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Capítulo I. El joven Stalin.

 

En unos apuntes de viaje, escritos a finales de siglo pasado, Máximo Gorki describe así la pequeña ciudad de Gori:

"No se trata de un gran centro, parece uno de los muchos pueblos rusos; en el medio de la villa surge una alta colina encima de la cual se encuentra una fortaleza. En las laderas de la colina y a sus pies se encuentran diseminadas unas pequeñas chabolas y algunas casitas casi todas de piedra. Todo el pueblo tiene un color gris que da un tono de aislamiento y de reclusión. Sobre la ciudad un cielo de fuego, las aguas oscuras e impetuosas del Kura cerca de las casas, los montes no lejanos, en los cuales se abren con regularidad algunas cuevas —una ciudad de cavernas-; y aun más allá, en el horizonte— blancas nubes eternamente inmóviles- se encuentran los montes de la cadena principal, cubiertos de eternas nieves de plata".

Aquellas cuevas y aquellos "montes de plata" que rodeaban la pequeña villa campesina que surgía en la confluencia de dos ríos en un clima apacible y entre cultivos mediterráneos, habían constituido el último reducto de la fiera resistencia de los montañeses del Cáucaso, ante la conquista de sus tierras por el imperio zarista. Una resistencia casi individual, desorganizada y no política, cuyos líderes, medio caudillos del pueblo y medio bandoleros, habían sido exterminados por una feroz represión. Sus hazañas, agigantadas por la fantasía popular, constituían a comienzos del siglo, la materia favorita de los relatos y cuentos de los escritores georgianos que a través de la literatura patriótica se esforzaban por dar contenido y continuidad al espíritu nacional.

Georgia había perdido su independencia a finales del siglo XVIII. Los monarcas georgianos y la aristocracia terrateniente del país no habían opuesto ninguna resistencia ante el imperio zarista. Presionados por sus poderosos vecinos, turcos, persas y rusos, habían decidido vender su propia independencia a quien les garantizara la permanencia de sus propios privilegios, la feroz explotación de sus siervos y el mantenimiento de su religión oscurantista. Por ello la resistencia de estas clases había sida nula o, cuanto menos, muy débil. El movimiento antirruso de la nobleza "no dejó ningún rastro notable en la vida de los georgianos y no pudo enorgullecerse por ningún hecho, si se excluyen algunas conjuras de nobles georgianos en contra de los gobernadores rusos del Cáucaso". Por ello el movimiento nacional georgiano adquirió más tarde un tinte claramente burgués, cuando la joven burguesía de la región vio en las mercancías y en los capitales "extranjeros" una traba para su desarrollo.

Pero también el movimiento nacionalista-burgués de Georgia resultó ser extremadamente débil y sus frutos se manifestaron más en el terreno cultural y literario que en el plano político y de la lucha. Como el mismo Stalin observará más tarde, el hecho de que la anexión de Georgia a Rusia no hubiera traído ningún cambio notable en la condición de los campesinos y hubiera dejado en el poder a los viejos amos, hizo que el movimiento campesino no adquiriera un matiz nacionalista y mantuviera sus viejas formas. Además la misma burguesía georgiana, cuyo desarrollo incipiente se había producido al amparo de las inversiones "extranjeras" del capital que pretendía combatir, veía apagados sus ardores nacionalistas por unos lazos económicos que, aun impidiéndole un pleno desarrollo e independencia, le garantizaban un mínimo de negocios y de actividad económica.

Es preciso considerar además que las inversiones de capital en la región —imponentes en algunos casos- habían determinado un desarrollo del proletariado industrial que rebasaba en mucho los angostos límites de la burguesía local. Los intentos de la burguesía georgiana por situar al movimiento obrero en la órbita nacionalista fracasaron muy pronto, al aparecer, en el proletariado industrial de la región, los primeros brotes socialistas e internacionalistas.

