¿Anarquismo o socialismo?[1]
El eje de la vida social moderna es la lucha de clases. Y en el curso de esta lucha cada clase se rige por su ideología. La burguesía tiene su propia ideología; el llamado liberalismo. El proletariado también tiene su propia ideología: es, como se sabe, el socialismo.
No se puede considerar el liberalismo como un todo único e indiviso: se subdivide en diferentes tendencias, correspondientes a las diferentes capas de la burguesía.
Tampoco el socialismo es único o indiviso; en él se dan asimismo diferentes tendencias.
No vamos a ocuparnos aquí del análisis del liberalismo: mejor es dejarlo para otro momento. Queremos dar a conocer al lector sólo el socialismo y sus corrientes. En nuestra opinión, esto tendrá más interés.
El socialismo se divide en tres corrientes principales: el reformismo, el anarquismo y el marxismo.
El reformismo (Bernstein y otros), que considera el socialismo como un objetivo lejano y nada más; el reformismo, que de hecho niega la revolución socialista y trata de instaurar el socialismo por vía pacífica; el reformismo, que no preconiza la lucha de clases, sino su colaboración; este reformismo se descompone de día en día, pierde de día en día todos los rasgos del socialismo, y, en nuestra opinión, no hay ninguna necesidad de analizarlo aquí, en estos artículos, al definir el socialismo.
Otra cosa completamente distinta ocurre con el marxismo y el anarquismo: ambos son reconocidos en la actualidad como corrientes socialistas, ambos sostienen una lucha encarnizada entre sí, ambos tratan de presentarse a los ojos del proletariado como doctrinas auténticamente socialistas, y, claro está, el examen y la contraposición de los mismos será para el lector mucho más interesante.
No somos de aquellos que, al oír mencionar la palabra "anarquismo", se vuelven con desprecio y exclaman displicentes: "¡Ganas tenéis de ocuparos de eso; ni siquiera vale la pena hablar de ello!". Consideramos que esta "crítica" barata es tan indigna como inútil.
No somos tampoco de los que se consuelan diciendo que los anarquistas "no cuentan con masas y por eso no son muy peligrosos". La cuestión no está en saber a quién siguen hoy "masas" mayores o menores; la cuestión está en la esencia de la doctrina. Si la "doctrina" de los anarquistas expresa la verdad, entonces de por sí se comprende que se abrirá paso indefectiblemente y agrupará en torno suyo a la masa. Pero si dicha doctrina es inconsistente y se halla edificada sobre una base falsa, no subsistirá largo tiempo y quedará en el aire. Ahora bien, la inconsistencia del anarquismo debe ser demostrada.
Algunos consideran que el marxismo y el anarquismo tienen los mismos principios, que entre ambos existen sólo discrepancias tácticas, de modo que, según esa opinión, es completamente imposible contraponer estas dos corrientes.
Pero eso es un gran error.
Nosotros consideramos que los anarquistas son verdaderos enemigos del marxismo. Por consiguiente, reconocemos que contra los verdaderos enemigos hay que sostener una lucha también verdadera. Y por eso es necesario analizar la "doctrina" de los anarquistas desde el comienzo hasta el fin y sopesarla concienzudamente en todos sus aspectos.
El hecho es que el marxismo y el anarquismo se basan en principios completamente distintos a pesar de que ambos salen a la palestra bajo la bandera socialista. La piedra angular del anarquismo es el individuo, cuya emancipación es, a juicio de los anarquistas, la condición principal de la emancipación de la masa, de la colectividad. A juicio del anarquismo, la emancipación de la masa es imposible hasta que se emancipe el individuo, debido a lo cual su consigna es: "Todo para el individuo". En cambio, la piedra angular del marxismo es la masa, cuya emancipación es, a juicio de él, la condición principal de la emancipación del individuo. Es decir, a juicio del marxismo, la emancipación del individuo es imposible hasta que se emancipe la masa, debido a lo cual su consigna es: "Todo para la masa".
Es claro que aquí tenemos dos principios que se excluyen mutuamente, y no sólo discrepancias tácticas.
La finalidad de nuestros artículos es confrontar estos dos principios opuestos, comparar el marxismo y el anarquismo y esclarecer así sus virtudes y defectos. Además, consideramos necesario dar a conocer aquí al lector el plan de los artículos.
Comenzaremos trazando la característica del marxismo, nos referiremos de pasada a las opiniones de los anarquistas sobre el marxismo, y después pasaremos a hacer la crítica del propio anarquismo. A saber, expondremos el método dialéctico, las opiniones de los anarquistas acerca de este método y nuestra crítica; la teoría materialista, las opiniones de los anarquistas y nuestra crítica (en ese mismo lugar se hablará de la revolución socialista, de la dictadura socialista, del programa mínimo y, en general, de la táctica); la filosofía de los anarquistas y nuestra crítica; el socialismo de los anarquistas y nuestra crítica; la táctica y la organización de los anarquistas, y a título de conclusión formularemos nuestras deducciones.
