0. PRESENTACIÓN

 

La ponencia que sigue ha sido escrita para los debates organizados por Corriente Roja sobre Cuestión Nacional, que van a tener lugar en Amayuelas, Palencia. No es un intento más de elaborar la “teoría definitiva” sobre los llamados problemas nacionales, sólo es una respuesta a la pregunta de por qué luchas los pueblos.

Vivimos una época en la que el imperialismo ha entrado en una desesperada ofensiva a escala planetaria contra los pueblos, contra las naciones. Las respuestas de estos colectivos son múltiples y variadas, frecuentemente desesperadas y sangrientas algunas veces. Pero más sangriento e infinitamente más criminal es el imperialismo. Sin embargo, su prensa está aireando la mentira de que las naciones oprimidas, los pueblos esquilmados resisten no por razones comprensibles y lógicas, sino por un irracional odio primitivo hacia la civilización, o sea, hacia Occidente. A la vez, la quiebra teórica y la reconversión ético­moral de los intelectuales hacia el bando capitalista, así como el reformismo vencido y apático, están dejando sin respuestas a las preguntas que se hacen cada vez más miembros de las masas trabajadoras en el capitalismo desarrollado. Es por tanto urgente adelantar siquiera un breve y superficial esbozo de respuesta a esas preguntas, para que quienes las hacen no corran a beber y comer política y teóricamente de las fábricas burguesas de mentira, engaño e indiferencia.

La respuesta que aquí se ofrece se diferencia de la común al uso, que consiste en una argumentación basada en la exégesis de los llamados “clásicos” del marxismo, resumir sus posturas tácticas y coyunturales ante los problemas coyunturales y tácticos a los que se enfrentaron. Sobre esta exégesis se elabora luego —o antes— una “teoría general” en la que casi siempre aparece la palabra “marxismo” en el título, y ya está. Una vez elaborada la “teoría perfecta”, hecha como quien hace rosquillas, se divaga en base a lo ya establecido si tal pueblo o tal otro son o no son merecedores del ser llamados “naciones”, merecen o no merecen ser agraciados con el derecho de autodeterminación y, por no extendernos, pueden ser o no ser objeto de reprobación por los intelectuales y políticos oficiales porque su proceso emancipador no se ajusta a la “democracia” establecida o a los estipulado en la “teoría perfecta”.

La respuesta que aquí se ofrece es muy diferente porque responde a la pregunta previa de ¿por qué luchan los pueblos? Si no resolvemos esta inicial cuestión no podremos resolver la segunda: ¿qué derechos tienen los pueblos que luchan? ¿sólo el derecho a la libre autodeterminación? ¿sólo el derecho a la independencia? ¿O fundamentalmente de el poseer colectivamente las fuerzas productivas con las que crean —y han creado sus generaciones anteriores— el excedente social colectivo? Pero para responder a estas preguntas hay que profundizar más allá de lo estrictamente político, en el sentido actual, burgués, de

política, para llagar a las raíces materiales de la existencia colectiva: la producción del excedente social acumulado, es decir, la reproducción de la política de la vida, en el sentido marxista de política en cuanto síntesis de la vida social entera. Y para lograrlo hay que recurrir al materialismo histórico.

Esta ponencia es un humilde intento de avanzar en la dirección de lo dicho, con muchas carencias, entre ellas y la más destacada, la ausencia de un apartado dedicado a la muy especial participación de las mujeres en las luchas de sus pueblos. Pero ya se está haciendo ese trabajo mucho más extenso que se publicará en su momento. Muchos de los datos que aquí aparecen y de la bibliografía empleada provienen del extenso borrador que se está escribiendo al respecto, cuya extensión ya supera el triple de esta ponencia. El Resumen que se presenta al final está basado en el borrador citado, y apenas en las páginas aquí escritas, porque desborda sus temáticas; es por tanto un Resumen provisional y claramente mejorable.

