Nota: El texto que aquí se ofrece es la «Presentación» de la obra de Lenin El Estado y la revolución, recientemente publicada por la Editorial Red Star Press (Roma), cuya dirección electrónica es (http://www.redstarpress.it/),en colaboración con la red «Noi Saremo Tutto» (http://www.noisaremotutto.org/).Para acceder al libro, hay que pasar por la página de la editorial.
- Presentación
- Cuatro ejemplos sobre la necesidad del Estado
- Evolución histórica del desarme y la represión
- Fetichismo de la democracia y derecho a la rebelión
- Seis formas de ocultar o negar la esencia del Estado burgués
- La inacabable teoría abierta marxista sobre el Estado
- Doble poder, sovietismo, burocracia y Estado
- Dialéctica y extinción de la democracia y del Estado
- Primera fase del comunismo y segunda fase del comunismo
1. Presentación
¿Por qué publicar en 2015 el libro de Lenin El Estado y la revolución, cuando Estados burgueses tan poderosos como el francés y el italiano, por citar sólo dos, han tenido que ceder muchas de sus prerrogativas soberanas a poderes transnacionales y supraestatales, a la burocracia de la Unión Europea, a Bruselas, a la troika, a los clubs privados del gran capital financiero, a los cuarteles de la OTAN, a la Casa Blanca…?
En el «Prefacio» a la primera edición de El Estado y la revolución, Lenin da cuenta de los tremendos e insufribles costos que la guerra imperialista está causando a los pueblos, y denuncia cómo el oportunismo social-chovinista creció durante los decenios de desarrollo «relativamente pacífico» del capitalismo, aceptando y defendiendo los intereses de «sus» burguesías y de «sus» Estados. Por esto, «la lucha por arrancar a las masas trabajadoras de la influencia de la burguesía en general, y de la burguesía imperialista en particular, es imposible sin combatir los prejuicios oportunistas acerca del “Estado”».[1]
Por tanto, la lucha teórica contra la ideología reformista y burguesa del Estado aparecía como una necesidad urgente en aquella época de crisis total. En realidad, conforme se desarrollaba el capitalismo en la segunda mitad del siglo XIX, se hacía más necesario estudiar qué era el Estado, y Engels y Marx se volcaron en ello en un esfuerzo común pero diferenciado. Dejando de lado las aportaciones de otros y otras revolucionarias, Lenin se vuelca con especial ahínco en la tarea a partir de 1914, llegando a la certera conclusión de que el mundo transita en esa época por una «cadena de revoluciones proletarias socialistas suscitadas por la guerra imperialista».[2]Es en este contexto mundial en el que la teoría marxista del Estado daun significativo paso adelante que en cuestiones como la extinción de la democracia burguesa, del Estado y del derecho, llega a ser premonitorio, como veremos.
Casi un siglo después de la primera edición de la obra que comentamos ahora, en 2015, El Estado y la revolución, mantiene toda su fuerza teórica revolucionaria a la par que ha aumentado su actualidad en dos problemas cruciales: el del poder en cuanto tal, o sea, la democracia burguesa como envoltura de la dictadura de clase del capital y de su Estado frente al poder obrero y popular; y el del futuro del Estado, es decir, el problema de su autoextinción en la medida en que se avanza al comunismo. Durante muchos años estas cuestiones eran imposibles de plantear, pero la confluencia de crisis parciales desde mediados de la década de 1990 y su estallido sinérgico en una devastadora hecatombe[3]desde 2007, además de volver a presentar el marxismo como el único método capaz de explicar qué está ocurriendo, por qué ocurre y qué debemos hacer, también ha «desempolvado» a Lenin entero y en concreto El Estado y la revolución como se explicará.
2. Cuatro ejemplos sobre la necesidad del Estado
Antes de seguir, es conveniente dar la palabra a cuatro personas que en 1909, 1917, 1984 y 2010, plantean desde sus respectivas vivencias los mismos problemas que Lenin.
