ÍNDICE
Prólogo
Septiembre 1987
¿Esperanza en el Este?
Agosto 1989
Praga 1968-1989
Reflexiones antes de la tempestad
Octubre 1990
Post-scriptum
¿Estaban al lado de la “revolución” ...?
Mayo 1990
Budapest 1956
La contrarrevolución armada
Julio 1990
Cuando el Vampiro de los Cárpatos arremetió contra Timisoara
Enero 1990
La Unión Soviética al borde del abismo
Enero 1991
La restauración del capitalismo en medio del caos y la guerra civil
Marzo 1991
Dos puntos de ruptura
Septiembre 1991
La Unión Soviética estalla. Bush dirige el baile
Una catástrofe alucinante
Entre dos golpes de Estado, la dictadura de Eltsin
Prólogo
Esta obra trata de los acontecimientos que se han producido en los dominios ideológico y político en Europa del este y en la Unión Soviética a lo largo de los años 1986-1990. La degradación política, sobrevenida a partir de 1956, ha desencadenado, como consecuencia, una subversión progresiva de la base económica del socialismo.
Como toda crisis de importancia mundial, la caída del socialismo en la Unión Soviética ha puesto en evidencia ciertas verdades que estuvieron mucho tiempo en la sombra o en la semioscuridad. La confusión ideológica y política, intensificada y ampliada a lo largo de los 35 años transcurridos, ha desanimado y paralizado a más de un revolucionario y ha arrojado a bastantes en brazos del orden establecido. Actualmente, vemos claramente el desenlance del nuevo rumbo emprendido en los años 50 por Nikita Jruschov: la restauración del capitalismo no es ya una hipótesis o un espectro sino una realidad innegable. En el mundo entero, comunistas y revolucionarios, siguiendo los razonamientos de la dirección soviética, han recorrido los meandros de la denuncia de “los crímenes stalinistas”, de “la profundización de la democracia socialista” y de “la aplicación creadora del marxismo a las nuevas realidades”, para desembocar, hoy en día, en el gran océano del capitalismo mundial. A la luz de este fracaso estrepitoso, se puede observar, con una nueva mirada, el camino recorrido, y barrenar las tácticas, las maniobras y las encantadoras palabras que han acompañado su viaje.
El capitalismo salvaje proclama a todos los vientos que será desde ahora el único en escribir la historia. Para liberarse del abrazo asfixiante de este liberalismo triunfante, será necesario, de entrada, volver sobre las cuestiones esenciales de la ideología y de la política marxistas.
Es difícil imaginar una propaganda apologética más burda que las disertaciones norteamericanas sobre “el fin de la historia”. La “gran victoria”, que acaba de conseguir Occidente, no hace más que agudizar sus contradicciones internas y agravar la desestabilización a nivel mundial. En efecto, esta "victoria histórica” se acompaña de un refuerzo de la opresión intolerable al Tercer Mundo, de un resurgimiento de las luchas entre potencias imperialistas y de una grave amenaza de problemas políticos, sociales y de guerras civiles en Europa del este y en la Unión Soviética. ¿El fin de la historia? ¿Y si solamente fuera el comienzo del combate realmente mundial donde el imperialismo, con su diversidad de tecnologías de punta al servicio de una barbarie inigualada, deberá enfrentarse a toda la humanidad civilizada, que más que nunca, aspira a la paz, la independencia, el progreso social, la democracia popular y el socialismo?
El clamor de victoria del liberalismo sobre el marxismo no es más que una burda propaganda. Porque el capitalismo mundial de ningún modo ha vencido al marxismo, solo ha puesto sobre el tapete estructuras caducas que no tenían ya de socialistas más que la etiqueta.
En Europa del este y en la Unión Soviética, hemos asistido, de 1989 a 1990, a la derrota histórica del revisionismo. Los adeptos a esta corriente que, a lo largo de 35 años, han liquidado todos los principios marxista-leninistas para resucitar los valores y las ideas burguesas, acaban sencillamente de vivir un paso crucial en el crecimiento: la clase burguesa adolescente acaba de alcanzar la edad adulta. Hoy en día, salta a la vista que el revisionismo en el seno del movimiento marxista representa completamente a la burguesía.
