1. Las dos almas del socialismo
La actual crisis del socialismo es una crisis del significado del socialismo.
Por primera vez en la historia del mundo, muy posiblemente una mayoría de sus habitantes se autoproclaman "socialistas" en un sentido o en otro; pero tampoco ha existido nunca otro momento en el que tal etiqueta fuera menos informativa. Lo más cercano a un contenido común en los diversos "socialismos" es una negación: anticapitalismo. En cuanto a lo positivo, la variedad de ideas incompatibles y en conflicto que se llaman a sí mismas socialistas es más amplia que la gama de ideas dentro del mundo burgués.
Incluso el anticapitalismo es cada vez menos un factor común. En un extremo del espectro, algunos partidos socialdemócratas casi han eliminado de sus programas cualquier reivindicación específicamente socialista, prometiendo mantener la empresa privada donde quiera que esto sea posible. El más destacado ejemplo es la socialdemocracia alemana ("Como una idea, una filosofía y un movimiento social, el socialismo en Alemania no está, desde hace mucho tiempo, representado por un partido político", resume D. A. Chalmers en su reciente libro, The Social Democratic Party of Germany). Estos partidos han redefinido al socialismo tanto que ya no existe, pero sólo han formalizado una tendencia que es la de toda la socialdemocracia reformista. ¿En qué sentido son aún socialistas todos estos partidos?
En otro lado de la escena mundial, están los estados comunistas, cuya proclamación como socialistas está basada en una negación: la abolición del sistema del beneficio privado capitalista, y en el hecho de que la clase dominante no está formada por propietarios privados. Sin embargo, desde un punto de vista positivo, el sistema socioeconómico que ha reemplazado al capitalismo no sería reconocible para Karl Marx. El Estado posee los medios de producción, ¿pero quién posee al estado? Ciertamente no las masas de trabajadores, que son explotados, sin libertad y desposeídos de todo control político y social. Una nueva clase dominante, los burócratas, domina sobre un sistema colectivista: un colectivismo burocrático. A no ser que estatalización sea igualada mecánicamente con "socialismo", ¿en qué sentido son "socialistas" estas sociedades?
Estos dos autodenominados socialismos son muy diferentes, pero tienen en común más de lo que creen. La socialdemocracia ha soñado, de forma característica, en "socializar" al capitalismo desde arriba. Su principio básico ha sido siempre que el incremento de la intervención del estado en la sociedad y en la economía es, "en sí", socialista. Este principio tiene una fatal semejanza familiar con la concepción estalinista de imponer, desde arriba hacia abajo, algo llamado socialismo, y de igualar estatalización con socialismo. Ambas concepciones tienen sus raíces en la ambigua historia de la idea socialista.
Vayamos a las raíces: las siguientes páginas se proponen investigar históricamente el significado del socialismo, siguiendo un nuevo camino. Siempre ha habido diferentes "tipos de socialismo", que comúnmente han sido divididos en reformistas o revolucionarios, pacíficos o violentos, democráticos o autoritarios, etc. Estas divisiones existen, pero la fundamental es otra. A lo largo de la historia de las ideas y de los movimientos socialistas, la fundamental división se da entre socialismo desde arriba y socialismo desde abajo.
Lo que une a las muchas diferentes formas de socialismo desde arriba es la concepción de que el socialismo (o un razonable facsímil de él) debe ser otorgado como limosna a las masas agradecidas, de una forma u otra, por una élite dominante que, de hecho, no está sometida a su control. El corazón del socialismo desde abajo es su afirmación de que el socialismo solamente puede ser realizado a través de la auto emancipación de las masas activas en movimiento, llegando a él, libremente con sus propias manos, movilizadas "desde abajo" en una lucha para hacerse cargo de su propio destino, como actores (no simplemente como sujetos pacientes) de esta etapa de la historia. "La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos": éste es el primer párrafo de los estatutos escritos por Marx para la Primera Internacional, y éste es el primer principio del conjunto de su obra.
