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VIII CONGRESO DEL PC(b) DE RUSIA

18-23 de marzo de 1919[1]

 

1. DISCURSO DE APERTURA DEL CONGRESO. 18 DE MARZO

 

Camaradas, las primeras palabras en nuestro Congreso deben ser dedicadas al camarada Iákov Mijáilovich Sverdlov[2]. Camaradas, si para el partido en su conjunto y para toda la República Soviética, Iákov Mijáilovich Sverdlov fue el más grande organizador, como dijeron hoy en el entierro muchos camaradas, para el Congreso del partido fue muchísimo más valioso y entrañable. En este aspecto hemos perdido a un camarada que consagró por entero los últimos días de su vida al Congreso. Su ausencia influirá en toda la marcha de nuestro trabajo, y el Congreso sentirá muy agudamente su ausencia. Camaradas propongo que honremos su memoria poniéndonos de pie. (Todos se ponen de pie.)

Camaradas , tenemos que iniciar el trabajo de nuestro Congreso partidario en un momento muy difícil, complicado y peculiar de la revolución proletaria rusa y mundial. En el primer período posterior a octubre las fuerzas del partido y las fuerzas del poder soviético estuvieron casi totalmente absorbidas por las tareas de defensa directa, de ofrecer resistencia directa a los enemigos, a la burguesía tanto interna como exterior, que no admitía la idea de una existencia más o menos prolongada de la república socialista; a pesar de todo, hemos ido fortaleciendo poco a poco nuestra posición, y las tareas de construcción, las tareas de organización, comenzaron a pasar a primer plano.

Considero que este trabajo de construcción y de organización será la nota dominante de nuestro congreso. Los problemas del programa que en el aspecto teórico presentan una enorme dificultad y son en .lo fundamental problemas de la construcción, y aquellos que ocupan un lugar especial en la orden del día, como el problema de organización, el problema del Ejército Rojo y, en particular, el problema del trabajo en el campo, todos ellos exigen de nosotros un esfuerzo y una concentración, de la atención en el problema principal, que entraña las mayores dificultades, pero es a la vez la tarea más gratificante para los socialistas: el problema de organización. Hay que subrayar aquí, en especial, que uno de los problemas más difíciles de la construcción comunista en un país de pequeños campesinos es el que debemos encarar precisamente ahora: el problema de nuestra actitud hacia los campesinos medios.

Es natural, camaradas, que en el primer período, cuando debíamos defender el derecho a la vida de la República Soviética, este problema no pudiera ponerse en primer plano en toda su amplitud. La guerra sin cuartel contra la burguesía rural y los kulaks colocó entonces en primer lugar la organización del proletariado y del semiproletariado del campo. Pero como paso siguiente, el partido que quiere colocar los sólidos cimientos de la sociedad comunista, debe emprender la tarea de determinar acertadamente nuestra actitud hacia el campesinado medio. Es este un problema de orden superior. No podíamos planteado con amplitud mientras no hubiéramos asegurado las bases de la existencia de la República Soviética. Es un problema complicado e implica la definición de nuestra actitud hacia un numeroso y fuerte sector de la población. Esta actitud no puede determinarse simplemente mediante la respuesta: lucha o apoyo. Si con respecto a la burguesía nuestra tarea se determina con las palabras "lucha" y "represión"; si con respecto al proletariado y el semiproletariado del campo nuestra tarea se determina con las palabras "nuestro apoyo", este problema es sin duda más complicado. En este caso, los socialistas, los mejores representantes del socialismo de los viejos tiempos —cuando creían todavía en la revolución y se atenían fielmente a su teoría e ideales— hablaban de neutralizar al campesinado, es decir, de hacer de los campesinos medios una capa social que, si no ayudaba activamente a la revolución proletaria, por lo menos no la obstaculizara, permaneciese neutral y no se pusiera del lado de nuestros enemigos. Este planteamiento teórico, abstracto, del problema es perfectamente dato para nosotros, pero es insuficiente.

Hemos entrado en la etapa del desarrollo socialista en la que hay que elaborar concreta y detalladamente normas e indicaciones comprobadas por la experiencia práctica en el campo, que nos guíen en nuestros esfuerzos para colocar nuestras relaciones con el campesino medio sobre la base de una sólida alianza, para excluir así los desaciertos y errores cometidos repetidamente en el pasado. Estos desaciertos apartaban de nosotros a los campesinos medios, cuando en realidad nosotros, el partido comunista, el partido dirigente, fuimos los primeros en ayudar a los campesinos rusos a librarse del yugo de los terratenientes y a crear para ellos una verdadera democracia, por lo cual podríamos contar con plena confianza de su parte, Este problema no es de tal tipo que exige implacable y rápida represión y ataque. Es más complicado. Pero me permito expresar la convicción de que después de un año de trabajo previo seremos capaces de resolver este problema.

