INDICE
Prólogo
Cuarta parte. Las relaciones exteriores
A) La Unión Soviética y el mundo capitalista
57. Diplomacia, Guerra y Paz
58. Las relaciones con Gran Bretaña
59. Las relaciones con Alemania
60. Las relaciones con Francia
61. Las relaciones con Italia
62. Las relaciones con Europa Oriental
63. La Unión Soviética y Estados Unidos
64. Las relaciones con Japón
65. El escenario internacional
B) La Comintern y el mundo capitalista
66. La Comintern y la política exterior soviética
67. Una estabilización inestable
68. Las presiones de la izquierda
69. La Profintern y los sindicatos
70. El sexto congreso
71. El Programa de la Comintern
72. La nueva línea se endurece
73. Organismos auxiliares
a) La Juventud Comunista Internacional (KIM)
b) El Socorro Obrero Internacional (MRP)
c) El Socorro Rojo Internacional (MOPR)
d) La Internacional Campesina (KRESTINTERN)
e) El Secretariado Internacional Femenino
74. Organizaciones Unitarias
a) La Liga contra el Imperialismo
b) Los Amigos de la Unión Soviética
c) El Congreso Antifascista
PROLOGO
El primer volumen de Las Bases de una Economía Planificada, 1926-1929, escrito por el profesor R. W. Davies y por mí, se publicó en dos partes en 1969; el segundo volumen, en 1971. Desde entonces me he dedicado a trabajar en el tercer volumen, que se ocupa de las relaciones exteriores soviéticas en este período, y a terminar mi Historia de la Rusia Soviética. No necesito repetir lo que ya dije en el prólogo al primer volumen de las Bases de una Economía Planificada sobre mi decisión de poner punto final a mi trabajo en este momento. En cualquier caso, cuando lo alcance, habré completado mi obra y me alegrará dejar a otros investigadores que la continúen de formas, sin duda, absolutamente diferentes.
El tercer volumen, sin embargo, ha crecido más de lo que esperaba y de mis primeras intenciones y sólo puedo presentar dos partes del mismo, con una tercera aún por escribir. Debo dar alguna explicación o excusa por esta prolijidad. Las relaciones diplomáticas entre la Unión Soviética y las potencias capitalistas más importantes, excepto con los Estados Unidos, adoptaron al final de la década de 1920 una forma normal y convencional, sólo con Gran Bretaña se produjo una ruptura durante dos años. Estas relaciones no plantean ningún problema serio, tanto por lo que se refiere a las fuentes como a la interpretación y pueden tratarse con la adecuada brevedad. Por otra parte, las relaciones soviéticas con los partidos comunistas de los países capitalistas —la política llevada a cabo a través de la Comintern— fueron al mismo tiempo complejas e importantes. Todo esto no se podría analizar con cierta profundidad sin un estudio detallado del desarrollo de los propios partidos; y me he visto metido, en mucha mayor medida de lo que pretendía, en el estudio de la historia de los partidos europeos occidentales, aunque he tenido presente —en tanto la distinción es válida—, que mi objetivo era la política de la Comintern en relación con esos partidos y no sus problemas internos. Hay que señalar que no he incluido en el presente estudio varios partidos que figuraban en El Socialismo en un solo país, 1924-1926, tercer volumen: el partido checoslovaco (cuyo destino fue en cierto modo similar al del partido alemán), los partidos yugoslavo y búlgaro (demasiado castigados por la represión policial para que tuvieran ninguna actividad importante en este período), y el partido sueco (que no era muy importante). Estas omisiones han servido para economizar algo de espacio.
En el prólogo al Socialismo en un solo país, 1921-1926, tercer volumen, me lamentaba de la inexistencia de una historia seria sobre cualquier partido comunista importante. Esta omisión queda ahora subsanada, por lo que se refiere a los partidos italiano y alemán, por las obras de Hermann Weber, Did Wandlung des Deutschen Kommunismus (2 vols., 1969) y de P. Spriano, titulada Storia del Partito Comunista Italiano (3 vols., 1967-1970), con las que he contraído una considerable deuda. El autor de la primera no es comunista, el de la segunda, sí; ambos poseen un alto nivel de objetividad y de erudición y se basan en una documentación muy amplia. El partido italiano es el primero que ha abierto sus archivos a la plena y franca disposición de un historiador sin tratar de ocultar los errores y las dificultades del pasado. Los partidos francés y británico todavía no han hecho lo mismo.
