PRÓLOGO
Inventar desde lo “local” o imitar desde lo “global”
Pedromari Olaeta y Oskar Matute
CUANDO RECIBIMOS LA INVITACIÓN a prologar este libro nos propusimos trasladar a todos los compañeros y compañeras de la izquierda soberanista vasca las reflexiones producidas en estos momentos en nuestros respectivos ámbitos de trabajo y debate (cambio de ciclo político, crisis económica, cambios en la jerarquía de valores) y en el seno de las distintas maneras, sensibilidades, de concebir el proceso de recuperación de la soberanía individual y colectiva de los trabajadores y trabajadoras de Euskal Herria.
Entendemos que todas las reflexiones aportadas, aunque proceden del exterior a efectos de los contenidos del libro, se entrecruzan con muchos pensamientos en él recogidos, y desarrollan la idea fuerza de que es la hora de sumar esfuerzos, de reflexionar conjuntamente intentando encontrar la salida (porque la salida existe)
Primera reflexión: el cambio de época
La identidad de una época histórica viene dada por un sistema de ideas para interpretar la realidad, un sistema de técnicas para transformar dicha realidad y un sistema de poder, institucionalidad (reglas del juego), para controlar la realidad. Estos sistemas, a su vez, prevalecen subordinando a otros sistemas de ideas, de técnicas y de poder, e influenciando la naturaleza de las relaciones de producción, relaciones de poder, modos de vida y cultura.
Pero las épocas históricas no son eternas. Una época histórica cambia cuando se transforman, cualitativa y simultáneamente, las relaciones de producción, relaciones de poder, modos de vida y cultura que han prevalecido. Estos cambios transforman el conjunto previo de sistemas forjando la emergencia de otros sistemas nuevos (de ideas, de técnicas y de poder) que compiten entre sí para prevalecer en la nueva época histórica.
Los cambios globales en marcha no pertenecen a la época del industrialismo, sino que forjan una nueva época, la del informacionalismo, dependiente de la información.[1] Un mundo diferente, pero no necesariamente mejor, está siendo construido. La computadora ya reemplaza a la chimenea como símbolo del “desarrollo”. Nosotros tenemos el privilegio histórico de presencial el ocaso de la época histórica del industrialismo y el alborear de una nueva época histórica, que todavía es una fotografía fuera de foco, cuyas características e implicaciones apenas empiezan a delinearse. Por eso, la mayoría no logra comprender la génesis de su vulnerabilidad ni la forma en la que se manifiesta.
Segunda reflexión: visiones del mundo en conflicto en la época histórica emergente
- a) Visión mercadológica del mundo
Ven el mundo como un mercado auto-regulado. Esta visión construye un discurso cuya racionalidad económica privilegia el mercado como solución para problemas complejos. A través de esta metáfora económica, todo lo que entra en el mercado es etiquetado como “capital” (de ahí que nos refiramos a “capital” natural, financiero, social, humano, intelectual, etc.) y todo lo que sale es percibido como “mercancía”. Con la contribución de la tecnología de la información, esta visión sofistica la lógica evolucionista del darwinismo social, bajo la antigua premisa de que la existencia es una lucha por la sobrevivencia a través de la competencia. Bajo el concepto de competitividad, el neo-evolucionismo está dividiendo el mundo en arenas económicas y tecnológicas, donde las leyes del mercado prevalecen sobre las leyes de las sociedades y las transacciones comerciales sobre las relaciones sociales.[2]
Dentro de esta visión del mundo, todo se vende, desde los principios hasta la naturaleza, y todo se compra, desde los sentimientos hasta el cuerpo humano, sus órganos y su ADN. Bajo el culto al dinero, esta cosmovisión aporta un enfoque de red cuya principal característica es el egoísmo, que define lo humano, lo social, lo ecológico y lo ético como obstáculos para la competitividad, elige al mercado como el juez y premia a los buenos, los competitivos, y castiga a los malos, los no-competitivos, creando un imaginario técnico y social donde el éxito personal e institucional requiere que nos transformemos todos el gladiadores de la lógica de la arena: cada uno por sí mismo, Dios por nadie y el Diablo contra todos.
