, Partido y Revolución son simples proposiciones utópicas.

Esta es la crítica democraticista: el ropaje típico del individualismo pequeño-burgués.

Diciembre de 1968