Hay que tener en cuenta algunas cuestiones técnicas. En los volúmenes precedentes las citas de las obras completas de Lenin se hacían por la segunda edición de las mismas, la última disponible cuando empecé a publicar mi Historia en 1950. En el volumen presente he utilizado la quinta edición, Polnoe Sobranie Sochinenii (1958-1965), que recoge pasos que no se encuentran en las ediciones anteriores y que es de lectura más asequible. La elección entre las ediciones rusas y alemanas de las actas de la Comintern se ha hecho, por lo general, en función de la conveniencia práctica. Para los cinco primeros congresos he utilizado la edición alemana; del sexto congreso sólo la edición rusa está completa y por tanto es la que he empleado. Para las sesiones del IKKI, incluida la séptima reunión (noviembre-diciembre 1926), he utilizado las ediciones rusas, Pero en alemán sólo hay un acta incompleta de la octava sesión del IKKT; no se ha publicado nada de las sesiones de la novenareunión y he utilizado la edición alemana de la décima, dado que no fue posible disponer de la edición rusa. Al igual que antes he empleado la edición alemana de Internationale Presse-Korrespondez, que es mucho más completa que las ediciones inglesa y francesa con la excepción de unos pocos párrafos que sólo aparecen en la edición inglesa. Las referencias en las notas a los volúmenes primero y segundo corresponden a los volúmenes anteriores de Las Bases de una Economía Planificada, 1926-1929.
Han pasado casi cinco años desde que escribí el prólogo al volumen anterior de esta serie; y con cada volumen sucesivo el paso de los años me ha hecho más consciente de lo mucho que debo a amigos, colegas e instituciones que me han ayudado. Espero que se me perdone por la falta de espacio, y no por falta de reconocimiento, si no repito los nombres de mis benefactores que mencioné en los prólogos de los volúmenes anteriores, muchos de los cuales continúan siendo acreedores a mi gratitud. Pero debo expresar una vez más mi especial agradecimiento a mi propio Colegio por su generoso apoyo a mi trabajo, y al personal de su biblioteca por trabajar para mí en la búsqueda de libros difíciles y por conseguirlos de otras bibliotecas. El profesor Daniel Calhoun del Wooster College, Ohio, utilizando los archivos inéditos del TUC, ha hecho un interesante estudio sobre el consejo o comité sindical conjunto anglo-ruso, y puso a mi disposición una primera versión de su trabajo que pronto será publicado por la Cambridge University Press bajo el título United Front: The TUC and the Russians, 1923-1928; lo que he escrito sobre el comité debe mucho a su obra. Agradezco también al doctor Arthur Lehning, del Instituto de Historia Social, de Amsterdam, el permitirme consultar el material inédito de las sesiones de la Liga contra el Imperialismo, y al profesor G. D. Jackson, de Hofstra University, Long Island, N. Y., por haberme enviado un microfilm de un periódico de la Internacional Campesina muy difícil de encontrar. La Marx Memorial Library me ha prestado amablemente algunos folletos muy poco difundidos del partido comunista británico; y también estoy en deuda por una generosa ayuda del mismo tipo a la magnífica biblioteca del Instituto Feltrinelli de Milán y a su director, el profesor Del Bo. El director del Guardian rastreó amablemente la historia de las transacciones germano-soviéticas de armamento publicada en el Manchester Guardian el 3 de diciembre de 1926 (véase página 57 15), pero no pudo identificar al «corresponsal» que la escribió ni descubrir la fuente de la información.
Mi deuda más importante en la preparación de este volumen es, sin duda, la que tengo con Tamara Deutscher, que durante tres años se ha dedicado a recoger y organizar material, lo que ha requerido una investigación muy pesada, que yo no hubiera podido realizar por mí mismo, en el Museo Británico, y en otras bibliotecas, en condiciones de trabajo cada vez más difíciles. Ha contribuido tanto al fondo como a la forma de cada uno de los capítulos de este volumen, y sobre todo los capítulos dedicados a los partidos comunistas italiano, francés e inglés se basan casi totalmente en sus investigaciones.
