EL SIGNIFICADO DEL MATERIALISMO MILITANTE.[1]
El camarada Trotski ha dicho ya todo lo esencial, y lo ha dicho muy bien, sobre las tareas generales planteadas a la revista Pod Známenem Marxizma en el número 1-2. Quisiera detenerme en algunas cuestiones que determinan más de cerca el contenido y el programa de la labor que se propone realizar la Redacción de esta revista, según se proclama en la declaración publicada en el número 1-2.
En dicha declaración se dice que no todos los que se agruparon en derredor de la revista Pod Známenem Marxizma son comunistas, pero que todos son materialistas consecuentes. Creo que esta alianza de comunistas con los que no lo son es sin duda necesaria y determina con acierto las tareas de la revista. Uno de los más graves y peligrosos errores de los comunistas (como de todos los revolucionarios que hayan coronado con éxito la etapa inicial de una gran revolución) es imaginarse que la revolución pueden llevarla a cabo los revolucionarios solos. Al contrario, para que todo trabajo revolucionario serio tenga éxito es preciso comprender y saber plasmar en la vida el concepto de que los revolucionarios sólo son capaces de desempeñar el papel de vanguardia de la clase vital y avanzada de verdad. La vanguardia cumple sus tareas de vanguardia sólo cuando sabe mantener el contacto con la masa que dirige, cuando sabe conducir realmente adelante a toda la masa. Sin la unión, en los más diversos terrenos, con los que no son comunistas, no puede ni siquiera hablarse de ninguna construcción comunista venturosa.
Otro tanto puede afirmarse de la defensa del materialismo y del marxismo que emprende la revista Pod Známenem Marxizma. Las principales orientaciones del pensamiento social avanzado de Rusia tienen, por suerte, una sólida tradición materialista. Sin referirme ya a J. V. Plejánov, bastará con mencionar a Chernyshevski, del que a menudo quedaban muy por debajo y muy atrás los populistas modernos (los socialistas populares[2], los eseristas y otros) en su afán de seguir las doctrinas filosóficas reaccionarias en boga, deslumbrados por el oropel de la supuesta "última palabra" de la ciencia europea e incapaces de ver, tras ese oropel, tal o cual variedad de servilismo ante la burguesía, sus prejuicios y su carácter reaccionario burgués.
En todo caso, en Rusia hay todavía —y aún durarán bastante, sin duda— materialistas del campo de los no comunistas, y nuestro deber indiscutible es el de incorporar a todos los partidarios del materialismo consecuente y militante al trabajo común, a la lucha contra la reacción filosófica y los prejuicios filosóficos de la llamada "sociedad instruida". Dietzgen padre, que no debe ser confundido con Dietzgen hijo —autor tan presuntuoso como fracasado—, al decir que los catedráticos de filosofía en la sociedad moderna son de hecho, en la mayoría de los casos, solamente "lacayos titulados del clericalismo[3], expresó con acierto, tino y claridad el concepto fundamental del marxismo acerca de las tendencias filosóficas predominantes en los países burgueses, las cuales son objeto de la atención de sus eruditos y publicistas.
A nuestros intelectuales de Rusia, los cuales se complacen en considerarse avanzados —lo mismo que, dicho sea de paso, sus colegas de todos los demás países—, les disgusta mucho trasladar la cuestión al plano del juicio emitido por Dietzgen. Y les disgusta porque la verdad les duele. Basta con reflexionar un poco en la dependencia estatal, luego en la económica general, y después en la de otros tipos en que de la burguesía dominante pone la vida cotidiana a los intelectuales contemporáneos para comprender la certeza absoluta de la tajante calificación dada por Dietzgen. Basta con recordar la inmensa mayoría de las tendencias filosóficas en boga, que surgen con tanta frecuencia en los países europeos, aunque sea empezando por las relacionadas con el descubrimiento del radio y terminando por las que tratan ahora de aferrarse a Einstein, para darse cuenta de la ligazón existente entre los intereses de clase y la posición de clase de la burguesía, entre el apoyo que ésta presta a todas las formas de las religiones y el contenido ideológico de las tendencias filosóficas de moda.
