1.- SOCIOLOGÍA O MARXISMO:
- Las clases sociales no son cosas estáticas, quietas, dadas para siempre. Son realidades móviles, que cambian y se transforman según las transformaciones impuestas por la lucha de clases. Más aún, no se puede hablar de una clase, por ejemplo, del proletariado, sin hablar a la vez de la burguesía, ya que ambas forman una unidad de contrarios irreconciliables en lucha permanente. Del mismo modo, no se puede hablar de la pequeña burguesía nueva o vieja, de las denominadas “clases medias”, etc., sin hablar a la vez de los cambios socioeconómicos que determinan los cambios en estas “clases intermedias” y sin hablar tampoco de la situación de las capas mejor pagadas del proletariado, algunas de las cuales pueden intentar “ascender” a pequeños empresarios, autónomos con empresas familiares autoexplotadas, profesiones liberales, etc.; y de los apuros de las fracciones viejas de la mediana y pequeña burguesía que corren claro riesgo de proletarización, o que se proletarizan sus hijos y sus nietos al desaparecer la industria familiar creada por el abuelo, etc.
- Nunca podemos analizar cada clase social en aislado, separada de su opuesta, porque la lucha de clases es a la vez efecto y causa, causa y efecto, del choque permanente entre ellas y por eso, de sus adecuaciones y cambios siempre durante esa misma lucha, nunca fuera de ella, nunca antes o después de ella. La lucha de clases es un proceso total, que abarca, integra y subsume a toda la sociedad en su conjunto y a todas sus partes. No existe nada que esté al margen de la lucha de clases, libre de sus efectos y tampoco sin influencias sobre esa lucha, aunque tanto unos, los efectos, como las otras, las influencias, sean indirectas, lejanas e imperceptibles a primera vista. Las clases sociales son unas relaciones en movimiento porque la lucha de clases es el movimiento de las contradicciones estructurales del sistema.
- Ahora bien, pese a sus transformaciones y adaptaciones, cambios y formas nuevas, pese a esto, las clases sociales mantienen permanentemente una esencia básica que no desaparece en lo elemental mientras perdure el modo de producción capitalista. Al margen de que en una fase precisa del capitalismo, la burguesía fuera mayormente mercantil y comercial, obteniendo buena parte de su beneficios de la piratería y de la trata de esclavos, al margen de eso, en lo esencial era la misma clase burguesa que la actual, aunque explotase a muchos menos trabajadores urbanos y artesanos desposeídos de sus medios de producción. Del mismo modo, estos trabajadores urbanos asalariados se diferenciaban mucho de los actuales, entre otras cosas en que seguían teniendo ciertos lazos familiares con el campesinado y hasta con artesanos aún independientes, lo que les garantizaba cierta ayuda económica, alguna forma de vida al margen del trabajo asalariado, pudiendo así ausentarse de éste, vivir un tiempo sin trabajar o trabajando muy poco. Pero, al final, cuando esas ayudas se agotaban, las masas urbanas hambrientas tenían que encontrar rápidamente un trabajo asalariado.
- La esencia --concepto básico en todo pensamiento científico-crítico-- de las dos clases fundamentales, el proletariado y la burguesía, radica en que el primero carece de todo excepto de su fuerza de trabajo, o si tiene algunos ahorrillos o dispone de familiares y amigos que pueden ayudarse en un momento preciso, incluso así, esta ayuda termina agotándosele y entonces aparece la cruda realidad tal cual es: solamente un salario puede garantizar la satisfacción de las necesidades básicas. Por su parte, el burgués, puede mantener durante un tiempo dando altos sueldos a sus trabajadores, relajando la disciplina, despreocupándose por los beneficios, reduciendo las inversiones en nuevas tecnologías, etc., y puede hacerlo porque tiene capitales ahorrados que le garantizan un tiempo de despreocupación, pero esos ahorros se le terminarán, otros empresarios ganarán más que él, bajarán sus ventas porque han perdido calidad, se han encarecido o por otras razones, y no podrá mantener la competencia, etc., entonces, ante la posibilidad de quiebra y de ruina, el burgués no tiene otra opción que endurecer la explotación de sus trabajadores, reducirles sueldos, echar al paro a muchos de ellos y precarizar a los restantes... El burgués tiene que tomar estas medidas si quiere seguir siendo burgués, si no quiere “bajar en la escala social” a mediano o pequeño burgués, o peor.
