INDICE
.... Prefacio
Segunda parte: El partido dominante
.... 39. La oposición unida
.... 40. Realineaciones, 1928
.... 41. La desviación derechista
.... 42. La composición del partido
.... 43. La disciplina del partido
.... 44. La educación del partido
.... 45. El Komsomol
.... 46. El partido en el campo
Tercera parte: El Estado soviético
.... 47. La Unión y las repúblicas
.... 48. La regionalización
.... 49. La administración local
.... 50. El proceso electoral
.... 51. La burocracia soviética
.... 52. El Ejército Rojo
.... 53. El imperio de la ley
.... 54. La religión
.... 55. La política literaria
.... 56. La nueva sociedad soviética
Nota F. La Academia de Ciencias
Nota G. Los comités campesinos de ayuda mutua
Nota H. Los grupos decampesinos pobres
Nota I. La autotributación
Nota J. Las mujeres en el trabajo de los soviets
Nota K. Los tribunales de camaradas
Tablas
Lista de abreviaturas
Indice analítico
PREFACIO
El segundo volumen de las Bases de una economía planificada, 1926-1927 está pensado como contrapartida política del primero, que se consagró a la historia económica del período, y que es obra conjunta del profesor R. W. Davies y mía. El tema principal de este segundo volumen ha sido mostrar cómo las repercusiones de la transición de la NEP a la planificación a escala global, y sobre todo de las intensas presiones a favor de una rápida industrialización, afectaron a toda la estructura del partido, del gobierno y de la sociedad, y las amoldaron a nuevas formas impuestas por los que hicieron la Revolución. Lo que ocurrió se ha interpretado, y puede interpretarse, como una consumación o como una frustración de los objetivos revolucionarios. Participó del carácter dual y ambiguo de todas las grandes transformaciones históricas.
Desde cierto punto de vista podría decirse que el primer volumen de las Bases de una economía planificada es un estudio de los logros, y este segundo un estudio de los costes. Resulta tentador formularse la pregunta hipotética de si los resultados no podían haberse alcanzado a un coste inferior, o la todavía menos realista de si, en caso de haberse previsto los costes, se habrían alcanzado o intentado alcanzar los objetivos. Pero la misma concepción de un balance general social o nacional de los logros y los costes parece inadecuada e induce a errores. Los principales beneficiarios de cualquier proceso histórico en muy pocas, o en ninguna ocasión, son aquellos sobre los que han recaído los costes; y el modelo del balance general se disuelve en un conflicto irreconciliable de intereses y objetivos entre distintos grupos, lo que representa un desafío a la ilusión de que cualquier problema tiene una solución libre de ambigüedades, sufrimientos, injusticias o tragedias. Lo más que puede hacer el historiador es presentar la imagen en todos sus aspectos como un todo único, y, aunque muy conscientemente de que la forma de presentarla reflejará necesariamente su propio criterio o juicio provisional, dejar el último veredicto a la perspectiva más amplia de generaciones futuras.
Ningún historiador puede pretender abarcar todos los aspectos de la vida política y social de un gran país, aun para el período de tiempo más breve posible. La mayoría de los temas tratados en este tomo se impusieron por sí mismos; otros han sido producto de una elección, quizá algo caprichosa. Los críticos pueden señalar las omisiones. La más grave de la que soy consciente es la debida a mi incapacidad para ocuparme con un mínimo de detalle de la llamada cuestión nacional. Se trata de hecho de toda una serie de cuestiones distintas, ya que los problemas de, por ejemplo, el nacionalismo ucraniano o armenio tienen muy poco que ver con los del nacionalismo de Uzbek o Buryat, por no hablar de los de regiones más distantes y menos desarrolladas. La falta de competencia lingüística y de acceso a los materiales locales hacen que, de momento, este tema quede fuera del alcance del historiador normal y corriente. Casi todos los libros y artículos hasta ahora publicados se han caracterizado no sólo por lo inadecuado de las fuentes utilizadas, sino también por una aceptación incondicional y crítica de la benéfica influencia de la URSS sobre las nacionalidades incorporadas a la misma, o de las reivindicaciones y agravios de los portavoces de dichas nacionalidades, lo que revela que se trata más de vehículos propagandísticos que de trabajos académicos. Puede que haga falta que transcurran muchos años antes de poder abordar estas cuestiones de manera correcta o desapasionada.
