¿A qué herencia renunciamos?

 

En el número 10 de Rússkoie Bogatstvo de 1897, el señor Mijailovski dice, exponiendo el juicio del señor Minski acerca de los "materialistas dialécticos": "él (el señor Minski) debería saber que esta gente no desea tener ningún vínculo de continuidad con el pasado y renuncia categóricamente a la herencia" (pág. 179), o sea, "a la herencia de los años 60 y 70", a la que el señor V. Rozánov renunció solemnemente en 1891 en Moskovskie Viédomosli[1] (pág. 178).

En este comentario del señor Mijailovski acerca de "los discípulos rusos"[2] hay un sinnúmero de falsedades. Cierto que el señor Mijailovski no es el único y original autor de esta falsedad sobre "la renuncia de los discípulos rusos a la herencia": la vienen repitiendo hace ya mucho casi todos los representantes de la prensa populista liberal al combatir a "los discípulos". Si la memoria no nos es infiel, el señor Mijailovski no había inventado aún esa falsedad al comienzo de su guerra cruenta contra "los discípulos"; fueron otros quienes lo hicieron antes que él. Más tarde consideró necesario servirse también de ella. Cuanto más desarrollaban "los discípulos" sus puntos de vista en las publicaciones rusas, cuanto más exhaustiva y detalladamente se pronunciaban sobre toda una serie de problemas teóricos y prácticos tanto más raro era hallar en la prensa adversaria objeciones de fondo contra los puntos fundamentales de la nueva orientación, contra la noción del carácter progresivo del capitalismo ruso, contra la absurda idealización populista del pequeño productor, contra la necesidad de buscar la explicación de las corrientes del pensamiento social y de las instituciones jurídicas y políticas en los intereses materiales de las diversas clases de la sociedad rusa. Estos puntos fundamentales fueron silenciados, se prefirió y se prefiere no hablar de ellos; pero, en cambio, se inventaron más patrañas tendentes a desacreditar la nueva orientación. Entre estas "patrañas malignas" figuran también las frases en boga sobre "la renuncia de los discípulos rusos a la herencia", sobre su ruptura con las mejores tradiciones del mejor y más avanzado sector de la sociedad rusa, sobre su rompimiento del hilo democrático, etc., etc., y muchas otras cosas por el estilo. La extraordinaria difusión de tales frases nos obliga a analizarlas circunstanciadamente y refutarlas. Para que nuestra exposición no parezca gratuita, comenzaremos por hacer un paralelo histórico-literario entre dos "publicistas del agro", tomados para caracterizar la "herencia". Hacemos la salvedad de que nos limitaremos exclusivamente a los problemas económicos y sociales, analizando de toda la "herencia" sólo éstos y dejando a un lado los problemas filosóficos, literarios, estéticos, etc.

 

I. Uno de los representantes de la “herencia”

 

Hace treinta años, en 1867, empezaron a aparecer en la revista Otiéchestvennie Zapiski[3] unos ensayos sociopolíticos de Skaldin, titulados En una perdida aldea y en la capital. Estos ensayos fueron publicados en el curso de tres años, de 1867 a 1869. En 1870, su autor los recopiló y editó en un volumen con el mismo título*. El conocimiento de este libro — olvidado casi por completo en la actualidades instructivo en sumo grado por lo que se refiere al problema que nos interesa, o sea, la actitud de los representantes de "la herencia" ante los populistas y "los discípulos rusos". El título del libro no es exacto. El propio autor se ha dado cuenta de ello y explica en el prólogo que su tema es la actitud de "la capital" frente a "la aldea", es decir, que se trata de ensayos sociopolíticos acerca de esta última y que no se propone hablar especialmente de la capital. Es decir, quizá haya tenido ese propósito, pero no lo ha creído conveniente: como yo podría, no quiero; y como querría, no puedo. Para explicar porqué no lo ha creído conveniente, Skaldin cita a un escritor griego.

* Skaltlin. En una perdida aldea y en la capital, San Petersburgo, 1870 (451 págs.). No hemos podido conseguir los números de Oliéchestvennie Zapiskicorrespondientes a esos años y hemos utilizado únicamente el libro.

Hagamos una breve exposición de las opiniones de Skaldin.

