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Nota del editor sobre la traducción:

En inglés, palabras como “trabajadores', “jóvenes desempleados', “estudiantes', “trabajadores indocumentados', “sindicalistas' y “revolucionarios' tienen género neutro. En español esto no es así, por lo que el autor desea dejar claro que cada vez que una palabra de este tipo aparece incluye a las personas de todos los géneros. En Estados Unidos aproximadamente la mitad de la fuerza de trabajo y el 57 por ciento de los estudiantes universitarios son mujeres, y la representación de las mujeres en otras categorías enumeradas aquí es, al menos, equitativa.

Mundo Obrero

Otros artículos de Fred Goldstein aparecen regularmente en la sección española de Workers World, Mundo Obrero, junto con otros artículos, que se puede encontrar en el sitio web: http://www.workers.org/mundo-obrero/.

Agradecimientos

Nos gustaría agradecer a las siguientes personas por las contribuciones que han hecho en la producción de la versión en español de este libro. Manuel Talens y Atenea Acevedo, del colectivo de la traducción Tlaxcala. También Lal Rookh, Naomi Cohen, John Catalinotto, G. Dunkel y Paddy Colligan. 

 

Prefacio

Este libro empezó siendo un breve folleto basado en un artículo que envié para su presentación en la 6ª Reunión Nacional de Política Social de la Universidad Federal de Espírito Santo (Brasil), que tuvo lugar los días 28 a 30 de septiembre de 2011. Escribí las últimas palabras del artículo el 17 de septiembre de 2011, el mismo día en que el movimiento Occupy Wall Street (a partir de ahora, movimiento OWS) inició su ocupación del Parque Zuccotti, rebautizado con el nombre de Plaza de la Libertad, en la ciudad de Nueva York. Su conclusión daba en el clavo:

...hay rumores de resistencia popular que, con toda seguridad, serán más frecuentes e intensos a medida que la crisis se vuelva más profunda y los trabajadores, las comunidades, los estudiantes y los jóvenes se vean sometidos a presiones y dificultades cada vez mayores.

Nadie puede saber cómo y cuándo crecerá y se propagará la lucha. La única certeza es que sucederá.

Es muy importante que la gente acabe por comprender la profunda naturaleza de la crisis actual. Después de haber dilapidado miles de millones de dólares en rescates de los bancos para frenar la crisis, las clases dominantes han perdido incluso el control temporal que la intervención financiera les había proporcionado.

Estamos en las etapas iniciales de una crisis histórica. Es importante que todos los que luchan por librarse del capitalismo lo reconozcan. Si somos capaces de prever los acontecimientos tumultuosos y la enorme presión que con total seguridad se ejercerá sobre las masas, podremos también anticipar los retos y las oportunidades que surgirán.

El ser determina la conciencia, pero no de forma
automática ni necesariamente a corto plazo. De hecho, la conciencia va a la zaga de los acontecimientos, pero termina por ponerse al día cuando la vida ya no puede seguir siendo como antes.

Y conforme escribía estas palabras los “rumores populares” estaban empezando a convertirse en un rugido de resistencia que pronto se escucharía en todo el mundo.

A principios de 2012 más de mil ciudades estadounidenses fueron testigos de “ocupaciones”. El 15 de octubre de 2011 se habían celebrado manifestaciones en ochenta y dos países. Si bien muchas de las manifestaciones internacionales estaban planeadas de antemano, las demás fueron espontáneas. Y la mayor parte de las primeras, desde Londres a Ciudad del Cabo, desde Yakarta a Ciudad de Guatemala, adoptaron el principio de la “ocupación”.

La enorme contribución política del movimiento OWS es que individualiza a los multimillonarios como el enemigo del pueblo.

Igual de importante es que los jóvenes audaces que iniciaron el movimiento OWS han esgrimido día tras día sus propios cuerpos como escudo y, desafiando las inclemencias del tiempo, se han arriesgado a que los detengan y han hecho uso de su propio ingenio creativo y de sus habilidades para potenciar, mantener y ampliar el movimiento de ocupación.