Unas palabras sobre nuestra situación internacional. Camaradas, todos ustedes, por supuesto, saben que la fundación en Moscú de la III Internacional, de la Internacional Comunista, es, en cuanto a nuestra situación en el mundo, un acontecimiento de gran significación. Tenernos aún que enfrentar a una tremenda fuerza militar, real y efectiva, bien pertrechada: todas las potencias más poderosas del mundo. Sin embargo, podemos decirnos con convicción que lo que exteriormente parece una fuerza gigantesca e incomparablemente más poderosa que nosotros desde el punto de vista físico, se ha tambaleado. No es ya una fuerza. No tiene ya la anterior estabilidad. Por eso, el objetivo y la tarea que nos hemos fijado —salir victoriosos en la lucha contra este gigante— no son utópicos. Por el contrario, aunque ahora estamos artificialmente aislados de todo el mundo, no pasa día sin que los periódicos traigan noticias sobre el crecimiento del movimiento revolucionario en todos los países. Mas aún, sabemos y vemos que este creciente movimiento adquiérela forma soviética. Y esto es una garantía de que al Instaurar el poder soviético descubrimos la forma internacional, mundial, de la dictadura del proletariado. Y estamos firmemente convencidos de que el proletariado de todo el mundo ha emprendido este camino de lucha, la creación de estas formas del poder proletario: el poder de los obreros y los trabajadores en general, y de que ninguna fuerza en la tierra será capaz de contener la revolución comunista mundial hacia la república soviética mundial. (Aplausos prolongados,)

Y ahora, camaradas, permítanme que en nombre del Comité Central del Partido Comunista de Rusia declare abierto el VIII

 

2. INFORME DEL COMITÉ CENTRAL. 18 DE MARZO

 

(Estruendosa y prolongada ovación; aclamaciones: "¡Viva Ilich", "¡Viva el camarada Lenin") Camaradas, permítanme que comience con el informe político del Comité Central. Presentar un informe sobre la actividad política del Comité Central desde el último Congreso, equivale a presentar un informe sobre toda nuestra revolución. Y creo que todos estarán de acuerdo en que, no sólo es imposible para un solo hombre realizar esa tarea en tan corto plazo, sino que, en general, es superior a sus fuerzas. Por ello he decidido limitarme a los puntos que, a mi juicio, son especialmente importantes en la historia de lo que nuestro partido tuvo que hacer durante ese período, yak luz de nuestras tareas actuales. Debo decir que en los tiempos que vivimos, dedicarse exclusivamente a la historia, a examinar el pasado sin pensar en el presente y en el futuro, es algo superior a mis fuerzas.

Para comenzar con la política exterior, se sobreentiende que aquí los rasgos principales son nuestras relaciones con el imperialismo alemán y la paz de Brest. Y me parece que vale la pena detenerse en este problema, ya que su significación no es solamente histórica. Me parece que la propuesta que hizo el poder soviético a las potencias aliadas o, más exactamente, la aceptación por nuestro gobierno de la propuesta que todos conocen, de celebrar una conferencia en las Islas de los Príncipes[3], me parece que esta propuesta y nuestra respuesta reflejan, en con el imperialismo que establecimos en el período de la paz de Brest. He aquí por qué considero que, ante el rápido ritmo de los acontecimientos, es importante referirse a la historia de este cuestión.

Cuando se decidía la paz de Brest, la construcción soviética, sin hablar sobre la del partido, se hallaba todavía en su etapa Inicial. Ustedes saben qué entonces el partido en su conjunto teína aún muy poca experiencia para determinar, siquiera en forma aproximada, la rapidez con que debíamos andar por el camino que habíamos elegido. El caos que, como ustedes saben, inevitablemente heredamos del pasado, hacía entonces extraordinariamente difícil reseñar los acontecimientos, conocer con precisión lo que estaba sucediendo. Además, el enorme aislamiento de Europa occidental y de todos los demás países nos privaba de todo material objetivo para juzgar la posible rapidez o las formas en que se desarrollaba la revolución proletaria en Occidente. Esta compleja situación hizo que el problema de la paz de Brest provocara no pocas discrepancias en las filas de nuestro partido.

