Este es un estudio que aborda con penetración temas actuales y muy polémicos. Los medios con que se pone en práctica, se extiende y se profundiza la ideología de la clase dominante, cómo ésta misma es dominada por una parte por la ideología que impone y por la otra por la otra por la que desde fuera —los EUA— le es impuesta; las consideraciones acerca de la ortodoxia o heterodoxia del concepto en uso acerca de las superestructuras, y todo lo relacionado con los medio modernos de difusión, publicidad y propaganda, integran la estructura de este libro a la vez apasionado, lúcido y apasionante.
PRESENTACIÓN
Teoría y práctica de la ideología del escritor venezolano Ludovico Silva, es un libro que aborda con penetración, en ensayos intrínsecamente ligados, temas muy actuales y muy polémicos. Los medios con que se pone en práctica, se extiende y se profundiza la ideología de la clase dominante, cómo ésta misma es dominada por una parte por la ideología que impone y por la otra por la que desde fuera —los EUA— le es impuesta; las consideraciones acerca de la ortodoxia o heterodoxia del concepto en uso acerca de las superestructuras, y todo relacionado con los medios modernos de difusión, publicidad y propaganda, integran la estructura de este libro a la vez apasionado, lúcido y apasionante.
El escritor venezolano, con depurado estilo, no se contenta con quedarse en el marco nacional de su país de origen. Sus conceptos y conclusiones son válidos para toda la América Latina, en cuanto que aluden expresa o tácitamente a la condición de dependencia de aquélla y sus inexorables consecuencias en la espera de la cultura, de la ideología predominante en concreto. El título pues no se queda en la búsqueda del atractivo sintético de su enunciado, sino que recoge la variedad temática y de tratamiento de cada uno de los aspectos escogidos para su examen y análisis.
Nuestro Tiempo al publicar este trabajo, a la vez que ensancha las áreas latinoamericanas de sus autores, pretende contribuir una vez más desde miradores distintos y originales a la dilucidación del gran problema de la de pendencia de América Latina en todos sus aspectos económicos, políticos y culturales y lo mismo en el corte transversal representado por los hechos de ahora, que en el longitudinal en el que es dado advertir las raíces históricas de la dominación múltiple, ideológica en este caso, de tal dominación y su pesadumbre sobre el desarrollo de cada una de sus naciones.
Libro actual y ágil, preñado de teoría y práctica, suscitará sin duda polémica y discusión. Pero no deja ningún lugar a dudas acerca de su honradez intelectual y la licitud progresista de su línea sociopolítica.
EDITORIAL NUESTRO TIEMPO
CLAVES
1) La conciencia es un producto social.
2) La teoría logra realizarse en un pueblo sólo en la medida en que es la realización de sus necesidades.
3) La hipoteca que tiene el campesino sobre los bienes celestiales garantiza la hipoteca que tiene la burguesía sobre los bienes del campesino.
Karl Marx
NOTA DEL AUTOR
El título de este volumen parecería sugerir la presencia de un libro sistemáticamente construido. Se trata, sin embargo, de ensayos, concebidos separadamente. Lo cual no impide que todos los ensayos estén específicamente dedicados a un mismo y único tema: la ideología.
Teoría y práctica de la ideología: este título responde a un doble carácter. La mitad de este volumen está consagrada a la ideología como problema teórico del marxismo, y la otra mitad al estudio de algunas formas prácticas de la ideología capitalista, y más concretamente de la ideología del capitalismo en el subdesarrollo latinoamericano. En efecto, los dos primeros ensayos giran en torno al concepto marxista de ideología; los dos últimos examinan fenómenos ideológicos como los comics y la televisión; y el breve ensayo intermedio, sobre "La ideología del «fin de las ideologías»", marca una transición.
Agradezco a todas las personas que, habiendo leído partes de estos ensayos, los enriquecieron con sus sugerencias. Agradezco igualmente a la EDITORIAL NUESTRO TIEMPO la inclusión de este libro en su hermosa colección La Cultura al Pueblo.