- b) Visión contextual del mundo
Asumiendo el mundo como una trama de relaciones entre diferentes formas de vida, esta visión crea un discurso cuya racionalidad comunicativa privilegia la interacción consciente, negociada y ética como forma de resolver problemas antropogénicos, creados por la acción humana. La metáfora de la trama de relaciones revela las potencialidades y límites de todos los modos de vida, donde nosotros somos percibidos como “talentos” humanos, porque nuestra imaginación nos permite crear más allá de le experiencia actual y del conocimiento previo.
Con su alto contenido ético, esta visión privilegia la creación de ágoras, la forma más antigua de asamblea que los griegos crearon para el debate democrático, como solución para la interpretación y el manejo de nuestros problemas/desafíos emergentes.
Bajo el concepto de sustentabilidad, el constructivismo está creando un mundo donde la sociedad civil prevalece sobre el Estado y el mercado,[3] para identificar y superar contradicciones generadas por las relaciones asimétricas de poder: el hambre en un mundo de abundancia, la pobreza en un mundo de opulencia, la escasez del Sur versus el desperdicio del Norte, la riqueza de las corporaciones contra la pobreza de las naciones y la privatización de los beneficios de la globalización contra la socialización de sus riesgos y crisis.
Esta visión aporta un enfoque de red que asume el contexto como referencia, la incertidumbre y la inestabilidad como premisas, la interacción como clave, la solidaridad como principio y la ética como garante de la sustentabilidad de todos los modos de vida.
Tercera reflexión: la propuesta de la nueva izquierda soberanista vasca
Proponemos que la izquierda soberanista vasca adopte esta visión constructivista para el desarrollo de nuestro país. Una organización interesada en la incorporación deliberada de las características del modo contextual debe crear un espacio para la reflexión, debate y negociación de las implicaciones de dicha decisión. No se trata solo de adoptar un lenguaje diferente, o de solo generar un nuevo documento, sino de crear un nuevo comportamiento, forma de ser, sentir, pensar y actuar. Las implicaciones son múltiples, y los cambios correspondientes son difíciles de implementar. Los cambios en esta dirección deben ser participativas. Su éxito depende de un amplio, largo y costoso esfuerzo interactivo para la construcción y apropiación colectiva de un nuevo modo de interpretación, marco conceptual, y un nuevo modo de intervención, teoría de acción, usados simultánea y complementariamente con el modo clásico. Habrá resistencias y conflictos, sin embargo, los procesos que cambian a las personas que cambian las cosas son más relevantes y sostenibles que los que cambian las cosas para cambiar las personas.
Es en esta nueva época donde las mujeres y hombres de la izquierda soberanista vasca hemos de desarrollar las actividades políticas desde la perspectiva de la nueva izquierda, exenta de muchos de los paradigmas antiguos, paradigmas considerados inamovibles y que han generado el derrumbe de la izquierda en Europa Occidental y UE-27; hemos de debatir y producir intelectualmente para la definición de nuevos paradigmas que nos permitan avanzar hacia un mundo desarrollado y justo.
Cuarta reflexión: la nueva izquierda y el concepto de desarrollo
La pregunta por los determinantes del desarrollo, entendido como el proceso que configura el avance de una comunidad humana en una dirección por ella deseada, ha sido una de las cuestiones que más atención, preocupación e investigación generaron durante todo el siglo XX, en las más diferentes disciplinas: ciencia política, sociología, economía, gestión, educación y filosofía, entre otras.
Si a la pregunta por el desarrollo de las naciones agregamos la pregunta por el desarrollo de las personas, entendido como el proceso que lleva al ser humano a “vivir bien”, no cabe duda que estamos en presencia de la interrogante central de la humanidad durante al menos los últimos 150 años. A pesar de todos los avances en tecnología, en ciencia y en filosofía, los caminos hacia el desarrollo siguen estando muy pobremente iluminados.