- Por tanto, el proletariado sólo tiene su fuerza de trabajo y el empresario tiene su capital y la explotación que le es inherente. Esta es la esencia de cada clase básica del capitalismo: la mayoría aplastante de la población vive gracias a que directamente vende su fuerza de trabajo, o ayuda a reponer la fuerza de trabajo de su marido asalariado o de su padre, o es hijo e hija de padres y abuelos obreros, etc. La minoría dominante, la propietaria de las fuerzas productivas, de las fábricas, bancos, transportes, grandes almacenes, etc., la burguesía, vive gracias a que explota a la clase trabajadora, que apropia del trabajo sobrante, del plusproducto y tras convertirlo en plusvalía da el siguiente paso transformando parte de la plusvalía en beneficio. Al margen de los cambios externos que ambas clases han sufrido desde el origen del capitalismo en el siglo XVII, su esencia sigue inalterable; más todavía, se amplia la asalarización y se concentra y centraliza, es decir, se reduce, el capital.
- Un problema que dificulta mucho la comprensión de la dialéctica entre la esencia permanente de las clases y las formas externas que adquieren, o sea, la dialéctica entre el contenido y el continente, el fondo y la superficie, este problema es el de los altibajos en las luchas obreras y populares, los vaivenes en los movimientos de resistencia a la explotación, los períodos de aparente “paz social”, de “aburguesamiento” del proletariado e incluso de aparente “desaparición de las clases” porque apenas se producen protestas y luchas sociales y sindicales. Por un lado, existe una masiva propaganda burguesa en contra de la realidad de lucha cotidiana, silenciándola, ocultándola, tergiversándola; por otro lado, esta propaganda ataca con especial obsesión a la teoría marxista a la vez que refuerza con todos sus medios la ideología burguesa del interclasismo; y, por último, el reformismo tiene una necesidad ciega en demostrar que tuvo razón al aceptar incondicionalmente las restricciones burguesas, por lo que presiona y chantajea para acabar con toda lucha que pueda ir más allá de lo admitido por la clase burguesa.
- Pero además de estas tres razones que dificultan sobremanera la comprensión teórica de los cambios en las clases sociales, existen otras dos incluso más profundas que debemos indicar, y que actúan reforzándose mutuamente. Una es la propia naturaleza del pensamiento burgués, de su definición ontológica de la realidad, de cómo estudia esa realidad previamente designada, o sea de su epistemología, y de su axiología, o sea, de cómo valora y normativiza todo lo anterior. Semejante sistema excluye y niega el vital concepto de explotación, lo que hace que su contabilidad, la entera economía política, la sociología en cuanto única “ciencia social” admitida por la burguesía, no sólo no sean neutrales, sino que actúan directamente para negar el proceso objetivo de la extracción de plusvalor, y sin este concepto básico es imposible elaborar una teoría científico-crítica de las clases sociales. Por tanto, el andamiaje y los pilares de la “ciencia social” burguesa dificultan sobremanera el estudio crítico de las clases sociales y de sus transformaciones, aunque esto no quiere que no tengamos que recurrir a uso, pero con precauciones críticas.