Me gustaría que mi libro fuese entendido según el sibilino espíritu de estas palabras de Antonio Machado: "La chocolatera está formada de átomos; pero no precisamente de átomos de chocolatera. Esta observación parece demasiado ingenua. Tiene, sin embargo, su malicia. Meditad sobre ella hasta que se os caiga el pelo".
- S.
Caracas, mayo de 1971
TEORÍA MARXISTA DE LA IDEOLOGÍA
I. CARACTERIZACIÓN GENERAL DEL CONCEPTO
l. Introducción
No es esta la primera vez que escribo sobre el tema de la teoría marxista de la ideología. Concretamente, le dediqué un capítulo de mi libro La plusvalía ideológica (Caracas, 1970) y numerosas alusiones en diversos ensayos, con las que él lector se encontrará en el presente volumen. Sin embargo, aquel capítulo, aunque sigo suscribiéndolo en casi todas sus partes, me resulta hoy insuficiente. No se trataron allí una serie de importantes aspectos que sólo la reflexión posterior y una más intensa lectura de Marx (para escribir un volumen, aún a medio camino, sobre La alienación como sistema) hicieron aparecer. Por otra parte, ciertas reacciones de extrañeza del público lector de aquel libro mío, ante la forma de presentar la teoría de Marx y Engels sobre la ideología, me incitan a precisar más mi propia visión del problema. Yo insistía en que se deben tomar en cuenta, para comprender lo fundamental de toda ideología, los aspectos no concientes de la misma, dejando, como hacía Marx, la conciencia para cosas contrapuestas a la ideología, como la teoría y la ciencia; pero esto me llevo a calificar de contradictorias y absurdas, desde el punto de vista de Marx, expresiones leninistas tales como "ideología revolucionaria" o "el marxismo como la ideología de la clase obrera", o la célebre "toma de conciencia ideológica". Y esto sí no está dispuesto todo el mundo a aceptarlo, sencillamente porque provocan una especie de vacío súbito en toda una tradición del comunismo contemporáneo, que no por azar es un "comunismo" que en muchos importantes aspectos no sólo no está basado en Marx, sino que en ocasiones lo contradice flagrantemente.
Cierto que Marx no es un evangelio, pero si en nombre del marxismo se falsea su teoría de la ideología (así como se falsea su idea del socialismo) se hace preciso restaurar aquella teoría en sus términos originales, entre otras razones porque se trata de una teoría que, como todas las de Marx tiene aplicación práctica en la lucha revolucionaria; y esta aplicación resultara falsa y dogmática si se parte de una interpretación falsa y dogmática. Se quiere convertir a Marx en uno de aquellos ideólogos que él tanto criticó, y al marxismo se lo ha convertido prácticamente en una ideología encubridora de la verdad, en un Opium des Volks u opio del pueblo, en una religión laica con lo cual se ha logrado desvirtuar y desprestigiar su carácter legítimo de denuncia científica.
Nada de extraño tiene que un ex comunista francés el científico Jacques Monod, en su discutida y muy discutible obra. El azar y la necesidad, nos asegure (en tesis nada original, proveniente de sociólogos norteamericanos antimarxistas) que como se acerca el apocalíptico "fin de las ideologías”[1] y como marxismo es una "ideología", entonces se acerca el fin del marxismo. Es un error nada inocente confundir la ciencia de Marx con el espantajo ideológico en que ha sido convertida por los "marxistas". Decretar la muerte de la ciencia marxista después de convertirla en ideología es algo muy semejante a convertir a un hombre en espantapájaros y luego decretar la muerte del espantapájaros.
