ÍNDICE
INTRODUCCIÓN Nuestro programa
1. ¿Qué es un programa?
2. Cuál era nuestro antiguo programa
3 Necesidad de formular un nuevo programa
4 Importancia de nuestro programa
5. Carácter científico de nuestro programa.
CAPITULO I El orden social
6. Economía mercantil
7. Monopolio de los medios de producción en provecho de la clase capitalista
8. El trabajo asalariado
9. Las condiciones de producción capitalista
10. La explotación de la clase trabajadora
11. El capital
12. El Estado capitalista
13. Contradicciones del orden social capitalista
CAPITULO II Desenvolvimiento del orden social capitalista
14. La lucha entre la grande y la pequeña industria (entre la propiedad del que trabaja personalmente y la propiedad capitalista sin trabajo)
15. Servidumbre del proletariado; la reserva industrial; el trabajo de las mujeres y niños
16. Anarquía de la producción, concurrencia, crisis.
17. El desarrollo del capitalismo y la división en clases.
18. La concentración y centralización del capital como condición del orden social comunista
CAPITULO III Comunismo y dictadura del proletariado
19. Características del orden social comunista
20. La distribución en la sociedad comunista
21. La administración en la sociedad comunista
22. El desarrollo de las fuerzas productivas en el régimen comunista
23. La dictadura del proletariado
24. La conquista del poder político
25. El partido comunista y las clases en la sociedad burguesa
CAPITULO IV cómo el desarrollo del capitalismo conduce a la revolución comunista
26. El capital financiero
27. El capitalismo
28. El militarismo
29. La guerra imperialista en los años 1914-1918
30. El capitalismo de Estado y las clases
31. El derrumbamiento del capitalismo y la clase obrera.
32. La guerra civil
33. Formas de la guerra civil y sus gastos
34. ¿Disolución general o comunismo?
CAPITULO V La Segunda y Tercera Internacional
35. El internacionalismo del movimiento obrero como premisa de la victoria-revolución comunista
36. Descomposición de la II Internacional y sus causas.
37. El mito de la defensa de la patria y del pacifismo.
38. Los socialpatriotas
39. El «Centro»
40. La Internacional Comunista
NOTA EDITORIAL
En 1919, cuando Nikolai Ivánovich Bujarin escribe “ABC del comunismo”, era un hombre joven —había nacido en Moscú en 1888—, pero ya una figura importante dentro del Partido bolchevique, al que pertenecía desde 1906, y con una activa historia dentro de él que incluía cárceles y exilios, un anticipo de lo que sería su fin.
Había vuelto a Rusia, como Lenin, tras la revolución de febrero de 1917 y aquel verano sería elegido para el Comité Central; menos de dos años después, en marzo de 1919, en el Congreso cuyo programa sirve de base a este ABC, miembro suplente del Politburó; en 1924, titular. Su brillante carrera tiene especial interés porque, además, Bujarin había estado siempre en la oposición dentro del partido, siendo uno de los animadores constantes de su ala izquierda —ya en la conferencia de Berna de 1915 tuvo sus pequeñas diferencias con Lenin sobre el programa mínimo del partido, posteriormente exageradas por la propaganda oficial de Stalin—, constituyéndose en su cabeza visible durante los primeros meses de la Revolución y el «comunismo de guerra», especialmente durante las discusiones sobre la conveniencia o no de la firma del tratado de paz con Alemania —el tratado de Brest-Litovsk, que fue aceptado— a la que oponía vehementemente la de la necesidad de resistir hasta el estallido de la revolución mundial, que creía inminente. Pese a ello, ya en 1918 sus posiciones, sobre todo en el campo económico iban aproximándose más a las de la mayoría del Partido y, progresivamente, fue cediendo en su condición de cabeza visible del izquierdismo, sobre todo cuando se abandona la línea más reformista del «capitalismo de Estado» leninista ante la situación creada por la guerra civil, y se endurece la línea autoritaria del partido. Posteriormente continuó su carrera, incluyendo puestos fundamentales en la Comintern hasta que, en 1928, comenzó a ser atacado como líder del desviacionismo derechista; en 1929 se le destituyó de sus cargos en la III Internacional y del Politburó, hizo «autocrítica» y conoció una cierta rehabilitación —en 1934 fue elegido miembro suplente del Comité Central— pero estaba sentenciado: en 1937 se renuevan los ataques y, en 1938, es condenado a muerte y ejecutado en cuanto se dicta el veredicto.