Al preparar este tomo he sido consciente de haber contraído las mismas deudas que antes con amigos personales e instituciones, que me han proporcionado una ayuda imprescindible para mi trabajo. El alcance de mi deuda, tanto con individuos como con bibliotecas que generosamente cubren mis necesidades, aumenta con cada tomo escrito; no obstante, puedo quizá considerarme excusado de repetir la lista contenida en el prefacio del tomo anterior. Quisiera, sin embargo, añadir a la misma algunos nombres nuevos, y expresar mi más cálido agradecimiento a Tamara Deutscher por permitirme examinar la carta dirigida a su esposo por Max Eastman, y que se cita en la nota a pie de página número 59 del capítulo 39; al profeior T. H. Rigby, de la Universidad Nacional de Australia, por permitirme utilizar el cuadro número 53 de su obra Communist Party Membership in the URSS, y por otras valiosas indicaciones sobre las estadísticas del partido; a la señora Narkiewicz, cuyo estudio sobre los archivos de Smolensk me ayudó a desembrollar las complicaciones del «escándalo de Smolensk» (pp. 147-151), y, por último, pero no por ello en lugar menos importante, al profesor Yuzuru Taniuchi, «le la Universidad de Tokio, que leyó pacientemente los borradores de los capítulos sobre administración rural y puso generosamente a mi disposición sus inigualables conocimientos al respecto.
Las abreviaturas y los títulos a base de siglas se han convertido en moneda corriente en el habla y la escritura modernas. Sobre las utilizadas, remito al lector a la lista de abreviaturas de las páginas 10411046 del volumen 1 y a la lista complementaria de las páginas 513-514 de éste. Las referencias en notas a pie de página al «volumen I» lo son al volumen I de las Bases de una economía planificada, 1926-1929; los tomos anteriores de esta misma historia se citan por sus títulos. Las citas de las obras de Lenin corresponden a la segunda edición rusa, a menos que se especifique otra. Debo expresar nuevamente mi agradecimiento al señor Douglas Mathews por la elaboración del índice alfabético, y a la señorita Jean Fyfe por cargar con la parte principal del trabajo de mecanografiar mi manuscrito.
He comenzado a trabajar en el volumen 3, que se ocupará de las relaciones exteriores soviéticas durante el período comprendido entre 1926 y 1929. Desgraciadamente, y por razones personales, el profesor Avukomovic no ha podido continuar la colaboración con la que había contado para este volumen, lo que hará que avance más lentamente.
E. H. Carr
15 de junio de 1971.
Segunda parte EL PARTIDO DOMINANTE
Capítulo 39
LA OPOSICION UNIDA
Trotski volvió a Moscú en la segunda mitad de mayo de 1926, con ganas de pelea. Lo primero fue consolidar la alianza entre las dos fracciones de la oposición que se perfilaron en vísperas de su partida para Berlín[1]. La tarea no estuvo exenta de dificultades. A Trotski, que valoraba el futuro del partido por encima de las diferencias y resentimientos personales, le resultó, relativamente fácil ponerse de acuerdo con Zinóviev y Kamenev, que eran conscientes de su indefensión frente a Stalin sin el apoyo de Trotski. A los seguidores y admiradores de Trotski en Moscú, hombres como Preobrazhenski, Smilga, Radek y Mrachkovski[2], les resultó más difícil alinearse junto a los lugartenientes de Zinóviev en Leningrado, Evdokimov, Bakaev y Lashevich, que habían participado tan recientemente en el cerco contra Trotski. A los miembros de base de ambos grupos, a quienes se habían enseñado a considerarse como representantes de polos opuestos de pensamiento en el partido y a intercambiar las más duras invectivas, fue a los que les resultó más difícil unirse en una confraternidad reconciliada bajo una dirección unida. Las cosas se complicaron por el secreto con que tenía que llevarse el proceso. Se intercambiaron visitas entre ambos grupos y entre las dos capitales. Un testigo presencial ha dejado constancia de una visita de Smilga a Leningrado, en la que dirigió la palabra a una apretada reunión de cuarenta personas en una residencia de trabajadores.
