Categoría: Libros sobre MLNV
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ÍNDICE

1. Apuntes prehistóricos y medievales para la comprensión de Euskadi 
2. La Edad Moderna y los Fueros vascos
3. Carlistas y fueristas: el antijacobinismo popular vasco del siglo XIX
4. La Restauración de 1874 y el surgimiento del nacionalismo vasco: independentistas y colaboracionistas 
5. Fascismo contra nacionalismo vasco. El Estatuto de autonomía y el gobierno de Euskadi en la guerra civil y en el exilio
6. La crisis del franquismo y la cuestión vasca: Euskadi ta Askatasuna (ETA), movimiento socialista vasco de libe ración nacional
Epílogo. Reflexiones sobre socialismo y patriotismo vasco   

 

     

1. Apuntes prehistóricos y medievales para la comprensión de Euskadi

  

En la casi totalidad de los países europeos contemporáneos en modo alguno puede afirmarse que la prehistoria, esa noche de los tiempos de la que emerge la historia, incida en su fisionomía actual. Sin embargo, el conjunto de los territorios que comprende la actual Euskadi son al respecto un caso singular. No pocas de sus particularidades étnicas, que tanto han influenciado su historia —y la más llamativa de todas es la pervivencia hasta la actualidad de una lengua prerromana en un territorio que hace de corredor entre dos de las entidades más importantes de la familia latina, la península ibérica y el hexágono francés—, son debidas a la excepcional perduración de la prehistoria vasca. Euskadi no penetra en su conjunto en la historia hasta un periodo de tiempo que abarca cuatro siglos IX, X, XI y XII; la formación de las clases sociales en su Edad Media histórica queda así condicionada por la pervivencia de las estructuras democráticas tribales de la prehistoria y procede de la disolución de éstas.

La anormal ausencia de información sobre las estructuras económicas, sociales, culturales y lingüísticas de los siglos que hacen de bisagra entre estas dos grandes fases del desarrollo humano en el País vasco —por no hablar de los siglos anteriores—, ausencia desesperante para quien desea sumergirse en su estudio, no es casual; la prehistoria no ofrece datos históricos.

Por tanto, la mayor parte de las conclusiones de este capítulo se presentan, más que como conclusiones, como hipótesis de trabajo.

  

La democracia matriarcal primitiva

 

El antropólogo Morgan define a la gens tribal (o familia gentilicia), como una estructura matriarcal. Consiste ésta en un círculo cerrado de parientes consanguíneos por líneas femenina que procede de un tronco común, esto es, una misma madre. El comercio sexual queda terminantemente prohibido dentro de la misma gens, eliminándose de este modo el debilitamiento racial que supone la consanguineidad; hombres y mujeres se emparejan siempre con miembros de otras gens. En una primera fase, el matrimonio es un matrimonio por grupos —del que, como hemos dicho, quedan excluidos hermanos y colaterales formándose comunidades de mujeres y comunidades de maridos; ante la imposibilidad de conocer al padre, los hijos pertenecen a la madre.

Así pues, los hijos de hermanas son hermanos entre sí, y los tíos maternos, padres; por el contrario, los hijos de hermanos son, entre sí, primos; solamente a los tíos paternos se les llama tíos. Posteriormente, la pareja conyugal cobra cierta consistencia, al convertirse en imposible el matrimonio por grupos por la creciente exclusión de parientes consanguíneos; pero el vínculo se disuelve con facilidad, y los hijos siguen perteneciendo sólo a la madre. Al formarse la pareja, la mujer permanece en su propia gens, quedando sus hijos en el seno de ésta; el hombre, por el contrario, sale de ella, quedando sus hijos en la gens de la esposa. De la gens primitiva van, pues, desgajándose gens en número creciente; aquélla se convierte en una tribu, formada por distintas gens que se unen entre sí por lazos consanguíneos.

Hasta cuándo ha perdurado esta estructura gentilicia matriarcal entre los pueblos vascos no puede decirse con certeza; pero que ha existido, y hasta fecha no muy remota en el tiempo, es indudable. La lengua vasca actual ofrece una sorprendente confirmación de esta teoría.