2. Dos caracterizaciones de la ideología
A fin de ir directamente al corazón del asunto presentaré, sin comentarios inmediatos, dos caracterizaciones de la ideología. ¿Por qué dos y no una? Por una razón de método. Si Marx definiese hoy, en el siglo XX, el fenómeno ideológico, añadiría al núcleo de su teoría original una serie de elementos que proporcionan la vida contemporánea y las nuevas ciencias. Tendría en cuenta, por ejemplo, datos como el sicoanálisis; o datos como el crecimiento prodigioso de los medios de comunicación social, medios que son hoy la fuente ideológica más abundante. La segunda caracterización la elaboré teniendo en cuenta nuestra situación en el siglo xx, pero conservando lo esencial de la teoría original de Marx, que fue elaborada con tal universalidad de criterio que sigue siendo cierta en toda su estructura conceptual. Esta tesis de Marx es la que presento en la primera definición, en el estado en que fue concebida. Ni Marx ni Engels emitieron nunca una definición expresa de la ideología, pero ello no nos impide extraer una caracterización precisa a partir de los numerosos textos que ambos consagraron al tema.[2]
- a) Primera caracterización. En toda la historia humana, las relaciones sociales más elementales y básicas, que son aquellas que los hombres contraen en la producción de sus medios de vida y de su vida misma, engendran en las mentes de los hombres una reproducción o expresión ideal, inmaterial, de aquellas relaciones sociales materiales. En la historia conocida, que no por azar Marx llamaba "prehistoria", desde el momento en que hacen su aparición la división del trabajo (cuya primera manifestación es la división en trabajo físico y . espiritual, con lo que surge "la primera forma de los ideólogos, los sacerdotes'!),[3] la propiedad privada y, posteriormente, la producción mercantil, aquellas relaciones materiales adquieren el carácter de un antagonismo social entre poseedores y desposeídos, entre propietarios y expropiados: son los factores histórico-genéticos de la alienación. Este antagonismo encuentra también su expresión ideal en las mentes de los hombres: la alienación material adquiere su expresión y su refuerzo justificador en la alienación ideológica. Así como en el plano de las relaciones materiales el antagonismo cristaliza en la formación de una capa social dominante —propietaria de los medios de producción y administradora de la riqueza social según sus intereses—, del mismo modo. y como expresión ideal de aquel dominio se constituye una ideología "Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal (ideelle Ausdruck) de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas".[4] Se trata así de una formación social específica, cuya función, históricamente considerada, ha consistido hasta ahora en justificar y preservar el orden material de las distintas formaciones económico-sociales. Éstas segregan, por ejemplo, su propia ideología jurídica, para justificar idealmente, mediante un lenguaje casuístico, fenómenos como la propiedad privada, o los derechos provenientes de la "nobleza de sangre". La propiedad privada, que constituye en sí misma Una alienación, es ideológicamente declarada "inalienable". La oposición de la ciencia a la ideología proviene, así, de que si la ideología tiene un papel encubridor y justificador de intereses materiales basados en la desigualdad social, el papel de la ciencia —y así entendió Marx la suya— debe consistir en lo contrario; esto es, en analizar y poner al descubierto la verdadera estructura de las relaciones sociales, el carácter histórico y no “natural” de aquella desigualdad social.
La estructura de la sociedad es comparable a los cimientos que soportan un edificio, y la ideología de la sociedad es comparable, a su vez, al edificio mismo, o mejor dicho a su fachada. El ideólogo, deslumbrado por la fachada social se olvida de que son los cimientos los que soportan todo ese edificio jurídico, religioso y político, todo ese "Estado"; es más, declara inexistentes a los cimientos, o en todo caso, invierte las relaciones y dice que es el edificio el que soporta a los cimientos y no los cimientos al edificio; es decir, según el ideólogo, la ideología de una sociedad —su fachada jurídico-política— es la que determina el carácter de la estructura socioeconómica, Y no al revés. En suma, piensa que es la conciencia social la que determina al ser social, y juzga a los pueblos por lo que estos dicen de sí mismos, que es más o menos como juzgar un producto comercial por la propaganda que de él hace. Marx criticaba a la economía clásica —pese a los méritos científicos que le reconocía— el que careciese de una teoría de la explotación y fuese, por tanto, una ciencia ideológicamente fundada, encubridora indirecta de la explotación social. El arma principal del proletariado no es hacerse de una “ideología” revolucionaria por el estilo de los socialismos utópicos; por el contrario, su arma fundamental es adquirir conciencia de clase, una conciencia que sustituye a esa falsa conciencia que es la ideología.[5] De ahí que deba nutrirse de ciencia revolucionaria y no de catecismos ideológicos. Marx oponía "conciencia de clase" a "ideología”. La ideología no ve más allá de los fenómenos o apariencias sociales; no ve, por ejemplo, por detrás de las "ganancias" capitalistas la estructura oculta de la plusvalía; confunde el valor de las mercancías, que es determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirlas, con su precio, que es algo determinado por el mercado.