Este movimiento ha logrado que la identificación de los multimillonarios como el origen del sufrimiento de las masas populares resuene por todas partes en EE.UU. Las desigualdades han ido en aumento en la última década y hemos presenciado cuatro años de crisis que las compañías corporativas han aprovechado para acumular una riqueza obscena, mientras que millones de personas se iban hundiendo en el desempleo y en niveles hasta ahora inéditos de pobreza, hambre e inseguridad.

El enorme éxito internacional del movimiento OWS se debe a que la mayor parte del planeta está bajo el dominio del capitalismo. El sistema de la plusvalía genera automáticamente multimillonarios y pobres y, cuando entra en crisis, masifica el desempleo y la miseria. Era, pues, inevitable que el movimiento OWS, al explicitar que los multimillonarios se alimentan orgánicamente de la crisis mundial del capitalismo, alcanzara resonancia universal.

En EE.UU. y en todo el mundo, desde Túnez a El Cairo y a Madrid, el desempleo masivo de los jóvenes ha alcanzado el punto sin retorno en que la clase obrera del planeta se niega a seguir aceptando el statu quo y clama a gritos que “esto no va a seguir así”. Por fin la conciencia ha alcanzado a los acontecimientos.

El movimiento OWS ha invertido la tendencia a la inhibición en la lucha, ha roto con la pasividad de antaño y ha imitado a los trabajadores y a los estudiantes de El Cairo y Wisconsin cuando dijeron: “¡Basta! Hasta aquí hemos llegado.”

 “¡Toma las calles!” Camino del Parque Zucotti el 15 de noviembre.

El movimiento OWS también ha abierto una vía y ha dado impulso a progresistas y revolucionarios, a desempleados, sindicalistas, organizaciones estudiantiles y grupos comunitarios que representan a los oprimidos y a los indocumentados; ecologistas, mujeres, GLBT (gays, lesbianas, bisexuales y transexuales) y a todos los afligidos por el capitalismo para que se impliquen de manera más activa en la calles.

La táctica de la ocupación es en sí misma un gran paso adelante. Tiene el potencial de desempeñar un papel indispensable en la promoción de la lucha. Todo puede ocuparse: campus universitarios, fábricas, oficinas o instituciones comunitarias.

De hecho, en la década de 1930 las ocupaciones de fábricas y oficinas fueron un elemento clave para la obtención de derechos fundamentales que los trabajadores y los pueblos oprimidos consideraban definitivos —entre ellos el derecho sindical, la seguridad social, la asistencia social, el seguro de desempleo, las prestaciones por incapacidad— y de los que hoy se los despoja.

El movimiento OWS acaba de empezar y, como suele ocurrir en todos los movimientos, algún día se iniciará una lucha intestina inevitable cuando llegue la hora de definirlo.

En esa próxima fase del movimiento será necesaria una voz fuerte que represente a los trabajadores y a los oprimidos, entre los cuales se encuentran las comunidades de estadounidenses de orígenes diversos: africanos, latinos, asiáticos, indígenas, mujeres, GLBT, queer e indocumentados de cualquier clase.

No solamente todos ellos sufren dificultades económicas cada vez mayores, sino las cargas adicionales del racismo y la opresión sexual y de género, promovidas por la explotación, por la regla del “divide y vencerás” y por el sistema político capitalista.

A medida que el movimiento empiece a profundizar en su análisis del sistema que crea la enorme desigualdad entre el 1 y el 99% de la población, deberá llegar a reconocer que los multimillonarios, como los pobres, son una consecuencia del propio sistema de la propiedad en toda sociedad capitalista.

Si hay tantos jóvenes que no consiguen empleo o se ven obligados a trabajar por salarios bajos es porque la única manera de vivir que se les ofrece consiste en vender su fuerza de trabajo a un patrón de cualquier tipo, ya sea grande o pequeño.

En la sociedad capitalista actual de alta tecnología, máquinas y software realizan las habilidades para las que los jóvenes obtuvieron capacitación y los reemplazan en su puesto de trabajo. El capital que se invierte en máquinas y equipos es tan rentable que cada vez hacen falta menos trabajadores.

Los capitalistas se enriquecen mientras limitan las aptitudes, reducen los salarios y expulsan a cada vez más trabajadores del proceso de producción y de los servicios. El problema es sistémico y se debe al control que el 1% ejerce sobre los medios de producción.

