Prólogo
EL EXPEDIENTE PICASSO, UN CAPITULO DE LA HISTORIA NEGRA DE LA ULTIMA AVENTURA IMPERIAL DE ESPAÑA,LA DE MARRUECOS.
Personajes del drama
Como ha transcurrido ya más de medio siglo, hay que evocar para las nuevas generaciones, aunque sólo sea en grandes líneas, lo que fue el desastre de Annual en Marruecos, en julio de 1921, una entre muchísimas páginas negras que jalonan la historia de España, páginas que los amanuenses oficiales de todas las épocas han pretendido disfrazar, desfigurar e interpretar de modo que causen a la posteridad menos horror, conmiseración y protesta de lo que merecen.
Digamos algo de los personajes del drama sangriento.
Dámaso Berenguer, nacido en Cuba en 1873, actuó en África y por esos méritos fue ascendido al generalato hacia 1916, y en 1918 fue ministro de la guerra, dejando este puesto para asumir el de alto comisario en Marruecos; logró conquistar la ciudad de Xauen en 1920, la hermosa capital de las montañas, y esa victoria le valió el título de conde de Xauen. Pero a raíz del desmoronamiento de las posesiones españolas en julio de 1921, el desastre de Annual, fue involucrado en las responsabilidades del mismo y separado del servicio; amnistiado en 1924, fue jefe de la casa militar de Alfonso XIII y en enero de 1930 sucedió a Miguel Primo de Rivera como jefe del gobierno, sin contar con apoyos militares ni políticos; en febrero de 1931 cedió el puesto al almirante Aznar.
Manuel Fernández Silvestre, nacido en 1871, tuvo su iniciación en la última guerra de Cuba, en la que fue gravemente herido. Ascendido a comandante, pasó al ejército de África y tuvo larga actuación en las operaciones del mismo, siendo galardonado con ascensos, medallas y cruces por méritos de guerra. Fue ayudante de Alfonso XII y durante años desempeñó la misma tarea con Alfonso XIII, que lo distinguió con su amistad y estima. Volvió luego a Marruecos como comandante general de Melilla y ascendió a general de división en junio de 1918; permaneció en Annual cuando se desbandó la guarnición y allí fue muerto por los cabileños o se quitó la vida para no sobrevivir a la derrota inesperada.
Juan Picasso, general de división, fue enviado por el gobierno para investigar el desastre de julio de 1921. Hasta junio de 1922 trabajó Picasso en su investigación, fruto de la cual fue el expediente famoso, en el que se incluyeron 37 casos de actores responsables, desde el alto comisario, Dámaso Berenguer, hasta un alférez. El asunto adquirió un político carácter polémico cuando se ordenó el procesamiento del alto comisario, suplantado por el general Burguete.
Las primeras interpelaciones en las Cortes dieron origen a la renuncia del ministro de la guerra, cartera que ocupó entonces Sánchez Guerra, el cual resolvió que las Cortes decidieran, y se nombró al efecto una comisión el 10 de julio de 1923; la comisión no llegó a concreciones unánimes con respecto a las responsabilidades; los miembros conservadores de la misma las negaban, y los liberales y socialistas, Indalecio Prieto entre ellos, señalaban las de los ministros de Guerra y de Estado, y también la de Allendesalazar. Dimitió el gobierno de Sánchez Guerra, que había reemplazado al de Antonio Maura, desde marzo a diciembre de 1922 y subió al poder otro equipo bajo la presidencia de García Prieto, el último de los gobiernos civiles del reinado de Alfonso XIII, al que puso fin el alzamiento del general Primo de Rivera en Barcelona.
Abd-el-Krim ben Mohamed el Jatabi, caíd de los Beniurraguel, nació en 1881. Había estado varios años en contacto con los militares españoles y esa experiencia lo movió a organizar una rebelión contra la penetración de España en Marruecos; era un caudillo prestigioso entre las cabilas, con gran capacidad de organización y sugestión fanática en los seguidores musulmanes. Luchó durante casi seis años en una guerra sin cuartel, hasta su entrega a las tropas francesas el 22 de mayo de 1926, que lo mantuvieron algunos años en una isla oceánica, hasta su amnistía y radicación en Egipto, donde murió.
El expediente Picasso describe ampliamente lo ocurrido en los últimos siete días de julio y los primeros días de agosto de 1921, y muestra cómo quedó deshecho un ejército de 20,000 hombres, la mitad de los cuales muertos o heridos y el resto desorganizados y presas del pánico, soldados y mandos. No hacía falta mucha perspicacia para comprender que aquello no pudo ocurrir sin fallas graves de todo orden, y las frases consagradas para encubrir la verdad y cantar loas al sacrificio por la grandeza de la patria y por su honor, no cabían en aquellas circunstancias.