Comencemos por la reforma campesina,[4] punto de partida al que deben remontarse inevitablemente, incluso hoy, quienes deseen dar a conocer concepciones generales sobre los problemas económicos y sociales. En el libro de Skaldin se dedica muchísimo espacio a la reforma campesina. Skaldin es tal vez el primer escritor que ha mostrado de manera sistemática, basándose en innumerables hechos y en un examen minucioso de toda la vida rural, la situación calamitosa de los campesinos después de la reforma, el empeoramiento de sus condiciones de vida, las nuevas formas de su dependencia en lo económico, en lo jurídico y en lo cotidiano; en una palabra, ha presentado todo lo que desde entonces ha sido mostrado y demostrado tan circunstanciada y minuciosamente en innumerables investigaciones y descripciones. Todas estas verdades no son hoy una novedad; pero entonces, además de serlo, despertaban la desconfianza de la sociedad liberal, la cual temía que tras dichas alusiones a las llamadas "deficiencias de la reforma" se ocultase la condenación de ésta y un velado espíritu feudal. El interés que ofrecen las opiniones de Skaldin es tanto mayor por tratarse de un contemporáneo de la reforma (y, quizá, incluso de un participante en ella. No disponemos de ningún dato histórico, literario ni biográfico de Skaldin). Sus concepciones se basan, por consiguiente, en la observación directa tanto de "la capital" como de "la aldea" de entonces, y no es un estudio libresco de gabinete.

Lo que más llama la atención del lector actual, habituado a los melifluos cuentos populistas sobre la reforma campesina, es la extraordinaria sensatez de las concepciones de Skaldin acerca de esta cuestión. Skaldin enfoca la reforma sin engañarse a sí mismo, sin idealizada en modo alguno; la ve como un contrato entre dos partes —los terratenientes y los campesinos—, que hasta entonces hablan usufructuado en común la tierra en determinadas condiciones y que ahora se han dividido, modificando con esta división la posición jurídica de ambas. Los intereses de unos y otros fueron el factor determinante de la forma en que se realizó dicha división y de la magnitud de lo que recibió cada cual. Esos intereses fijaron las aspiraciones de ambas partes, pero la posibilidad que tuvo una de ellas de participar directamente en la reforma misma y en la solución práctica de los diversos problemas de su realización fue, entre otras cosas, lo que originó su predominio. Tal es la interpretación que Skaldin da a la reforma. Skaldin analiza con minuciosidad singular el problema principal de la reforma —el de las parcelas y los pagos—, volviendo más de una vez a él en sus ensayos. (Su libro se divide en once ensayos, independientes por el contenido y parecidos por su forma a cartas de la aldea. El primer ensayo está fechado en 1866; el último, en 1869.) En lo que respecta a los llamados campesinos "con poca tierra", el libro no contiene, por supuesto, nada nuevo para el lector contemporáneo; pero en las postrimerías de los años 60, sus pruebas eran tan nuevas como valiosas. No nos proponemos, claro está, repetirlas; sólo queremos señalar la peculiaridad de la definición que hace Skaldin de este fenómeno, peculiaridad que lo distingue ventajosamente de los populistas. Skaldin no habla de "escasez de tierra", sino de que "se han recortado demasiado las parcelas campesinas" (pág. 213, también 214 y muchas otras; confrontar título del ensayo III), de que las parcelas mayores fijadas por el Reglamento resultaron inferiores a las que los campesinos tenían antes de la reforma (pág. 257); cita de paso algunos juicios y comentarios muy característicos y típicos de los campesinos sobre este aspecto de la reforma*.

* “El (subrayado por el autor) ha recortado tanto nuestra tierra que sin esa porción de tierra recortada no podemos vivir; nos ha rodeado por todas partes con sus campos de tal modo que no tenemos donde apacentar el ganado; así que debemos pagar aparte por la parcela y también aparte por la tierra recortada todo lo que nos pide”. “¡Qué mejora de vida es ésa! —me dijo un mujík con cierta instrucción y experiencia, pechero en el pasado-. Nos han dejado el tributo como antes y, encima, nos han recortado las tierras”.

