Índice general

 

Dedicatoria.

 Prefacio.

 I. (Los amargos frutos del «socialismo en un solo país».

     Las raíces históricas e ideológicas del eurocomunismo.

     El viraje del séptimo congreso del Comintern.

     Las etapas de la crisis del stalinismo

     Eurocomunismo y coexistencia pacífica

     El «centro único», el internacionalismo proletario y el destino del eurocomunismo

II. Las tres dimensiones del eurocomunismo

     El eurocomunismo y la burguesía imperialista

     El eurocomunismo y la burocracia soviética .

     El eurocomunismo y la clase obrera de Europa occidental.

III. La conferencia de Berlín este; una nueva etapa en la crisis del stalinismo.

     Falsas interpretaciones.

     Y la interpretación correcta.

     Un paso adelante, dos pasos atrás.

IV. El petardo Ellenstein

     El rescate de un subjetivismo no superado .

     Del subjetivismo al objetivismo.

     La clave social para explicar el «fenómeno stalinista»

V. Santiago Carrillo y la naturaleza de la URSS

     El revisionismo

     La crítica de las formas de poder en la URSS .

     Anexo al capítulo V; Eurocomunismo y Estado, extractos

 VI. Las repercusiones de la bomba Carrillo .

     Una respuesta excepcionalmente inepta ,

VII. La «solución de recambio de Rudolf Bahro

     La raíz del mal.

     Una brillante condena de la burocracia

     Una refrescante visión «mundialista» ....

     Dos etapas de la historia de la burocracia .

     ¿No llene la clase obrera un potencial socialista revolucionario?

     Una posición confusa en torno al papel del estado

     Tres ambigüedades programáticas.

VIII. El Eurocomunismo, ¿ideología de la «nueva clase?

IX. La estrategia del eurocomunismo

     La fuente histórica de la estrategia eurocomunista: la «estrategia de desgaste» de Kautsky .

     Crisis de dominación de la burguesía y crisis económica

     Crisis de dominación de la burguesía y crisis social

     Dos supercherías: el economicismo y el corporativismo

     ¿Es el eurocomunismo el ejecutor testamentario de Antonio Gramsci?

     EL problema de las alianzas.

     El contexto internacional.

X. El PC italiano, apóstol de la austeridad

     Una «explicación» de la crisis lomada en préstamo a la burguesía.

     La función histórica de la crisis y de la austeridad

     El contenido real de la política económica del PCI

     «El nuevo modo de consumo»

     Un balance provisional

XI. El PCF, el eurocomunismo y el estado

     De la ortodoxia formal al revisionismo abierto  

     La naturaleza del aparato de estado

     Libertades democráticas e instituciones del estado democraticoburgués.

     Democracia indirecta y democracia directa  

     La variante «de izquierda» del eurocomunismo .

     La verdadera etapa de transición: la dualidad de poder

     El célebre prefacio de Engels.

     Un testimonio abrumador.

Índice analítico y de nombres

 

Prefacio

 

La presente obra consiste en once ensayos sobre el eurocomunismo. cinco de los cuales fueron redactados en momentos distintos para su publicación en la revista «Inprecor» (se trata de los capítulos II, III, V. VII y IX). Han sido ligeramente retocados, con objeto de que constituyeran un rodo con los otros seis ensayos, redactados especialmente para este libro. A pesar de la diferencia de fechas en su redacción, el conjunto de estos ensayos proporciona, en nuestra opinión, un análisis coherente del eurocomunismo, de sus orígenes y raíces históricas lejanas, de su significación en el marco de la profunda crisis que sacude a la sociedad capitalista en Europa occidental, de sus ligámenes con la crisis general del stalinismo, y de sus repercusiones en el seno de la URSS y de las democracias populares».

16 de octubre de 1977.

E. M.

 

Los amargos frutos del «socialismo en un solo país»

 

 

Las raíces históricas e ideológicas del eurocomunismo.