Junto a su actuación estrictamente política Bujarin desarrolló una importante labor ideológica de intelectual, siendo considerado, también desde muy joven, uno de los teóricos fundamentales del partido. Y lo sería aún más, sería virtualmente el teórico oficial bolchevique, en palabras del «Testamento político» de Lenin, «el teórico más valioso y destacado». En 1918 publicó La economía mundial y el imperialismo y en 1919 La economía política del rentista, ambos escritos en el exilio; en 1918 había editado también un Programa comunista (bolchevique) y era director de la Pravda. En 1920, aparecerá La Teoría económica del período de transición; en 1921, Teoría del materialismo histórico: Ensayo popular de sociología marxista. Y seguirá escribiendo, libros y artículos.
En 1919, cuando escribe en colaboración con Evgeni Preobrazhenski el ABC del comunismo, y en 1920, cuando lo publica, Bujarin está, pues, en pleno ascenso político y en plena actividad creadora, y “el ABC” le confirma en ambas, porque aunque lo considera obra menor, de mera divulgación, irá siempre unida a su nombre y le dará una enorme popularidad tanto que acabará por ser considerado casi como su único autor, quedando Preobrazhenski un tanto olvidado.
El libro surgió como un análisis complementario del programa adoptado por el VIII congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia que tuvo lugar en marzo de 1919. Bujarin y Preobrazhenski vieron la necesidad de elaborar una explicación, una vulgarización del programa, «un texto elemental del conocimiento comunista» para distribuir entré las masas obreras y, entre marzo y octubre, realizan —«a ratos perdidos», dicen— su trabajo que se publicará el año siguiente y se difundirá rápidamente un poco como el «catecismo oficial» de los comunistas internacionales.
No sin motivo: el ABC, aunque tal vez acusando la especial circunstancia del «comunismo de guerra», es un resumen claro, directo y comprensivo de todos los puntos de interés para el partido bolchevique en aquellas circunstancias, de sus opiniones sobre las cuestiones prácticas y teóricas del proceso revolucionario en marcha, y está escrito, además, en el tono ardiente y combativo del momento. Bujarin se ocupó de los capítulos más teóricos, que por eso han resistido mejor el paso del tiempo y mantienen su interés; Preobrazhenski de los más inmediatos, de organización de escuelas, justicia, religión, agricultura, finanzas, etcétera; excepto industria y sanidad, reservados también a Bujarin.
En esta edición se prescinde de las contribuciones de Preobrazhenski para ajustar el texto la parte escrita por Bujarin que, desde un punto de vista teórico, es el verdadero ABC del comunismo y la forma en que ha sido más frecuentemente divulgado desde su aparición.
INTRODUCCIÓN: Nuestro programa
1. ¿Qué es un programa?
Todo partido se propone determinados fines, lo mismo un partido de latifundistas o capitalistas que un partido de obreros y campesinos. Es, pues, necesario que cada partido tenga objetivos precisos, porque de lo contrario pierde el carácter de partido. Si se trata de un partido que represente los intereses de los latifundistas, se propondrá la defensa de los latifundistas: buscando los medios de mantener la propiedad de la tierra, de someter a los campesinos, de vender el grano a los precios más altos posibles, de elevar la renta y de procurarse obreros agrícolas pagados con jornales ínfimos. Igualmente, un partido de capitalistas, de industriales, tendrá sus objetivos propios: obtener la mano de obra barata, ahogar toda protesta de los obreros industriales, buscar nuevos mercados en los que puedan vender las mercancías a precios elevados, obtener grandes ganancias, para lo cual aumentar las horas de trabajo, y sobre todo, crear una situación que quite a los trabajadores toda posibilidad de aspirar a un orden social nuevo; los obreros deben vivir con el convencimiento de que siempre ha habido patronos y que continuarán existiendo mientras exista el hombre. Estos son los objetivos de los industriales. No cabe duda que, naturalmente, los obreros y los campesinos tienen objetivos bien distintos, por ser distintos sus intereses. Un