Alguna vez pareció evidente que el desarrollo dependía en lo esencial de la “base material” disponible para cimentarlo. Naciones con mayor riqueza natural deberían alcanzar con mayor facilidad niveles elevados de desarrollo, al menos en el ámbito económico, pero la evidencia ha demostrado a lo largo de los años que esa correlación positiva no existe e incluso en no pocos casos parece inversa; en las ocasiones en que se obtenía crecimiento económico se producían grandes desigualdades en la distribución de los ingresos y el crecimiento no lograba estabilizarse ni contribuir a la estabilización de los sistemas políticos.
Los investigadores del desarrollo evolucionaron, dado el fracaso de este aparentemente obvio paradigma del desarrollo, en las más diversas direcciones. Mientras unos pocos buscaron describir las fallas de las teorías previas en las premisas del sistema, la mayoría siguió el camino más simple de agregar “ítems” a los requerimientos del desarrollo. No bastaba tener “capital natural”, era también necesario tener “capital físico fabricado”, concepción que puso a la industrialización como la panacea del desarrollo, se requería además tener “capital financiero” y “tecnología”, entendida como acumulación de conocimiento aplicado.
La gran mayoría de las naciones, Euskal Herria incluida, buscaron su desarrollo por estas vías, con variadas combinaciones y énfasis, algunos de ellos con notables éxitos y muchos, sin embargo, con rotundos fracasos.
La mirada se volvió entonces con mucha fuerza al “capital humano” y la educación se convirtió en el principal camino al desarrollo, pero se demostró que la correlación no era universalmente válida. Naciones que a principios del siglo XX alcanzaron elevados niveles educacionales, con elevado niveles de industrialización y el desarrollo social y cultural han visto como se frustraban sus niveles de desarrollo. Por otro lado, en aquellas naciones que accedieron al desarrollo, las cosas tampoco se han dado fáciles.
La incapacidad de las teorías y los modelos de desarrollo, para conducir a la “felicidad” de las personas y las sociedades en que se organizan, ha quedado plenamente al desnudo por los hechos, crisis económica mundial, y ha generado una profunda frustración y sensación de impotencia en los hombres y mujeres de la izquierda.
Frente a la frustración, proponemos adoptar desde la izquierda las dos grandes corrientes del pensamiento que han emergido en el medio de esta verdadera crisis de paradigmas y crisis económica, financiera e industrial:
- a) el concepto de “desarrollo humano” o “desarrollo a escala humana”, que busca acercar la teoría y la praxis de la izquierda al desarrollo de la calidad de vida de las personas y
- b) la teoría del “capital social de izquierdas”, que propone una visión del desarrollo centrada más en las relaciones entre las personas que en las personas mismas.
La teoría del capital social de izquierdas puede ser entendida como una mera recuperación de aquel principio de “sentido común” relativo al valor de la cooperación. Los estudios que están en la base de esta propuesta interpretativa apuntan a señalar la fuerte incidencia del tipo de relaciones que se establecen entre las personas sobre la capacidad de producir valor de dichas personas así como de las organizaciones a que pertenecen o que configuran su actuar.
La forma de ver el capital social de izquierdas es aquella que pone el acento en la triada confianza- reciprocidad-civismo, y parece efectivamente apelar al “sentido común”.
primero, la cooperación es un factor fundamental en la generación de valor de cualquier organización;
segundo, la cooperación es más viable y más rentable mientras más y mejores sean las relaciones entre las personas.
Estamos rompiendo los paradigmas imperantes en la anterior época para usar posturas que recogen el sentido común colaborativo.
El enfoque de capital social de izquierdas es poderoso en primer lugar por ello, porque permite poner la mirada en un eslabón perdido: las relaciones entre las personas. Pero es poderoso también porque permite abordar los aspectos contextuales —incluidos los culturales- en que ocurren dichas relaciones.
