INDICE

1. Rusia a principios del siglo

2. Las clases empiezan a "autodeterminarse”

3. Primeros pasos Formación del POSDR

4. El “Domingo .Sangriento’', comienzo de la revolución

5. El proletariado ludia; la burguesía escala sigilosamente al poder

6. El primer asalto

7. En los años de la reacción

8. Cuida de la autocracia

9. “¡Todo el poder a los Soviets!”

10. ¿Por qué vencieron los bolcheviques?

 

Durante las dos primeras décadas del siglo XX existían en Rusia muchos partidos y grupos políticos de todo tipo. Algunos lograban ponerse por cierto tiempo al timón del Estado, siendo relevados por otros.

Entonces, ¿por qué, en definitiva, venció el partido de los bolcheviques? ¿Por qué, en 1917, fue el único partido capaz de conducir a las masas populares al asalto del régimen burgués-terrateniente de Rusia? ¿Por qué los demás partidos fueron desapareciendo del escenario político?

Los llamados “sovietólogos” dan a estas interrogaciones las más dispares respuestas, a veces muy contradictorias. Algunas sólo en parte corresponden a la verdad; otras, la mayoría, ninguna relación guardan con ella.

Pues bien, ¿por qué, al fin y al cabo, triunfaron los bolcheviques?

 

 

1. Rusia a principios del siglo

 

La lucha política, o sea, la lucha de los partidos por la conquista del poder, por conservarlo y aprovecharlo, refleja mejor que nada las relaciones entre las clases, nacionalidades, grupos sociales y personas particulares. Por otra parto, es imposible comprender el curso y el sentido de la lucha política sin saber qué clases, capas y grupos sociales existen en la sociedad dada, en que me dida tienen conciencia de sus propios intereses y de los ajenos, qué papel juegan y qué peso político tienen, en qué se manifiesta su actividad y en qué medida ésta responde a las necesidades del progreso social.

He aquí la razón de que empecemos nuestro relato con un breve bosquejo del panorama sociopolítico de Rusia en los albores del siglo XX:

El desarrollo del capitalismo empezó relativamente tarde. Así, el régimen de servidumbre fue abolido sólo en 1861, habiendo obtenido los campesinos, que constituían el grueso de la población del país, la libertad personal: ya no se les podía vender y comprar como un objeto cualquiera.

Después comenzaron a desarrollarse rápidamente el transporte, la industria, el comercio y la banca. Se construyeron 52 mil kilómetros de ferrocarriles, que cada vez necesitaban más rieles, locomotoras, vagones y combustible. Al principio todo esso se compraba en el extranjero, pero, con el tiempo, fueron abriéndose minas de carbón (en la cuenca del Donets), explotaciones petrolíferas (en la Transcaucasia, Bakú) y yacimientos de mineral de hierro; se construían fábricas metalúrgicas y do maquinaria; cobraban impulso las ramas ya existentes, tales como la textil. Crecían impetuosamente las ciudades. De un país de economía casi exclusivamente rural, Rusia fue transformándose en un país agrícola-industrial.

Todo eso condujo a un cambio radical do la composición de clase de la población. Antes sólo ha bía en el país dos clases fundamentales: los terratenientes y los campesinos. En la etapa a que nos referimos ya crecía rápidamente y adquiría fuerza económica la burguesía. Tras ella hizo su aparición en la palestra de la vida social el proletariado, la clase obrera.

Sin embargo, el atraso económico de Rusia seguía siendo muy grande. Su desarrollo se veía entorpecido por los vestigios del régimen de servidumbre. En el proceso de “liberación” de los campesinos los terratenientes los despojaron de una parte considerable de las tierras comunales. Por lo general, eran prados situados en las orillas de los ríos y lagos, donde antes segaban heno, apacentaban el ganado y lo conducían a los abrevaderos. (A esas tierras, que tanto necesitaban y que les fueron arrebatadas, los campesinos las llamaron “recortes”). Además, los obligaron a pagar a los terratenientes un rescate por la libertad*: en 45 años pagaron más de 1.600 millones de rublos, cantidad colosal para aquellos tiempos.

* Se trata «le los llamados pagos de rescate, es decir, en concepto de las «leudas hipotecarias contraídas con el Estado por los campesinos, quienes, al ser abolido el régimen de servidumbre, pagaron a los terratenientes por las tierras «pe pasaron a propiedad «le las comunidades rurales una suma 2-3 veces superior a su valor de mercado. (N. de la Red.)

A los 83 millones de campesinos que había entonces les correspondían sólo 124 millones de hectáreas. Pero tampoco de éstas podían disponer libremente, pues pertenecían a la comunidad rural que, desde los tiempos del medioevo, había conservado un sistema de redistribución periódica.

Cada tres o cuatro años a cada familia campesina se le asignaba un nuevo lote, cuya dimensión y emplazamiento dependían, en particular, del número de miembros varones de la familia. Este tipo de redistribución, llamado “igualitario”, frenaba en cierta medida la estratificación del campo en ricos y pobres. Pero, al propio tiempo, no estimulaba al campesino a mejorar la fertilidad de la tierra, pues no tenía ninguna garantía de que al cabo de unos años no pasaría a manos do otra familia. Además, el lote familiar no estaba constituido por parcelas contiguas, o un coto redondo, sino por estrechas franjas de tierras diseminadas en diferentes partes de la posesión comunal. A medida que iba creciendo la población rural decrecían las dimensiones de los lotes familiares: en 40 años, desde el inicio de la “reforma campesina” hasta principios del siglo XX, su superficie media disminuyó de 4,8 a 2,6 hectáreas.