Finalmente, la ideología es un fenómeno histórico y en modo alguno perteneciente a la "naturaleza" o "esencia" del hombre; lo mismo que la alienación, es un fenómeno históricamente superable. En la fase superior de la sociedad comunista, dice la Crítica del Programa de Gotha, cuando sea verdad aquello: "De cada cual según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades", habrá desaparecido para siempre la necesidad de una ideología jurídica para justificar una situación social degradante. Igualmente, desaparecerá el conflicto entre la ideología de la sociedad, que proclama la. bondad de esa situación social degradante, y la sociedad misma. Con la desaparición de la explotación vendrá la desaparición de la ideología de la explotación. Toda ideología es justificación de una explotación. Al desaparecer ésta desaparecerá la ideología.
b) Segunda caracterización. Dando por supuesta la anterior caracterización, una teoría contemporánea de la ideología debe incluir por lo menos los siguientes rasgos definitorios. La ideología es un sistema de valores, creencias y representaciones que autogeneran necesariamente las sociedades en cuya estructura haya relaciones de explotación (es decir, todas las que se han dado en la historia) a fin de justificar idealmente su propia estructura material de explotación, consagrándola en la mente de los hombres como un orden “natural” e inevitable, o filosóficamente hablando, como una “nota esencial” o quidditas del ser humano. Tiene su lugar individual de actuación en las zonas no concientes del siquismo, entendidas desde el punto de vista de la dinámica síquica: algunas representaciones figuran en calidad de "represiones" profundas en la inconciencia tal como figuran en el hombre de hoy muchas representaciones inducidas en su mente, desde la infancia, por la televisión comercial; otras, se alojan en la preconciencia (en sentido freudiano), zona síquica compuesta de restos verbales mnémicos “olvidados” pero que pueden ascender a la conciencia cada vez que ésta los requiera, como es el caso de la ideología religiosa, que habitualmente se tiene como algo "olvidado" en la mente, pero que en horas difíciles o, simplemente, cuando alguna advertencia más o menos refleja (la misa dominical, por ejemplo, o las charlas religiosas por la radio) lo determina, reaparece en la conciencia como imperativo moral, como tranquilizador de la conciencia. Es, pues, una falsa conciencia, apostada en la mente para recordar cosas como que la miseria social es un "mal necesario" porque Dios no dispone mal las cosas y porque, en fin de cuentas, la pobreza es santa y es más difícil hacer entrar a un rico en el reino de los cielos que a un cable por el ojo de una aguja. El lugar social de actuación de la ideología, que en tiempos de Marx lo formaban las instituciones sociales (como el Parlamento), la cultura libresca, los templos, hoy lo forman, además y primordialmente, los llamados mass-media o medios de comunicación de masas, los cuales inducen subliminalmente la ideología en los individuos y, sobre todo comercialmente, realizan una explotación a fondo del siquismo humano una explotación específicamente ideológica que consiste en poner el siquismo al servicio inconciente del
[1] Véase, en el presente volumen, el ensayo "La ideología del «fin de las ideologías»" escrito a propósito de una nota de Arturo Uslar Pietri sobre el libro de Monod.