- La otra razón es el efecto especialmente demoledor y disolvente de la capacidad de pensamiento racional, crítico y autocrítico que tiene en la especie humana la fetichización mercantil. Recordemos que ésta consiste, básicamente, en invertir la realidad, en romper la dialéctica entre causa y efecto y, en esa quietud, tomar el efecto por la causa y viceversa, hacer de las personas cosas y de las cosas, personas. En el tema que tocamos, las clases sociales, el fetichismo logra que la gente crea que el trabajo lo aporta el empresario --“voy a buscar trabajo”, dice el obrero alienado por la fetichización-- cuando en realidad el explotador compra fuerza de trabajo, la pone a funcionar y se apropia del sobretrabajo, del trabajo sobrante, excedente, del plusproducto. Es la obrera la que va buscando un comprador para su fuerza de trabajo, y la que cree erróneamente que lo que realiza en casa no es “trabajo” en el sentido científico-crítico, sino simples “tareas del hogar”, por ejemplo. El fetichismo está enraizado en la sociología, en la economía política, en la filosofía, etc., y logra que el empresario, la burguesía como clase social, no aparezca como explotador sino benefactor al “dar trabajo” y con su correspondiente salario al “empleado”, que debe estar agradecido por semejante magnanimidad altruista. A la inversa, el fetichismo logra que la sociedad burguesa vea en cada trabajador, y en la clase obrera en su conjunto, un vago, un pedigüeño que deambula “pidiendo trabajo”.
- De esta forma, tanto por la acción alienante profunda que ejercen el fetichismo y la estructura ideológica burguesa --“pensamiento”, le llaman--, ambas intrínsecamente unidas en su desenvolvimiento, como por las tres primeras razones más superficiales arriba expuestas, queda muy reducida la capacidad de estudio de los cambios en las formas de las clases sociales porque antes ha quedado muy mermado el estudio de esas clases. Dicho de otro modo, si el capital no es visto como una relación social en permanente contradicción consigo misma, en su interior genético- estructural, porque es interpretado a la inversa de lo que es, como mero efecto de las “virtudes emprendedoras” de una minoría, los que “ofrecen trabajo”, si partimos de esta visión invertida y aparente, no conoceremos apenas nada, y eso es lo que ocurre.
- Un ejemplo de todo lo que estamos diciendo lo tenemos en las crecientes críticas y denuncias que se están haciendo al método de elaboración del PIB en todas sus formas de aplicación, desde la elaboración del Producto Interior Bruto en una pequeña comunidad hasta el PIB mundial. Admitiendo la razón de casi todas las críticas al método oficial, esta cuestión es sólo la punta del iceberg por decisivo que sea el PIB para la contabilidad de la economía en general. Y es la punta del iceberg porque la profundidad, el grueso del problema no es otro que la realidad de la explotación de la fuerza de trabajo y la reducción de la naturaleza a simple mercancía. ¿Cómo se valora todo esto si no es recurriendo a la teoría marxista, la única que los tiene en cuenta? Muchas de las justas críticas al PIB oficial se acercan bastante al problema clave, por ejemplo, críticas feministas y ecologistas, críticas de consumidores populares, críticas al concepto burgués de “calidad de vida”, etc., pero no terminan de comprender el papel central de la teoría de la plusvalía. Otro ejemplo: ¿cómo se valora la pobreza? ¿y el empobrecimiento absoluto y el relativo si las definiciones oficiales de pobreza y del PIB no son fiables?
2.- PRIMERA FASE HISTÓRICA:
- Era imprescindible dejar esto previamente sentado, aclarado, para evitar equívocos posteriores ya que tratamos de una cuestión decisiva: el contenido sociopolítico directo del debate sobre los cambios en las clases sociales. No es un debate neutral y academicista, apolítico, sino que concierne a la evolución de la lucha de clases en su conjunto. Lucha de clases entendida como choque irreconciliable entre el capital y la humanidad trabajadora, entre la minoría propietaria de las fuerzas productivas y la mayoría expropiada de todo excepto de su fuerza de trabajo. Basándonos en estos criterios podemos delimitar a grandes rasgos varias fases de transformaciones y de estabilidad en las formas de las clases sociales a lo largo de la historia capitalista. No podemos extendernos aquí en análisis más detenidos sobre las causas de tránsito de una fase a otra, sobre sus duraciones respectivas y las intensidades de las violencias y represiones que inevitablemente acompañan a cada cambio de fase y de adaptación de la dialéctica entre la esencia interna de las clases y sus formas externas de expresión. Sólo podemos decir ahora que en esos cambios ha estado y está siempre activa la lucha de clases entre el capital y el trabajo.