Por lo expuesto se ve que una revista deseosa de ser órgano de prensa del materialismo militante debe ser, primero, órgano combativo en el sentido de desenmascarar y perseguir constantemente a todos los "lacayos titulados del clericalismo" de nuestros tiempos, tanto da que se presenten como representantes de la ciencia oficial que como francotiradores autodenominados publicistas "demócratas de izquierda o de ideología socialista".
Una revista así debe ser, en segundo lugar, unórgano de prensa del ateísmo militante. Tenemos entidades o, por lo menos, instituciones públicas que se dedican a esa labor. Pero lo hacen con una apatía extremada, de manera insatisfactoria en grado sumo, sintiendo, por lo visto, en su propia carne, el yugo de las condiciones generales de nuestra burocracia genuinamente rusa (si bien soviética). Por lo mismo, es de suma importancia que, para completar, corregir y avivar la labor de las instituciones públicas respectivas, una revista consagrada a convertirse en órgano de prensa del materialismo militante despliegue una propaganda y una lucha ateístas infatigables. Hay que estar al tanto de todas las publicaciones que, sobre el particular, aparezcan en todos los idiomas, traduciéndolas o, por lo menos, resumiendo el contenido de cuanto aparezca de valor al respecto.
Hace ya mucho que Engels aconsejaba a los dirigentes del proletariado moderno que se tradujesen, para difundirlas en masa entre el pueblo, las publicaciones ateístas militantes de fines del siglo XVII[4]. Para vergüenza nuestra, seguimos sin hacerlo hasta la fecha (y ésta es una de las muchas demostraciones de que en una época revolucionaria es mucho más fácil conquistar el poder que saber utilizarlo acertadamente). A veces se pretende justificar esta apatía, esta inactividad y esta incapacidad nuestras con toda clase de razonamientos "altisonantes"; por ejemplo, diciendo que las viejas publicaciones ateístas del siglo XVIII están ya anticuadas, que no son científicas, que son ingenuas, etc. No hay nada peor que estos sofismas presuntamente doctos que encubren la pedantería o la completa incomprensión del marxismo. Claro está que en las obras ateas de los revolucionarios del siglo XVIII encontraremos no pocos elementos no científicos e ingenuos. Pero nadie impide a los editores de estas obras que las abrevien y provean de sucintos epílogos en los que se exponga el progreso alcanzado por la humanidad en la crítica científica de la religión desde fines del siglo XVIII, se enumeren las respectivas obras nuevas, etc. Sería un crasísimo error, uno de los errores más graves que pueda cometer un marxista, pensar que las multitudinarias masas populares (sobre todo, de campesinos y artesanos), condenadas por toda la sociedad contemporánea al oscurantismo, la ignorancia y los prejuicios, puedan salir de esa ignorancia únicamente por la línea recta de la ilustración puramente marxista. Es necesario dar a dichas masas las más variadas publicaciones de propaganda atea, relacionarlas con los hechos de las más variadas esferas de la vida, abordarlas de una y otra manera a fin de interesarlas, de sacudirlas en todos los aspectos y sacarlas del letargo religioso, empleando para ello los procedimientos más distintos, etc.
Las publicaciones vivas y amenas de los viejos ateos del siglo XVIII, escritas con talento y llenas de ataques ingeniosos y abiertos al oscurantismo clerical dominante, resultarán, a cada paso, mil veces más adecuadas para sacar a la gente del letargo religioso que las exposiciones de marxismo aburridas, secas, no ilustradas casi con ningún hecho bien seleccionado, exposiciones que prevalecen en nuestras publicaciones y que (debemos confesarlo) tergiversan a menudo el marxismo. Todas las obras de alguna importancia de Marx y Engels ya están traducidas al ruso. No hay el menor fundamento para temer que el viejo materialismo y el viejo ateísmo queden sin completar con las enmiendas aportadas por Marx y Engels. Lo más importante —lo que olvidan precisamente con mayor frecuencia nuestros comunistas seudomarxistas, en realidad deformadores del marxismo— es saber interesar a las masas, todavía incultas, en la actitud consciente ante los problemas religiosos y la crítica consciente de las religiones.