Veamos lo que dice Julio Caro Baroja en su obra Los vascos:

«...y aquí viene lo curioso: cuando se trata de fijar el parentesco entre hermanos y hermanas aparece en todos los nombres el mismo sufijo “ba” (u otro claramente emparentado con él), pero no al designar a los hermanos cuando se habla de ellos sin referencia a las hermanas [en bastardilla en el original]. Así “anae”, “anaye”, “anaya”, es “hermano de hombre “arreba” es hermana de hombre, “neba” hermano de la mujer, y “aizpa” hermana de la mujer. De donde resulta que los varones quedan un tanto aislados entre sí, siguiendo esta nomenclatura. Los hermanos, en conjunto, son simplemente niños que viven en compañía unos de otros (“senideak”, “aurrideak”).”

“... Los nombres de los tíos son curiosos: el hombre es “osaba”, “oseba”, “osoba”. La mujer “izaba”, “izeba”, “izeka”. Vuelve a aparecer aquí singularmente el sufijo “ba”. Aunque los tíos maternos y paternos sean designados con los mismos nombres, hay derecho a preguntarse (como varias veces se ha hecho) si este sufijo, en un principio, no serviría para la línea femenina sobre todo, pues tal parece desprenderse del análisis de los nombres de hermanos».

El texto no requiere comentarios. Por otra parte, en el mundo mítico del campesino vasco ocupa aún hoy un puesto relevante un personaje femenino majestuoso y terrible; personaje que pudiera proceder de la mitificación de la primitiva madre común en el pasado tribal vasco y que, al superar la prueba del fuego del cristianismo y llegar hasta nuestros días, ha adquirido rasgos terroríficos. (Pero este origen del mito no pasa de ser una hipótesis aventurada por el autor). Este mito es el de Maia, Amaya o Mari. Así lo describe Caro Baroja:

«Vinculado con las cuevas y con las grandes montañas del centro del país sobre todo, existe un mito que ofrece caracteres parecidos —a mi juicio— a los de otros mitos ctónicos (sic) de pueblos de Europa. Aludo al de “Mari”, numen estudiado por Barandiarán; a “Mari” se le llama también “la dama” (de Muru, de Aketegui, de Amboto, etc.), la “señora”, la “bruja”, y la “maligna”. Sus moradas son las sierras y altos de Orhy, Aralar, Aya, Oiz, Amboto, Gorbea, etc. [...], y cuevas o espeluncas de diversas localidades de Guipúzcoa, Vizcaya, Navarra y el País vasco francés; así se la designa también con el nombre de Mari de la Cueva. Aparece en formas diversas. Corrientemente, en la de mujer de extraordinaria belleza. Va de un lado al otro, por el aire, rodeada de chispas, y se producen grandes estampidos cuando se oculta en uno de sus antros”.

¿En qué fase del desarrollo humano surgen estas estructuras gentilicias, y hasta qué fase perduran? ¿Qué relaciones sociales les corresponden? Engels en su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estadodivide la evolución del desarrollo humano previo a la civilización en dos grandes fases: la del salvajismo y la de la barbarie. El salvajismo se caracteriza por la apropiación humana de productos ya elaborados por la naturaleza, por la recolección de frutos, la caza y la pesca. La barbarie se caracteriza por el incremento de la producción de la naturaleza mediante el trabajo humano; esto es, mediante la ganadería y la agricultura. La familia gentilicia surgiría en la transición del salvajismo a la barbarie, y perduraría hasta la transición de la barbarie a la civilización. Este tipo de familia sería el fruto de una larga evolución a partir de la primitiva promiscuidad sexual; las etapas de esta evolución consistirían en sucesivas exclusiones de grupos de gente del trato sexual, primero de generaciones de padres e hijos entre sí, después de los hermanos entre sí, y más tarde de los parientes laterales y de los consanguíneos, exclusiones necesarias para la supervivencia de las razas, que sólo se fortalecen —contrariamente a lo que afirman los paladines de todo purismo racial— mediante su mezcla y la selección de las especies.