 

En vísperas de la primera guerra mundial, la II Internacional representó una fuerza política Impresionante. Reagrupó a millones de miembros en Europa. Estaba representada por cientos de diputados en los parlamentos. Movilizó a inmensas muchedumbres en mítines y manifestaciones públicas, principalmente contra el militarismo y las amenazas de guerra. Encarnó social, política y moralmente la resistencia contra el cataclismo que se perfiló en el horizonte.

Ya en el congreso de Stuttgart, en 1907, la II Internacional adoptó, tras fuertes debates, una fórmula no desprovista de claridad; «Si la guerra estallara a pesar de todo, es un deber de los socialistas actuar por su pronta conclusión y operar con todas sus fuerzas para utilizar la crisis económica y política provocada por la guerra para levantar a los pueblos y acelerar de ese modo la abolición de la dominación capitalista de clase. Los congresos de Copenhague y de Basilea (1912) readoptaron fórmulas análogas.[1] De hecho, hasta el 27 de julio de 1914, los principales partidos socialdemócratas repitieron el juramento de oponerse a la guerra por iodos los medios. Luego, el 1º de agosto de 1914, se produjo el brusco viraje en los principales países (con la excepción de Italia, neutral). Bajo el pretexto de «defensa nacional». la socialdemocracia se hundió en un sostenimiento, prácticamente sin matices, de la empresa de pillaje de su propia burguesía imperialista que representó objetivamente la guerra para, todas y cada una de las potencias comprometidas en ella.

El choque traumático provocado por este tiraje en toda la izquierda revolucionaria del movimiento obrero fue profundo y duradero. No adquirió un sólo la forma de un ajuste de cuentas, llevado, más a fondo, con la corriente oportunista, reformista y revisionista que había preparado objetivamente, en el seno de la socialdemocracia, el paso a la abierta colaboración de clases y a la Unión Sagrada desde hacía muchos años. Adquirió también la forma de una profunda reacción internacionalista

Los marxistas no ignoraron, desde luego, ni entonces ni después, que el paso abierto de la socialdemocracia al campo de la burguesía imperialista tenía raíces sociales múltiples. No puede explicarse tan sólo por una degeneración ideológica y política, que no hacía más que acompañar una Integración creciente de los aparatos burocratizados de los partidos y sindicatos de masas en la sociedad burguesa.

La multiplicación de las prebendas de las que gozaban los mandatarios de los partidos socialdemócratas en el seno del estado democrático-burgués acabó por crear una comunidad de intereses entre esos mandatarios y la burgués». El considerable aumento del nivel de vida de las capas privilegiadas de la clase obrera favoreció un clima político en el que el programa mínimo (las reivindicaciones inmediatas» estuvo cada vez más separado del programa máximo (el derrocamiento del régimen capitalista X La ausencia de una comprensión global de la naturaleza de la era imperialista; el rechazo de una orientación hacia grandes movilizaciones extraparlamentarias de masas (defendida en vano por Rosa Luxemburg a partir de 1910); la ausencia de perspectivas revolucionarías y la incapacidad para modificar la táctica gradualista en función de la comprensión de que Iban a convertirse en inevitables las convulsiones violentas, todas esas debilidades políticas y teóricas habían preparado también, Indudablemente, el terreno a la catástrofe de agosto de 1914.

Pero aun sin considerarse decisivas, la ausencia de disciplina internacional y la ausencia de hábitos prácticos en la aplicación de las resoluciones adoptadas mayoritariamente por los congresos de la Internacional se clasificaron entre los principales factores que habían contribuido al viraje espectacular de los principales partidos socialistas a finales de julio de 1914.