Buscando darle al concepto una acepción lo más rigurosa posible, dadas sus distintas componentes, capital, social y de izquierdas, los hombres y mujeres de la nueva izquierda soberanista proponemos entender el capital social de izquierdas como la “capacidad de producir valores de izquierda de una organización social”.
Esta propuesta permite el desarrollo del capital social de izquierdas aprovechando propuestas referidas a los fenómenos anímicos, a los procesos de generación de proyectos comunes y, por encima de todo, a los factores culturales propios de nuestra nación, sus paradigmas predominantes y sus prácticas sociales relevantes.
Esta teoría permite, por último, volver a conceptualizar la cuestión del desarrollo visto desde la izquierda como un problema de evolución e innovación social de una “cultura”, esto es, de un conjunto de personas que comparten una identidad, una historia común, unas creencias, unas prácticas de interacción entre ellas, rituales, hábitos, que desean conservar todo o parte de ello, en respuesta a los cambios del entorno en que dicha cultura se inserta y con el cual debe mantener su congruencia en el tiempo.
Quinta reflexión: el capital social de la izquierda soberanista vasca
Los que vivimos con la perspectiva de creación de un mundo más justo y humano, mediante la construcción de un capital social de izquierdas, que devuelva el poder de la sociedad a las organizaciones portadoras de valores como la ética, la confianza, la innovación, la justicia y el sentido común, hacemos con ello una declaración pública de trabajar con un pensamiento y una práctica correspondiente y coherente con estos principios, comenzando por el trabajo en el seno de la masa crítica potencialmente de izquierda soberanista que vive y trabaja en nuestro país.
Tras este análisis del cambio de época y los graves problemas que el capitalismo mercantilista y mecanicista imperante ha llevado a nuestra sociedad y, sobre todo, a las relaciones casi inexistentes entre los humanos, no pretendemos trabajar para disminuir y suavizar estos efectos nocivos del sistema, nos proponemos trabajar para generar una alternativa al mismo sistema imperante que genere un nuevo modelo social, estamos por el cambio social y somos una izquierda transformadora.
Defendemos un proyecto transformador porque la izquierda no puede, ni debe, vertebrarse en un proyecto que persiga humanizar el actual sistema capitalista globalizado, defendemos un proyecto que elimine la deshumanización.
La construcción del capital social de izquierdas, la acumulación de actores de la transformación social que se propugna, está basada en la movilización de las redes sociales de nuestro pueblo, de la interacción entre esas redes hoy en día existentes, que a través del debate, de la conversación, y aprovechando unas buenas condiciones de contorno para el mismo, generen un proyecto alternativo esperanzador, capaz de movilizar a la mayoría de la sociedad vasca.
Este constructivismo de capital social, esta acumulación de ciudadanos y ciudadanas de izquierda soberanista generadora de valores alineados con su posicionamiento socio político, deberá estar basada en la rebelión intelectual, no en la rebelión militar, y deberá eclosionar un contrapoder que avance en la reforma de todo el sistema.
Pero debemos hablar y considerar la necesidad o no de participar en las reformas graduales del sistema que avancezn en la dirección asumida por el contrapoder. La experiencia de la izquierda que ha asumido la reforma gradual del sistema desde dentro, tomando cuotas de poder, ha sido realmente descorazonadora para el conjunto de las izquierdas; es algo claro y probado que se han ido despegando de las redes de contrapoder para acabar convirtiendo su actividad en una mera administración personalizada de la cuota de poder que hayan conseguido.
Sexta reflexión: la globalización y el desarrollo sostenible
Hace años que desde las escuelas de gestión nos comunicaron la excelencia que emanaba del eslogan “pensar y actuar localmente”, de esta manera han podido actuar sobre el imaginario de millones de personas que intentan emular al más fuerte sin entrar a considerar que este lema desvincula el pensar del nivel de actuar, promoviendo el pensamiento único universal que nos hace vulnerables, y silenciando el pensamiento crítico local que nos hace sostenibles.