Por otra parte, fijémonos en los representantes de la moderna crítica científica de las religiones. Estos representantes de la burguesía ilustrada "completan" casi siempre sus propias refutaciones de los prejuicios religiosos con tales razonamientos que los descubren al punto como esclavos ideológicos de la burguesía, como "lacayos titulados del clericalismo".
Dos ejemplos. El catedrático R. Y. Vípper editó en 1918 un folleto titulado El origen del cristianismo (Editorial Faros, Moscú). Al exponer los resultados principales de la ciencia moderna, lejos de combatir los prejuicios y el engaño, arma de la Iglesia como organización política, lejos de tratar de estas cuestiones, declara abiertamente pretensión ridícula y de las más reaccionarias el elevarse por encima de ambos "extremos": tanto del idealismo como del materialismo. Esto no es más que servilismo ante la burguesía dominante, la cual desembolsa en apoyo de la religión en todo el mundo centenares de millones de rublos de las ganancias que extrae de los trabajadores.
El conocido erudito alemán Arthur Drews refuta en su libro El mito de Cristo las leyendas y prejuicios religiosos, demuestra que en el mundo no ha existido Cristo alguno, y al final del mismo se pronuncia en pro de la religión, pero de una religión algo renovada, refinada, artificiosa, capaz de contrarrestar "el torrente naturalista que aumenta a diario más y más" (página 238 de la cuarta edición alemana de 1910). Este es un reaccionario franco, consciente, que ayuda abiertamente a los explotadores a que sustituyan los viejos y putrefactos prejuicios religiosos por otros nuevecitos, más ruines y viles todavía.
Esto no significa que no haya que traducir la obra de Drews. Significa que los comunistas y todos los materialistas consecuentes deben, a la vez que concluyen en cierta medida su alianza con la parte progresista de la burguesía, desenmascararla sin reservas cuando se desliza a la reacción. Significa que rehuir la alianza con los representantes de la burguesía del siglo XVIII, es decir, de la época en que la burguesía era revolucionaria, equivaldría a traicionar el marxismo y el materialismo, puesto que la "alianza" con los Drews es de una u otra forma, en mayor o menor grado, obligatoria para nosotros en la lucha contra los oscurantistas religiosos dominantes.
La revista Pod Známenem Marxizma, que se propone ser el órgano de prensa del materialismo militante, debe dedicar mucho espacio a la propaganda atea, a la información sobre las publicaciones respectivas y subsanar las inmensas faltas de nuestra labor estatal en esta esfera. Es de singular importancia utilizar los libros y folletos que contienen numerosos datos concretos y comparaciones demostrativas de la relación existente entre los intereses de clase y las organizaciones de clase de la burguesía moderna, por un lado, y las organizaciones de las instituciones religiosas y de la propaganda religiosa, por el otro.
Son de extraordinaria importancia todos los escritos relativos a los Estados Unidos de América del Norte, donde se revela en grado menor la relación oficial, gubernamental, de Estado, entre la religión y el capital. En cambio, se hace más evidente que la llamada "democracia moderna" (ante la cual se prosternan con tanta insensatez los mencheviques, los eseristas y, en parte, los anarquistas, etc.) no es otra cosa que la libertad de predicar lo que conviene a la burguesía, y a ésta le conviene predicar las ideas más reaccionarias, la religión, el oscurantismo, la defensa de los explotadores, etc.
Quisiera abrigar la esperanza de que una revista que se propone ser órgano de prensa del materialismo militante ofrecerá a nuestros lectores resúmenes de publicaciones ateas con referencias que indiquen para qué grupos de lectores y en qué sentido podrían servir tales o cuales obras y una relación de las aparecidas en nuestro país (deben considerarse aparecidas únicamente las traducidas con decoro, que no son tantas) y de las que aún debemos editar.