 

 

1. DESARROLLO DESIGUAL Y COMBINADO

 

Muy recientemente hemos sabido que 350 indios amazónicos pertenecientes a diversas tribus y etnias, han ocupado una central hidroeléctrica en Brasil, con 300 trabajadores en su interior, y amenazan con volarla con modernos explosivos si no se respetan sus derechos en cuanto pobladores ancestrales de aquellas tierras[1]. No hace mucho, Ana Machado denunció las agresiones, palizas y torturas que sufrieron varios bosquimanos cuando volvieron a sus tierras tras ser expulsados de ellas por los Estados que ocupan la amplia zona del Kalahari, tierras ambicionadas también por la multinacional holandesa De Brees, la que controla el mercado diamantífero mundial.[2] Sabemos que actualmente se piensa que el pueblo bosquimano llegó a África Austral en una época correspondiente al paleolítico superior europeo.[3] Es decir, en muy poco tiempo y en dos continentes separados por grandes extensiones de mar, pueblos ancestrales u originarios —sin entrar ahora a discutir estos adjetivos— se han puesto en pie contra el imperialismo capitalista en defensa de sus necesidades y derechos colectivos. Es como si el remoto pasado se hace presente, más aún, es también futuro porque estas luchas van a determinar acontecimientos por venir.

Podemos cansar a la gente con una lista casi inacabable de pueblos “atrasados” que de un modo u otro terminaron enfrentándose a los invasores occidentales. Hemos escogidos estos tres. Mientras que en las llamadas “islas paradisíacas” del Océano Pacífico, como los “felices polinesios”, los occidentales apenas encontraron resistencias y frecuentemente eran bien recibidos al principio, pero sí eran luego conminados a marcharse inmediatamente,[4] o lo tahitianos que terminaron sublevándose al cabo del tiempo, artos de los atropellos occidentales;[5] mientras que esta era la tónica general, no sucedió lo mismo con los maoríes en Nueva Zelanda que antes de la llegada de los británicos luchaban ferozmente entre sí, pero que se unieron para intentar repeler la ocupación extranjera. Aunque mediante el acuerdo de Waitangi de 1840 pareció que los maoríes aceptaban la administración británica, la imparable ocupación de sus tierras por los blancos tuvo como respuesta sucesivas insurrecciones, siendo la más importante la de 1843­46. Tras otro acuerdo roto por los colonos, los maoríes se sublevaron de nuevo en 1860, causándoles grandes bajas: “pero poco podían las hachas de piedra contra el fusil”,[6] y las postreras rebeliones de 1883 y 1886 no sirvieron de nada porque eran sociedades “de la edad de piedra” resistiendo al capitalismo industrial que estaba dando el salto a su fase imperialista. En realidad, la entrada en la escena mundial de las luchas anticapitalistas de pueblos antiguos, mal llamados “primitivos”, es un proceso que viene agudizándose desde los últimos años, siguiendo la dinámica que ya empezó a finales del siglo XIX y se agudizó a comienzos del XX.

¿Cómo interpretar esta especie de “vuelta del pasado”? Pues mediante la teoría del desarrollo desigual y combinado. G. Novack ha escrito que: “El resultado más importante de la interacción del desarrollo desigual y combinado es que se dan “saltos” en el proceso histórico. Los más grandes saltos se hacen posibles por la co­existencia de pueblos de diferente nivel de organización social. En el mundo actual estas organizaciones sociales cubren todo el espectro, desde el salvajismo hasta el umbral mismo del socialismo (...) Cuanto más amplias son las diferencias del desarrollo y mayor el número de etapas presentes en un período dado, más dramáticas son las posibles combinaciones de condiciones y fuerzas, y más llamativas la naturaleza de los saltos. Algunas combinaciones producen extraordinarias erupciones y torsiones repentinas de la historia”.[7]

La teoría del desarrollo desigual y combinado permite comprender la aparición súbita de estas situaciones cuando nadie, o muy pocos, las esperaban. De hecho, esta teoría ya estaba viva en los textos de Marx y Engels, aunque se tardaron algunos años más en darles cuerpo teórico. Por poner un ejemplo, hablando sobre la acumulación capitalista Marx dice que: “Con la acumulación de rentas en Irlanda progresa la acumulación de irlandeses en Norteamérica. El irlandés, desalojado de su tierra por las ovejas y los bueyes, reaparece al otro lado del Océano convertido en feniano”.[8] Irlanda era una nación aplastada por Inglaterra, sometida a la explotación más brutal, condenada al atraso y a la miseria mientras que a pocos kms de distancia en Inglaterra se expandía el capitalismo industrial más moderno. El desarrollo e imposición por la fuerza militar del capitalismo agrario en Irlanda echaba al paro y al hambre a centenares de miles de irlandeses que tenían que emigrar a los EEUU. Allí, muy lejos de su patria y sometidos a un cambio total de sus condiciones de vida, allí se hacía fenianos, es decir, independentistas, luchadores por la independencia de Irlanda: un ejemplo brillante del desarrollo desigual y combinado.