Las explicaciones y pruebas de este hecho que aporta Skaldin son de una minuciosidad, un vigor e incluso una rudeza extraordinarios en un escritor como él, por lo común moderado en extremo, sensato y, por sus concepciones generales, sin duda alguna burgués. Si hasta un escritor como Skaldin habla de esto con tanta energía, ello significa que el fenómeno llamó mucho la atención. El autor habla también con no menos energía y detalle de lo gravoso de los pagos, aduciendo multitud de hechos para corroborar sus afirmaciones. "Los impuestos excesivos —leemos en el subtítulo del ensayo III (1867)— son la causa principal de la pobreza de los campesinos", y Skaldin muestra que los impuestos son superiores a los ingresos que los campesinos obtienen de la tierra. Cita de los Dictámenes de la Comisión Fiscal datos que muestran la distribución en Rusia de los impuestos que se perciben tanto de las clases superiores como de las inferiores, de donde resulta que sobre estas últimas recae el 76 % de todos los tributos, y sobre las primeras tan sólo el 17%, mientras que en Europa Occidental la relación es en todas partes incomparablemente más favorable para las clases inferiores. En el subtítulo del ensayo VII (1868) leemos: "Las desmesuradas cargas monetarias son una de las causas principales de la indigencia de los campesinos". Y el autor muestra que las nuevas condiciones de vida han exigido en el acto del campesino dinero, dinero y más dinero; que en el Reglamento se aceptaba como norma recompensar a los terratenientes por la abolición de la servidumbre (252); que la cuantía del tributo era fijada "de acuerdo con los datos auténticos facilitados por los terratenientes y sus administradores, es decir, de acuerdo con datos totalmente arbitrarios y nada fidedignos" (255), a causa de lo cual, los tributos medios establecidos por las comisiones resultaron ser más elevados de lo que eran en realidad. "A la carga de los tributos vino a añadirse, para los campesinos, la pérdida de la tierra que habían usufructuado durante siglos" (258). "Si la evaluación de la tierra para el rescate se hubiera hecho por su precio real en la época de la emancipación, y no según la capitalización del tributo, el rescate podría haberse efectuado muy fácilmente y no necesitaría siquiera la colaboración del gobierno ni la emisión de billetes de banco" (264).

"El rescate que, según el espíritu del Reglamento del 19 de febrero, debía ser un alivio para los campesinos y culminar el mejoramiento de sus condiciones de vida, contribuye con frecuencia, en realidad, a aumentar su penuria" (269). Citamos todos estos pasajes —de por sí poco interesantes y en parte anticuados— para mostrar con qué energía se pronunciaba a favor de los intereses de los campesinos un escritor adversario de la comunidad rural y verdadero manchesteriano,[5] en toda una serie de problemas. Es muy aleccionador señalar la total coincidencia de casi todas las tesis útiles y no reaccionadas del populismo con las de este manchesteriano. Se comprende de por sí que, con tales concepciones acerca de la reforma, Skaldin no podía entregarse a esa meliflua idealización que hicieron y hacen de ella los populistas diciendo que ha sancionado la producción popular, que es superior a las reformas campesinas efectuadas en Europa Occidental, que ha hecho de Rusia algo así como tabula rasa, etc. Skaldin no sólo no ha dicho ni podía decir nada semejante, sino que, por el contrario, ha dicho explícitamente que nuestra reforma campesina se había realizado en condiciones menos ventajosas para los campesinos, que había sido menos provechosa que la de Occidente. "El problema se planteará de plano —escribe Skaldin— si nos preguntamos por qué las felices consecuencias de la emancipación no se manifiestan en nuestro país con la misma rapidez y el mismo crecimiento progresivo con que se manifestaron, por ejemplo, en Prusia y Sajonia en el primer cuarto del presente siglo" (221). "En Prusia, como en toda Alemania, no se rescataban las parcelas de los campesinos, que desde hacía ya mucho eran reconocidas por la ley como propiedades de éstos, sino las prestaciones obligatorias a los terratenientes" (272).

Pasemos ahora del aspecto económico de la reforma, en la apreciación de Skaldin, a su aspecto jurídico. Skaldin es enemigo jurado de la caución solidaria, del sistema de pasaportes interiores y del poder patriarcal de la "comunidad" en el campesinado (y de la sociedad pequeñoburguesa) sobre sus miembros. En el III ensayo (1867) insiste en la necesidad de suprimir la caución solidaria, la capitación y el sistema de pasaportes, en la necesidad de establecer un impuesto patrimonial igualitario y sustituir los pasaportes por certificados gratuitos y permanentes. "El impuesto sobre los pasaportes dentro del país no existe en ningún otro Estado civilizado" (109). Como se sabe, este impuesto ha sido abolido únicamente en 1897. En el título del IV ensayo leemos: "La arbitrariedad de las comunidades rurales y de las dumas urbanas en el envío de pasaportes y en el cobro de impuestos a contribuyentes ausentes"... "La caución solidaria es un pesado yugo que deben soportar los propietarios concienzudos y hacendosos por los juerguistas y holgazanes" (126). Skaldin quiere explicar la disociación del campesinado, ya visible entonces, por las cualidades personales de los que progresan y de los que se arruinan. El autor describe minuciosamente las dificultades con que tropiezan los campesinos que viven en San Petersburgo para obtener y prorrogar los pasaportes y rechaza la objeción de quienes dicen: "Gracias a Dios que toda esta masa de campesinos sin tierra no ha sido empadronada en las ciudades y no ha venido a aumentar el número de habitantes urbanos carentes de bienes raíces..." (130). "La bárbara caución solidaria..." (131)... "Uno se pregunta: ¿pueden llamarse ciudadanos libres las personas colocadas en semejante situación? ¿No son los mismos glebae adscripti?"* (132).

