Prefacio
1. El imperio ruso en 1913
2. Guerra, revolución y revolucionarios
3. El comunismo de guerra
4. La NEP
5. El gran debate
6. El final de la NEP
7. El gran salto soviético hacia adelante: I. Colectivización
8. El gran salto soviético hacia adelante: II. Industria, trabajo y finanzas.
9. Desde el salto hacia adelante hasta la guerra
10. La gran guerra patriótica
11. Recuperación y reacción
12. La era de Jruschov
Conclusión: Perspectivas y valoración
Apéndice: Nota sobre las tasas decrecimiento
Bibliografía selecta
Glosario
Índice alfabético
PREFACIO
Ahora hace cincuenta años que el régimen soviético fue implantado en Rusia. Al tiempo que sus dirigentes se han ocupado de difíciles problemas de muy diversa índole, los observadores occidentales han venido escribiendo artículos y libros en tan gran número que puestos en fila cubrirían sin duda una larga distancia. ¿Por qué, entonces, el autor de este libro, que no es historiador, tiene la temeridad de añadir un título más a tan dilatada lista? Cabría que una voz crítica clamara: «¡Una moratoria para los libros sobre Rusia!» Una obra más acerca del tema exige, pues, una justificación.
La justificación es ésta: no existe historia alguna económica, breve y concisa, de la Rusia del siglo xx. Hay, naturalmente, obras eruditas en este campo. La monumental historia de E. H. Carr se ocupa mucho de la economía. Así, la edición Pelican del volumen en que trata de los acontecimientos económicos, consagra más de cuatrocientas páginas sólo al período 1917-23 *. Esto no es una censura, ya que no sobra ni una página, pero hace que tenga sentido un panorama más breve de todo el período. Para los primeros años del régimen soviético el libro de Dobb es sumamente útil, y la obra de Alexander Baykov cubrió la etapa hasta la guerra. En nuestra bibliografía se pueden encontrar referencias a estos y otros libros, de cuya lectura reiterada, así como de las numerosas obras soviéticas, contemporáneas y recientes, a las cuales nos referimos en la notas, ha obtenido el autor gran provecho.
* La Historia de la Rusia Soviética, de E. H. Carr, se halla en curso de publicación en esta misma colección. (Nota del Edit.)
De cualquier modo, el lector hallará ciertas ventajas en una relativa brevedad, ya que ésta probablemente permite bosquejar las grandes líneas que por fuerza pasan inadvertidas en un examen microscópico.
Un punto ha de resultar por fuerza extenso: la relativa importancia de la política. El presente libro, naturalmente, es una historia económica. Sin embargo, ya Lenin escribió en una ocasión: «Lo político ha de primar inevitablemente sobre lo económico. Razonar de otra manera es olvidar el ABC del marxismo.» Esto acaso sorprenda a quienes creen que el predominio de lo económico es el ABC del marxismo, pero explica la afirmación de que la política soviética dominó, y alteró, las relaciones económicas, a veces incluso demasiado drásticamente.
Es innegable que la política ha dominado de modo importante en la Unión Soviética. Pero tampoco debemos tomar esta afirmación en un sentido literal o interpretarla con excesiva superficialidad; no significa que los políticos pudieron hacer lo que quisieron con la economía; ni tampoco que los temas económicos carecieran de consistencia real. Los políticos dieron respuestas a los problemas económicos, luchando con éxito variable contra las dificultades de la economía. Al disponer durante casi todo el período de los resortes de casi toda la vida económica, los políticos actuaron durante la mayor parte de sus horas de trabajo como una especie de comité de dirección de la gran firma URSS Ltd. En otras palabras, su actividad como políticos estaba entrelazada con su función como superdirectivos. Así, a pesar de Lenin, resulta muy difícil trazar una separación neta entre política y economía.
En este libro nos concentraremos en las medidas, decisiones, sucesos, organizaciones y circunstancias de carácter económico, sin pretender afirmar ni por un momento que no sean también legítimos otros enfoques. En una historia general el espacio dedicado a la economía sería, claro está, diferente, aunque fuese yo mismo quien la escribiera. Acaso se aprecie esto con particular nitidez en el capítulo, relativamente breve, sobre la guerra de 1941-45. Esta tragedia gigantesca merece la más cuidadosa atención desde muchos puntos de vista, pero el aspecto puramente militar es de tan decisiva importancia que nos ha parecido justo, en una historia económica, tratar estos años de una forma más bien superficial.