Trataremos de demostrar que los anarquistas, como propugnadores de un socialismo de pequeñas comunidades, no son auténticos socialistas.
Trataremos también de demostrar que los anarquistas, por cuanto niegan la dictadura del proletariado, tampoco son auténticos revolucionarios.
Así, pues, manos a la obra.
I. El método dialéctico
En el mundo todo está en movimiento... Cambia la vida, crecen las fuerzas productivas, se desmoronan las viejas relaciones sociales...
Marx
El marxismo no es sólo la teoría del socialismo. Es una concepción integral del mundo, un sistema filosófico del cual se desprende lógicamente el socialismo proletario de Marx. Este sistema filosófico se llama materialismo dialéctico.
Por eso, exponer el marxismo significa exponer a la vez el materialismo dialéctico.
¿Por qué se llama este sistema materialismo dialéctico?
Porque su método es dialéctico, y su teoría, materialista.
¿Qué es el método dialéctico?
Se dice que la vida social se encuentra en estado de incesante movimiento y desarrollo. Y esto es cierto: la vida no puede ser considerada como algo estático e inmutable; la vida nunca se detiene a un mismo nivel, se halla en eterno movimiento, en eterno proceso de destrucción y de creación. Por eso, en la vida siempre existe lo nuevo y lo viejo, lo que crece y lo que muere, lo revolucionario y lo contrarrevolucionario.
El método dialéctico dice que hay que considerar la vida precisamente tal como es en realidad. Hemos visto que la vida se encuentra en incesante movimiento; por tanto, debemos examinar la vida en su movimiento y preguntar: ¿hacia dónde marcha la vida? Hemos visto que la vida ofrece un cuadro de constante destrucción y creación; por tanto, es deber nuestro examinar la vida en su destrucción y creación y preguntar: ¿qué es lo que se destruye y qué es lo que se crea en la vida?
Lo que en la vida nace y de día en día crece, es invencible; detener su movimiento hacia adelante es imposible. Es decir, si, por ejemplo, en la vida nace el proletariado como clase y crece de día en día, por débil y poco numeroso que sea hoy, al fin y al cabo ha de vencer. ¿Por qué? Porque crece, cobra vigor y marcha adelante. Por el contrario, lo que en la vida envejece y camina hacia la tumba, ha de ser inevitablemente derrotado, aunque hoy represente en sí una fuerza poderosa. Es decir, si, por ejemplo, la burguesía pisa un terreno cada vez menos firme y retrocede de día en día, por fuerte y numerosa que sea hoy, ha de ser, al fin y al cabo, derrotada. ¿Por qué? Porque como clase se descompone, se debilita, envejece y se convierte en una carga superflua en la vida.
De aquí surgió el conocido planteamiento dialéctico de que todo lo que realmente existe, es decir, todo lo que crece de día en día es racional, y todo lo que de día en día se descompone es irracional y, por lo tanto, no ha de evitar la derrota.
Ejemplo. Por los años 80 del siglo pasado, entre los intelectuales revolucionarios rusos se suscito una gran polémica. Los populistas sostenían que la fuerza principal capaz de encargarse de la "emancipación de Rusia" era la pequeña burguesía del campo y de la ciudad. ¿Por qué?, les preguntaban los marxistas. Porque, decían los populistas, la pequeña burguesía del campo y de la ciudad constituye ahora la mayoría, y, además, es pobre y vive en la miseria.
Los marxistas replicaban: es cierto que la pequeña burguesía del campo y de la ciudad constituye ahora la mayoría y realmente es pobre, pero ¿se trata acaso de esto? Hace ya mucho tiempo que la pequeña burguesía constituye la mayoría, pero hasta ahora no ha manifestado, sin la ayuda del proletariado, ninguna iniciativa en la lucha por la "libertad". ¿Por qué? Porque la pequeña burguesía, como clase, no crece; al contrario, se descompone de día en día y se divide en burgueses y proletarios. Por otra parte, tampoco la pobreza tiene aquí, naturalmente, una importancia decisiva: los "vagabundos" son más pobres que la pequeña burguesía, pero nadie afirmará que pueden encargarse de la "emancipación de Rusia".
Como veis, la cuestión no estriba en saber qué clase constituye hoy la mayoría o qué clase es más pobre, sino en saber cuál es la clase que cobra vigor y cuál la que se descompone.
Y puesto que el proletariado es la única clase que crece y cobra vigor sin cesar, la única que impulsa adelante la vida social y agrupa en torno suyo a todos los elementos revolucionarios, nuestro deber es, por lo tanto, reconocerlo como la fuerza principal en el movimiento contemporáneo, formar en ellas filas y hacer nuestras sus aspiraciones avanzadas.
Así respondían los marxistas.
Evidentemente, los marxistas consideraban la vida de un modo dialéctico, mientras que los populistas razonaban de un modo metafísico, ya que se imaginaban la vida social inmóvil en un punto.
