INDICE

PREPARACION
    La situación histórica.
    La situación, alemana.
    Socialistas utopistas
    Carlos Marx
    Estudios.
    Jóvenes hegelianos
    Bauer y Feuerbach.
    Arranque revolucionario.
    El vuelo de la burguesía.
    La Gaceta Renana

CLARIFICACION
    Cambio de tribuna
    Los Anales franco-alemanes
    Crítica de la filosofía hegeliana del derecho
    La cuestión judía.
    Federico Engels.
    Paris.
    La Santa Familia
    Bruselas
    La ideología alemana
    El verdadero socialismo
    Dialéctica
    Miseria de la Filosofía
    Pre-marzo
    La Asociación Obrera de Bruselas
    El Manifiesto Comunista 

LA PRUEBA
    El gallo galo
    La Nueva Gaceta Renana  
    En el Partido Democrático
    Primera "etapas de la miseria
    La Nueva Revista Renana.
    Escisión de la Liga de Comunistas
    No hay una nueva revolución
    El proceso de los comunistas de Colonia.
    La lucha de clases en Francia
    El dieciocho brumario.
    Duro destierro
    Amistades y relaciones.
    El “señor Vogt”
    Proscripción perpetua
    Lassalle. 

REALIZACION
    Fundación de la Internacional
    La proclama
    En el brocal de la torre de Babel
   Conflictos, crisis, luchas
    Schweitzer y Liebknecht
    Bakunin
    Alianza e Internacional
    Guerra y Comuna
    Fin de la Internacional
    La obra grande
   El materialismo histórico
    El Capital
    El tomo primero
    Tomos segundo y tercero
    Crepúsculo y fin de Carlos Marx

APRECIACION
    El hambre
    La obra
    Cuadro cronológico.

PREPARACION

 

LA SITUACION HISTORICA

 

Las revoluciones europeas abrieron las puertas de Holanda, de Inglaterra y de Francia a la evolución capitalista con varios siglos de distancia. El feudalismo, fundado sobre el vasallaje, consolidado por el despotismo patriarcal, la servidumbre a la herencia y la esclavitud de las conciencias, se cuarteó al choque del nuevo poder: fue la era de la Economía. El dinero venció al surco. Los postulados de la libertad triunfaron de las tradiciones de la servidumbre. Era una aurora para la Europa occidental.

La clase burguesa tomó empuje; nuevos campos de acción se extendieron a sus ojos bajo el sol de una nueva historia. De Holanda creó una potencia colonial que no tuvo igual, en su falta de medida, sino en las sumas fabulosas que proporcionaba a la metrópoli. De Inglaterra, de que hizo olla la usina del mundo, se lanzó a conquistar todos los mercados del globo terrestre, todas las minas de materias primeras. En Francia puso a su servicio a la mayor fuerza militar de la historia para asegurar los resultados sociales de su emancipación. Ninguna de las dificultades de su tarea obstaculizó su actividad. Su audacia se atrevió con los problemas más vastos. Su ambición se asignó las más elevadas metas. En una verdadera ebriedad de triunfo, la burguesía subyugó sus destinos.

Destino económico desde luego. Por encima de la manufactura y los manejos mercantiles, el nuevo sistema de producción hizo nacer la grande industria. Una revolución, de las técnicas siguió a la de la política. IXJS métodos tradicionales fueron derribados y transformados. Los secretos de la naturaleza fueron descubiertos, sus fuerzas esclavizadas, sus leyes sirvieron a la producción. En 1767 Hargreave crea la “spinning jenny”; en 1769 Arkwright la perfecciona más; en 1775 Crompton obtiene la “mull jenny". En 1781 Watt hace a la vieja bomba de vapor capaz de mover máquinas. En 1785 Cartwright revoluciona toda la industria textil al inventar el obrero mecánico. El tejido sufre desde entonces una metamorfosis total. El algodón hace su entrada en Europa. “¡Algodón! ¡Algodón!”, se convierte en el lema del capital.