Todas las fechas vienen expresadas en el calendario actual; así, la Revolución tuvo lugar el 7 de noviembre, no el 25 de octubre de 1917. Las citas de obras rusas han sido traducidas por el autor, excepto cuando proceden de una edición en inglés.
El manuscrito fue leído y criticado por el Dr. Serguei Utechin y por el Sr. Jacob Miller, a quienes debo agradecimiento por haberme señalado puntos débiles de mi argumentación y llamarme la atención acerca de numerosos errores y omisiones. El profesor R. W. Davies llevó su amabilidad hasta mostrarme un trabajo suyo en elaboración que he utilizado en mi Capítulo 4, y el Dr. Moshe Lewin me prestó generosamente materiales de su archivo informativo sobre el campesinado soviético. Algunos capítulos están basados en trabajos de seminario presentados en diversas universidades inglesas y norteamericanas, y se han beneficiado de los comentarios críticos de los participantes. Roger Clarke me ayudó mucho en la búsqueda de datos y el control de tablas. No hay que decir que es exclusivamente mía la responsabilidad por cualquier error de hecho o de interpretación.
Por último, he de manifestar mi agradecimiento a la señora M. Chaney y a la señorita E. Hunter por lo poco que se han quejado de la avalancha de borradores semi-ilegibles que cayeron sobre ambas y que ellas supieron transformar en textos aceptables por la imprenta.
Capítulo I
EL IMPERIO RUSO EN 1913
Crecimiento industrial
En los años que precedieron a la guerra y a la Revolución, el Imperio ruso había alcanzado un grado de desarrollo que, aun cuando le situaba todavía bastante detrás de las grandes potencias industriales de Occidente, era, sin embargo, apreciable. Sería erróneo suponer que los comunistas se hicieron cargo de un país absolutamente subdesarrollado y analfabeto, con una economía estancada. Por ello, nuestra primera tarea ha de consistir en lanzar una rápida ojeada a los progresos del Imperio y, al menos por inducción, ver si se hallaba en el buen camino hacia una economía moderna cuando el proceso se vio interrumpido en 1914.
Rusia, en 1854, se enfrentaba a las potencias occidentales con una organización anticuada y con armas también anticuadas. La sociedad seguía dominada por un rígido sistema de castas, y la mayoría de los campesinos eran siervos, propiedad de los terratenientes, del Estado o de la Corona. La industria languidecía desde 1800. En esa fecha la producción metalúrgica había sido igual a la de Gran Bretaña; hacia 1854 era muy inferior. El único ferrocarril de importancia completamente terminado era el de San Petersburgo a Moscú, hallándose en construcción otra línea a Varsovia. El ejército ruso en Crimea tenía que ser suministrado por caballerías y carruajes de tracción animal a través de caminos polvorientos; este ejército estaba integrado por siervos alistados de forma virtualmente vitalicia, y se hallaba mal armado y equipado. La flota no tenía barcos de vapor y sólo dispuso del recurso de hundirse para poder bloquear la entrada a Sebastopol.
La derrota militar en la Guerra de Crimea fue una verdadera conmoción tanto para el zar como para la sociedad rusa. En cuanto potencia militar, el Imperio se había quedado rezagado con respecto a un mundo en transformación; tenía que ser modernizado. Indudablemente todo esto contribuyó a precipitar la abolición de la servidumbre. Al principio, el Gobierno siguió muy influido por las ideas conservadoras y tradicionales, como puede apreciarse en las limitaciones impuestas a la movilidad y libre actividad de los campesinos, que formaban parte de las disposiciones emancipadoras dictadas en 1861. Sólo de un modo gradual la meta consciente de la industrialización se convirtió en una de las motivaciones principales de la política rusa. Sin embargo, la necesidad de un sistema ferroviario se percibió ya con perfecta claridad después de las terribles lecciones de Crimea, y su construcción influyó vitalmente en el desarrollo de la economía rusa durante la segunda mitad del siglo xix. Nadie duda de que en los cincuenta y tres años que mediaron entre la abolición de la servidumbre y la iniciación de la primera guerra mundial hubo un rápido crecimiento económico y profundos cambios sociales, y ofrece positivo interés comparar el crecimiento de Rusia en este período con el de otros países y con los ulteriores logros de los comunistas. La tarea resulta sumamente difícil sobre todo porque las estadísticas a menudo son confusas o no existen. De la época prerrevolucionaria sólo suelen encontrarse cifras sistemáticas para la industria media y grande, cuando la verdad es que el artesanado y los pequeños talleres aún poseían una importancia extraordinaria. Excede de los límites de este libro intentar una nueva estimación de las estadísticas y de las tasas ...............................