La vulnerabilidad a la que nos referimos existe a partir de la visión del mundo del dominador, que impone su concepción universal de la realidad sobre las visiones de los grupos locales, esta forma de “poder” crea una división del trabajo en el proceso de generación, acceso y uso del conocimiento que transforma a los “locales” en meros receptores de valores, conceptos y paradigmas generados lejos de nuestro contexto y sin compromiso con nuestro pasado y con nuestro futuro.
La sostenibilidad a la que me refiero implica cultivar, de forma coherente y continuada, las condiciones que generan y perpetúan la vida, evitando la erosión de la biodiversidad, de la diversidad cultural y de las relaciones que aseguran la existencia con bienestar de todos los modos de vida en el Planeta, lo que varía con el contexto eco- ambiental, etno-socio-cultural, económico, político, etc.
Releyendo El Árbol del Conocimiento (Editorial Debate, 1992) de Humberto Maturana y Francisco Varela, nos ha vuelto a sorprender la demostración que se hace en su contenido sobre la característica común a todos los seres vivos: la capacidad de aprender en interacción con su contexto.
Desde este punto de partida, y en coincidencia con José de Souza Silva, intelectual brasileño y buen amigo, podemos deducir algunas premisas para intentar comprender los problemas contemporáneos:
1) Vivir es aprender, aprender es cambiar, y cambiar es vivir aprendiendo en interacción con el contexto. Lo coherente es “existo luego pienso”, no “pienso luego existo”, para pensar primero hay que estar vivo y para seguir viviendo hay que seguir aprendiendo, por lo que el que deja de aprender es un candidato a la extinción ya que pierde la sabiduría imprescindible para su sostenibilidad. Bajo esta premisa, la sostenibilidad y el aprendizaje son interdependientes y contextuales.
2) En el mundo del “desarrollo”, no existen problemas ni soluciones universales. Por incluir seres humanos los problemas de desarrollo no son resueltos; son problemas cambiantes que deben ser interpretados y manejados localmente. Los actores sociales tienen historias locales condicionadas por su formación pasada, desafíos presentes y aspiraciones futuras, por esas razones el desarrollo no se somete a modelos universales que no son malos, son irrelevantes localmente. Bajo esta premisa, para diferentes grupos, las condiciones de bienestar socialmente relevantes, culturalmente aceptables, económicamente viables y éticamente defendibles emergen de diferentes esfuerzos de cambio e innovación a partir de sus historias locales.
3) La sostenibilidad del desarrollo humano depende de la coherencia de su forma de vivir y del grado de correspondencia con el lugar eb que vivimos, del que dependemos, al que cambiamos y donde somos relevantes. Bajo esta premisa los cambios para el desarrollo humano se deben realizar desde las historias locales ya que un cambio relevante para un grupo de actores emerge de los procesos de interacción social que incluye su participación, lo que implica que debe estar asociado necesariamente a las aspiraciones locales. Los cambios relevantes para el desarrollo humano no emergen desde diseños universales y globales, emergen de diseños basados en las experiencias y saberes locales.
4) La universalidad de la “idea de desarrollo” facilita la dominación. Para fines de dominación, esta idea ha sido disfrazada con varios nombres (progreso, modernización), oculta bajo muchos rostros (civilización, desarrollo), adornada con lindas promesas (paz, bienestar), ofertada hipócritamente (ayuda, cooperación), bajo un enfoque evolucionista (fases, etapas), a través de diseños globales (colonización, globalización), usando reglas universales (leyes/políticas internacionales, tratados de libre comercio) e instituciones de control (ejércitos, organismos multilaterales), asegurando resolver problemas universales (hambre, pobreza), para institucionalizar y legitimar sus consecuencias (desigualdad, injusticia), mientras busca el objetivo del crecimiento económico para el beneficio del más fuerte.