Es la concepción del socialismo desde arriba lo que explica la aceptación de la dictadura comunista como una forma de "socialismo". Es la concepción del socialismo desde arriba lo que concentra toda la atención de la socialdemocracia sobre la superestructura parlamentaria de la sociedad y sobre la manipulación de "la cumbre" de la economía, haciéndola hostil a la acción de masas desde abajo. El socialismo desde arriba es la tradición dominante en el desarrollo del socialismo.
Nótese que ésta no es una peculiaridad del socialismo. Por el contrario, el anhelo de emancipación desde arriba es el principio totalmente extendido a lo largo de los siglos de sociedad de clases y de opresión política. Es la permanente promesa dada por cada poder dominante para mantener al pueblo mirando hacia arriba esperando protección, en lugar de mirar hacia sí mismo para liberarse de la necesidad de protección. El pueblo confiaba en los reyes para corregir las injusticias hechas por los señores, y en los mesías para destruir la tiranía de los reyes. En vez de tomar el atrevido camino de la acción de masas desde abajo, es siempre más seguro y más prudente encontrar al "buen" dominador que "podrá hacer feliz al pueblo". El modelo de emancipación desde arriba se repite a lo largo de toda la historia de la civilización, y también se pone de manifiesto en el socialismo. Pero es únicamente dentro del marco del moderno movimiento socialista que la liberación desde abajo puede llegar a ser una aspiración realista; dentro del socialismo, esa aspiración comienza a destacar, pero a trompicones. La historia del socialismo puede leerse como un continuo pero repetidamente fallido esfuerzo para liberarse de la vieja tradición, la tradición de la emancipación desde arriba.
Convencido de que la actual crisis del socialismo sólo puede comprenderse en los términos de esta gran división dentro de la tradición socialista, pasaremos a algunos ejemplos de las dos almas del socialismo.
2. Algunos "precursores" socialistas
Karl Kautsky, el dirigente teórico de la Segunda Internacional, comienza su libro sobre Thomas More con la observación de que las dos grandes figuras que inauguran la historia del socialismo son More y Münzer, y que ambos "prolongan una larga línea de socialistas, desde Licurgo y Pitágoras hasta Platón, los Gracos, Catilina, Cristo..."
Se trata de una lista verdaderamente impresionante de tempranos "socialistas", y Kautsky, considerando su posición, debería haber sido capaz de reconocer a un socialista al verle. Lo más fascinante de esta lista es la forma en la que, una vez examinada, se deshace en dos grupos muy diferentes.
La vida de Licurgo escrita por Plutarco condujo a los primeros socialistas a aceptarle como fundador del "comunismo" de Esparta, motivo por el cual Kautsky le incluye en su lista. Pero, tal y como describe Plutarco, el sistema espartano estaba basado en la división igual de la tierra bajo propiedad privada; no era un camino socialista. La impresión "colectivista" que pueda sacarse de una descripción del régimen espartano procede de una dirección muy distinta: el propio modo de vida de la clase dominante espartana, organizada como una guarnición permanente y disciplinada en estado de sitio; y a esto hay que añadir el régimen de terror impuesto sobre los ilotas (esclavos). No entiendo de qué modo puede un socialista moderno estudiar el régimen de Licurgo sin tener la sensación de encontrarse, no ante un antecesor del socialismo, sino ante un precursor del fascismo. ¡Existe bastante diferencia! ¿Pero cómo es que el principal teórico de la socialdemocracia no sacó la misma impresión?
Pitágoras fundó una orden elitista que actuó como brazo político de la aristocracia terrateniente contra el movimiento democrático de los plebeyos; él y su partido fueron derrotados y expulsados finalmente por una sublevación popular revolucionaria. ¡Kautsky parece estar en el lado equivocado de las barricadas! Además, dentro de la orden pitagórica prevalecía un régimen de total autoritarismo y reglamentación. A pesar de todo esto, Kautsky considera a Pitágoras como un precursor socialista porque él cree que los organizados pitagóricos practicaban el consumo comunal. Incluso si fuera verdad (y Kautsky descubrió más tarde que no lo era), eso haría de la orden pitagórica exactamente tan comunista como pueda serlo cualquier monasterio. Marquemos en la lista de Kautsky a un segundo precursor del totalitarismo.