- Un período anterior a la formación histórica del capitalismo y por tanto de las clases en su pleno sentido, es el transcurrido entre los siglos XIII y XVI/XVII, según los lugares de Europa. El concepto de “proletariado” nace de la raíz latina ‘proles’ que se refiere a descendencia, linaje, familia amplia, etc., es decir, son en su inmensa mayoría personas empobrecidas, sin apenas recursos de subsistencia y menos de existencia independiente, los que deben proletarizarse. Quiere esto decir que la cultura común del norte de Italia, de Barcelona y de zonas de los Países Bajos y del Estado francés, básicamente, certificaba una línea de continuidad entre las familias pobres del pasado y las personas que en aquellos siglos XIII e incluso XII en algunos sitios, tenían que proletarizarse, vender su fuerza de trabajo a las clases ricas para poder vivir. Por el lado contrario, burguesía viene de ‘burgo’, de ciudad relativa o talmente independizada del poder feudal, papal e imperial, con sus leyes mercantiles en proceso de asentamiento, con sus libertades propias y con su democracia burguesa inicial, dotada de sus instrumentos de defensa o “milicia urbana” o “milicia burguesa”.
- Por regla general, sólo quienes ya disponían de algunos recursos económicos propios, familiares o de otro origen como el bandolerismo, la usura o el comercio, podían abandonar las poblaciones campesinas, vigiladas y controladas por el feudalismo y la Iglesia, con sus múltiples leyes coercitivas e impuestos de todas clases, y marcharse a la ciudad para empezar en ella una nueva vida; mientras que la mayoría del nuevo proletariado debía huir clandestinamente la mayor parte de las veces, arriesgarse a ser atrapados o devueltos por la ciudad si ésta cedía a las presiones de los señores feudales. La suerte de que esto sucediera dependía de varios factores, decidiendo entre ellos la potencia económica de la ciudad, el espíritu de sus clases burguesas y las alianzas establecidas con los gremios de artesanos.
- La huida a las ciudades se presentaba como una alternativa de mejora de vida ya que, por lo general, las condiciones de vida urbana eran menos malas que las campesinas, con algunas libertades imposibles en el campo. La naciente burguesía, por otra parte, necesitaba según ciertos acuerdos con los trabajadores libres, no asociados en gremios artesanales, para poder hacer presión contra estos por la gran fuerza que llegaron a tener los gremios. Además, en estos siglos las relaciones salariales y el conjunto de la economía comercial y mercantil estaba aún muy lastrada por toda serie de reglamentos feudales y papales, y la división social en estamentos era todavía tanto o más fuerte que la división social en nuevas clases burguesas y proletarias. Existían empresas que ya adelantaban lo que sería el capitalismo tiempo después, pero eran archipiélagos en un océano feudal.
- La primera fase de formación del capital y por tanto de la unidad de contrarios irreconciliables que son la burguesía y el proletariado, se inició en el siglo XVI y tomó fuerza gracias, fundamentalmente, al proceso de acumulación originaria de capital. Sobre la base de las riquezas anteriormente acumuladas, pero especialmente gracias a un endurecimiento atroz de la explotación, del comercio, del saqueo generalizado y de la masiva trata de millones de esclavos, la burguesía se constituyó como clase social sentada sobre la nueva esclavización del proletariado. Tuvo decisiva importancia la expulsión masiva de campesinos de sus tierras, la privatización de comunales, el ataque a los gremios artesanos y la ruina de los artesanos independientes, la lucha estatal contra las masas de vagabundos, pobres, enfermos, parados y bandidos, que actuaban a veces como contrapoderes regionales, etc. Mucho peor lo pasaron los pueblos y las naciones invadidas desde finales del siglo XV en adelante, masacras y expropiadas, cuando no exterminadas. No hace falta decir que en todas partes las mujeres y la infancia fueron blancos especiales del ataque capitalista.