Pero los acontecimientos mostraron que este obligado repliegue ante el Imperialismo alemán, que se amparó tras una paz extraordinariamente opresora, indignante, expoliadora, era el único paso acertado en las relaciones entre la joven república socialista y el imperialismo mundial (la mitad del imperialismo mundial). Entonces, cuando acabábamos de derrocar a los terratenientes y a la burguesía en Rusia, no nos quedaba absolutamente otra alternativa que la de replegarnos ante las fuerzas del imperialismo mundial. Quienes condenaron este repliegue desde el punto de vista del revolucionario, sustentaban en realidad una posición fundamentalmente falsa y no marxista. Olvidaban las condiciones, el prolongado y arduo proceso de desarrollo del período de Kérenski, y el inmenso trabajo preparatorio realizado en los soviets —después de las penosas derrotas de julio, después de la kornilovada— hasta que logramos, en octubre, que madurara por fin derrocar a la burguesía, y existiera la fuerza material organizada necesaria para tal fin. Se comprende que entonces no se pudiera hablar siquiera de algo parecido en escala internacional. En vista de esto, la lucha contra el imperialismo mundial tenía este objetivo: continuar la labor de disgregar al imperialismo y de esclarecer y unir a la clase obrera, que en todas partes comenzaba a agitarse, pero cuyas acciones aún no habían llegado a ser completamente definidas.

He ahí por qué la única política acertada fue la que adoptamos con respecto a la paz de Brest, aunque, como es natural, tal política acentuó entonces la enemistad de muchos elementos pequeñoburgueses que de ningún modo son necesariamente enemigos del socialismo en todas las condiciones y en todos los países. En este sentido la historia nos dio una lección que es preciso asimilar á fondo, pues no cabe duda de que tendremos que aplicarla repetidas veces. Esta lección consiste en que la actitud del partido del proletariado hacia los partidos democráticos pequeñoburgueses, hacia los elementos, capas, grupos y clases que en Rusia son especialmente fuertes y numerosos, y que existen en todos los países, constituye un problema extraordinariamente complejo y difícil. Los elementos pequeñoburgueses vacilan entre la vieja sociedad y la nueva. No pueden ser motores de la vieja sociedad ni motores de la nueva. Al mismo tiempo, no estas apegados a la vieja sociedad en igual grado que los terratenientes y la burguesía. El patriotismo es un sentimiento que guarda relación con las condiciones económicas de vida precisamente de los pequeños propietarios. La burguesía es más internacional que los pequeños propietarios. Tropezamos con este hecho en la época de la paz de Brest, cuando el poder soviético colocó a la dictadura mundial del proletariado y a la revolución mundial por encima de todos los sacrificios nacionales, por muy duros que fueran. Ello nos obligó a entrar en violento e implacable choque con los elementos pequeñoburgueses. En ese momento muchos elementos de este tipo se unieron a la burguesía y a los terratenientes contra nosotros, aunque más tarde comenzaron a vacilar.

El problema que han planteado aquí algunos camaradas respecto de nuestra actitud hacia los partidos pequeñoburgueses, es tratado con amplitud en nuestro programa y, en esencia, se tocará al discutir cada uno de los puntos de la orden del día. En el curso de nuestra revolución este problema ha dejado de ser abstracto, general, para convertirse en un problema concreto. En la época de la paz de Brest nuestra tarea como internacionalistas consistía en ayudar a los elementos proletarios, a toda costa, a fortalecerse y a consolidar sus posiciones. Y eso fue lo que entonces apartó de nosotros a los partidos pequeñoburgueses. Sabemos cómo los elementos pequeñoburgueses volvieron a vacilar después de la revolución alemana. Estos acontecimientos abrieron los ojos a muchos de........

 

 

 

 

 

[1] El VIII Congreso del PC(b) de Rusia se reunió en Moscú del 13 al 23 de marzo de 1919. Asistieron 301 delegados con voz y voto, en representación de 313.766 miembros del partido, y 102 delegados con voz, pero sin voto. Lo inauguró Lenin con un breve discurso de apertura. El orden del día del Congreso constaba del informe de balance del Comité Central, el Programa del PC(b) de Rusia, la fundación de la Internacional Comunista, la situación y la política militares, el trabajo en el campo, cuestiones de organización y otras.

El informe de balance del CC y los informes sobre el Programa del Partido y el trabajo en el campo los presentó Lenin.

En la resolución sobre el informe de balance del CC del PC(b) de Rusia el Congreso expresé "su completa aprobación de la gestión política del Comité Central".