[2] Próximamente se publicará en Caracas una selección de textos de Marx y Engels sobre la ideología, que he realizado en el Instituto de Filosofía de la Universidad Central, bajo la dirección de Juan David García Bucea. Hay allí textos de toda la obra de Marx. Al igual que la alienación, en modo alguno la ideología es un problema exclusivamente juvenil de Marx.
[3] Die Deutsche Ideologie, en Marx-Engels Weike (en adelante: MEW), Dietz Verlag, Berlín, 1962, vol. III, :p. 31.
[4] Ibídem, p. 46. Véase la versión castellana de W. Roces en La ideología alemana, Montevideo, 1968, p. 50.51.
[5] Dado que se trata aquí de una exposición de la teoría de la ideología tal como fue formulada por Marx Y Engels, no podemos entrar a profundizar el concepto de "falsa conciencia" utilizando armas teóricas que sólo la sicología posterior a Engels Y Marx pudo fraguar. En nuestro libro La plusvalía ideológica (cap. V) hemos intentado explicar ese concepto acudiendo a la teoría freudiana del inconciente y el preconciente.
No obstante, es preciso dejar constancia de que Engels (por coincidencia, en los mismos años en que Freud descubría su teoría) dejó algunas indicaciones reveladoras pie son como el puente entre la teoría marxista y la freudiana. Así, por e1emplo, en su Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, al hablarnos del viejo materialismo feuerhachiano, aún no desprendido de adherencias ideológicas, en lo tocante al campo de los estudios históricos "se hace traición a sí mismo, puesto que acepta como últimas causas los móviles ideales que allí actúan, en vez de indagar detrás de ellos cuáles son los móviles de esos móviles. La inconciencia no estriba precisamente en admitir móviles ideales, sino en no remontarse, partiendo de ellos, hasta sus causas determinantes". (L. Feuerbach y el fin . ., IV.)
Y en un texto más conocido —pero muy mal interpretado—, la carta a Mehring del 14 de julio de 1893, nos dice: "La ideología es un proceso que se opera en el llamado pensador concientemente, en efecto, pero con una conciencia falsa. Las verdaderas fuerzas propulsoras [los «móviles» de la cita anterior, L. S.] que lo mueven permanecen ignoradas para él; de otro modo, no seria tal proceso ideológico"
Eu el plano individual, nos dirá Freud, lo "reprimido" se caracteriza por ser un móvil inconciente, algo que ignoramos y que atribuimos erradamente a otros factores. Del mismo modo, en el plano social, la estructura económica de la sociedad es el móvil real de cuanto ocurre en las relaciones sociales, y el ideólogo se caracteriza por ignorar ese móvil real y sustituirlo por móviles ideales. La "represión social"' representada por la ideología consiste, pues, en confundir los móviles reales (estructura socioeconómica) con móviles aparentes. Así, el ideólogo de la Revolución Francesa nos dirá que él triunfo de aquel movimiento se debió a las ideas de los enciclopedistas, o a los "principios" de igualdad, etc. El anti-ideólogo, en cambio (esto es, el científico en el sentido de Marx), dirá que todas esas ideas y principios fueron movidos y determinados por una conmoción socioeconómica: la liquidación burguesa del orden feudal
Como veremos más adelante, el ideólogo, deslumbrado por la fachada jurídico-política del edificio social, "olvida" o "reprime" la existencia de los cimientos económicos que soportan todo ese edificio y esa fachada. (El "olvido" remite, en Freud, a la preconciencia; la "represión" a la inconciencia.)
En los países latinoamericanos es típica tal actitud ideológica en los gobiernos que, buscando "sanear el orden moral" de la población, emprenden campañas contra la pornografía, por ejemplo, en lugar de emprender una transformación de la base social destinada a liquidar la pobreza y el subdesarrollo. Atender sólo a las "superestructuras" es, por eso, puro reformismo, pura ideología. Lo revolucionario es atacar los móviles reales
Ver el documento completo Ver el ORIGINAL en PDF