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Además de la alianza con los materialistas consecuentes no afiliados al Partido Comunista, no es de menos importancia, sino tal vez de más importancia aún, para la labor que el materialismo militante debe realizar, la alianza con los representantes de las ciencias naturales modernas que tienden al materialismo y no temen defenderlo ni predicarlo contra las vacilaciones filosóficas en boga, predominantes en la llamada "sociedad instruida", que se inclinan por el idealismo y el escepticismo.
El artículo de A. Timiriázev sobre la teoría de la relatividad de Einstein, publicado en el número 1-2 de Pod Známenem Marxizma, permite abrigar la esperanza de que la revista logre también concluir esta segunda clase de alianza, a la cual es preciso dedicar más atención. Hay que recordar que precisamente del brusco viraje que están dando actualmente las ciencias naturales modernas surgen a cada paso las escuelas y escuelillas, las tendencias y subtendencias filosóficas reaccionarias. Por lo tanto, seguir de cerca los problemas que la novísima revolución en la esfera de las ciencias naturales destaca y atraer a esta labor, en la revista filosófica, a los investigadores naturalistas es una tarea sin cuyo cumplimiento el materialismo militante en modo alguno puede ser ni militante ni materialismo. Si Timiriázev se ha visto obligado a señalar en el primer número de la revista que a la teoría de Einstein — quien, según dice Timiriázev, no ha emprendido personalmente ninguna cruzada activa contra las bases del materialismo—, se ha aferrado ya en todos los países una infinidad de intelectuales burgueses, esto se refiere no sólo a Einstein, sino a toda una serie, quizás a la mayoría, de los grandes transformadores de las ciencias naturales a partir de fines del siglo XIX.
Y para no tratar semejante fenómeno de un modo inconsciente debemos comprender que sin una sólida fundamentación filosófica no hay ciencias naturales, ni materialismo, que puedan soportar la lucha contra el empuje de las ideas burguesas y el restablecimiento de la concepción burguesa del mundo. Para soportar esta lucha y llevarla hasta el fin con pleno éxito, el naturalista debe ser un materialista moderno, un partidario consciente del materialismo representado por Marx, es decir, debe ser un materialista dialéctico. Para alcanzar este fin, los colaboradores de la revista Pod Známenem Marxizma deben organizar el estudio sistematizado de la dialéctica de Hegel desde el punto de vista materialista, es decir, de la dialéctica que Marx aplicó prácticamente en su Capital y en sus otras obras de historia y política con tanto éxito que, en la actualidad, cada día del despertar de las nuevas clases a la vida y a la lucha en el Oriente (el Japón, la India, China) —es decir, de esos centenares de millones de seres que constituyen la mayoría de la población del globo y que eran hasta hoy, con su inactividad y letargo históricos, la causa del estancamiento y de la putrefacción de muchos Estados adelantados de Europa—, cada día del despertar de nuevos pueblos y de nuevas clases a la vida aporta una confirmación mayor aún del marxismo.
Naturalmente, la labor dedicada a tal estudio, a tal interpretación y a tal propaganda de la dialéctica de Hegel es sumamente difícil y, sin duda, los primeros intentos en este sentido conducirán a errores. Pero únicamente quien no hace nada no se equivoca. Basándonos en el modo que tenía Marx de aplicar la dialéctica de Hegel, concebida de una manera materialista, podemos y debemos desarrollar esta dialéctica en todos sus aspectos, publicar en la revista fragmentos de las principales obras de Hegel, interpretarlas de un modo materialista, comentándolas con ejemplos de la aplicación de la dialéctica por Marx y con ejemplos de la dialéctica aplicada al terreno de las relaciones económicas y políticas, ejemplos que la historia contemporánea, sobre todo la guerra imperialista y la revolución actuales, nos ofrecen en cantidad extraordinariamente abundante. El grupo de redactores y colaboradores de la revista Pod Známenem Marxizma, a mi parecer, debe constituir algo así como una "Sociedad de amigos materialistas de la dialéctica hegeliana". Los naturalistas modernos encontrarán (si saben investigar y si nosotros aprendemos a ayudarles en ello) en la interpretación materialista de la dialéctica de Hegel una serie de respuestas a las cuestiones filosóficas que plantea la revolución en las ciencias naturales y con las cuales van a parar a la reacción los admiradores intelectuales de las modas burguesas.
