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Durante las grandes transformación de los años 50 los asalariados han obtenido el derecho a una jubilación, a una vivienda decente, a una cobertura en materia de salud y el acceso a la educación. Este compromiso ha permitido además impulsar la dinámica de acumulación de manera eficaz. Todo ello servía para compensar la dinámica fordista de la división del trabajo. En la época, dos condiciones fundamentales soportaban el sistema. La Unión Soviética aparecía todavía como un modelo alternativo y los sindicatos fuertemente organizados utilizaban su poder de negociación para aumentar los salarios y mejorar la cobertura social. Cuando estas dos amenazas se deterioran, asistimos a la aparición de un nuevo régimen económico y social basado en el reinado del capital. En la nueva situación,  los responsables políticos tratan de que el territorio del Estado-Nación sea un lugar con capacidad de atraer las inversiones directas extranjeras y no un espacio para el desarrollo de lo social.

 

Aproximación a la “nueva economía”

La expresión “nueva economía” tiene una fuerte connotación ideológica y trata de ofrecer por todo el mundo una explicación a aquellos que esperan que el capitalismo americano sea el referente de la sociedad futura.. La nueva economía pretendía dar argumentos que justificaban el vigor de la expansión de la burbuja financiera, la expansión bursátil, en base a factores que estaban enraizados en la economía real de los Estados Unidos de América ([1]). Estos factores serían la difusión de las tecnologías de la información y de la comunicación y la recuperación del crecimiento de la productividad del trabajo. En esta línea, la OCDE identifica a la nueva economía como un crecimiento tendencial más fuerte,  resultante de modos de gestión mas eficaces en las empresas por las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación y de un crecimiento mas fuerte de la productividad multifactorial. Esta explicación ideológica de la situación todavía es mayor que la utilizada con la palabra globalización, y define o esconde el capitalismo imperialista, el neoliberalismo y la desreglamentación.

 

Tres cambios estructurales

Pero al igual que ocurre con la globalización, el concepto ideológico de la nueva economía nos sirve también como referencia para estudiar y considerar las transformaciones en curso. Constatamos así, en una primera aproximación la conformación de tres cambios estructurales: la difusión de un nuevo sistema técnico centrado alrededor de las tecnologías de la información y de la comunicación; la entrada en una nueva fase de internacionalización de las economías industrializadas y la extensión de un proceso de terciarización que afecta tanto a las tareas internas de la empresa como  a la relación entre las diversas firmas ([2]). Los tres cambios estructurales evocados son interdependientes.

El primer cambio estructural concierne a la difusión de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, que paradógicamente tienen un débil impacto sobre la dinámica de la productividad. Así, la ralentización de las ganancias de productividad observada en la década de los 70 y 80 y que se ha prolongado en los años 90, concierne a todas las actividades y a todos los países desarrollados, sin que se puedan claramente explicar las causas.([3])

La segunda transformación estructural, es la internacionalización de las economías,  que se percibe a través de la facultad de situar la estrategia de los productores a escala internacional.  A ello se añaden los flujos de intercambio entre personas, informaciones, ideas, técnicas, y conocimientos científicos. Mucho de estos intercambios son inmateriales y por lo tanto no aparecen en las estadísticas. Ello representa una particularidad importante del nuevo esquema de desarrollo.

La tercera transformación estructural concierne a la fase contemporánea de terciarización de la economía. La fase actual de esta evolución se distingue por la expansión de los servicios a las empresas, en las fases claves de la producción y de la distribución. Esta fase manifiesta también el desarrollo de nuevos empleos de alta cualificación.

 

La mundialización del asalariad@

Observamos paralelamente que la característica dominante del período actual en los últimos 10 años es la generalización de la relación asalariada a nivel mundial. El fenómeno acontece además en nuevos países muy poblados, en el que el potencial de expansión de la relación asalariada es enorme. Analistas como Michel Aglietta ([4]) consideran que en estas circunstancias el capital va a desplazarse de los países industrializados del centro hacia estos países donde se extiende el asalariad@; de manera que la extensión internacional del capital va estar sostenida por flujos permanentes de capitales del Norte hacia el Sur.

Nos encontramos de esta manera ante un fenómeno nuevo que rompe con los flujos de los decenios anteriores derivados de los choques de los precios del petróleo y de los desequilibrios debidos a los déficits americanos y a los excedentes de la balanza comercial japonesa y alemana. Ahora, Europa presenta excedentes globales crecientes de su balanza de pagos que se traducen en condiciones macroeconómicas favorables para la exportación de capitales.

En este perspectiva, los líderes de la economía capitalista necesitan desarrollar una regulación financiera internacional  al objeto de ofrecer las garantías necesarias al funcionamiento de los mercados internacionales de capitales y asegurar el carácter permanente de estos procesos. Las crisis financieras de la década, como la que se ha venido a denominar como la crisis asiática y la que anteriormente ha sufrido Méjico, ilustran los cambios y sacudidas provocados  por la abertura financiera en las sociedades salariales que se encuentran actualmente en pleno desarrollo.

Hay que considerar además que la extensión mundial del asalariad@ se opera en un cuadro de acumulación intensiva  y de transformación tecnológica. Y este cambio tecnológico que contribuye a sostener la tasa de beneficio en un contexto de incremento de la competencia, transforma también la estructura de las cualificaciones en el seno de la población activa ocupada.