Esta estructura se mantiene en tanto en cuanto la agricultura y la ganadería —actividades propias de la fase de la barbarie— no progresan lo bastante para producir un excedente de producto sobre las necesidades de consumo de los miembros de la gens; en tanto en cuanto los bienes duraderos se limitan a la habitación, adornos y enseres, y pueden transmitirse sin problemas de la madre al hijo. Pero en cuanto la domesticación y cría de animales llegan a crear manantiales de riqueza, y los bienes duraderos exigen cuidado y reproducción crecientes, este excedente va erosionando la propiedad colectiva de bienes de la gens, y creando la propiedad privada de las tierras y rebaños; el hombre, dueño de rebaños y tierras, quiere modificar a su favor el derecho de herencia; sus descendientes permanecen en su gens, mientras que los de la mujer pasan a la gens del padre. La necesidad de asegurar la fidelidad de la mujer y la paternidad de los hijos marca el tránsito a la estricta monogamia. La familia se alza amenazadora ante la gens; ésta se divide en poseedores, por una parte, y desposeídos y sojuzgados, por otra. Los tiempos históricos suceden a los prehistóricos, y las grandes masas de los desposeídos experimentan en su pellejo las delicias de la historia y de la civilización; el matriarcado cede el paso al patriarcado, y el comunismo primitivo tribal y gentilicio se transforma en alguna de las formas de sociedad de clases que se han producido históricamente.

Prehistoriadores vascos han descubierto pruebas abundantísimas de existencia humana en los territorios de la actual Euskadi que no había superado la fase primitiva del salvajismo. La conclusión que se impone es que la agricultura y la ganadería no han producido en gran parte de Euskadi excedentes suficientes como para disolver las estructuras tribales hasta los siglos IX, X, XI y XII, en los que hace su aparición el feudalismo vasco.

Engels clasifica al salvajismo en tres estadios y a la barbarie en otros tres. En el estadio inferior, los hombres viven en los árboles de los bosques, y se alimentan de los frutos y raíces de las plantas. En el estadio medio, el descubrimiento del fuego, que permite convertir el pescado en alimento, inaugura la existencia errante del hombre, pues éste se desplaza por ríos y costas. Instrumentos de piedra no pulimentada, tales como mazas y lanzas, le habilitan para cazar; pero la caza, dada su irregularidad, no es la fuente alimenticia principal. Aparece el lenguaje articulado, como fruto de la necesidad de colaboración social que impone la caza. En el estadio superior del salvajismo, la invención del arco y de la flecha proporciona regularidad a la caza como fuente de alimentos; la vida nómada del hombre va dando paso a una cierta residencia en moradas, y los instrumentos se fabrican con piedra pulimentada.

Este estadio desemboca en el estadio inferior de la barbarie. El hombre aprende a domesticar y criar animales; el pastoreo se abre camino, y con él, el cultivo de cereales —pues éstos, en un primer momento, no están destinados a alimentar al hombre, sino a asegurar el forraje de los animales en ciertas épocas del año. El estadio superior, en fin, se caracteriza por la fundición del mineral de hierro, que permite la fabricación del arado y, con él, la agricultura a gran escala, y por la aparición de la escritura alfabética.

Pero estas fases sólo se encadenan sucesivamente unas con otras en la humanidad considerada en su conjunto. En territorios concretos, pueden convivir —en términos, desde luego, nada pacíficos— pueblos en fases distintas de desarrollo; y pueblos concretos, gracias al contacto con otros más adelantados, pueden pasar de una fase de desarrollo a otra muy superior saltando por encima de las intermedias. En el salvajismo y el estadio inferior de la barbarie, los prisioneros de las guerras tribales o se adoptan o se matan (y tal vez se comen). Pero el desarrollo de las riquezas agrícolas y ganaderas en estadios más avanzados incita a la captura de mano de obra esclava. (Es posible que tal fuera el peligro que los bárdulos, caristios y autrigones, que habitaban al parecer los territorios que hoy abarcan Vizcaya y Guipúzcoa, corrieran a manos de las más adelantadas tribus pastoriles vasconas del Pirineo navarro de los celtas al sur y de los cántabros al norte. Si tal fuera el caso, ésta sería la razón de la pasividad y la cooperación de aquéllos con los romanos en sus guerras contra los cántabros.)