El capitalismo mundial ha ganado indiscutiblemente una batalla contra el pueblo trabajador de los países exsocialistas, pero era un pueblo sin defensa, al que una dirección desviada había despojado de sus armas. El marxismo-leninismo no ha sido vencido en las “revoluciones de terciopelo”, por la simple razón de que no estaba comprometido en esas disputas.
Para comprender, desde un punto de vista materialista y desde un punto de vista de clase, el significado real de los acontecimientos en el Este, hará falta volver al marxismo. Y de un análisis marxista-leninista de la catástrofe de terciopelo, los hombres del mundo entero que luchan contra la opresión y la explotación, podrán extraer una confianza renovada en el futuro.
En el momento en que los reformadores se disponen a organizar unos fastuosos funerales, felices de poder desembarazarse al fin de Lenin, los comunistas del mundo entero pueden recuperar un lenguaje común. La reflexión y el intercambio de puntos de vista sobre las causas ideológicas y políticas de la muerte del “socialismo real”, toman ahora toda su importancia. En los cinco continentes, los comunistas han caminado por rutas paralelas, separados por un bosque de divergencias hasta el punto de perderse de vista: de Filipinas a Perú, algunos no juraban más que por Mao Zedong; de Benin al Brasil, otros se inspiraban solo en Enver Hoxha; de Vietnam a Cuba, pasando por Palestina y África del Sur, había quienes se ceñían a las enseñanzas de Leonid llich Brezhnev. El gran derrumbe en el Este, que ha revelado un oportunismo de una fuerza destructora insospechada, puede contribuir a allanar numerosas divergencias de antaño.
En esta obra, hemos querido exponer tanto la coherencia de un pensamiento revolucionario como la evolución de nuestras reflexiones.
La coherencia no se hallará más que en el combate multiforme, a nivel mundial, contra el imperialismo, ese estadio supremo de la barbarie tecnológica. El derrumbamiento en el Este prueba que de cara a un adversario tan potente e implacable, el socialismo no se mantendrá más que como dictadura de los trabajadores contra los explotadores y no se desarrollará más que continuando con la lucha de clases contra los antiguos y nuevos burgueses. Para preservar su ideal, vitalidad y pujanza, el socialismo debe ser generoso, ponerse al servicio de la revolución nacional y democrática, antimperialista y antifeudal en el Tercer Mundo, y ahí encontrará su reserva más importante y sir futuro. El socialismo no debe oponerse a la amenaza de degradación interna y derrotar la subversión exterior más que situándose del lado de las fuerzas anticapitalistas y revolucionarias de los países industrializados, y así mantendrá el recuerdo constante de lo que una eventual restauración implica para los trabajadores.
La evolución de la reflexión halla su interés en que las bases ideológicas y políticas de la Unión Soviética han sido sacudidas a lo largo de los años 1986-1991 por temblores sucesivos que es necesario explicitar. Por esta razón cada capítulo comienza con la fecha de los acontecimientos que se relatan.
El libro se abre con las esperanzas que la nueva política de Gorbachov suscitó en 1985-1987 —relativa a la renovación del movimiento comunista—, después del invierno brezhneviano.
La primera parte comienza con una revaluación de la Primavera de Praga de 1968, ese lejano preludio de la revolución de terciopelo.
Prosigue con la descripción del restablecimiento integral del capitalismo, cuyo estreno ha sido representado en Polonia y Hungría. La victoria de la contrarrevolución pacífica en este último país nos conduce a echar una nueva ojeada sobre la lucha de clases y la represión en Hungría en los años 1945-1953, y durante y después de la insurrección armada de Budapest en 1956.
Los violentos enfrentamientos políticos que han trastocado a Rumania, hacia finales de 1989 y comienzos de 1990, permiten profundizar en el análisis de los mecanismos de la lucha de clases bajo el socialismo.