Wall Street no existe fuera del sistema capitalista, que explota al trabajador. La base de la riqueza de Wall Street, aparte de la especulación, está en las ganancias que los patrones de millones de trabajadores obtienen a diario y luego depositan en los bancos o invierten en obligaciones, valores u otros productos de la rueda financiera.

La única forma de que el movimiento OWS consiga eliminar las enormes desigualdades y el gobierno corporativo que prevalece en EE.UU. y en la mayor parte del mundo consiste en deshacerse del sistema que genera esos males.

Es necesario que en el interior del movimiento se fomente un serio debate para determinar cuál debe ser el sustituto del sistema actual. Este trabajo se basa en la premisa de que el capitalismo ha llegado a un callejón sin salida; además, lleva a la humanidad y al medio ambiente a su destrucción y ha de ser abolido. El punto de partida de este debate es que la nueva sociedad deberá haberse emancipado de la explotación de clase y de la opresión nacional, sexual y de género; deberá poner fin a la guerra; deberá ser ajena a todas las formas de dominación y respetuosa con nuestro planeta. Y, por encima de todo, deberá utilizar la riqueza de la sociedad en beneficio de toda la sociedad.

 

INTRODUCCIÓN

Tres crisis del sistema capitalista: 1873, 1929 y 2007

El capitalismo, sistema de producción con fines de lucro, está en un callejón sin salida. La plaga del desempleo masivo, el subempleo, los bajos salarios, la destrucción de las prestaciones, los recortes de servicios sociales y el aumento de la pobreza ha sobrepasado sus límites y está hundiendo en un desastre irreparable a la clase trabajadora multinacional y a los pueblos oprimidos del mundo. Además de la amenaza a la clase obrera, la estructura vital que sostiene el medio ambiente del planeta está en grave peligro.

Toda una generación de trabajadores se enfrenta a un futuro sombrío. Para una mayoría cada vez más numerosa, el capitalismo solo guarda en reserva desempleo, trabajo marginal no calificado y bajos salarios, ya que cada vez son más las habilidades ahora incorporadas en el software y en la maquinaria. La tecnología y la competencia salarial orquestada por la patronal a escala planetaria siguen impulsando la caída de los salarios.

Entre las consecuencias políticas y sociales más venenosas de la crisis se encuentran la intensificación del racismo, el crecimiento de la industria carcelaria, el aumento de la persecución de inmigrantes y trabajadores indocumentados, y la guerra contra las mujeres y lesbianas, gays, bisexuales y transexuales. La clase dominante busca sembrar la división entre las masas por todos los medios posibles con el fin de desviar la atención del fracaso del sistema económico y del obsceno crecimiento de la desigualdad.

Éstas son las últimas e inevitables consecuencias de las leyes del desarrollo capitalista que impulsan la evolución de un sistema basado en las ganancias. El capitalismo ha entrado en una nueva etapa, en la que las crisis agudas de bajo crecimiento y estancamiento se han convertido en la “nueva normalidad”. El ciclo histórico de auges y crisis sucesivas, con los que la economía se desplomaba periódicamente para luego volver a levantarse y a alcanzar nuevas cimas, se ha terminado.

El capitalismo ha generado periódicamente docenas de crisis cíclicas por lo menos desde 1825, cuando la primera auténtica crisis de sobreproducción internacional azotó al planeta. Pero la crisis actual va mucho más allá de aquellas crisis cíclicas normales.

Cualesquiera que sean los auges y las caídas, nada podrá sacar al sistema a largo plazo de este callejón sin salida, ni los billones de dólares inyectados en rescates bancarios y corporativos ni los invertidos en gasto militar para guerras e intervenciones limitadas ni mucho menos cualquier cura cosmética que se aplique en la herida económica bajo la forma de “estímulos”.

Este libro se ocupa exclusivamente de la crisis actual en EE.UU., pero eso no significa que sea la primera vez que el capitalismo se ha metido en un callejón sin salida. Al menos dos veces antes se encontró en igual situación, sin poder crecer, abocado a retroceder hasta el abismo.

De hecho, la crisis económica que se inició con el colapso del mercado de la vivienda en diciembre de 2007 se asemeja a las dos grandes crisis anteriores: la de 1873-1896, a veces denominada la Depresión Prolongada, y la de 1929- 1939 o Gran Depresión.