El caso de la República de Platón es bastante bien conocido. El único elemento de "comunismo" en su estado ideal es el precepto de consumo monástico-comunal para la pequeña élite de "Guardianes" constituida por la burocracia y el ejército; pero el sistema social circundante se da por sentado que será de propiedad privada, no socialista. Y —de nuevo— el estado modelo de Platón está gobernado por una élite aristocrática, y su argumento enfatiza que democracia significa inevitablemente el deterioro y la ruina de la sociedad. El propósito político de Platón, de hecho, era la rehabilitación y purificación de la aristocracia dominante para combatir la tendencia hacia la democracia. Llamarle un precursor socialista implica una concepción del socialismo que hace irrelevante cualquier tipo de control democrático.
En cuanto al otro grupo, Catilina y los Gracos no tienen ningún aspecto colectivista. Sus nombres están asociados con los movimientos de masas de revueltas democráticas y populares contra el sistema establecido. Con toda seguridad no eran socialistas, pero estuvieron en el bando popular dentro de la lucha de clases en el antiguo mundo, el bando del movimiento popular desde abajo. Para el teórico de la socialdemocracia parece que todo era igual.
Aquí, en la prehistoria de nuestro tema, encontramos dos tipos de figuras reclamadas para el panteón del movimiento socialista. Por un lado, están las figuras con un tinte de (supuesto) colectivismo, que son completamente elitistas, autoritarias y anti demócratas; y, por otra parte, están las figuras sin ningún tipo de colectivismo a su alrededor, asociadas con luchas democráticas de clase. Hay una tendencia colectivista sin democracia, y hay una tendencia democrática sin colectivismo, pero todavía no existe nada que una a las dos corrientes.
La sugerencia de tal unión no la encontramos hasta Thomas Münzer, el líder del ala izquierda de la reforma alemana; un movimiento social con ideas comunistas (las de Münzer) que estaba también comprometido en una intensa lucha democrático popular desde abajo. Un contraste a esto es, precisamente, Sir Thomas More: el abismo que separa a estos dos contemporáneos alcanza el corazón de nuestro tema. La Utopía de More diseña una sociedad completamente regimentada, más evocadora de la sociedad en la novela de George Orwell, 1984, que de la democracia socialista: elitista de cabo a rabo, incluso admitiendo la propiedad de esclavos, un típico socialismo desde arriba. No es sorprendente que, de estos dos "precursores socialistas" situados en el umbral del mundo moderno, uno de ellos (More) execrase al otro y apoyase a los verdugos que llevaron a Münzer y a su movimiento a su muerte.
¿Cuál era entonces el significado de socialismo cuando apareció por primera vez en el mundo? Desde el comienzo, estuvo entre las dos almas del socialismo, en guerra entre ellas.
3. Los primeros socialistas modernos
El socialismo moderno nació durante el más o menos medio siglo que va desde la Gran Revolución Francesa hasta las revoluciones de 1848. También lo hizo la democracia moderna. Pero no nacieron unidos como hermanos siameses. Al comienzo, se movieron sobre líneas separadas.
¿Cuándo se cortaron ambas líneas por primera vez?
A partir del naufragio de la Revolución Francesa crecieron diferentes tipos de socialismo. Consideraremos tres de los más importantes a la luz de nuestra pregunta.
1) Babeuf:
El primer movimiento socialista moderno fue dirigido en la última fase de la Revolución Francesa por Babeuf ("la conjura de los Iguales"), concebido como una continuación del jacobinismo revolucionario con el añadido de un objetivo social más consistente: una sociedad de igualdad comunista. Es ésta la primera ocasión en la era moderna en la que la idea socialista se une a la idea de un movimiento popular, una combinación de enorme importancia.
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