El materialismo no puede ser materialismo militante si no se plantea ni cumple con regularidad esa tarea. Seguirá siendo, empleando una expresión de Schedrín, no tan combativo como combatido. Sin ello, los grandes naturalistas seguirán siendo, con tanta frecuencia como hasta ahora, impotentes en sus conclusiones y síntesis filosóficas, ya que las ciencias naturales progresan con tanta rapidez, atraviesan un período de tan profundo viraje revolucionario en todos los dominios que no pueden pasarse de ninguna manera sin conclusiones filosóficas.
Para terminar, aduciré un ejemplo que no se refiere al terreno de la filosofía, pero que, en todo caso, se refiere al de las cuestiones sociales, a las que Pod Známenem Marxizma también quiere prestar atención.
Este es uno de los ejemplos de cómo la seudociencia de nuestros días sirve en realidad de vehículo para los conceptos reaccionarios más groseros e ignominiosos.
Hace poco me enviaron el número 1 de la revista Ekonomist[5] (1922), editada por la XI sección de la Sociedad Técnica Rusa. El joven comunista que me la envió (es probable que le faltara tiempo para conocer el contenido de la revista) tuvo la imprudencia de elogiármela mucho. En realidad, esta revista es un órgano de prensa, no sé hasta qué punto consciente, de los feudales modernos que, como es natural, se encubren con el manto de la sabiduría, de la democracia, etc.
Cierto señor P. A. Sorokin publica en dicha revista unos estudios seudosociológicos titulados Acerca de la influencia de la guerra. El artículo científico está lleno de citas científicas de los trabajos "sociológicos" del autor y de sus numerosos maestros y cofrades del extranjero. He aquí una muestra de su sabiduría.
En la página 83 leemos:
"En la actualidad, por cada 10.000 matrimonios hay en Petrogrado 92,2 divorcios, una cantidad fantástica; además, de cada 100 casos de divorcio, el 51,1% de los matrimonios duraron menos de un año; el 11 %, menos de un mes; el 22 %, menos de dos meses; el 41 %, menos de 3-6 meses, y sólo el 26 % duraron más de 6 meses. Estas cifras testimonian que el matrimonio legal moderno es una forma que, en realidad, encubre las relaciones sexuales extramatrimoniales y ofrece a los amantes "de la manzana" la posibilidad de satisfacer de un modo "legal" sus apetitos" (Ekonomist, núm. 1, pág. 83). No cabe duda de que tanto dicho señor como esa sociedad técnica rusa que edita la revista mencionada e inserta en ella semejantes razonamientos se consideran a sí mismos partidarios de la democracia y tendrán por grandísima ofensa que se les llame con el nombre que en realidad se merecen, es decir, señores feudales, reaccionarios, "lacayos titulados del clericalismo".
El menor conocimiento de la legislación de los países burgueses en cuanto al matrimonio, el divorcio y los hijos bastardos, así como de la situación real a este respecto, mostrará a cualquiera que se interese por esta cuestión que la democracia burguesa moderna, incluso en todas las repúblicas burguesas más democráticas, se manifiesta, precisamente en este sentido, como feudal con relación a la mujer y a los hijos bastardos.
Esto, claro está, no impide a los mencheviques, a los eseristas, a una parte de los anarquistas y a todos los partidos respectivos de Occidente seguir dando voces con motivo de la democracia y de la violación de la misma por los bolcheviques. En realidad, la única revolución consecuentemente democrática respecto a cuestiones como las del matrimonio, el divorcio y la situación de los hijos bastardos es, precisamente, la revolución bolchevique. Y ésta es una cuestión que atañe de un modo muy directo a los intereses de más de la mitad de la población de cualquier país. Sólo la revolución bolchevique, por primera vez, a pesar de la infinidad de revoluciones burguesas que la precedieron y que se llamaban democráticas, ha llevado a cabo una lucha decidida en dicho sentido, tanto contra la reacción y el feudalismo como contra la hipocresía habitual de las clases pudientes y gobernantes.