Esta cita de Marx pone en duda muchos de los dogmas al uso sobre el surgimiento de la conciencia nacional ya que plantea que existe concienciación nacional en condiciones muy diferentes a las de origen, en condiciones anómalas. Pero quien haya estudiado un poco de dialéctica sabe que: “Un fenómeno, que posteriormente se hace general, al principio surge como exclusión de la regla, como anomalía, como algo particular y parcial. De otra manera es poco probable que surgir algo realmente nuevo”.[9] La regla formal decía que el sentimiento independentista de un pueblo sólo puede surgir dentro de sus contextos históricos permanentes, o al menos, estables durante mucho tiempo, pero resulta que Marx comprendió la anomalía, la exclusión de la regla, mejor que otros muchos. Uno de los marxistas posteriores que más ha profundizado en estas cuestiones, como es P. Vilar, no tiene ningún reparo en recurrir a la dialéctica de lo nuevo y de lo tradicional en lo nacional, con el siguiente ejemplo: “La aparición, en un movimiento nacionalista, de una izquierda revolucionaria, es un hecho nuevo, notable, pero también tradicional. En definitiva, “Euskadi ta askatasuna” es pariente de “Visca la terra i mori el mal govern”. Hay momentos en que la lucha de clases y las luchas de grupos llegan a juntarse”.[10]

Sin embargo, que hablemos de “ley” del desarrollo desigual y combinado no quiere decir en modo alguno que aceptemos la visión del pensamiento mecanicista y lineal iniciado en el siglo XVII. Nada de eso, hablar de “ley” en modo alguno supone hablar de determinismo absoluto, sino de la dialéctica de la necesidad y del azar. El propio G. Novack es contundente al respecto al decir que esta ley no puede predecir exactamente el futuro, dónde, cuando y cómo serán los futuros estallidos sociales: “su acción y sus resultados no dependen sólo de sí misma como una formulación teórica de tendencias generales, sino más bien en toda la situación en la que actúa. La situación total es lo decisivo. Lo que determina el resultado específico de su operación es la totalidad de los factores materiales: la estructura viviente de la sociedad, la dinámica de sus fuerzas internas y sus conexiones históricas e internacionales. (...) Le ley del desarrollo desigual y combinado conduce así mismo a distintos resultados según las circunstancias específicas en que opera. Bajo ciertas condiciones, la introducción de elementos superiores y su amalgama como otros inferiores acelera el progreso social; bajo otras condiciones, la síntesis puede retrasar el progreso y hasta causar un retroceso. Si el resultado ha de ser el progreso o la reacción, depende del peso específico de todos los factores de la situación dada”.[11]

 

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[1] El País 03­06­2006

[2] Ana Machado: “Bosquimanos: la lucha que no cesa”. www.rebelion.org 10­01­2006


[3] Bosquimano/na: “La Enciclopedia”. Salvat Madrid 2003. Pag.: 2015


[4] Anthony Pagden: “Pueblos e Imperios”. Mondadori Barcelona 2002. Pág.: 18.


[5] Anthony Pagden: “Pueblos e Imperios”. Ops. Cit. Pág.: 148.


[6] Alfonso Lázaro Díaz: “La expansión colonial”. En “El Siglo XIX”, en “Historia de la Humanidad”. Arlanza Ediciones. Madrid 2000. Pág.: 174.

[7] George Novack: “Para comprender la historia”. Edit. Pluma. Buenos Aires 1975. Pág.: 121.

[8] K. Marx: “El Capital”. FCE. México. 1973. omo I. Págs.: 605­606.


[9] E. V. Iliénkov: “Lógica dialéctica”. Edit. Progreso Moscú 1977. Pág.: 408.


[10] Pierre Vilar: “Hidalgos, amotinados y guerrilleros”. Crítica, 1999. Pág.: 268.

[11] George Novack: “Para comprender la historia”. Ops. Cit. Págs: 144 y ss.