La primera nos la ofrece M. Otto cuando nos informa sobre la hiper concentración del poder en la Europa de 1909, al repetirnos las palabras del todopoderoso empresario alemán W. Rathenau cuando dijo que «Trescientas personas, que se conocen muy bien entre sí, dirigen los destinos económicos del continente».[4]W. Rathenau se refería al poder económico y si bien era cierto que entonces existían numerosas monarquías imperiales en Europa −Gran Bretaña, Alemania, Rusia, Holanda, Dinamarca, Estado español, Italia, Portugal…−, la realidad era que la rápida expansión imperialista de comienzos del siglo XX estaba liderada por dos monarquías y una república europea: Gran Bretaña, Alemania y Estado francés controlaban nada menos que el 44% del mercado mundial,[5]lo que nos da una idea bastante exacta de la fusión creciente e imparable del poder económico con el político y el militar, mediante la acción permanente del Estado burgués. Lenin, y los marxistas, llamarán a este gigantesco poder «capital financiero» que, como hemos visto, en 1909, estaba en manos de un grupito de trescientos europeos que se conocían muy bien entre ellos.
La segunda aparece en la carta de un soldado ruso a su familia campesina escrita a final de verano de 1917: «Querido compadre, seguramente también allí han oído hablar de bolcheviques, de mencheviques, de social-revolucionarios. Bueno, compadre, le explicaré que son los bolcheviques. Los bolcheviques, compadre, somos nosotros, el proletariado más explotado, simplemente nosotros, los obreros y los campesinos más pobres. Éste es su programa: todo el poder hay que dárselo a los diputados obreros, campesinos y soldados; mandar a todos los burgueses al servicio militar; todas las fábricas y las tierras al pueblo. Así es que nosotros, nuestro pelotón, estamos por este programa».[6]
La tercera nos la adelantó en 1984 A. Scargill, uno de los principales dirigentes de la huelga de mineros británicos de ese año: «Necesitamos un gobierno tan fiel a los intereses de los trabajadores como el gobierno de M. Thatcher lo es con respecto a los intereses de la clase capitalista».[7]Ahora sabemos que la ofensiva de M. Thatcher no fue el primer ataque neoliberal, porque antes se habían producido otros, aunque con el nombre de monetarismo, pero sí sabemos que fue el punto de no retorno de esta estrategia. Y la cuarta y última nos la da en 2010 R. Alegría, dirigente campesino hondureño, al decir escuetamente que: «Tenemos que tomar el poder para que nos dejen de joder».[8]
Las cuatro opiniones son formalmente respuestas indirectas a la pregunta de por qué hay que editar El Estado y la revolución ya que en ningún momento hacen referencia a la cuestión del Estado y menos aún a Lenin. Sin embargo, en la realidad socioeconómica y política son directas, van a la esencia del problema porque la cuestión del Estado es la cuestión del poder. M. Lebowitz está en lo cierto cuando insiste en que «Marx comprendía que “la transferencia de las fuerzas organizadas de la sociedad, o sea, el poder estatal, de los capitalistas y los terratenientes a los productores” es necesaria; comprendía que no se puede cambiar el mundo sin tomar el poder».[9]
Cuando los agricultores hondureños de 2010 y rusos de 1917, y los mineros británicos de1984, plantean directamente la necesidad imperiosa de que el pueblo trabajador conquiste el poder político para defenderse del poder socioeconómico europeo que en 1909 estaba en manos de 300 grandes capitalistas, simplemente están diciendo con otras palabras que el Estado capitalista les aplasta, que no es posible comprender su situación sin analizar el papel del golpe militar en Honduras en 2009, la opresión del Estado zarista y la represión policial del Estado británico a las órdenes de los conservadores dirigidos por M. Thatcher. Y esto es así porque, como dice A. C. Dinerstein, el Estado es la «forma política del capital».[10]Como sabemos, el capital es una relación social de explotación que sólo vive si explota cada vez más, lo que le exige disponer de instrumentos que agilicen esa explotación y la refuercen con la opresión y la dominación: la «forma política» de esos instrumentos es el Estado, ya que la política es la quintaesencia de la economía.