Este proceso incide de manera diferente en los niveles salariales. Así, tiende a fijar los salarios de la mano de obra no cualificada a nivel de la remuneración en el coste marginal mundial. En sentido opuesto, una parte creciente de la fuerza de trabajo cualificada  se beneficia progresivamente de la movilidad internacional. Este es el caso de ciertos cuadros en el seno de las grandes empresas, en  las que las condiciones de  remuneración están cada vez más internacionalizadas.

Asistimos también a una tendencia a la individualización que cuestiona fuertemente a las organizaciones sindicales, a las organizaciones profesionales y a los sistemas de negociación colectiva que constituyen el cimiento de la regulación socio-económica anterior. Estamos hablando de la época del Fordismo-Keynesianismo.

 

El  Fordismo-Keynesianismo

La crisis de 1929 rompió el orden social creado por el Taylorismo y las nuevas instituciones financieras. La hegemonía del mundo financiero fue cuestionada y se proclamó la necesidad de, limitando la actividad de los mercados, adoptar medidas para crear empleo ([5]).La solución keynesiana  pasaba por la  intervención del Estado en la economía y la reglamentación de la actividad  de las instituciones financieras.

El objetivo marcado de “pleno empleo” añadía un objetivo social a la búsqueda del beneficio empresarial, privando al capitalismo de una de sus armas mas formidables: la reconstitución de la armada de reserva industrial. Y la lucha por el pleno empleo ayudaba al reconocimiento del derecho al trabajo y a la emergencia de los sistemas de protección social. En fin, la intervención del Estado abarcaba, a través de las nacionalizaciones, el control de segmentos estratégicos del sistema productivo y se extendía al conjunto de la economía conformando las economías mixtas posteriores a la II Guerra Mundial.

En su esencia, el modelo Keynesiano-Fordista estructuraba tres aspectos diferentes:

. Era un modelo de organización del trabajo que especializaba aún mas la división del trabajo taylorista, mecanizando el proceso e introduciendo la cadena de montaje. A este nivel, el fordismo incrementó enormemente la productividad del taylorismo, introduciendo la "mecanización" en la organización del trabajo e imponiendo el ritmo de trabajo al trabajador/ra desde el exterior de éste. De esta manera se generó la producción masiva de series largas, de bajo precio y estandarizadas([6]).

. Era también un régimen de acumulación. Se trataba de una producción de masa con fuertes incrementos de productividad y considerables incrementos de la intensidad de capital utilizado por trabajador/ra. De esta manera, manteniendo estable la tasa de beneficio, la acumulación fordista permitía  la repartición regular del nuevo valor añadido creado por los incrementos de productividad, entre los trabajadores/ras y la empresa (inversiones empresariales, dividendos e incrementos salariales). El sistema tendía hacia el pleno empleo y generaba una cultura consumista generalizada.

. Era también un modo de regulación. Así, al objeto de superar las contradicciones derivadas de los intereses de los empresarios a corto y a medio término (que resultan contradictorios), el modelo fordista regulaba la demanda en el interior de cada Estado-Nación, implantando el "Estado-Providencia" y desarrollando un sistema de seguridad social; incluyendo también una legislación social que aseguraba el salario mínimo y una articulación de las relaciones laborales que reconocía las organizaciones sindicales y generalizaba los Convenios Colectivos.

Con estas premisas, el Fordismo desarrolla una forma de progreso técnico y tecnológico que orienta el maquinismo a las exigencias de una especialización cada vez más avanzada. Este recurso al maquinismo, permite además mejorar el control de los procesos de trabajo,  aumenta progresivamente la composición orgánica del capital, y desarrolla la producción en serie de mercancías estandarizadas, rebajando el tiempo de trabajo necesario para su fabricación y estandarizando el consumo. Todo ello se traduce, en una economía de mercado, en el desplazamiento de las empresas menos competitivas. .....

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[1] El ciclo “high tech”  representa la literatura por la cual la fase de crecimiento de los Estados Unidos anunciaría una nueva era que debería instalarse en el tiempo y extender sus beneficios al conjunto del mundo. Sin embargo el milagro del crecimiento económico de los años 1995-2000  es la expresión de una coyuntura macroeconómica propia y específica a la primera potencia hegemónica en el seno de la mundialización financiera que le permite dirigir y arrastrar hacia sus mercados financieros las rentas que los rentistas y oligarcas del mundo entero quieren colocar de manera segura y con un rendimiento elevado.

[2] “Les aleas de la croissance dans une economie fondee sur le savoir”. Petit Pascal. Working Papers. CEPREMAP. 1998. http: //www.cepremap.cnrs.fr

[3] Se debe al economista Robert Solow (premio novel en 1987) la reflexión según la cual “la informática se ve en todos los sitios menos en las estadísticas”. En efecto, a pesar de las considerables inversiones realizadas en lo inmaterial (investigación y desarrollo), logiciales, etc. el crecimiento de la productividad ha sido netamente mas bajo en los años 90 que en las décadas de los años 60 y 70. Hay que considerar también que la eficaz utilización de las nuevas tecnologías exige un proceso de tiempo y reorganización a las empresas.

[4] “Entrevista con Michel Aglietta”.Gérard Vindt. 500 ans de capitalisme. Edit. Mille et una Nuits. 1998.

[5] “La dynamique du capital. Un siècle d´économie américaine”. Duménil G, Lévy D.Presses Unibersitaires.1996.

[6] Es evidente que esta "imposición" y "socialización" del ritmo de   trabajo se distingue del "rendimiento individual" propio del Taylorismo.