Por cuanto los campesinos tenían poca tierra se veían forzados a tomarla en arriendo al terrateniente, al cual debían pagarle no con dinero, del que generalmente carecían, sino trabajando en su finca en las jornadas más importantes del calendario campesino. Así que para el laboreo de su propia tierra, la siembra y la recolección, sólo les quedaban disponibles los peores días de la temporada. Esto, obviamente, tampoco favorecía el incremento de la producción de las pequeñas haciendas campesinas.

La inmensa mayoría de los campesinos estaban completamente indefensos ante las calamidades naturales: epidemias, plagas, sequías, incendios, etc. Las malas cosechas y el hambre se repetían cada tres o cuatro años, afectando a más y más regiones.

Al mismo tiempo, las ciudades en auge necesitaban mayor cantidad de productos alimenticios y materias primas agrícolas, o sea, de aquéllo de que les proveía el campo. Por su parte, a los habitantes de las zonas rurales empezaba a resultarles más conveniente sustituir la ropa y los utensilios de confección casera con artículos de fabricación industrial, más cómodos y duraderos, pero muchos campesinos no sólo no podían permitírselo, sino que incluso tenían que desprenderse do lo más necesario con el fin de conseguir el dinero indispensable para satisfacer los altos impuestos y los pagos de rescate. Como resultado do todo ello, los ricos se enriquecían aún más y los pobres se arruinaban.

En aquel tiempo había en Rusia cerca de 10 millones de haciendas campesinas. De la riqueza de unas y la pobreza de otras no se podía juzgar por la extensión de sus respectivas parcelas, pues ésta dependía, como ya hemos señalado, del número de varones en la familia. Por eso el indicador que más claramente permitía distinguir entre campesinos ricos, medios y pobres, era el número de caballos, principal fuerza de tracción, que tenía la familia.

Para el laboreo más o menos satisfactorio de la parcela se necesitaba por lo menos un par de caballos. De este mínimo disponían cerca de dos millones de haciendas (familias). Eran los campesinos medios (“seredniakí"). Y, efectivamente, vivían en la medianía: no tenían ahorros o, si los tenían, eran insignificantes; estaban siempre amenazados por la miseria; en caso de una mala cosecha su economía decaía bruscamente; a menudo se veían forzados a recurrir a los terratenientes para obtener un préstamo en dinero o trigo para luego casi nunca poder deshacerse de las deudas. No les quedaba otro remedio que trabajar en las fincas de los terratenientes, no sólo como pago por la tierra arrendada, sino también por el trigo y el dinero que hubo que pedirles prestados en un invierno de hambre.

 Tres millones de haciendas no tenían caballos. Sus propietarios se veían en la necesidad do to m a ríos en alquiler en condiciones gravosas o de entregar en arriendo su tierra a los ricos de la al dea, teniendo ellos que contratarse como braceros o marchar a la ciudad en busca de algún jornal. 3,5 millones de familias tenían sólo un caballo, lo cual resultaba insuficiente para cultivar lodo el lote.

Así pues, los campesinos pobres constituían casi las dos terceras partes del campesinado.

Por último, 1,5 millones do familias campesinas poseían tres o más caballos (la mitad del total de caballos en poder de los campesinos). Por lo lanío, podían cultivar tanta tierra como el rosto de los campesinos juntos. Y puesto que eso ora precisa mente lo que deseaban, no perdían la ocasión de arrendar y comprar tierras. Estos campesinos ricos (en Rusia los llamaban “kulaks”), aprovechan do su ganado de labor y mano de obra asalariada (sus paisanos reducidos al estado de braceros y jornaleros), obtenían muchos más producios agrícolas de los que podían consumir sus familias. Por oso podían vender mucho, acumular dinero, comprar arados, segadoras y oirá maquinaria agrí cola.

El reverso de la pequeña explotación campesina era la pran propiedad rural. Cerca de 70 millones de hectáreas estaban en poder de dos millones de propietarios pertenecientes a la nobleza, esta mentó superior de la sociedad. Pero sólo muy po eos de ellos transformaban sus fincas en verdaderas explotaciones agrícolas capitalistas. Preferentemente arrendaban una parte de sus tierras a los campesinos, a cambio de lo cual éstos, como se ha señalado, estaban obligados a prestaciones personales en el resto de la hacienda del terrateniente.

 Ahora bien, por cuanto los campesinos debían cumplir esos trabajos con su propio ganado de labor y aperos primitivos, el rendimiento era mínimo. Por consiguiente, las grandes fincas de la nobleza terrateniente no eran, en general, rentables.

Muchos terratenientes se arruinaban, hipotecaban y “rehipotecaban" sus fincas o las vendían en pública subasta. Aunque, por otra parte, el Gobierno se esforzaba por detener artificialmente este proceso.

La explicación de ello residía en el hecho de que, a finales del siglo XIX y principios del XX, Rusia era la única monarquía absoluta de Europa. En ella todo el poder estaba en manos de una sola persona, el zar.

La autocracia zarista representaba, en esencia, la dictadura de la nobleza terrateniente. El propio zar era el mayor terrateniente: a él y a su numerosa familia les pertenecían 8 millones de hectáreas.....................

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