El acontecimiento histórico de este período, tanto por lo que se refiere a su influencia como a su importancia, que indudablemente requería un tratamiento amplio es la revolución china de la década de 1920 y la parte que en ella tuvo el gobierno soviético y la Comintem. Él avance de la revolución en 1925-1927 y su retroceso en 1927-1929 fueron dramáticos y presentan problemas abiertos aún al debate. El capítulo sobre China ocupará casi la mitad de la tercera parte, aún por hacer, de este volumen. Esta parte se ocupará también de otros países «semicoloniales» de Asia, incluida la India, y Latinoamérica que en esta época empezaron a llamar seriamente la atención de Moscú, y del tratamiento dado por la Comintem al problema negro en los Estados Unidos y en Africa del Sur. El trabajo está muy avanzado, y su publicación no se hará de esperar mucho. Contendrá el índice de las tres partes de que consta el volumen.
E.H. CARR
15 de mayo de 1976
Cuarta parte. LAS RELACIONES EXTERIORES
A) LA UNION SOVIETICA Y EL MUNDO CAPITALISTA
Capítulo 57
DIPLOMACIA, GUERRA Y PAZ
El período de estabilización y normalización de las relaciones diplomáticas soviéticas con el mundo capitalista, iniciado tras el final de la guerra civil[1], duró cinco o seis años. Su paralelo en la política interior fue la recuperación gradual de la economía soviética y el apogeo de la NEP. Su consigna en política exterior fue la «coexistencia pacífica». El concepto era tan viejo como el régimen. Una declaración del Narkomindel de noviembre 9/22, de 1917, manifestaba la esperanza de «una rápida paz basada en la coexistencia honorable y la colaboración entre los pueblos». La propia frase parece que fue utilizada por primera vez por Chicherin quien, en una nota del 18 de septiembre de 1918, apelaba a unas «buenas relaciones de vecindad y de coexistencia pacífica con Alemania»[2]. Pero hasta que no acabó la intervención extranjera en la guerra civil, la frase no tuvo mucho sentido. Lenin, en una entrevista publicada por un periódico americano en diciembre de 1919, hablaba de garantizar concesiones a cambio de ayuda técnica «a lo largo del período en el que los Estados Socialistas y capitalistas debían existir juntos»[3]. Chicherin en una entrevista de prensa alababa el tratado de paz firmado con Estonia, el 2 de febrero de 1920, como «un experimento de coexistencia pacífica de la República Soviética con los Estados burgueses»[4].
Lenin, en el que parece haber sido su único caso seguro y documentado de la frase completa, en una entrevista con un periodista americano, el 18 de febrero de 1920, se remitía a una tradición más antigua y hablaba de «coexistencia pacífica», no con los Estados, sino «con los pueblos, con los trabajadores y campesinos de todas las naciones que están despertando a una nueva vida, una vida sin explotación, sin propietarios, sin capitalistas, sin negociantes»[5]. Cualquier restricción que pudiera implicar esta fórmula no era característica de la época. El principio de la coexistencia con los Estados capitalistas se había establecido ya en declaraciones oficiales. Por entonces, Chicherin, en un mensaje radiado al gobierno japonés, proponía negociaciones «para garantizar la coexistencia pacífica de ambos pueblos», y en un discurso pronunciado ante el TsIK el 17 de junio de 1920, repetía: «nuestra consigna era y aún es la misma: coexistencia pacífica con otros gobiernos sean los que sean»[6]. Y finalmente, en noviembre de 1920, Lenin, dirigiéndose a una conferencia provincial de la organización moscovita del partido, afirmó que «nos hemos ganado las condiciones gracias a las cuales podemos existir junto a las potencias capitalistas que ahora se ven obligadas a establecer relaciones comerciales con nosotros»[7].
La búsqueda de la paz se veía reforzada y justificada por la ................. [................]