SOBRE EL FACTOR ECONÓMICO
ADVERTENCIA
El presente ensayo fue la respuesta al comentario de N. K. Mijailoski. Sobre nuevas palabras y sobre la nueva palabra (Novoe slovo) publicado en el número de octubre de 1897 de Rússkoie bogatstvo (“La riqueza rusa”). A su vez, este comentario era un comentario al artículo de Plejánov (Kamenski) Sobre la concepción materialista de la historia, publicada en el número de septiembre de 1897 de Novoie slovo.
Años después, en 1906, Plejánov escribió en el prefacio a su recopilación Crítica de nuestros críticos, y en relación a esta respuesta de Mijailovski: “En lo que se refiere al ensayo Sobre la concepción materialista de la historia se produjo en su tiempo la historia, no desprovista de interés, que narro a continuación.
“Los artículos de los señores subjetivistas y populistas que atacaban la concepción materialista de la historia hicieron nacer en mí la convicción de que, al utilizar nuestros términos, ellos no comprendían realmente los conceptos correspondientes. Con el propósito de convencer igualmente a los lectores yo decidí exponer nuestra teoría histórica con otras palabras; y esto fue lo que hice en el citado artículo. Las cosas sucedieron como yo había previsto. Uno de nuestros mayores adversarios, sin darse cuenta de lo que ocurría, proclamó que yo renegaba del “materialismo económico”. Mis cálculos triunfaron y yo ya tenía preparada una —como dijo Chatski— “respuesta atronadora”. Pero el número en el cual debía aparecer esta respuesta fue prohibido y mi respuesta quedó sin publicar. Su publicación no me parece ahora oportuna.” (Obras, t. XVIII, págs. 294-295).
La edición prohibida de la revista Nóvoie slovo —el número de diciembre— fue confiscada por la censura. En la correspondencia de Plejánov se hacen referencias al presente artículo. En una carta del 22 de octubre de 1897, Vera Zasulich expresa la esperanza de que Plejánov tenga listas, contra el artículo de Mijailovski, “algunas baterías”. (Grupo “La liberación del trabajo”, sb. VI, pág. 188). En otra carta del 16 de enero de 1898, Vera Zasulich escribe: “Querido George»: ¡Qué se ha hecho del artículo que usted me prometió 7 Hasta ahora, la última palabra impresa la tiene Mijailovski...(íbíd., pág. 190).
Después de la clausura de Nóvoie slovo Plejánov siguió negándose, al parecer, a publicar su artículo en la revista Nachalo (“El Comienzo”), de los “marxistas legales”. En una carta no publicada del 17 de mayo de 1899, P. V. Struve le escribe: “La publicación de su artículo contra Mijailovski dependerá exclusivamente de consideraciones que tienen que ver con la censura.”
De tal modo, en el año 1899 Plejánov aún no consideraba “inoportuna” la publicación de su artículo. Pero más adelante, cuando la ideología pequeño-burguesa del populismo quedó al descubierto y murió (en 1904) el principal y más vigoroso de sus representantes, N. K. Mijailovski, Plejánov no juzgó necesario ni posible continuar la polémica y “...lanzarme con nuevas armas contra mi adversario, obligándolo a luchar con armas viejas”.
Basándose en los datos citados es posible situar el momento en que se escribió este artículo: entre fines de 1897 y enero de 1898.
Plejánov no llegó a poner un título a su artículo. Se le empezó a llamar Sobre el factor económico, por el hecho de que la polémica giraba en torno a este concepto, muy utilizado por los populistas, que lo desfiguraban en todas formas y lo esgrimían en sus absurdas acusaciones contra los marxistas.
I
En nuestro país hay muchas personas a quienes no les gusta la polémica, especialmente “la polémica recia”. Por supuesto, no se debe discutir sobre gustos, pero los gustos varían. Hubo un tiempo en que a los rusos les gustaba mucho la polémica. Recordad a Belinsky, recordad al autor de los Ensayos sobre la literatura rusa de la época de Gogol. “¡Sorprendentes, en verdad, son nuestras concepciones en literatura y todos los otros terrenos! Se plantean eternamente cuestiones como ésta: i por qué el labrador ara el campo con un grosero arado de hierro!; pero ¡de qué otra manera se puede desmontar un terreno fértil, pero desnivelado e irregular! ¡Realmente es tan difícil entender que sin guerra no se resuelve ningún problema importante, y que la guerra se lleva a cabo a sangre y fuego, y no con frases diplomáticas, apropiadas tan sólo cuando el objetivo de la guerra armada ha sido ya obtenido! No es tolerable el ataque al inerme y al indefenso, al viejo y al inválido; pero los poetas y los literatos contra quienes luchaba Nadiezhdin no entraban en estas categorías... ”. Comparto enteramente este punto de vista de Chernyshevski; yo también creo que las frases diplomáticas melosas no sirven para resolver ningún problema importante y que, en contra del proverbio, una buena pelea suele ser mucho más saludable que una mala paz. Así han sido dispuestas las cosas por Dios mismo, y loa volterianos protestan inútilmente contra este estado de cosas.