¿Qué es la globalización en su estado actual? Es evidente que es el método basado en la estrategia de control con el que el más fuerte define nuestras reglas nacionales como barreras a derrumbar para el éxito de las reglas transnacionales del nuevo orden corporativo mundial del capitalismo global. El más fuerte crea las reglas de juego del desarrollo lejos del escrutinio público y de la participación ciudadana, transformando la democracia representativa y reduciéndola a una “democracia de un día”, que ha abierto paso a un gobierno mundial, sin presidente ni elecciones, donde los que deciden no son electos y donde los electos no son los que deciden.
Sometidos al poder de corporaciones e inversionistas transnacionales, ciertos gobiernos no ratifican acuerdos multilaterales que promueven la relevancia de lo humano, lo social, lo ecológico y lo ético, redefiniendo estos aspectos como “obstáculos al desarrollo”, y la no ratificación facilita el “acceso irresponsable” a materia prima barata, mentes obedientes y cuerpos disciplinados.
Séptima reflexión: manos a la obra
Desde Euskal Herria, la construcción de un futuro mejor y sostenible para la humanidad debe comenzar con la negociación de sus aspectos humanos, sociales, ecológicos y éticos ligados al compromiso con el bienestar de las familias y de nuestra comunidad. En caso de conflicto, deberemos construir el nuevo modelo necesario para ese futuro, aplicando el “principio de bienestar inclusivo” que decide a favor de la propuesta que beneficia al mayor número de individuos, grupos sociales y/o formas de vida, debemos tratar primero la sostenibilidad de los “modos de vida”, no la sostenibilidad del crecimiento económico como un fin en sí mismo.
Desde Euskal Herria debemos oponernos a una globalización creada por “desarrollados” y promovida a través de un diseño global, donde el comercio es vendido como el único puente válido hacia el milagro del desarrollo y hacia el diploma de desarrollado, un modelo que en plena crisis nos propone cambiar un poco las cosas (leyes, políticas, instituciones, etc) sin la participación de las personas que deben cambiar las cosas. En estas condiciones de contorno, los activistas de la izquierda soberanista debemos innovar en la práctica política y asumir la construcción desde lo local de un nuevo modelo socio-económico en un proceso dependiente de la solidaridad, no del egoísmo explícito del neomercantilismo liberal que asume la existencia como una lucha por la supervivencia a través de la competencia.
Postulamos que contar con capital social de izquierdas es clave, primero, desde el punto de vista del desarrollo económico, esto es, desde la expansión y mejor distribución de la producción de bienes y servicios; desde el punto de vista social, a saber, desde el fortalecimiento de la sociedad civil y la igualdad de oportunidades; y desde el punto de vista político, esto es, desde el fortalecimiento de la democracia.
Postulamos que la construcción de capital social de izquierdas es por tanto una cuestión central y que construirlo es perfectamente posible y no requiere ni de milagros sociales ni de grandes liderazgos políticos.
Nuestra propuesta parte de reconocer la multidimensionalidad de la naturaleza y condición humana y, desde reconocerla, asumimos el desafío de generar formas eficaces, eficientes y gratas de una nueva forma de convivencia.
Nosotros, en este momento y lugar, tenemos la responsabilidad de construir, de inventar, de innovar desde lo local cambiando los modos de intervención, aumentando el compromiso con los sueños colectivos locales, un sueño compartido por muchos es una fuente de movilización de la imaginación, de la capacidad y compromiso, porque sin emoción no hay pasión, y sin pasión no hay compromiso.
Desde Euskal Herria debemos renegar de la ideología de la explotación con exclusión que, además, se nos presenta disfrazada de desarrollo sostenible. Debemos construir desde lo local negándonos a perecer imitando desde los diseños globales.
En nuestras manos, en las de los y las activistas de la izquierda soberanista, está el aprender inventando desde las historias locales.
[1] Castells, M.: La Era de la Información, Economía, sociedad y cultura. Alianza, Madrid 1996.
[2] Held, D. y McGrew, A.: Globalización/Antiglobalización. Sobre la construcción del Orden Mundial, Paidós, Barcelona, 2003.
[3] Sen, A.K. Y Schwartz, P.: Nuevo examen de la desigualdad. Alianza, Madrid, 2004.