Poder, política y Estado, y organización, forman un concepto complejo y variable, operativo en el ¿Qué hacer? de 1902 cuando Lenin insiste en que la revolución no es «un único acto»[11]sino un proceso muy largo en el que se producen acelerones y estancamientos, estallidosviolentos y situaciones de calma, represiones y fases democrático-burguesas, durante su largo desarrollo. Más aún, la cuestión del poder y por tanto del Estado recorre todo el ¿Qué hacer?,[12]porque, en la medida en que Lenin aplicaba el método marxista, en esa medida, su pensamiento estaba siempre en movimiento: «[…] las posiciones de Lenin estaban en continuo movimiento, aunque eran fieles a una rigurosa lógica interna».[13]J. Salem nos explica de manera directa la causa de esta cualidad dialéctica de Lenin: «La revolución es una guerra, y la política es, de manera general, comparable al arte militar».[14]
Como veremos en su momento, los estudios de Lenin sobre el imperialismo, el Estado, la opresión nacional, la dialéctica materialista, la organización, etcétera, no rompen ni anulan su pensamiento anterior, sino que le fuerzan a dar un salto impresionante, salto que le lleva a analizar todos los problemas citados desde una perspectiva más concreta: la guerra de 1917 demuestra que la nueva y superior fase imperialista de capitalismo determina desde entonces absolutamente toda la realidad porque exacerba las contradicciones capitalistas hasta el extremo: la guerra social y política entre el capital y el trabajo se vuelve ya guerra militar con extrema facilidad, y el Estado burgués es el instrumento decisivo del capital para ganarla.
3. Evolución histórica del desarme y la represión
Pero antes de continuar es necesario disponer de una suficiente base histórica que asiente la posterior evolución de los Estados y que encuadre la reflexión de Lenin sobre una constante que irá surgiendo una y otra vez: la dialéctica entre economía, política y Estado, es decir, burocracia y ejército como características distintivas de éste. Ejército y burocracia son aparatos estatales, inaccesibles al control de las masas, pero también incontrolables por el reformismo y por el Parlamento. El monopolio de la violencia, el prohibir al pueblo explotado la tenencia y uso de armamento es una necesidad de todo poder explotador. Durante el larguísimo comunismo primitivo este problema fue desconocido. La división natural del trabajo en el comunismo primitivo entre edades y sexos ha vuelto a quedar demostrada por las más recientes investigaciones sobre las sociedades neandertales,[15]durante la formación de los protoestados neolíticos[16]la propiedad colectiva o privada del armamento fue adquiriendo importancia.
La población explotable ha de estar indefensa, ha de carecer de medios de defensa, y debe desconocer cómo se usan las armas defensivas. La sumisión al poder armado de la mujer y de las poblaciones explotables en general, se explica entre otras razones por el hecho de que:
La mayoría de las sociedades enseñan la técnica de las armas sólo a los hijos varones. Es fácil que el monopolio masculino de esas armas y la técnica para emplearlas condujera al dominio masculino sobre las mujeres, ya fuera por medio de la acción, ya por la amenaza de la fuerza. No se conoce ninguna cultura en la que se haya formado a las mujeres para ser tan belicosas y agresivas como los hombres, y en la mayoría de las culturas guerreras sólo se exige a los hombres que sean agresivos. Las mujeres son adiestradas para ser sumisas y obedientes a los varones.[17]
Sekunda explica que en la Antigüedad el concepto de pueblo libre iba unido al poder de dar instrucción militar organizada a su juventud, por lo que el ejército persa prohibía el aprendizaje del uso de las armas a los pueblos que sometía.[18]Un pueblo sin juventud armada no era un pueblo libre. Impedirle la posesión y aprendizaje del uso de armas a un pueblo oprimido era la mejor forma de mantenerlo en la pasividad acobardada y obediente. El desarme material y moral, psicológico, de las mujeres y de la juventud explotada fue así una de las fundamentales prioridades del Estado opresor. Simultáneamente, otra prioridad desde Sumer[19]era manejar estratégicamente la dialéctica entre las políticas económico-militares y diplomáticas; el desarrollo económico y cultural exigió métodos estatales de control, dominación y saqueo, por ejemplo en el Antiguo Egipto donde la extensión de la propiedad privada, la explotación económica y el control de los mercados, la centralización política, las campañas militares, etcétera, no podían hacerse sin una vigilancia coordinada desde el aparato estatal del Faraón que dominase las situaciones de «tensión o crisis de lealtades».[20]
[1]V.I. Lenin:ElEstado yla revolución,Obras completas, Progreso, Moscú 1986, tomo 33, p.