* En el antiguo Imperio Romano, campesinos adscritos a las heredades, de las que no podían irse aunque su cultivo fuera desventajoso. (N. de la Edit.)

Se culpa a la reforma campesina. "Pero ¿acaso es culpable la reforma campesina de que la legislación, después de emancipar al campesino de su servidumbre al terrateniente, no haya concebido nada para liberarlo de la sujeción a la comunidad y al lugar de residencia?.. ¿Dónde están, pues, los indicios de la libertad civil, si el campesino no puede elegir el lugar de residencia ni el género de sus ocupaciones?" (132). Con toda razón y exactitud, Skaldin denomina a nuestro campesino "proletario sedentario" (231)**.

** Skaldin ha mostrado muy detalladamente la justedad no sólo de la segunda parte de esta definición (proletario), sino también de la primera. En sus ensayos dedica mucho espacio a describir la situación de dependencia de los campesinos, su miseria y la difícil situación de los jornaleros agrícolas, a la "descripción del hambre de 1868" (título del ensayo V) y de todas las formas de sojuzgamiento y humillación del campesino. En la década del 60, igual que en la del 90, hubo quienes silenciaban y negaban la existencia del hambre. Skaldin se alza vehementemente contra ellos. Está claro que sería superfluo reproducir citas minuciosas sobre esta materia.

En el título del ensayo VIII (1868) leemos: "...La adscripción de los campesinos a sus comunidades y parcelas entorpece el mejoramiento de sus condiciones de vida... Es una traba para el desenvolvimiento de las ocupaciones auxiliares fuera de la localidad". "Además de la ignorancia de los campesinos y de su agobio bajo el peso del aumento progresivo de los impuestos, una de las causas que frenan el desarrollo del trabajo campesino y, por consiguiente, de su bienestar, es su adscripción a las comunidades y parcelas. Atar la mano de obra a un solo lugar y encadenar la comunidad agraria con lazos indisolubles es ya de por sí una condición extremadamente desventajosa para el desenvolvimiento del trabajo, de la iniciativa personal y de la pequeña propiedad agraria" (284). "Los campesinos, sujetos a sus parcelas y comunidades, privados de la posibilidad de emplear su trabajo donde resulte más productivo y más ventajoso para ellos, han quedado como congelados en esta forma de vida promiscua, gregaria e improductiva en que salieron del régimen de la servidumbre" (285).

Por consiguiente, el autor enfoca estos problemas de la vida campesina desde un punto de vista netamente burgués; pero, pese a ello (más exacto: precisamente por ello), aprecia con acierto extraordinario cuán perniciosa es la adscripción de los campesinos para toda la evolución social y para ellos mismos. Este perjuicio repercute con fuerza singular (agregaremos por nuestra parte) en los grupos inferiores del campesinado, en el proletariado rural. Skaldin dice con gran exactitud: . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

 

 

 

 

[1]  Moskovskie Viédomosti ("Las Noticias de Moscú"): uno de los periódicos rusos más antiguos; se publicó desde 1756 hasta 1917. A partir de 1863 fue portavoz monárquico nacionalista de los más reaccionarios sectores terratenientes y clericales.

[2] "Los discípulos rusos": denominación que se daba en la prensa, para eludir la censura, a los marxistas rusos.

[3]  Véase la nota 28.

[4]  Se alude a la reforma que abolió el régimen de la servidumbre en Rusia. El manifiesto correspondiente fue firmado el 19 de febrero de 1861.

[5]  Manchesteriano: véase la nota 105.

 

 

 

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