Los dirigentes trotskistas dudaron ante una propuesta de intercambiar listas de adherentes, en parte por temor a ser traicionados, y en parte quizá por aversión a revelar su debilidad numérica. En Leningrado los trotskistas organizados no eran más de diez, con unos veinte simpatizantes; los partidarios de Zinóviev ascendían a quinientos o seiscientos[3]. En Moscú las cifras eran sin duda superiores y más equilibradas. Según informes conservados en los archivos del partido, se crearon también comités y oficinas de la oposición en Tula, Jarkov, Nikolaev, Odessa y Tiflis, así como una «oficina militar clandestina» para trabajar dentro del Ejército Rojo[4]. Pero la Oposición Unida siguió siendo un movimiento rico en cuadros y débil en militantes. Ningún cálculo fijó el número de los segundos en más de unos pocos miles. Algunos miembros de los antiguos grupos «Centralismo Democrático» y «Oposición Obrera» se integraron en la Oposición Unida, aunque parece ser que estos grupos mantuvieron una cierta existencia independiente[5].
La nueva oposición se lanzó a crear una organización, de la que se sabe poco, salvo lo que las autoridades pusieron o afirmaron haber puesto al descubierto[6]. Se celebraron reuniones secretas. Se enviaron a los centros provinciales documentos en los que se atacaba la política del partido, e incluso documentos secretos del Politburó. Durante todo el verano se desató una activa campaña en el seno de la organización del partido en Moscú, con reuniones clandestinas y distribución de escritos ilegales[7]. Un activo miembro de la oposición llamado Belenki organizó una reunión de la misma, el 6 de junio de 1926, en un bosque cercano a Moscú, a la que dirigió la palabra Lashevich, comisario suplente del Pueblo para la Guerra. Según un informe del partido quizá algo exagerado, Lashevich afirmó que el objetivo buscado no era provocar discusiones, sino «doblegar al comité central»[8].
Pronto tuvieron conocimiento las autoridades de la celebración de esta reunión; y, el 8 de junio de 1926, una delegación de la comisión central de control del partido interrogó a Lashevich, Belenki y a otros participantes. Zinóviev se negó a comparecer, con la excusa de que estaba muy ocupado preparando las tesis para el comité central del partido sobre las reelecciones a los soviets[9]. Lashevich reconoció que se había celebrado la reunión, e informó sobre ella, pero se negó a facilitar los nombres de los participantes; Belenki no admitió nada. El presídium de la comisión central de control adoptó el 12 de junio de 1926 una resolución en la que amonestaba severamente a Lashevich y Belenki. En la misma se recomendaba la destitución de Lashevich de su puesto de comisario suplente del Pueblo para la Guerra, y se proponía a la siguiente reunión del comité central del partido su expulsión del mismo, del que formaba parte como miembro aspirante. Advertía a ambos de que cualquier reanudación de sus actividades fracciónales provocaría su inmediata expulsión del partido. Otros cinco participantes recibieron amonestaciones y advertencias de distintos grados de severidad[10]. Los dirigentes del partido prestaron una atención especial al Ejército Rojo, en el que se seguía temiendo la influencia de Trotski; tres generales, Muralov, Putna y Primakov, fueron destituidos de sus cargos acusados de simpatizar con la oposición[11]. Indudablemente también se tomaron represalias menos visibles.