 

Huellas prehistóricas prerromanas

 

Veamos qué nos dice Barandiarán en su obra El hombre prehistórico en el País vasco. Las conclusiones de éste proceden de la investigación de diversos yacimientos prehistóricos, y muy especialmente los de Isturitz y Santimamiñe, en los cuales los restos de los cuerpos, las industrias, las artes y los enseres de los hombres que habitaron la tierra vasca han ido formando estratos diferentes a lo largo del tiempo, constituyendo por ello, según nos dice aquél, “verdaderos archivos en los que los documentos se hallan cronológicamente ordenados”.

El hombre ha dejado vestigios de su paso por estas tierras, durante un tiempo indeterminado que los antropólogos denominan fases inferior y media del paleo lítico, que se extiende desde el primer hasta el tercer periodo interglaciar (las hachas de pedernal y piedra no pulimentada halladas en Xabiaga, Olha e Isturitz, son instrumentos correspondientes al estado medio del salvajismo). Es en la última glaciación, la wurmiense, o paleolítico superior (era de la piedra pulimentada) que dura hasta hace diez mil años, cuando aparecen en Euskadi los restos de los instrumentos típicos del estadio superior del salvajismo. La fauna es la propia de un clima frío; mamuts, rinocerontes, renos, toros, bisontes, ciervos, caballos y osos debieron ser el objeto de la caza de aquellos hombres. El hombre empieza a residir con cierta fijeza en moradas; éstas son las cuevas, “ate” en vasco, emplazadas en los lugares de tránsito de los animales. Se inicia probablemente en este periodo la estructura gentilicia, así como la delimitación de los territorios de caza tribales. Veamos lo que nos dice Barandiarán al respecto:

«Este [el hombre], moraba en las cavernas, cuya temperatura debió ser mucho más benigna que la de afuera, donde el ambiente era generalmente de frío intenso. Un hoyo circular abierto en el suelo, no tan lejos de la entrada que la luz del día no le alcanzara, era el emplazamiento del hogar. Alrededor se colocaban varias piedras de asiento. Hogares de esta forma, ocupando el centro de la cocina, existen todavía a principios de este siglo en algunos caseríos de Aulestia (Vizcaya). [...] todo parece indicar que en la elección de sus moradas, los hombres tuvieron e n cuenta la proximidad de los “ate”, o sitios apropiados al pasaje espontáneo o forzado de los animales que vivían en la comarca. [...] los territorios de caza y de recolección debieron de estar limitados, de suerte que cada grupo de cazadores actuase sólo dentro de su zona. Esto explica, en parte, las diferencias de tipos de instrumentos observados en regiones poco distantes.»

Es en los tres periodos del paleolítico superior, el solutrense, auriñaciense y magdaleniense, cuando aparecen en las cuevas vascas, y especialmente en Isturitz y Santimamiñe, reproducciones plásticas de animales y de escenas de caza que en nada desdicen de las coetáneas de la cueva de Altamira, pertenecientes por otra parte al mismo ciclo cultural; reproducciones que por hallarse en sitios oscuros e inaccesibles no estaban destinadas a ser contempladas, sino que perseguían la finalidad de anticipar mágicamente la caza posterior real del animal, y están llenas de realismo en la descripción del movimiento fugaz de los animales.

En el mesolítico, o periodo posglaciar, que dura hasta los 3000 años antes de Jesucristo, se produce la huida de los grandes animales de climas fríos, y con ella, la decadencia de las actividades cazadoras. Es en el neolítico, que dura de los años 3000 a los 2000 antes de Jesucristo, cuando tiene lugar una transformación fundamental en tierra vasca: el paso del salvajismo a la barbarie. En Santimamiñe aparecen restos de alfarería; pero, lo que es más importante, se encuentran pruebas de la existencia de la oveja, de su domesticación y explotación; igualmente, en el monte Lumentxa, en Lekeitio (Vizcaya), aparece un molino rudimentario de molienda de granos. Los métodos de pastoreo debieron ser muy rudimentarios al principio, y se confundían en gran parte con la caza. Barandiarán nos dice al respecto ............[..............]

  

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