El Congreso aprobó un nuevo programa del partido redactado por Lenin, Al examinar el programa, el Congreso rechazó las concepciones antibolcheviques de Bujarin, que propuso excluir del programa la característica del capitalismo premonopolista y de la pequeña producción mercantil. Las opiniones de Bujarin implicaban la negación menchevique-trotskista del papel del campesino medio en la edificación del socialismo. Al propio tiempo, Bujarin velaba el hecho del surgimiento y crecimiento de elementos kulaks de la pequeña economía mercantil. El Congreso rechazó también las opiniones antibolcheviques de Bujarin y Piatakov sobre la cuestión nacional, los cuales se pronunciaron contra el punto del derecho de las naciones a la autodeterminación y, por tanto, contra la igualdad de derechos de las naciones. El programa aprobado por el VIII Congreso del PC(b) de Rusia definía las tareas del Partido Comunista para todo el período de transición del capitalismo al socialismo.

Con relación al informe de Lenin sobre el trabajo en el campo, el Congreso adoptó una resolución sobre el paso de la política de neutralización de los campesinos medios a la de sólida alianza con ellos, apoyándose en los campesinos pobres para la lucha contra los kulaks, conservando el proletariado en esta alianza el papel dirigente. El acuerdo del Congreso sobre la alianza con los campesinos medios tuvo inmensa importancia para unir a todos los trabajadores para la lucha contra los intervencionistas y los guardias blancos, por la edificación del socialismo.

Con respecto a la cuestión militar el Congreso tomó un acuerdo orientado a reforzar el Ejército Rojo regular, mantener en él una disciplina férrea, remarcando especialmente el papel del núcleo proletario en el ejército, el papel de los comisarios y las células de partido en la educación política e instrucción militar en el Ejército Rojo. El Congreso señaló la necesidad de utilizar a los viejos militares y aprovechar los mejores adelantos de la ciencia militar burguesa. Declinó enérgicamente las propuestas de la llamada "oposición militar", que se pronunció en el Congreso contra la formación del Ejército Rojo regular y abogó en defensa de las supervivencias del espíritu de guerrilla en el ejército. Al mismo tiempo, el Congreso condenó los actos antipartido de Trotski en la dirección del Departamento de Guerra y exigió que se mejorase la labor de las instituciones militares centrales.

El Congreso tomó un acuerdo sobre la organización del partido y la administración pública soviética y replicó al grupo oportunista de Saprónov y Osinski, que negaba el papel dirigente del partido en la labor de los Soviets.

Dada la Inmensa afluencia de nuevos miembros al partido, el Congreso dispuso realizar una revisión general de los afiliados y mejorar su composición social.

El Congreso eligió un CC integrado por: V. I. Lenin, F. E. Dzerzhinski, M. I. Kalinin, E. D. Stásova y otros. Artiom (F. A. Serguéiev), M. F. Vladímirski, E. M. Yaroslavski y otros fueron elegidos miembros suplentes del CC.

[2] Véase V. I. Lenin, Obras completas, 2. ed. Buenos Aires, Ed. Cartago, 1971, "Biografías", tomo complementario 4. Los datos acerca de todas las personas que aparecen mencionadas en este tomo figuran en ese mismo volumen. (Ed.)

[3] Conferencia en las Islas de los Príncipes (mar de Mámara): fue propuesta por iniciativa de Lloyd George y Wilson, y debía reunir a representantes de todos los gobiernos existentes en el territorio de Rusia para elaborar medidas que pusiesen fin a la guerra civil.

El gobierno soviético decidió desenmascarar a los "reconciliadores" imperialistas y evitar toda falsa interpretación de sus actos. Los imperialistas trataron de presentar ante la opinión pública de todos los países la falta de respuesta del gobierno soviético como falta de voluntad de participar en la conferencia y de lograr la paz. A pesar de no haber recibido la invitación, el 4 de febrero de 1919 el gobierno soviético respondió aceptando participar en la conferencia. En el radiograma del Comisariato del Pueblo de Relaciones Exteriores de la RSFSR fueron formuladas las concesiones que el gobierno soviético estaba dispuesto a hacer a favor de la paz. El gobierno soviético declaró que aceptaba "comenzar inmediatamente las negociaciones, ya fuera en las Islas de los Príncipes o en cualquier otro lugar" y pedía que se le comunicara inmediatamente adónde, cuándo y por qué vía debía enviar a sus representantes.  Los imperialistas de la Entente dejaron sin respuesta este radiograma. En la esperanza de ahogar a la República Soviética por la fuerza de las armas, Denikin, Kolchak y otros gobiernos contrarrevolucioanarios se negaron a participar en esa conferencia, que no llegó a realizarse.

 

 

 

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