El desastre de Annual
Cuando pasó Igueriben a poder de los cabileños movilizados por Abd-el-Krim, después de algunos intentos de resistencia sin perspectiva alguna, el 21 de julio, la posición de Annual, donde se hallaba Fernández Silvestre y sehabían concentrado todos los efectivos disponibles de la comandancia de Melilla, se volvió extremadamente crítica, agravada por el descontento y la comprensible desmoralización de los soldados y oficiales. Faltaba agua de consumo, y la llegada de la misma era obstruida por los enemigos; las municiones eran escasas, los pertrechos de guerra insuficientes, y las líneas de abastecimientos habían sido cortadas. Las fuerzas indígenas y las cabilas que hasta allí habían soportado la forzada sumisión, suscitaban desconfianza y se las vio pronto sumadas a la rebelión.
Fernández Silvestre, que había acariciado utópicamenteuna gran operación de sorpresa hacia la bahía de Alhucemas, donde habría de fundar la ciudad Alfonso, en íntima relación con el rey, reclamó auxilios a última hora al alto comisario, pero tardaban en llegar, porque 5,000 kms. cuadrados eran ya territorio enemigo, y los adversarios avanzaban con ánimo agresivo y confianza en la propia fuerza. Ante aquella situación difícil, Fernández Silvestre, en Annual, reunió a los jefes de unidad en la noche del 21 al 22 de julio y se convino en la retirada a Ben Tieb; en la madrugada del 22 de julio, mientras avanzaban los contingentes cabileños hacia Igueriben y se posesionaban de esa posición, las tropas reunidas en Annual intentaban hallar refugio en Ben Tieb; el repliegue se hizo desordenada y precipitadamente, sin esperar a los contingentes de Bumeyan, a dos kilómetros de distancia y que, al llegar a Annual, lo encontraron en poder del enemigo; no fue un repliegue militar, sino una fuga, un ¡sálvese el que pueda! Fernández Silvestre quedó en Annual para no sobrevivir al desastre y allí fue muerto o puso fin a su vida, como se ha dicho.
La policía indígena, al servicio de España, desertó y se unió a las cabilas rebeldes, causando no pocos estragos entre los soldados españoles presas del pánico. Al acercarse los fugitivos a Ben Tieb, unos escuadrones de caballería de cazadores de Alcántara, intentaron en vano contener la desbandada, pero inútilmente. En ese repliegue o esa fuga, murieron los coroneles Morales y Manella. Los fugitivos arrastraron en la desbandada a la guarnición de Ben Tieb y la posición fue abandonada; el mismo día cayeron casi todas las posiciones del sector; otras, como Azuz, Tunguntz, Nader de Beni Ulixek, Halaut se perdieron los días 23 y 24 de julio; Sidi Dris sufrió el asalto de los cabileños y casi toda su guarnición pereció; la de Afrau pudo replegarse en cierto orden y halló refugio en los barcos de guerra que protegían la retirada; un puesto intermedio, que quiso defenderse, fue totalmente aniquilado.
El general Felipe Navarro, segundo jefe de la comandancia de Melilla, al tener noticias de la catástrofe de Annual, corrió el 22 de julio a Dríus y tomó el mando de las tropas en fuga, desmoralizadas, sin armamento eficiente, sin víveres y sin agua; pero la potencialidad numérica y la euforia de triunfo del enemigo lo obligaron a continuar la retirada, abandonando cañones, ametralladoras y otros pertrechos que estorbaban y trababan la marcha a aquellas masas de soldados y oficiales que comprendían que, en aquellas condiciones, cualquier intento de resistencia había perdido la razón de ser; las tropas en desbandada penetraron en Batel, y parte de ellas, sin escuchar órdenes, llegaron a Monte Arruit. La tentativa de algunos oficiales y soldados de echar pie en Batel y en Tistutin fue inútil y costosa; el 27 de julio hubo de ceder Batel y el 29 a la madrugada se abandonó Tistutin. La masa en fuga fue atacada por todos lados, se le agotaron las municiones, y ya cerca del Monte Arruit se agravó la indisciplina; fueron abandonados los cañones, en aquellas condiciones trastos inútiles, y también fueron abandonados a su suerte los heridos. La escasez de agua se hizo sentir y no tardó en agotarse ese elemento esencial de vida. Los que entraron en Monte Arruit, sin obedecer órdenes, ni siquiera del general Navarro, lo hicieron bajo el fuego enemigo que avanzaba desde todas las direcciones.
Algunas posiciones fueron abandonadas sin lucha, sin resistencia y los vencidos que caían en manos de los insurrectos de las cabilas eran sacrificados sin piedad. La columna de Dar Quebdani se rindió y entregó sus armas y fue luego exterminada por los vencedores; algunos núcleos optaron por luchar hasta el supremo sacrificio, pues de todos modos no tenían salvación, como la compañía que se había instalado en la aguada.