proverbio ruso dice: «Lo que conviene al ruso es mortal para el alemán.» La siguiente variante sería muy apropiada. «Lo que al obrero conviene es mortal para el capitalista.» Esto significa que el trabajador tiene un fin, el capitalista otro y el latifundista otro. Pero no todos los propietarios se ocupan asiduamente de sus intereses. Más de uno vive en la holganza y en la francachela, sin siquiera tomarse la molestia de revisar las cuentas que le presenta el administrador. Pero también hay muchos obreros y campesinos llenos de despreocupación y apatía. Estos se dicen: «De una manera o la otra conseguiremos ir viviendo, y lo demás, ¿qué nos importa?; así han vivido nuestros antepasados y así seguiremos viviendo nosotros.» A esta clase de gente le tiene todo sin cuidado y no comprende ni aun sus propios intereses. Pero los que se preocupan de hacer valer del modo mejor sus intereses se organizan en un partido. Al partido no pertenece la totalidad de la clase, sino sólo la fracción más enérgica y mejor, que es la que guía a toda la restante. En el partido de los trabajadores (el partido de los comunistas bolcheviques) están afiliados los mejores obreros y campesinos. En el partido de los latifundistas y capitalistas (cadetes)[1] están afiliados los capitalistas y latifundistas más enérgicos y sus servidores: abogados, profesores, oficiales, generales, etc. Todo partido comprende la parte más consciente de aquella clase cuyos intereses representa. Un latifundista o capitalista, organizado en un partido, combatirá a sus campesinos o trabajadores con mayor eficacia que otro no organizado. Del mismo modo, un obrero organizado luchará contra el capitalista o latifundista con mayor éxito que uno no organizado, siendo la razón de esto el que él tiene conciencia de los intereses y de la finalidad de la clase obrera, y conoce los métodos más eficaces y rápidos para conseguirla.
El conjunto de los objetivos que se propone un partido en la defensa de los intereses de la propia clase forma el programa de este partido. Las aspiraciones de una clase dada, están formuladas en el programa. El programa del partido comunista contiene las aspiraciones de los obreros y de los campesinos pobres. El programa es la cosa más importante para todo partido. Siempre se puede saber del programa de cualquier partido los intereses que representa.
2. Cuál era nuestro antiguo programa
Nuestro programa actual fue aprobado en el VIII Congreso del partido, a fines de marzo de 1919.
Hasta entonces carecíamos de un programa bien definido y formulado. Teníamos tan sólo el antiguo programa que fue elaborado en el II Congreso en 1903. En aquella época los bolcheviques y los mencheviques formaban un partido único y, por tanto, tenían un programa común. Entonces la clase obrera comenzaba apenas a organizarse. Las fábricas y las oficinas eran raras. El porvenir de la clase obrera era muy discutido. Los «Narodniki»[2] (los precursores del actual partido de los socialrevolucionarios) sostenían que la clase obrera en Rusia no tenía ninguna posibilidad de desarrollo, pues el número de nuestras fábricas y oficinas no aumentaría. Los socialdemócratas marxistas (es decir, los actuales bolcheviques y mencheviques) eran, por el contrario, de la opinión de que en Rusia, como en todos los demás países, sería una vez desarrollada, el elemento revolucionario primordial. La Historia desmintió la opinión de los «Narodniki» y dio la razón a los socialdemócratas.
Mas en la época en que los socialdemócratas, en el II Congreso elaboraron su programa (elaboración en la que participaron tanto Lenin como Plejanov), las fuerzas de la clase obrera eran entonces demasiado exiguas. Por eso nadie pensaba en la posibilidad de poder derrocar de un golpe a la burguesía. Se vislumbraba tan sólo la posibilidad de derrocar el zarismo, de conquistar la libertad de organización de los obreros y campesinos, de obtener la jornada de ocho horas y cortar un poco las garras a los latifundistas. Pero nadie pensaba todavía en poder instaurar un Gobierno de la clase obrera y expropiar inmediatamente las fábricas y las oficinas de la burguesía. Tal era nuestro antiguo programa de 1903.