Si los 92 divorcios, en proporción a 10.000 matrimonios, le parecen una cifra fantástica al señor Sorokin, nos queda por suponer que el autor o bien ha vivido y se ha educado en algún monasterio tan alejado de la vida que es dudoso que alguien crea en la existencia de tal monasterio, o bien dicho autor tergiversa la verdad para complacer a la reacción y a la burguesía. Cualquiera que conozca, por poco que sea, las condiciones sociales de los países burgueses sabrá que el número real de divorcios reales (naturalmente, no sancionados por la Iglesia ni por la ley) es, en todas partes, inconmensurablemente mayor. En este sentido, Rusia sólo se distingue de otros países en que sus leyes no santifican la hipocresía y la carencia de derechos de la mujer y su hijo, sino que declaran abiertamente y en nombre de la autoridad pública una guerra constante a toda hipocresía y toda falta de derechos.
La revista marxista tendrá que hacer la guerra también a semejantes "cultos" feudales de nuestros tiempos. Es probable que una parte no pequeña de ellos incluso reciba honorarios del Estado y esté al servicio del Estado ilustrando a la juventud, a pesar de que sirven para tales fines en un grado no mayor del que servirían corruptores manifiestos para ejercer de maestros en escuelas de primera enseñanza.
La clase obrera de Rusia supo conquistar el poder, pero no ha aprendido todavía a utilizarlo, puesto que, en caso contrario, hace ya mucho que habría enviado con la mayor cortesía posible a semejantes maestros y miembros de sociedades científicas a los países de la "democracia" burguesa. Ese es el lugar más adecuado para semejantes señores feudales.
Pero ya aprenderá, siempre que no le falten los deseos de aprender.
12-III-1922.
Publicado en marzo de 1922 en el núm. 3 de la revista "Pod Ztuimenetti Marxizma".
- 45, págs. 23-33.
[1] El artículo El significado del materialismo militante fue escrito para el tercer número de la revista Bajo la Bandera del Marxismo, que debía salir para el XI Congreso del partido.
"Pod Známenem Marxizma" ("Bajo la Bandera del Marxismo"): revista filosófica y socioeconómica; se fundó para propagar el materialismo y el ateísmo militantes. Apareció mensualmente en Moscú desde enero de 1922 hasta junio de 1944 (en 1933-1935 fue bimestral).
[2] El Partido Socialista Popular del Trabajo (socialistas populares, enesistas) surgió del ala derecha del partido de los eseristas en 1906. Se pronunciaba en pro de formar un bloque con los democonstitucionalistas. Después de la revolución democrática burguesa de febrero de 1917, el partido de los "socialistas populares" se unió con los trudoviques y apoyó activamente la labor del Gobierno Provisional burgués, enviando a él a representantes suyos. Después de la Revolución Socialista de Octubre, los enesistas participaron en complots contrarrevolucionarios y en acciones de armas contra el Poder soviético. Su partido dejó de existir en el período de la intervención militar extranjera y la guerra civil.
[3] Lenin se refiere a las siguientes palabras de J.
Dietzgen: "Desdeñamos en lo hondo del alma las frases rimbombantes sobre "la enseñanza y la ciencia" y los discursos sobre "los bienes ideales" en boca de los lacayos titulados que hoy embaucan al pueblo con idealismo de pega, lo mismo que lo engañaban en tiempos los sacerdotes paganos con las primeras nociones de la naturaleza obtenidas a la sazón".
[4] Véase F. Engels. Las publicaciones de los emigrados.
[5] "Ekonomist" ("El Economista"): revista de la sección económica e industrial de la Sociedad Técnica Rusa, a la que estaba afiliada la intelectualidad técnica burguesa hostil al Poder soviético y los ex propietarios de empresas. Apareció en Petrogrado desde diciembre de 1921 hasta junio de 1922 (en la portada del núm. 1 figura el año 1922).