INDICE
PRESENTACIÓN
PRÓLOGO
¿QUÉ ES EL MARXISMO?
LA CAMBIANTE FAZ DEL MARXISMO
EL HOMBRE AL QUE NADIE CONOCE
MARX Y LA FILOSOFIA
LA DIALÉCTICA
EL MATERIALISMO
¿QUÉ ES EL HOMBRE?
LA ALIENACIÓN
EL ESTANCAMIENTO ECONÓMICO
LA SOLUCIÓN
MARX Y LA HISTORIA
EL PAPEL DE LAS IDEAS EN LA HISTORIA
RAZÓN Y REVOLUCIÓN
LAS ILUSIONES DE LA ÉPOCA
EL ADVENIMIENTO DEL SOCIALISMO
LA INEVITABILIDAD DEL SOCIALISMO
MARXISMO Y LIBERTAD HUMANA
PRESENTACION
En El Marxismo de Marx, John Lewis, el filósofo y ensayista inglés, se entrega a una tarea al parecer trillada y muy de moda hoy en día: la de releer la obra del gran teórico y revolucionario alemán. Sólo que Lewis efectúa su relectura con el objetivo principal de desnudar de ropajes, ya sea dogmáticos ya de sistemas filosóficos cerrados, que mal le van a un cuerpo metodológico en perpetuo movimiento y exigente de gran ductilidad y libertad de movimientos.
Contra los que consideran al marxismo como un sistema filosófico imperceptible y por ello intocable, Lewis aduce argumentaciones extraídas de los propios libros que siempre se negó Marx a considerar como taimados o recetarios. Contra los que en la obra de Marx ven un códice moral, de insufrible y a la vez fatal, convencimiento de que la humanidad quieras que no marcha lucia una nirvana de inmutable felicidad, Lewis arguye con la dinámica de las contradicciones en que en gran parte se basa la aplicación del método marxista a las más diversas formaciones socioeconómicas y las más distintas épocas históricas. En fin no es poco ardua la tarea del escritor inglés: encontrar bajo la nube de inciensos laudatorios de los epígonos del marxismo, como también en la huella corrosiva del ácido de sus detractores lo que el marxismo verdaderamente es, quiso y pretendió ser, y con ello su potencialidad actual y su vigencia como instrumento y arma, microscopio y telescopio, para ver el mundo, conocerlo en su más ancha imagen y transformarlo considerando que, por ancho que sea, está integrado en un mosaico de las más variadas y aun contradictorias texturas, colores y empastes, de acuerdo con las peculiaridades de las formaciones socioeconómicas a las que aquel método se aplique de modo a la vez teórico y práctico.
Libro polémico, claro, el de John Lewis suscitará a la vez elogios y críticas. Pero nadie, después de leerlo contención y disfrutar sus sugerencias y estilo dejará de reconocer en él una gran contribución al mejor entendimiento de lo que es la obra de Marx y de lo que significa en toda su real validez contemporánea.
EDITORIAL NUESTRO TIEMPO
PROLOGO
Es una de las ironías de la historia el hecho de que a un pensador de la importancia de Carlos Marx cierto filósofo famoso le amerite haber “ejercido mayor influencia sobre la época actual que las teorías de ningún otro de nuestros contemporáneos”,[1] mientras que otro, igualmente distinguido, puede declarar que “el marxismo es el vástago ilegítimo y rebelde del liberalismo del siglo diecinueve”.'[2] Y lo es también, para dar otro ejemplo, que las teorías de Marx puedan ser rechazadas sin mayor esfuerzo por parte del profesor Karl Popper que las tilda de mero “historicismo”, mientras que el filósofopolítico de Oxford, John Plamenatz afirma que “el marxismo sigue siendo la más importante de todas las teorías políticas sistemáticas”.[3] Durante los últimos diez años se han publicado un mayor número de volúmenes sobre Marx, serios por su erudición, que lo que se haya hecho acerca de ningún otro teórico político; y no obstante, en los círculos literarios y en las páginas de los semanarios formales, al marxismo como filosofía social se le trata con poco más que desdén. ¿Cómo debemos conciliar esta extraña brecha que existe entre la crítica del marxismo como efecto, y el reconocimiento que cada día va en aumento de la amplitud e importancia de las teorías de Marx?