Así considera el método dialéctico el desarrollo de la vida.
Sin embargo, hay movimiento y movimiento. Hubo movimiento de la vida social durante las "jornadas de diciembre", cuando el proletariado, enderezando sus espaldas, asaltó los depósitos de armas y se lanzó al ataque contra la reacción. Pero asimismo hay que calificar de movimiento social el movimiento de los años precedentes, cuando el proletariado, en las condiciones del desarrollo "pacífico", se limitaba a declarar huelgas parciales y a fundar pequeños sindicatos.
Es evidente que el movimiento reviste distintas formas.
Pues bien, el método dialéctico afirma que el movimiento tiene doble forma: evolutiva y revolucionaria.
El movimiento es evolutivo cuando los elementos progresivos continúan espontáneamente su labor cotidiana e introducen en el viejo régimen pequeños cambios, modificaciones cuantitativas.
El movimiento es revolucionario cuando esos mismos elementos se unen, se penetran de una misma idea y se precipitan contra el campo enemigo, para destruir de raíz el viejo régimen e introducir en la vida cambios cualitativos, instaurando un nuevo régimen.
La evolución prepara la revolución y crea el terreno para ella, y la revolución corona la evolución y contribuye a su obra ulterior.
Procesos semejantes se dan también en la vida de la naturaleza. La historia de la ciencia demuestra que el método dialéctico es un método auténticamente científico: comenzando por la astronomía y concluyendo por la sociología, en todas partes halla confirmación la idea de que en el mundo no hay nada eterno, de que todo cambia, de que todo se desarrolla. Por consiguiente, todo en la naturaleza debe ser examinado desde el punto de vista del movimiento, del desarrollo. Y esto significa que el espíritu de la dialéctica penetra toda la ciencia contemporánea...............................
[1] A fines de 1905 y comienzos de 1906, en Georgia, un grupo de anarquistas dirigido por un conocido anarquista, discípulo de Kropotkin, V. Cherkezishvili y sus secuaces Mijako Tsereteli (Bâton), Shalva Goguelia (Sh. G,) y otros, sostuvo una encarnizada campaña contra los socialdemócratas. El grupo editaba en Tiflis los periódicos “Nobati”, “Musha” y otros. Los anarquistas carecían en absoluto de base entre el proletariado, pero consiguieron algunos éxitos entre los elementos desclasados y pequeñoburgueses. J. V. Stalin escribió contra los anarquistas una serie de artículos bajo el título general de “¿Anarquismo o socialismo?”. Los primeros cuatro artículos aparecieron en el periódico “Ajali Tsjovreba” en junio-julio de 1906. La publicación de los artículos siguientes fue interrumpida, ya que las autoridades clausuraron el periódico. En diciembre de 1906 y el 1 de enero de 1907, los artículos que habían sido publicados en “Ajali Tsjovreba” fueron reproducidos en el periódico “Ajali Droeba”, aunque un tanto modificados. La redacción del periódico adjuntó a estos artículos la siguiente nota: “Recientemente el Sindicato de Empleados se dirigió a nosotros con la propuesta de que publicáramos artículos sobre el anarquismo, el socialismo y otras cuestiones semejantes (v. “Ajali Droeba”, núm. 3). El mismo deseo ha sido manifestado por otros camaradas. Con satisfacción accedemos a estos deseos y publicamos dichos artículos. Por lo que se refiere a los artículos mismos, consideramos necesario recordar que parte de ellos han sido publicados ya en una ocasión en la prensa georgiana (por causas ajenas a la voluntad del autor, los artículos no fueron terminados). A pesar de ello, hemos considerado necesario publicar en su integridad estos artículos y hemos propuesto al autor que los reelaborase, presentándolos en un lenguaje accesible a todos, lo que ha hecho gustosamente”. Así surgieron las dos variantes de las primeras cuatro partes del trabajo “¿Anarquismo o socialismo?”. Su continuación apareció en los periódicos “Chveni Tsjovreba”, en febrero de 1907, y “Dro”, en abril de 1907. La primera variante de los artículos “¿Anarquismo o socialismo?”, publicada en “Ajali Tsjovreba”, se incluye como apéndice del presente tomo.
“Chveni Tsovreba” (“Nuestra Vida”): diario bolchevique; apareció legalmente en Tiflis desde el 18 de febrero de 1907. Dirigió el periódico J. V. Stalin. Se publicaron 13 números. El 6 de marzo de 1907 el periódico fue suspendido “por su orientación extremista”.
“Dro” (“El Tiempo”): diario bolchevique, que apareció en Tiflis después de la suspensión de “Chveni Tsjovreba”, desde el 11 de marzo hasta el 15 de abril de 1907. Dirigía el periódico J. V. Stalin. También formaban parte de la redacción del periódico M. Tsjakaiá, M. Davitashvili. Aparecieron 31 números.