3. Necesidad de formular un nuevo programa
Desde aquella época a la revolución de 1917 han transcurrido muchos años, y las condiciones han cambiado notablemente. La gran industria en Rusia ha tenido un desarrollo enorme, y con ella la clase obrera. Ya en la revolución de Í905 ésta se manifestó como elemento potente. Cuando llegó la segunda revolución se vio claramente que la revolución no podía vencer sin la victoria de la clase obrera: Pero ahora la clase trabajadora no podía contentarse con lo que en 1905 la hubiera bastado, pues se había hecho lo suficiente fuerte para poder tener la pretensión de apoderarse de las fábricas, conquistar el Poder y suprimir a la clase capitalista. La razón de ello es que las condiciones internas de Rusia, desde la formulación del primer programa habían cambiado fundamentalmente. Y lo que es más importante, también las condiciones externas habían sufrido un cambio profundo. En el 1905 reinaba en toda Europa “la paz y la tranquilidad». Por el contrarío, en 1917 estaba claro para toda persona inteligente que de las entrañas de la guerra mundial debía surgir la revolución mundial. A la revolución rusa del 1905 sólo sucedió un débil movimiento de los obreros austríacos y convulsiones en los países atrasados de Oriente: en Persia, en Turquía y en China. En cambio, la revolución rusa de 1917 ha sido seguida, no sólo de la revolución en Oriente, sino también en Occidente, donde la clase obrera ha emprendido la lucha para el aniquilamiento del capital. Vemos que actualmente las condiciones internas y externas son completamente diferentes de las del año 1903, y, por tanto, sería absurdo que el partido de la clase obrera mantuviese en 1917-1919 el viejo programa de 1903.
Cuando los mencheviques nos echaban en cara el renegado de nuestro antiguo programa, y por lo mismo de la doctrina de Carlos Marx, les respondíamos que, según la doctrina de Marx, los programas no salen de los cerebros, sino que los plasma la vida. Cuando la vida ha cambiado profundamente, tampoco puede el programa permanecer el mismo. En invierno se usan las pieles. En verano sólo un loco llevaría una piel. Lo mismo ocurre en política. El mismo Carlos Marx es quien nos ha enseñado a tener en cuenta las condiciones históricas contingentes y a obrar en correspondencia. Esto no quiere decir que debamos cambiar de convicciones como una señora se muda de guantes. El objetivo primordial de la clase obrera es la realización del orden social comunista. Este es el objetivo constante e inmutable de la clase trabajadora. Se comprende que, según la distancia a que ésta se encuentra de esta meta, variarán sus reivindicaciones inmediatas. Durante el régimen autocrático la clase obrera debía actuar en secreto, dado que su partido era perseguido como una asociación de delincuentes. Ahora la clase obrera está en el Poder, y su partido es el partido gobernante. Sólo una persona anormal pretendería que el programa de 1903 sea todavía válido. El cambio de las condiciones internas de la vida política rusa, aparte del cambio de toda la situación internacional, ha provocado la necesidad de un cambio de programa.
4. Importancia de nuestro programa
Nuestro programa (de Moscú) es el primer programa de un partido de la clase obrera en el Poder. Por esta razón nuestro partido tenía que concretar en él todas las experiencias adquiridas por la clase obrera en la administración y constitución de un nuevo edificio social. Esto tiene importancia, no sólo para nosotros, los obreros y campesinos rusos, sino también para los compañeros extranjeros. No sólo nosotros aprendemos con nuestros éxitos y nuestros fracasos, con nuestros errores y nuestras culpas, sino la totalidad del proletariado internacional. Por eso nuestro programa no contiene únicamente lo que nuestro partido tiene el porpósito de realizar, sino también lo que en parte ya han realizado. Nuestro programa debe de ser conocido en todos sus detalles a todo miembro del partido. Pues sólo puede ser miembro del partido el que ha reconocido el programa, es decir, aquel que lo cree justo. Pero esto no es posible si no lo conoce. Es cierto que hay mucha gente que sin jamás haber visto un programa se insinúa en el partido comunista para obtener alguna ventaja y para ocupar algún puesto. A éstos no los queremos por nocivos. Sin conocer nuestro programa nadie puede llegar a ser un comunista verdadero. Todo obrero y campesino pobre consciente debe conocer el programa de nuestro partido. Todo proletario extranjero debe estudiarlo para aprovecharse de las experiencias de la revolución rusa.
5. Carácter científico de nuestro programa
Ya hemos dicho que un programa no debe ser el producto artificial de una mente, sino que se debe sacarlo de la misma vida. Antes de Marx muchos defensores de la clase obrera habían trazado cuadros encantadores del paraíso futuro, pero ninguno se había preguntado si era éste alcanzable y cuál era el camino que a él conducía. Marx siguió un método totalmente distinto. Partió de un escrupuloso examen del orden malo, injusto y bárbaro que hasta entonces regía en todo el mundo. Marx examinó el orden social capitalista con la objetividad y la precisión con que se examina un reloj o una máquina cualquiera. Supongamos que examinando un reloj nos encontramos co................................