No fue Lenin el único en proclaman la II Internacional ha muerto, hay que construir la III Internacional sobre una base doctrinal y organizativa mucho más firme. También Rosa Luxemburg, y buena parte de la mayoría «centrista» de la conferencia de Zimmerwald. aceptaron la idea de que «la Internacional es nuestra única patria» y de que convenía imponer la disciplina internacional en el seno del movimiento obrero revolucionario; al menos en cuanto a las grandes cuestiones internacionales.[2]Este concepto no fue producto de la victoria de la revolución de Octubre, de la predominancia adquirida por los bolcheviques tras la fundación del Comintern, o de una supuesta Inclinación de Lenin a extender al mundo entero sus «concepciones organizativas rusas. Fue patrimonio común de todos los internacionalistas, bolcheviques o no, a partir de 1915. Fue la reacción casi unánime frente a la catástrofe que había golpeado al movimiento obrero internacional en agosto de 1914.

Fue también más que esto: fue un concepto organizativo ajustado a una visión teórica más correcta de las tendencias hacia la internación aligación de la lucha de clases en la época imperialista. La noción de revolución mundial, que, antes de 1914, había flotado vagamente en el segundo plano del «marxismo ortodoxo», como reminiscencia de lo que había ocurrido en 1848, o, todo lo más, como una tendencia de las revoluciones a extenderse a varios países[3] adquirió una actualidad candente en el marco de la toma de conciencia de la unidad orgánica y contradictoria de la economía mundial, tal como el imperialismo la habla forjado.

Casi la totalidad de los marxistas revolucionarios rechazaron, muy justificadamente, la idea utópica de una revolución que debiera estallar simultáneamente en todos los principales países del mundo (idea que, tras su apariencia radical, proporcionaba un pretexto al rechazo reformista y centrista a luchar por la conquista del poder por el proletariado en cada país, en todo momento en que las relaciones de fuerza político-sociales lo permitieran). Pero comprendieron el inevitable entretejimiento de revoluciones que conquistaran primero el poder, chocando luego con la intervención internacional de la burguesía, incluyendo su intervención militar; de contrarrevoluciones temporalmente triunfantes en otros países, que agravarían considerablemente las contradicciones a las que se enfrentarla el proletariado victorioso, momentáneamente aislado; de la radicalización y exacerbación internacional de la lucha de clases como resultado de las repercusiones internacionales de las revoluciones, y contrarrevoluciones victoriosas; de las incidencias económicas de esta lucha de clases en el desarrollo, a medio y largo plazo, de la coyuntura de la economía capitalista internacional, y de las repercusiones de esta coyuntura sobre la propia lucha de clases: integrándose además todo ello en el complejo de los conflictos entre naciones oprimidas (sobre todo, aunque no solamente, las de los países coloniales y semicoloniales} y el imperialismo.

Fue en función de los problemas estratégicos y tácticos específicos que se desprenden de esta compleja realidad de la lucha internacional de clases, es decir, de esta realidad de la revolución mundial, que se creó la Internacional Comunista, sobre la base de una disciplina internacional aceptada en común. La idea de una Internacional centralizada democráticamente es un concepto esencialmente político. es parte integrante de una teoría global de la realidad social del mundo en la era imperialista, y no un subproducto de la «extrapolación internacional de las concepciones organizativas de Lenin.» Nada de lo que se haya producido a escala mundial durante los sesenta años transcurridos desde la revolución de Octubre permite, por lo demás, impugnar en lo esencial la validez de esta teoría. Fue la base granítica sobre la que se fundó el movimiento comunista después de 1917. Sigue siendo la base granítica del marxismo revolucionario de hoy. Trotsky no tuvo otro mérito que el de explicitarla más sistemáticamente en el segundo panel de su teoría de la revolución permanente.[4]

Stalin y su fracción, mayoritaria en el CC y entre los cuadros dirigentes del PCUS, colocaron una tremenda carga explosiva bajo esa base granítica cuando desarrollaron bruscamente, a partir de 1924. su teoría sobre la posibilidad de llevar a término la construcción del socialismo en un solo país.[5]

Una vez más. el origen, en última instancia, de ese giro no es, evidentemente, ideológico. No debe buscarse en la debilidad de la .............. [...........]

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