La Georgia de finales del siglo, que muchos biógrafos de Stalin, ansiosos de proyectar una luz gris sobre la figura del gran revolucionario, nos pintan como un rincón perdido y casi provinciano del gran imperio de los zares, era en realidad un país en plena transformación y desarrollo, aún dentro de su atraso.

Tiflis, la capital, era una ciudad de 200.000 habitantes con numerosas fábricas, que empleaban cerca de 25.000 trabajadores. Se trataba, por lo general, de empresas medianas y pequeñas. En 1900 las empresas comerciales, industriales y de crédito en Tiflis eran aproximadamente 5.000 con un capital de cerca de 60 millones de rublos.

El pulmón de este importante desarrollo económico se encontraba, sin embargo, en Bakú. En Bakú los capitalistas rusos y extranjeros habían realizado importantes inversiones en la industria del petróleo. Los campos petrolíferos de Bakú eran los más importantes del mundo y la poderosa familia de los Rothschild se había apoderado de esta inmensa riqueza. En Bakú, además de los pozos se encontraban numerosas grandes fábricas y un proletariado industrial moderno y concentrado. Estos modernos complejos industriales se encontraban en el centro de una importantísima red de comunicaciones. Había numerosos obreros del ferrocarril (los primeros pasos de Stalin como dirigente revolucionario fueron en este sector) y un oleoducto que conectaba Bakú con el puerto de Batum a través del cual se establecían las comunicaciones con los más importantes puertos extranjeros. Existían además unes importantes minas de manganeso en Cjatury (5.000 obreros en 1900) y de carbón en Tkribuli.

Si la conquista de Georgia por parte del imperio ruso había dejado prácticamente sin modificar las condiciones de vida de las grandes masas campesinas, grandes cambios se produjeron al aparecer los primeros síntomas de desarrollo industrial producidos por las inversiones de capital extranjero. La liberación de los siervos, que se produjo en Georgia con algunos años de retraso con respecto al resto de Rusia, tuvo el objeto de liberar grandes cantidades de mano de obra barata para la industria de la capital. Este proceso fue advertido profundamente en el mundo campesino del cual procedía la familia de Stalin. El padre, Vissarion Dzugasvili, un ex-siervo liberado, procedente de un pueblo cercano a Gori, tuvo que trasladarse a Tiflis a una fábrica de pieles. En la capital conoció a Ekaterina Geladze, la madre de Stalin, de la cual tuvo varios hijos, de los cuales Stalin fue el único que llegó a la edad adulta. También Ekaterina había sido sierva de la gleba y había tenido que emigrar a la ciudad. Después de una temporada como obrero en la ciudad, Vissarion, con unos pocos ahorros, volvió a Gori en donde abrió una zapatería en su propia casa. Aquí el 21 de diciembre de 1879 nació Stalin. En 1885 tras fracasar en su intento de mantener una actividad independiente, el padre de Stalin tuvo que volver a Tiflis como obrero, dejando a su mujer y a su hijo en el pueblo. Ekaterina contribuía al mantenimiento de la familia lavando ropa.

Estas vicisitudes, abandono de la tierra, miseria, búsqueda de un salario en la fábrica, pérdida del trabajo y paro, separaciones de la familia, muerte de los hijos, representan situaciones típicas de la primera fase industrial, en la cual imponentes masas de hombres se encontraban separados de sus ocupaciones tradicionales, sumidos en la inseguridad, entre la fábrica y la tierra, viviendo pobremente y con un futuro inseguro. Podemos decir que Stalin en su propia familia y durante toda su infancia, vivió la experiencia dramática del proletariado en formación de su patria.