La Depresión Prolongada alcanzó a todo el planeta y en EE.UU. fue en realidad una serie de graves depresiones. La caída inicial comenzó con el colapso económico de una gigantesca burbuja del ferrocarril y duró desde 1873 hasta 1877. Esto llevó a la contracción económica más larga que jamás haya habido en la historia de EE.UU., ya que duró 65 meses consecutivos. Una breve recuperación se siguió de otro colapso en la década de 1880. Aquella crisis final, la más drástica, se debió al estallido generalizado de una segunda burbuja especulativa, esta vez del ferrocarril y de las tierras.

La crisis se prolongó casi hasta el cambio de siglo. Durante todo el período hubo tasas de desempleo de dos dígitos y una feroz lucha de clases, desde la huelga ferroviaria de 1877 hasta las huelgas de mineros en las minas de carbón de Pensilvania, pasando por las luchas obreras de Haymarket en 1886 por una jornada de ocho horas, la huelga de acero de Homestead en 1892 y la huelga del ferrocarril Pullman en 1894. En muchas de aquellas contiendas de clase, los trabaja dores hicieron uso de la autodefensa armada contra los ejércitos de rompe-huelgas a sueldo de los empresarios.

Se considera que la Gran Depresión empezó en 1929 con el colapso de una gigantesca burbuja bursátil. Sin embargo, estuvo precedida por el colapso de una burbuja especulativa de las tierras, que alimentó el colapso del mercado de valores, el cual a su vez llevó a quiebras bancarias masivas y a un hundimiento económico a gran escala. En 1931 la tasa de desempleo en EE.UU. fue del 25%. Un breve repunte económico entre 1934 y 1937 se siguió de otro derrumbe, que duró hasta 1939.

Al final de este período el desempleo era del 17% y nunca bajó de dos dígitos, ni siquiera durante la breve recuperación. En 1934 hubo manifestaciones contra el desempleo y la hambruna y huelgas municipales generales en San Francisco, Toledo y Minneapolis. A partir de 1935, los obreros ocuparon cientos de plantas en todo el país, entre ellas la victoriosa y legendaria huelga de brazos caídos en Flint que implantó los sindicatos en General Motors. Aquellos años fueron un período de desarrollo prerrevolucionario.

Existen muchas diferencias entre la crisis a finales del siglo XIX y la de la década de 1930, pero también algunas similitudes importantes y fundamentales que ayudan a la comprensión de la crisis actual.

En ambas, el funcionamiento automático del mercado capitalista, el ciclo normal de auge y caída del desarrollo capitalista, se quedó exhausto. El capitalismo llegó a un punto en el que ninguna medida de carácter económico podía por sí sola mantener el sistema en movimiento ni hacerlo avanzar por más tiempo. Estaba sumido en la pará lisis económica; el desempleo masivo sobrepasaba la capacidad del sistema.

Ambas crisis se vieron precedidas por largos períodos de enorme crecimiento de las fuerzas productivas, grandes avances en tecnología e incrementos importantes en la productividad de la clase trabajadora.

Desde mediados del siglo XIX, la aplicación de la ciencia a los procesos industriales y a las comunicaciones dio lugar a lo que suele denominarse la segunda revolución industrial. Hubo mejoras importantes en los procesos de producción del acero y los productos químicos, el uso generalizado de los motores de combustión interna, el desarrollo de las perforaciones para exploración de petróleo, el telégrafo y otros muchos avances. Estos progresos tecnológicos provocaron

grandes impulsos en el crecimiento de las fuerzas productivas, incluido el desarrollo masivo de la red de ferrocarriles.

Dichos avances en la ciencia y la industria coincidieron con la aniquilación de los pueblos indígenas y la incautación de sus tierras —lo cual obligó a los africanos captura dos a una esclavitud que tras la Guerra Civil adoptó una forma modificada, la denominada aparcería—, la anexión de la mitad de México y la importación de mano de obra china. Todo esto sentó las bases para la apropiación de las tierras e hizo posible la construcción de una red ferroviaria transcontinental, imperios mineros y madereros y el crecimiento meteórico del capitalismo estadounidense en el período posterior a la Guerra Civil.