En este momento comenzaron los preparativos para la reunión del comité central del partido de julio de 1926, en la que la Oposición Unida haría su primera aparición pública. Las autoridades decidieron asestar a la oposición un primer golpe en su punto más vulnerable: su asociación con antiguos miembros de Oposición Obrera, condenada desde 1921 tanto por Lenin como por todos los demás dirigentes del partido. En algún momento de 1924 la comisión central de control del partido se había hecho con una carta escrita a principios de ese año por Medvedev, antiguo miembro del grupo, a un camarada del partido en Bakú, en la que criticaba una resolución del comité del partido de dicha ciudad. La carta atacaba a la NEP por sacrificar a los trabajadores a los intereses de la pequeña burguesía urbana y campesina, calificaba la economía campesina a pequeña escala de «utopía pequeño-burguesa», solicitaba la concentración de los recursos en la industria pesada y se mostraba favorable a hacer concesiones al «capital internacional» en caso de poder obtener ayuda exterior para el desarrollo industrial. Denunciaba la línea política seguida por la Comintern y la Profintern, acusándolas de no tener suficiente confianza en el proletariado, y afirmaba que la Oposición Obrera era el único grupo de la Unión Soviética que representaba los intereses obreros[12]. La carta se presentó a una reunión a la que asistieron todos los dirigentes del partido menos Trotski, celebrada entre el 17 y el 19 de agosto de 1924, que decidió publicarla en Bol’shevik, junto con una respuesta oficial; se pidió a Zinóviev que redactara la réplica[13]. A partir de entonces se olvidó todo el asunto hasta que, el 10 de julio de 1926, unos días antes de la fecha prevista para la reunión del partido, Pravda dedicó un artículo atacando a degüello la carta de Medvedev, redactada hacía ya dos años y medio, como ejemplo del peligro derechista en el partido. Al día siguiente Trotski escribió al Politburó protestando contra la exhumación de la carta[14]; y, el 17 de julio de 1926, Medvedev escribió una carta a Pravda (que no se publicó) quejándose de que el artículo contenía falsificaciones y distorsiones del texto original[15].
El comité central del partido se reunió el 14 de julio de 1926, y estuvo diez días reunido. El acontecimiento quedó deslucido por el repentino fallecimiento, el 20 de julio de 1926, de Dzerzhinski, que acababa de lanzar un airado ataque contra Piatakov acusándole de insistir excesivamente en las demandas de industrialización[16]. El comité aprobó resoluciones sobre las recientes elecciones a los soviets, sobre las recogidas de grano y sobre el problema de la vivienda[17]. Pero el tema que más importaba a los delegados era el de la lucha por el poder en el partido. Uglanov, secretario del comité provincial de Moscú, se había mostrado especialmente activo en la propaganda contra la oposición[18]. La víspera de la reunión, Zinóviev y Trotski enviaron una nota al Politburó en la que expresaban su temor de que el comité central del partido «se enfrente a una discusión unilateralmente iniciada desde arriba», y manifestaban su creencia de que tal discusión «sólo puede hacer un gran daño al partido»[19]. Cuando se reunió el Comité, Zinóviev hizo una declaración reconociendo que la oposición trotskista de 1923 había tenido razón en sus advertencias de peligro; y Trotski retiró la acusación de oportunismo lanzada contra Zinóviev y Kámenev en sus Lecciones de Octubre[20]. De esta forma se constituyó formalmente la Oposición Unida. Ninguno de los dos bandos se quedó a la defensiva. El documento más importante de la oposición fue una declaración suscrita por los trece miembros de la misma que formaban parte del comité central del partido, entre los que figuraban Zinóviev, Kamenev, la Krupskaya y Trotski, explicando su voto en contra de la resolución sobre las elecciones para los soviets. En ella se atribuía ................. [................]