Surgen las fábricas del suelo. Ejércitos de hombres, de niños, de mujeres se hunden en esas usinas. Un progreso no aguarda al otro. En 1802 el primer vapor surca el fiordo, del Clyde y en 1807, por la primera vez, los pasajeros atraviesan el Hudson al vapor; en 1819 el primer paquebote hiende las olas del océano. La máquina de vapor de Watt servía ya de locomotora desde el año 1804 y prestaba importantes servicios. En 1825 el primer ferrocarril fue entregado a la explotación. El capitalismo había vencido el espacio y el tiempo. El primer telégrafo eléctrico funcionó en 1835. ¡Qué pocos años habían bastado para hacer retroceder tan lejos los límites del mundo! Se habían realizado prodigios, hechizos. El rendimiento del trabajo humano se había elevado hasta el milagro. La burguesía triunfaba. “Ha producido maravillas muy diferentes a las Pirámides de Egipto, los acueductos romanos, las catedrales góticas; ha cumplido hazañas muy distintas a las migraciones y a las cruzadas... Se ha apoderado de las fuerzas naturales, aplicado la química a la industria y a la agricultura y desbrozado continentes, convertidos los ríos en navegables, hace surgir pueblos de la tierra. Máquinas, vapores, ferrocarriles, telégrafos... ¿qué siglo anterior se hubiese atrevido a suponer que tal potencia de producción dormitaba en el seno del trabajo colectivo?”

En cuanto a su destino político, la burguesía también lo tomó en sus manos. Sobrevivió en Francia a la reacción de los Borbones y tomó el poder en 1830. En Inglaterra, durante un siglo y medio, consiguió sacar provecho de todas, las cuentas sumarias, hasta el año 1832 en que el “Reform bill” la hizo definitivamente dueña de la situación. Fue ella quien dictó las leyes a los gobiernos. A su mando se quebrantaron los ejércitos. En su provecho se concertaron tratados, se cimentaron alianzas, se hicieron y terminaron guerras, se lanzaron manifiestos, se cambiaron notas diplomáticas. Finalmente ella se encontró en el pináculo. Su posición política estaba asegurada bajo todos los aspectos. En fin, y no es éste el menor de sus trabajos, dio nuevos colores y nuevas formas a la ideología que tiñe la imagen del mundo en el cerebro de los humanos. “Ha empapado los santos temblores del éxtasis místico, del entusiasmo caballeresco y de la melancolía que se llamaba distinguida, en el agua helada del cálculo egoísta. No más dignidad personal: ella la ha reemplazado por el valor mercante, y en lugar de las libertades debidamente adquiridas por cartas oficiales, ha instaurado un librecambio sin conciencia... La burguesía ha despojado de su aureola a todas las actividades hasta hoy venerables y que se consideraban con santo escalofrío. Ha reemplazado al médico, al jurista, al poeta y al hombre de ciencia por los trabajadores asalariados. Ha despojado a la familia del velo enternecedor de los sentimientos conmovedores, la ha hecho un puro negocio de dinero”. Así es cómo ella transformó la fisonomía del mundo entero y dotó a la vida humana de una multitud de nuevos aspectos. De lo alto del torreón de su éxito, de la atalaya de su triunfo, pudo desde entonces contemplar con orgullo la carrera gloriosa que acababa de hacer en tan pequeño número de años.

 

LA SITUACION ALEMANA

 

En Alemania, hasta 1800, la clase burguesa había participado apenas en este elimino triunfal.

Trescientos años antes, el capitalismo, sin embargo, estaba maduro para trastornar la vida económica alemana. Se hacia a la vela en el Mediterráneo con las Flotas italianas franqueaba las gargantas de los Alpes con las caravanas comercio germano. Su Fermento revolucionario había comenzado ya a crecer en las venas y el cerebro de los hombres. Excitó a los campesinos a la rebelión, enredó a los burgueses en un conflicto con el Papa y su iglesia, transformó a los ciudadanos en rebeldes, en amotinados. Pero el Occidente se vio circundado por los turcos, se descubrió la ruta marítima de las Indias; las vías comerciales, despejadas, fueron invadidas por las yerbas, y el nervio del capitalismo, que era alemán e italiano, caducó y murió luego. El capitalismo, rechazado hacia el litoral atlántico, se apoderó sucesivamente del Portugal y de España, de los Países Bajos, de Inglaterra y de Francia, socavó y derribó todo, cumplió su obra de ruina y su trabajo de creación. Ahora. trescientos años después, volvía a Alemania. Llevaba las máquinas inglesas y el algodón americano. Y en seguida hubo el proceso ordinario: transformación de la producción, trastorno de la sociedad, metamorfosis, en los cerebros, de la imagen del mundo En el Bajo Rhin. en el Ruhr, Sieg, Turingia, Saxe y Silesia, en Wartemberg y en Baviera. se vio Florecer inmediatamente una industria ávida de acción. El bloque continental, al cortar la importación inglesa, puso osa planta joven en un invernadero. En Saxe el número de los obreros pasó en seis años de 13.000 a 210.000 en el algodón. En la Renania la explotación de las minas, de las Fundiciones, de las fábricas de máquinas y de. la industria metalúrgica, tomaron proporciones formidables. La exportación y la importación mundiales siguieron en razón directa: era enorme para Alemania. Se hubiera dicho que el capitalismo quería recuperar el tiempo perdido; marchaba con pasos de gigante; la evolución fue inaudita. Las ciudades crecieron. Se acumularon capitales. En todas, partes empuje, éxito, potencia y supervalía Pero, sin el proletariado, la burguesía no es nada. Es ella quien lo crea al desarrollarse. Es ella quien lo crea necesariamente, porque es él quien acrecienta los valores de que la burguesía saca su vida. Esta no puede renunciar a él sin renunciar a su propia existencia. Están ligados indisolublemente.