[2]V.I. Lenin: ElEstado ylarevolución,Obras completas, Progreso, Moscú 1986, tomo33, p. 4.
[3]J. Beinstein:Cambios decisivos en elsistema global.Entreilusiones yguerras desesperadas contraeltiempo,31 de octubrede 2014 (www.lahaine.org).
[4]M. Otte: Elcrash de lainformación,Ariel,Barcelona 2010, p.139.
[5]X.ArrizabaloMontoro: Capitalismo y economíamundial, IME, Madrid2014, p. 192.
[6]G. Boffa:La revoluciónrusa,Era, 1976, volumen 2, p. 28.
[7]E.Toussaint:Una salida a favordelos pueblos, 10 de octubrede 2011 (www.cadtm.org).
[8]S. Levalle y L.Levin:Entrevista a RafaelAlegría, 30 de diciembrede 2010 (www.kaosenlared.net).
[9]M. Lebowitz:«Construyendo elsocialismopara elsiglo XXI:la lógicadelEstado»,MarxAhora, La Habana,nº31/2011, p. 60.
[10]A. C. Dinerstein:«Recobrando lamaterialidad:eldesempleoyla subjetividad invisible deltrabajo»,Eltrabajo en debate,Herramienta, BuenosAires2009, pp. 243-268.
[11]V.I. Lenin: ¿Qué hacer?,Obras completas,Progreso, Moscú 1981,tomo6, p.187.
[12]I. Gilde SanVicente:«¿Por quéeditarel ¿Qué hacer?en EuskalHerria?»,¿Qué hacer? Problemas fundamentales denuestromovimiento,BoltxeLiburuak,Bilbo 2014, pp. III-CIV
[13]V.Strada:«La polémica entrebolcheviques y mencheviques sobre larevoluciónde1905», Historiadelmarxismo,Bruguera, 1979, tomo5, p. 170.
[14]J. Salem:Lenin y larevolución, Península,Barcelona 2009, pp. 39-52.
[15]N. Domínguez:Los neandertales dividían eltrabajo porsexos, 18 de febrerode 2015 (www.elpais.com).
[16]C.Tupac:Terrorismo y civilización,Boltxe Liburuak, Bilbo2012, pp. 165-258.
[17]B. S.Anderson y J. P.Zinsser: Historia delas mujeres: una historia propia, Crítica, Barcelona 1991, tomoI, p. 37.
[18]N. Sekunda: Elejército persa560-330A. C.,Osprey,Madrid1994, p. 23.
[19]S. N. Kramer: La historia empiezaen Sumer,Orbis, Biblioteca de laHistoria, Barcelona 1985, pp. 53-61.
[20]BarryJ, Kemp:«ElImperioAntiguo,elImperio Medio y elSegundo PeríodoIntermedio (c.2686-1552 a. C.)»,HistoriadelEgiptoAntiguo,Crítica,Barcelona 1997, p.113.