Es por este motivo que me regocijo de la polémica iniciada entre Novoie slavo (La nueva palabra) y Rússkkoie bogatstvo (La riqueza rusa). Esta última ha contado con la ayuda de una gorda comadre de Moscú, a la cual se ha dado, burlonamente, el nombre de Rúskaia mysl (El pensamiento ruso). Es muy posible que en esta polémica haya de sufrir algún amor propio literario y que alguna reputación literaria reciba una que otra salpicadura. Pero no hay que lamentarse de esto. Las reputaciones mal fundadas no son merecidas y no hay que tratarlas con miramientos. Más aún: conviene destruirlas: “¿Sabéis cuál es el factor que más ha perjudicado, perjudica y, al parecer, ha de seguir perjudicando durante mucho tiempo en Rusia la difusión de conceptos ponderados sobre la literatura y el perfeccionamiento de nuestros gustos!? ¡La idolatría literaria! Hijos míos, seguimos rezando y arrodillándonos ante los numerosos dioses de nuestro bien poblado Olimpo, y no nos preocupamos en lo más mínimo de poner en claro las partidas de nacimiento, a fin de averiguar si el origen celestial de los objetos de nuestra adoración es auténtico”. Esto es lo que escribe Belinski en sus famosas Ilustraciones literarias. A partir de esos tiempos ha corrido mucha agua bajo los puentes, y a nuestro Olimpo literario han llegado muchos dioses y semidioses. ¿Realmente seguiremos, como hasta ahora, sin preocuparnos por las “partidas de nacimiento”? ¿Realmente seguiremos dedicados, como hasta ahora, a una absurda idolatría literaria?
El señor Mijailovsky comprende perfectamente la utilidad de indagar los fundamentos de la verdad, y aconseja a nuestra revista que examine su bagaje “tanto en lo referente a los problemas de carácter abstracto y puramente teórico como a las conclusiones prácticas”. Mucho agradecemos al señor Mijailovsky su fraternal consejo. Pero como las cosas se comprenden mejor por medio de comparaciones, al examinar nuestro propio bagaje habremos de cuando en cuando de echar una mirada al bagaje con que el digno colaborador de Rúskoie bogatstvo se pasea, desde hace treinta años, por los “jardines de la literatura rusa”.
Empecemos, pues, con “las ideas abstractas y puramente teóricas”.
¿Qué función desempeña el factor económico en la historia de la humanidad? Al respecto, yo he expuesto algunos conceptos de mi ensayo sobre La concepción materialista de la historia. El señor Mijailovsky les ha prestado su atención. Pero no los ha comprendido en la forma debida. Al parecer, él cree que yo he adoptado el punto de vista de los subjetivistas y demás eclécticos. Confío en que nunca me ocurra una desgracia semejante.
Antes de discutir es menester ponerse de acuerdo sobre la terminología. Es cierto que debimos habernos acordado de este requisito a su debido tiempo, pero mejor tarde que nunca.
Los enemigos de la concepción materialista de la historia en ninguna parte han definido nítidamente el concepto que ellos asocian a las palabras “factor económico”. Me he visto forzado a buscar en sus obras la respuesta a esta pregunta: ¿cuál es la naturaleza del factor mencionado?
Pero los adversarios de la concepción materialista de la historia son tan numerosos como las estrellas en los cielos. No nos es posible enfrentarnos con todas estas dignas falanges. Por tal motivo, habremos de encararnos con dos de sus dirigentes: los señores Karéev y Mijailovsky.
En su crítica de la concepción materialista de la historia, el señor Karéev parte, como se sabe, de la justa idea que concibe al hombre como un compuesto de alma y cuerpo. “Pero el alma y el cuerpo —escribe— tienen sus necesidades, que tratan de ser satisfechas y que colocan a la persona individual en una determinada relación con el mundo exterior, es decir, con la naturaleza y con las otras personas... La relación del hombre con la naturaleza, en concomitancia con las exigencias físicas y espirituales de la personalidad, crea por lo tanto, en un sentido, técnicas de distinta clase, enderezadas a asegurar la existencia material del individuo y, en otro sentido, toda la cultura intelectual y moral... La relación material del hombre con la naturaleza se basa en las necesidades del cuerpo humano y en ellas es menester buscar “las causas de la caza, la ganadería, la agricultura, la industria de terminación, el comercio y las operaciones monetarias”.