Una de las razones de ella es sin duda la lectura sorprendentemente descuidada o superficial de los propios trabajos de Marx por parte de escritores que en su campo particular cuentan con reputación considerable.
Tanto Sir Karl Popper como el profesor A. J. Ayer consideran que el punto débil de Marx es que su teoría metafísica de la historia, según ellos la entienden, revela que ésta se desplaza irresistiblemente hacia su fin preordenado, en que cada acontecimiento forma parte del desenlace necesario de lo absoluto. El profesor Ayer jamás condesciende a citar una sola frase de Marx, en apoyo a sus puntos de vista. En réplica a ambos, E. H. Carr sólo tiene que señalar que no existe ni el mínimo indicio en nada de lo que haya escrito Marx, que apoye a una teoría de aquella índole. Por el contrario, Marx explícitamente rechazó cualquier punto de vista de su obra que la considerara como una “teoría general histórico filosófica”, e hizo observar que El capital * no era más que “un esbozo histórico en el que se explicaba el origen del capitalismo en Europa occidental”.[4]
* Textos y referencias a las obras de Marx, Engels y Lenin corresponden a las ediciones en inglés (N. del T).
¿Acaso los críticos habrán descuidado hacer su tarea escolar? Diríase que así es cuando Popper admite francamente que su refutación del historicismo de Marx no se fundamenta en nada que éste haya dicho alguna vez:
No he vacilado en estructurar argumentos en su apoyo que, por cuanto yo sepa, nunca han aducido los propios historicistas. En esta forma supongo que he logrado establecer una postura que realmente vale la pena atacar.[5]
Si bien no “vale realmente la pena atacarla”, evidentemente es una forma de estructurar una argumentación que definitivamente se puede hacer añicos. ¿No estamos pues en presencia de un ejemplo perfecto de aquel proceder que se ha hecho demasiado común en las controversias: a saber, el presentar la postura del oponente en los términos que ésta tendría si fueran los críticos quienes la sostuvieran; es decir, no en sus propios términos, sino después de traducirla a los términos de' otro; en forma de teoría opuesta, de hecho, que se presta perfectamente a una crítica devastadora ?
El doctor George Steiner también se siente apto para hacer generalizaciones sumamente amplias al respecto de Marx, apoyándose en las más endebles pruebas. En su reciente escrito, Eliot Memorial Lecture, dice: “Marx parece hacer una paráfrasis de la visión de Isaías y de la Cristiandad primitiva... sus manuscritos de 1844 están impregnados de la tradición de la promesa del Mesías”. Así, pues, a Marx se le debe explicar como una mezcla de mesianismo judío y utopía cristiana. Para desgracia del doctor Steiner, a Marx no se le dio educación judía. Su padre fue un escéptico volteriano; Marx fue bautizado en la Iglesia Cristiana, junto con sus hermanos, como una formalidad; se educó en una escuela de jesuitas y jamás mostró el mínimo interés por las cuestiones bíblicas o religiosas, fueran estas judías o cristianas. Su posterior consideración filosófica de la religión nada tiene que ver con el pietismo.
La actitud de Marx hacia la utopía mesiánica también está perfectamente clara: poseía valor en periodos anteriores cuando las condiciones sociales se encontraban subdesarrolladas y lo más que podía hacer el hombre era tener esperanza de un futuro mejor, pero en su propia época, puesto que las condiciones habían puesto de manifiesto la maduración de las potencialidades del capitalismo en progreso, lo utópico se había convertido en totalmente reaccionario y las exhortaciones morales como senda que condujera a cosas mejores eran “otros tantos afanes inútiles”. He ahí cuanto tenemos que decir por lo que toca al cristianismo primitivo. En realidad todo esto debiera ser perfectamente obvio para cualquier persona que haya leído los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 o La sagrada familia.
Quizá la idea más extendida acerca del marxismo es que éste representa una doctrina de determinismo económico. Una vez más, en el propio Marx no se encuentra ni el menor fundamento para sostener este punto de vista. El texto que con mayor frecuencia se cita en cuanto a las leyes de la producción capitalista “que funcionan con férrea necesidad para llegar a la meta inevitable”, se refiere, como dice Marx, a las leyes económicas de los economistas capitalistas, cuyos resultados en ese entonces, al igual que ahora, son catastróficos..............................