Entre los padres de Stalin, surgieron contradicciones de cara a la educación del niño. Vissarion, teniendo en cuenta la situación extremadamente difícil de la familia, quería que éste trabajase. Pero Ekaterina se hacía muchas ilusiones acerca de las posibilidades de que su hijo pudiera tener un destino menos duro que el de sus padres. Todos los contemporáneos nos pintan al pequeño Stalin como a un niño muy inteligente y vivo. El cura del pueblo se había fijado en él y había convencido a Ekaterina de que con algunos sacrificios y alguna ayuda habría podido estudiar para cura. La madre, una mujer enérgica y sensible, supo imponerse al padre y peleó duramente para la realización de su objetivo. Así en 1888 logró que José ingresara en la escuela parroquial de Gori. El niño consciente de los sacrificios que ello suponía para sus padres, se dedicó apasionadamente al estudio y obtuvo un subsidio del ayuntamiento para su familia. Así, en 1894, a los catorce años, obtuvo un premio y, cosa absolutamente excepcional para un hijo de campesino, superó los exámenes para ingresar en el seminario teológico de Tiflis.

En la escuela, Stalin tuvo un primer contacto con la opresión de su pueblo, que ya, en su familia, había vivido en su dimensión cotidiana, en sus aspectos más profundos, de tipo político.

Cuando ingresó en la escuela la enseñanza era en lengua georgiana. El georgiano era la única lengua que él hablaba, y la única que jamás llegarán a hablar sus padres. Pero al segundo año llegaron funcionarios rusos y la lengua georgiana fue prohibida. Por el simple hecho de hablar en su lengua los niños sufrían duros castigos. Los funcionarios rusos actuaban con despotismo y manifestaban el más absoluto desprecio para Georgia y para su pueblo. Entre los jóvenes se difundió rápidamente el espíritu de rebelión y tuvo gran auge la literatura patriótica en lengua georgiana. Una de las primeras lecturas de Stalin fue la novela "El parricidio" del escritor Aleksander Kazbegi, en la cual se relataba la resistencia de los montañeses de Georgia contra los rusos. El protagonista de la novela se llamaba Koba. Esta lectura tuvo que impresionar fuertemente su fantasía de niño. Más tarde "Koba" sería su primer nombre de guerra.

En el mes de febrero de 1892 los funcionarios rusos de la escuela condujeron a los niños a asistir en la plaza de Gori a la ejecución de tres campesinos. Máximo Gorki, que por casualidad se encontró asistiendo a aquella misma ejecución, nos ha dejado una descripción del fiero comportamiento de los campesinos y del "rostro inexpresivo, como si fueran de madera" de los soldados que los ejecutaban. Un ex-alumno de la escuela, P. Kapanadze, recuerda como los niños estallaron a llorar ante el bárbaro espectáculo, y como aquel episodio fue motivo de grandes discusiones entre ellos en los años siguientes. Todos ellos contrariamente a lo deseado por sus "educadores" se identificaron con aquellos "bandidos" y no con sus asesinos.

El seminario teológico de Tiflis era por aquel entonces la única institución de enseñanza superior de Georgia. El zarismo, consciente del hecho de que el foco del movimiento nacionalista se encontraba en los ambientes intelectuales y literarios, siempre se había opuesto a que en Georgia surgieran instituciones universitarias, aunque fuera de lengua rusa. Por ello, al seminario de Tiflis no acudían solamente los futuros curas ortodoxos sino toda la juventud georgiana, esencialmente de la mediana y pequeña burguesía, que quería alcanzar un nivel de instrucción superior y que no tenía medios para acudir a las universidades de San Petersburgo, Moscú, etc. El mismo Stalin, como observara más tarde, en el momento de ingresar en el seminario, ya no tenía ninguna ilusión de tipo religioso.