El respetado profesor no puede olvidar que los hombres, además de las exigencias “del cuerpo”, tienen también exigencias “espirituales”. Por esta razón se opone al “materialismo económico” que, coma cree él, ignora totalmente las necesidades espirituales y no toma en cuenta las actividades que buscan la satisfacción de las mismas. Esta actitud honra al señor profesor. Pero ¿qué significa ignorar las necesidades del “espíritu”? ¿Qué significa no tomar en consideración la actividad que les da satisfacción? Significa declarar que el hombre, siempre y en todas partes, se conduce tan sólo por, sus exigencia» físicas puramente egoístas —la necesidad de alimentarse, de dormir, de copular, etc.— y que si el hombre manifiesta en ocasiones un ansia desinteresada de conocimientos y un amor sacrificado por el prójimo está sencillamente mintiendo, se pone una máscara y procura engañar a algún crédulo.
Yo me pregunto si alguna vez ha dicho algo semejante uno de los partidarios de la concepción materialista de la historia. Y todo aquel que conozca un poco la literatura del tema no dudará un minuto en la respuesta a dar: no, nunca ha dicho nadie algo semejante.
Si esto es así, yo tengo pleno derecho de señalar al señor Karéev que los partidarios del punto de vista materialista de la historia no atribuyen en modo alguno una función exclusiva al factor económico, tal como él lo entiende, es decir, a la actividad enderezada a satisfacer tan sólo las necesidades físicas del hombre. Y, por supuesto, con el mismo derecho puedo añadir que, si los “materialistas económicos” tuvieran realmente las opiniones que él les atribuye, en tal caso los partidarios de la concepción materialista de la historia no tienen nada en común con estos extravagantes materialistas.
Volvamos al señor Mijailovsky. En el año 1894, al intentar refutar al “materialismo económico”, Mijailovsky escribía sobre un trabajo histórico de Bloss:
“Del hecho que Bloss hable de lucha de clases y de condiciones económicas (relativamente bastante poco) no se desprende que conciba la historia como el auto-desarrollo de las formas de producción e intercambio: eludir las circunstancias económicas al relatar los acontecimientos del año 1848 sería más sabio, inclusive. Borrad del libro de Bloss el panegírico de Marx, como autor de un viraje decisivo en la ciencia histórica, y algunas frases de compromiso redactadas en la terminología marxista, y jamás se os pasará por la cabeza que estáis frente a un representante del materialismo económico. Excelentes páginas aisladas de análisis históricos en Engels, Kautski y otros también pueden apreciarse sin endilgarles la etiqueta de materialismo económico, puesto que en la realidad se toma en consideración todo el conjunto de la vida social, aunque la nota predominante en este acorde sea el factor económico.”
De estas palabras de Mijailovsky se desprende que, en su opinión [...], cuando se lee la literatura que trata el tema, hay que responder resueltamente: no, ninguno de estos hombres ha revelado alguna vez semejante intención.
Es decir, yo tengo pleno derecho a decirle al señor Mijailovsky, como ya le dije al señor Karéev: los partidarios de la concepción materialista de la historia nada tienen en común con los materialistas económicos, en el caso de que estos últimos sustenten —en realidad— esos puntos de vista que se les atribuyen.
¿Existen materialistas que sustentan tales opiniones! Esta es una pregunta que por el momento no vamos a contestar, pues no debemos dejar pasar un solo minuto sin aclarar las auténticas opiniones de los partidarios de la concepción materialista de la historia.
Con este fin habré de citar un ejemplo muy ilustrativo, tomado de las obras de Q. I. Uspenski.
En la segunda parte de La ruina (“Más serenos que las aguas, más abajo que las hierbas”) el principal personaje del relato describe su encuentro con los adeptos de una secta cismática recientemente creada, que han fundado un “retiro”, en el cual cada miembro trabaja por el bien de todos, y la diferencia entre “tuyo” y “mío” ha sido abolida, por lo cual se vive extraordinariamente bien en el sentido material. El retiro se ha fundado con la herencia dejada por el campesino Mirón, quien ha llevado una vida de anacoreta y ha adquirido reputación de santo por las crueles mortificaciones a. las Jue se sometía en vida. Los jefes de la nueva secta, con el propósito de robustecer “la fe”, exhuman y llevan al retiro el ataúd de Mirón, del cual —según testimonio de ellos— emana olor de santidad. Pero lo cierto es ................
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