Al finalizar el mes de julio solamente se mantenían, con inconvenientes y sin muchas esperanzas, Nador, Zeluán y Monte Arruit; pero a comienzos de agosto capituló Nador, sin municiones, sin agua, con numerosas bajas; parte de los defensores de la posición pudieron llegar a las avanzadas, a cuatro kilómetros del poblado abandonado; en Zeluán, sin agua y sin víveres y con muchos muertos y heridos, se rindió el aeródromo el 2 de agosto y el 4 la Alcazaba; casi todos los que se rindieron en esos lugares fueron muertos después por los vencedores. El 9 de agosto cayó en poder de las tropas cabileñas Monte Arruit y allí culminó la tragedia de Annual; entre los pocos que se salvaron en Monte Arruit estaba el general Felipe Navarro, tomado prisionero.
El Expediente Picasso
La catástrofe repercutió hondamente en España, en todos los sectores de la población y de la opinión, aunque algunos pretendieron buscar subterfugios y disminuir el derrumbe, otros pedían sanciones en los altos mandos de las tropas y había quienes alentaban operaciones fantásticas para llenarse de laureles y de gloria. El gobierno no tuvo más remedio que disponer una investigación de lo ocurrido y fue designado el general divisionario Juan Picasso para llevarla a cabo y para descubrir culpables y responsables. Los nombres de Dámaso Berenguer, Manuel Fernández Silvestre y Felipe Navarro son señalados en julio de 1922 por el Consejo supremo de guerra y marina para la formación de causa contra ellos.
El expediente Picasso se imprimió en Madrid, aunque no se incluyeron en él muchos documentos comprometedores para el monarca; se hizo un tiraje restringido y desapareció muy pronto; así, son contados los que lo tuvieron en sus manos en la época candente de la discusión y de las complicaciones políticas de aquellos días. Naturalmente hoy es un documento totalmente desconocido para las nuevas generaciones, y sin embargo es una pieza importante de la historia digamos contemporánea de España, pues aquellos polvos trajeron luego los lodos que hemos conocido.
Lo de fines de julio y comienzos de agosto de 1921 fue grave, naturalmente, no mucho más grave que muchos otros sucesosanteriores en el empeño por dominar territorios extrapeninsulares y pueblos que querían buscar y hallar por sí mismos la senda de su progreso y de su destino. Pudo hallarse esa senda en fraterna colaboración, como habría sido posible en la vastedad del continente americano; pero entre los geniales dirigentes políticos que hemos tenido privó la táctica del sometimiento forzoso, y ahí está el ejemplo de veinte años de guerra contra los cubanos, de 1868-1878,y de 1891-1898, para testimoniar la ceguera y la incompetencia de las castas dominadoras y monopolistas de la conducción del país; en el casodel Norte africano, por razones de vecindad y hasta por afinidad racial, pues una parte considerable de nuestra población tiene ascendencia norteafricana y árabe, una cooperación pacífica, cultural, educativa, económica, habría representado algo como una integración fecunda para ambos lados del estrecho de Gibraltar.
Con el expediente Picasso no se agota lo que Marruecos ha venido significando para España, desde el siglo XIX y muy especialmente después de la pérdida de las últimas posesiones colonialesa fines de ese siglo. Lo de Marruecos,después de Cuba y Filipinas, fue una aventura costosa en hombres y en pesetas que impidió prácticamente que se concentrasen todos los recursos humanos y financieros en la reconquista del propio territorio peninsular, tras siglos de abandono, de devastación y de olvido, sin contar que tampoco llevamos al Norte africano beneficio alguno, sino una siembra permanente de odio y de desprestigio de lo español. Para lo único que sirvió la aventura norteafricana fue para ubicar las docenas de millares de jefes y oficiales vacantes después de los desastres de 1898, y que no se juzgaron capaces de una tarea constructiva para elevar el nivel material del propio pueblo. Se seguían aferrados a la tradición de la indignidad del trabajo manual, impropio para caballeros con alguna estrella o condecoración o sincondecoraciones ni estrellas. Allá a comienzos del siglo presente había unos cuantos españoles, uno de ellos se llamaba Joaquín Costa,que reclamaban para España escuelas y despensas, y que se atrevían a sugerir que, en lugar de gastar y derrochar dinero en armas, en ejércitos, en escuadras (no había todavía aviación) deberíaconsagrarse todo esfuerzo y toda peseta a la agricultura, a la industria, a la educación. Pero no fueron escuchados, y así nos ha ido. Por muchos años, España fue una abastecedora de mano de obra que en buena parte lograba huir del forzoso destino del soldado del rey y nuestro territorio siguió siendo un erial en su mayor parte; y la orgullosa Castilla quedó reducida a una Castilla en escombros; pero no sólo Castilla, sino España entera, salvo los felices oasis agrícolas, que los hubo por imperio de la naturaleza misma, y los oasis industriales que supo levantar el hombre.