El carácter particularmente oscurantista y reaccionario de la enseñanza propia de un seminario, no podía dejar de suscitar la resistencia de unos jóvenes que en su mayor parte acudían allí movidos por intereses no religiosos. Esto explica que la lista de ex-alumnos del seminario teológico de Tiflis comprende a la inmensa mayoría de las figuras destacadas del movimiento revolucionario y político georgiano de la época. En primer lugar a Noah Zordana, futuro líder del menchevismo de la región y dirigente del POSDR en oposición a Lenin, que había estudiado en el seminario unos diez años antes que Stalin. En 1892 Zordana había fundado el Messame Dasi ("El Tercer Grupo", llamado así para distinguirle de los anteriores movimientos de corte liberal y populista), de tendencia socialista, del cual Stalin formaría parte. Exiliado Zordana había colaborado en el extranjero con Kautsky y Plejanov, lo cual a su vuelta le acarrearía un gran prestigio en los círculos de jóvenes. Otra figura destacada que estudio en el seminario sería Cheidze, futuro presidente de las Soviets entre febrero y octubre de 1917 en la etapa en que los Soviets estaban aún dominados por los mencheviques. En el seminario estudiaron la mayoría de los líderes de la izquierda socialdemócrata georgiana (que formaría más tarde el núcleo del bolchevismo en la región): en primer lugar Stalin, pero también los hermanos Lado y Vano Ketschoveli, Macharadze, Micha Tshakaja y otros jóvenes.

De estos últimos la figura más destacada es sin duda aparte de Stalin, la de Lado Ketschoveli. Este, un poco mayor que Stalin, había encabezado en 1893 une revuelta en el seminario, pidiendo la expulsión de algunos enseñantes y la creación de una cátedra en lengua georgiana Lado fue expulsado junto con otros 86 estudiantes. Este episodio reunía muchos antecedentes en el seminario de Tiflis. Ya, hacia 1870, había habido revueltas, expulsiones, círculos clandestinos populistas. En 1885 el estudiante Sylvester Dzjbladze (otro futuro dirigente del Messame Dasi) abofeteó al rector, un ruso que había definido el georgiano como una "lengua para perros". En 1886 otro estudiante mataría a éste mismo rector.

Como vemos, el clima que Stalin encontró en el seminario no era un clima apacible, sino más bien un clima de lucha, de revuelta. Como observa su ex- compañero de escuela parroquial y futuro compañero de lucha V. Ketschoveli "cada uno de nosotros, al dejar la escuela, se sentía animado por el más vivo deseo de servir a la patria. Pero nadie tenía una idea muy clara de la manera en que sería posible servirla". Estos sentimientos, surgidos de la experiencia de la represión en la escuela y de los primeros contactos con la literatura nacional, en el seminario fueron precisándose en el contexto políticamente más desarrollado y en una edad más adulta.

A los quince años Stalin entró en contacto con los grupos de exiliados socialdemócratas que se encontraban en el Cáucaso. Es a partir de estos primeros contactos cuando Stalin comenzó a acercarse al marxismo según él mismo declarara años más tarde en el curso de una entrevista al escritor Emil Ludwig. En el Cáucaso, como en Siberia, el zarismo solía deportar a numerosos opositores políticos. En 1825 un regimiento entero de "decebristas" había sido deportado a la región. Más tarde la misma suerte había tocado a numerosos populistas. Estos exiliados habían contribuido muchísimo al desarrollo de las tendencias antizaristas en Georgia. Hacia finales del siglo comenzaron a aparecer en la zona algunos deportados socialdemócratas.

No sabemos con quiénes concretamente Stalin estableció contactos en esta época. Sin duda se encontraban entonces deportados en la región Michail Kalinin y el obrero petesburgués Sergej Alliluiev que más tarde sería su suegro.

Las nuevas perspectivas abiertas por estas relaciones le hicieron aun más insoportable la atmósfera del seminario. La enseñanza tenía un signo absolutamente oscurantista. Las materias de estudio se centraban esencialmente en la teología y en las asignaturas religiosas. Stalin comenzó a abandonar el estudio de todo aquello que no le atraía y a centrarse en sus nuevas inquietudes. Pero ello no era fácil. La represión de los curas abarcaba todos los aspectos de la vida de los seminaristas. Stalin definiría más tarde el clima en que se vivía como humillante.

  1. Glurgidze, compañero suyo, recuerda: "Algunas veces leíamos incluso en la capilla, durante la misa, escondiendo los libros debajo de los bancos. Naturalmente debíamos de tener muchos cuidados para que los maestros no nos sorprendieran. Los libros eran los amigos inseparables de José, no los abandonaba ni siquiera durante las comidas".

 

 

 

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