Del igual modo, en el período comprendido entre finales del siglo xix hasta la crisis de 1929, el capitalismo dio un salto tecnológico hacia la era de la producción en masa. Fue el período conocido por el aumento del “fordismo”, es decir, la línea de montaje, además de la denominada gestión “científica” del estudio del tiempo, de hecho la aceleración científica. El crecimiento económico se vio alimentado por la producción en masa de automóviles, la nueva tecnología de construcción de carreteras, la electrificación de la industria manufacturera, la llegada de la electricidad a los hogares, el teléfono y la producción en masa de radios y electrodomésticos, entre otras cosas.

Una vez más, como en el siglo XIX, la productividad del trabajo aumentó exponencialmente. Y, también una vez más, el consumo no pudo mantener el ritmo de producción. Poco antes del colapso económico, la producción empezó a declinar y se redujeron las ganancias. La Depresión vino después.

¿De qué manera ocurrieron estas depresiones?

La Depresión Prolongada que había empezado en 1873 condujo a la clase capitalista estadounidense hacia el imperialismo. Las fuerzas productivas y el sistema basado en las ganancias habían superado el estrecho marco del Estado nación capitalista. El desempleo en EE.UU. solo se redujo con la denominada Guerra Hispano-Estadounidense de 1898, que llevó a la conquista estadounidense de las Filipinas, Cuba y Puerto Rico y a la influencia en Asia y Latinoamérica. Este proceso sangriento fue el mismo que había llevado a los capitalistas europeos a la “lucha por África” en la década de 1880.

De igual modo, la Gran Depresión creó las condiciones necesarias para la Segunda Guerra Mundial y se materializó en ella cuando la industria se convirtió en producción de guerra. En la posguerra, los medios de producción masiva, las infraestructuras y las viviendas destruidas tuvieron que ser reconstruidas.

La crisis actual, que se inició en diciembre de 2007, surgió de las mismas condiciones que precedieron a las dos crisis anteriores: el fenomenal crecimiento de las fuerzas de producción y un enorme aumento en la productividad de la clase trabajadora, esta vez plasmada de manera mucho más nítida en el aumento de la revolución científico-tecnológica y en la era digital.

Al igual que en las crisis anteriores, el sistema se ha visto superado por la sobreproducción capitalista. Las industrias fundamentales para el capitalismo y el empleo —del automóvil, de la vivienda, del acero y otras— se están contrayendo debido a que los mercados no pueden absorber la enorme producción. Los salarios disminuyen por todas partes y la desigualdad alcanza grados indescriptibles.

Al igual que en las dos grandes crisis anteriores, en estas primeras etapas del desarrollo de la crisis actual el sistema capitalista no puede reiniciarse a pesar de todos los esfuerzos de los bancos centrales y los gobiernos capitalistas.

Incluso si se observa un ligero repunte en la economía, el desempleo masivo ya no retrocede y en la mayoría de los casos sigue creciendo. El auge de la “recuperación sin empleo” es una característica de la crisis actual, en la que el capitalismo está en un callejón sin salida.

Debido al extraordinario desarrollo de la mundialización de la producción, el comercio y la banca y las finanzas, la crisis actual se está jugando en un escenario mucho más amplio que las anteriores.

La Depresión Prolongada y la Gran Depresión pusieron de manifiesto que el capitalismo había superado las fronteras del Estado-nación y condujeron a la era del imperialismo, a la rivalidad interimperialista y a la guerra. De hecho, el auge del imperialismo significó que el capitalismo había entrado en una fase de crisis general, de la que nunca ha logrado salir. La actual indica que el capitalismo ha crecido más que el propio planeta. Además, es una amenaza para la preservación de la vida humana.

Al igual que en las crisis anteriores, conforme esta crisis se profundiza y se prolonga, la clase dominante intensifica su intervención militar y agrava las tensiones mundiales al tiempo que aumenta su arsenal de destrucción. Al momento de escribir estas líneas, a finales de julio de 2012, Washington y la OTAN están tratando de derrocar al gobierno de Siria tras haber aniquilado al de Libia, la amenaza de guerra contra Irán sigue en aumento, el “reequiibrio” militar en el Pacífico y la coordinación militar más estrecha con el imperialismo japonés es una amenaza para China y las tensiones militares con Rusia han sido deliberada mente alimentadas con la construcción de sistemas de defensa de misiles.

 

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