El proletariado alemán fue reclutado, como los de Francia y de Inglaterra, en la masa de los campesinos empobrecidos y desarraigados, de los artesanos y los pequeños burgueses aplastados por la revolución. La primera generación estaba sujeta al suelo y vivía segura. La siguiente dio una parte de sus fuerzas a las industrias a domicilio. La tercera tomó el camino de la usina y constituyó el proletariado asalariado. Las masas llegadas a la fábrica, agrupadas por los métodos de producción, cayeron bajo el ojo del jefe, la dirección del amo, bajo todos los látigos de los promotores de una espantosa explotación. Su existencia no volvió a encontrar nunca en ninguna parte una migaja de interés humano; no tuvo otro sentido que un sentido capitalista: producir. crear la super-valía. sostener la clase de los amos. El proletariado se convirtió él mismo en una mercadería que debía venderse cada día. Un animal de carga, acaso un poco menos, un instrumento, un pequeño rodaje de la máquina de explotar, una cosa muerta. Impotente, tristemente resignado a su suerte, estaba ligado a su obligación se pena ce morir de hambre en caso de no conformidad. Y, perplejo y desesperado, iba hacia su destino inevitable. Espasmódicas explosiones de indignación, o sublevaciones violentas, como las de los aullados de Solingen, en 1826, o bien, en 1828, de los tejedores de seda de Krefeld. no cambiaron nada al asunto: tuvieron como único electo hacer añadir al látigo disciplinario del hambre el chicote de una justicia pedantesca.

En los sitios en que la grande industria no se había establecido aún. se fabricaba a domicilio. En Silesia, principalmente, donde los privilegios señoriales favorecían la esclavitud industrial de la miseria campesina, y en el Erzgzbirge, donde la mezquindad del suelo precipitaba a los propietarios hambreados en los tentáculos de los empresarios. En la ciudad estaba todavía el artesano de las corporaciones que, tristemente cerrado en su pequeño horizonte a toda innovación técnica, proveía a las necesidades de la clientela local en una honesta y orgullosa rutina. Allí, como en el liso país que curvaba los tres cuartos de su población sobre mezquinos y minúsculos agricultores, la atmósfera social e intelectual tenía todavía el peso plúmbeo y la ahogadora densidad de la Edad Medía.

 

SOCIALISTAS UTOPISTAS

 

El brillo fascinante del empuja capitalista, en Inglaterra y en Francia sobre todo, desencadenó crisis de entusiasmo y sollozos de admiración en el campo de la sociedad burguesa.

No hubo sino escasos espíritus que consideraran el fenómeno con reflexiones escépticas. Comprobaron un contraste inquietante entre las luces del éxito, de la riqueza, del empuje de un pequeño número, y las tinieblas en las cuales la explotación, la miseria y la servidumbre habían hundido a millones de seres. Hicieron notar un déficit: la ganancia de la civilización les parecía comprada demasiado cara al precio de la masa de ignorancia y de barbarie que llevaba consigo. Su conciencia moral se sintió ofendida. Su razón les decía muy alto que la evolución que provocaba tales contrastes, debía, conducir necesariamente ’a una catástrofe social. El sentimiento de su responsabilidad les ordenaba lanzar un grito de advertencia, exhortar a la reflexión, dar marcha atrás y pregonar un orden social más armonioso que tuviera como partícipe a todo el mundo.

Saint-Simon y Charles Fourier en Francia, en Inglaterra Robert Owen, fueron principalmente quienes se dirigieron al foro de su época en el nombre de la razón, de la justicia, de la humanidad y del socialismo.

En nombre de la razón. ¿No había sido ella el lema de todas las revoluciones burguesas? El “Contrato Social” de Rousseau, que había proporcionado.......................

 

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