En su segunda parte, la obra aborda el hundimiento del socialismo en la Unión Soviética. A finales de 1989, se impone la conclusión de que dos años de glasnost han empujado a la Unión Soviética al borde del precipicio. En nombre del antistalinismo, todas las concepciones socialistas son desechadas, y, en nombre de los valores universales, la ideología liberal hace su reaparición. En el momento en que los nacionalismos burgueses se desencadenan y amenazan a la Unión Soviética con estallar, el país se acerca a Occidente y orquesta, en prueba de sus buenas intenciones, golpes de Estado de factura liberal en Europa del este.
Ya a comienzos de 1991, el XXVIII Congreso del PCUS aparece como el de la ruptura y el de la restauración del capitalismo. La glasnost ha preparado las mentes para el capitalismo, trastornando todas las concepciones políticas. Así, el XXVIII Congreso ha podido transmutar al Partido Comunista en Partido Socialdemócrata y transformar las estructuras políticas soviéticas según el modelo occidental. La crisis política y económica se ha convertido en inextricable, agravada aún más por la guerra entre la burguesía liberal prooccidental, alrededor de Eltsin y Landsbergis, de un lado, y los partidarios de una economía capitalista mixta y de un poder central fuerte, alrededor de Gorbachov, por el otro. La política exterior se inserta cada vez más claramente en la lógica del capitalismo mundial.
Bruselas, 6 de abril de 1991.
Ludo Martens
Septiembre 1987. ¿Esperanza en el Este?
El 25 de octubre de 1987 en el mundo entero festejaron el 70 aniversario de la revolución soviética. Ninguna fecha en la historia de los cinco continentes es comparable a esta, que determinó la destrucción del poder secular de las clases explotadoras, de los terratenientes y de los grandes capitalistas, y el nacimiento del poder de los obreros y de los campesinos pobres, en un gran país euroasiático. Abriendo la vía al socialismo en el viejo continente, la revolución soviética tendió un puente hacia el movimiento de liberación de las colonias: las provincias asiáticas de Rusia eran una parte del Tercer Mundo, anexada por los zares. El 1º de octubre de 1949 la revolución soviética encontró su prolongación en la revolución china, anunciadora de la liberación del mundo colonizado.
Al inicio de la Revolución de Octubre, la producción industrial de la URSS era despreciable. En la década del 80, un tercio de la población mundial reclamó la vía para el desarrollo propuesta por Lenin, con la que la URSS logró el 40% de la producción industrial mundial.
Sin embargo, contrariamente a las apariencias, ese 70 aniversario no fue ocasión de retomar los tópicos sobre las victorias alcanzadas en las luchas heroicas, sobre las traiciones abominables de diversosdesviacionistas y sobre el curso irreversible de la historia. Porque nos encontrábamos agredidos por una multitud de impresiones extrañas y ambiguas, por una serie de cuestiones y de interrogaciones sin respuestas.
Abrir un debate peligroso
Desde 1982, Reagan trasmitía sus visiones de pesadilla de esas manadas de tanques soviéticos precipitándose hacia el Atlántico, de esa lluvia de SS-20 destrozando nuestras ciudades. Luego, el poder satánico de Brezhnev desencadenaría el ataque final. Más tarde, Gorbachov se convirtió en la estrella número uno de la Alemania del oeste, bastión tradicional del anticomunismo integrista. Un extraño viento de simpatía por el comunismo sopló por nuestras calles. Aterrorizada por el temor de una guerra nuclear en Europa, la juventud se alegró de las temerarias proposiciones de paz que Gorbachov lanzó sin respiro. Se hablaba de una Unión Soviética cerrada, apagada, hosca y taciturna; después se abrieron ramilletes de opiniones contradictorias, las discusiones proseguían con endiablado ritmo. Afganistán era la prueba palpable de la naturaleza expansionista de los zares rojos; Gorbachov trató de hacer comprender que la presencia de sus tropas en Afganistán le molestaba y que pronto le pondría punto final. Entonces, ¿qué ocurrió en la Unión Soviética? Nada. Y en el Este, ninguna novedad. Esto es lo que pretendían ciertos expertos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), para quienes toda esta película no era más que una campaña de intoxicación, una estratagema para hacemos bajar la guardia. Gorbachov modernizó el imperio comunista para hacerlo más enérgico en el ataque.
Pero también bastantes revolucionarios desconfiaron de la engañifa de la ........................ [.................]