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Introducción. Espionaje en el País Vasco

 

 

Aprovechando la edición de este libro que desvela algunos documentos relacionados con el espionaje de EEUUen el País Vasco, me gustaría lanzar algunas reflexiones de una época que he conocido directamente. En primer lugar apuntar que los documentos que aparecen en este libro pertenecieron al periodista Manuel de Dios Unanue, quien los fue reuniendo para completar su investigación sobre Jesús Galíndez. Ahora salen publicados, por vez primera, los documentos directamente redactados por los agentes norteamericanos en los que se analiza la situación del País Vasco.

Pero vayamos antes al origen. El 12 de marzo de 1956, ocurrió uno de los misterios políticos de la Guerra Fría que aún no sido resuelto. El delegado vasco en Nueva York, Jesús Galíndez Suárez, descendió, al atardecer, por las escaleras del metro del oeste de la calle 59. Nunca más reapareció.

Su desaparición causó gran conmoción en los círculos liberales, socialistas e intelectuales del exilio vasco y español de Nueva York. Los exiliados decían ser antifranquistas, no obstante, y bajo la cobertura de antiestalinismo, colaboraban con la política de penetración en Europa de Estados Unidos y la imposición del sistema político norteamericano de los dos partidos al servicio de los intereses de la plutocracia euro-norteamericana.

Galíndez era un personaje muy popular en las comunidades hispanas de Nueva York. Antón Irala le reprochó ser uno de los organizadores del primer desfile hispano-americano en la urbe neoyorquina. También era un visitante habitual de las oficinas en las que se publicaban las revistas Hemisférica y Visión, dirigidas por los Servicios de Inteligencia norteamericanos. En la primera revista frecuentaban políticos hispanoamericanos como José Figueres (líder político costarricense), Rómulo Betancourt (expresidente y exiliado político venezolano), Luis Muñoz Marín (creador de la fórmula de Estado Libre Asociado para Puerto Rico), y otros intelectuales españoles del exilio. Visión era una revista en portugués que se distribuía extensamente en Brasil.

La desaparición de Galíndez tuvo grandes ramificaciones en la prensa de Estados Unidos y de Latinoamérica, la mayoría para desinformar a la opinión pública. Y 47 años más tarde su desaparición sigue siendo un gran enigma.

Los documentos en este libro han sido conseguidos, como he avanzado, por un periodista e investigador extraordinario, Manuel de Dios Unanue, quien trabajaba en el diario neoyorquino en español La Prensa, cuyo director, por cierto, también estuvo complicado en la desaparición de Galíndez

Mi primer encuentro con Unanue fue a principios de los años setenta. Su frialdad y gran reserva me levantaron la sospecha de que era un doble agente cubano y norteamericano. Después de varios almuerzos con él, me sorprendió su desconocimiento de Euskal Herria, a pesar de que había vivido varios años en España y tenía familia en Azkoitia, en la provincia de Guipúzcoa. Observé, asimismo, que tenía una vena de investigador. Sin perder más tiempo, le propuse realizar una exploración sobre la política exterior del Partido Nacionalista Vasco desde la rendición de Santoña de agosto de 1937. Poco después me entregó numerosos documentos, entre ellos algunos de los que ahora se publican. Años después Unanue fue asesinado por sus revelaciones sobre la industria de la droga.

Los documentos ya utilizados (ver El caso Galíndez. Los vascos en los serivicios de inteligencia de EEUU, Txalaparta, 1999) no sólo revelan que Jesús Galíndez Suárez tenía una vida muy ajetreada desde que llegó a la República Dominicana como exiliado político vasco, sino que nos dan una visión de la colaboración del Partido Nacionalista Vasco con los servicios de inteligencia norteamericanos del Office of Strategic Services (OSS), Central Intelligence Agency (CIA) y Federal Bureau of Investigación (FBI). Y esta colaboración existió durante la Guerra civil española, durante la Segunda Guerra mundial y en la Guerra Fría. Y para desentrañar el misterio de Galíndez, la solución está en desempolvar algunos cajones en los almacenes de los Servicios de Inteligencia e Investigaciones de Estados Unidos referentes a la Guerra civil española y la Guerra Fría.

El autor de esta introducción, que combatió en el Ejército Vasco y fue hecho prisionero en Santoña, ha llegado a la conclusión de que la rendición de Santoña y la destrucción de la República Democrática Española fue consecuencia de la política de la no intervención y del Acta de Neutralidad de Estados Unidos y no debido a la intervención militar italonazi-portuguesa. La farsa de neutralidad de Estados Unidos no tiene fin. Todo el material de transporte del ejército fascista de Franco era norteamericano, así como también su gasolina. Así que al autor de esta introducción no le sorprendió saber que la destrucción de la ciudad vasca de Gernika fue realizada por la Legión Cóndor alemana, con la gasolina de Estados Unidos.

Jesús Galíndez llegó a Santo Domingo, República Dominicana, en noviembre de 1939. Pocos días después comenzaba a trabajar en el Instituto de Segunda Enseñanza Cristóbal Colón, como profesor de historia y lenguaje. En octubre de 1940 fue nombrado catedrático de Ciencias Jurídicas en la Escuela de Derecho Diplomático y Consular de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores. Así como también fue preceptor del hijo de Leónidas Trujillo, Rambis, un niño que a los 4 años tenía el grado de coronel del ejército de su padre, un veterano del cuerpo de infantería de Marina de Estados Unidos, y a los 9 ya era general de Brigada.

Galíndez era una persona de grandes iniciativas, siguiendo los pasos de los servicios de información vascos, que se organizaron inmediatamente después a la traición del Pacto de Santoña. El Pacto fue firmado por Ajuriaguerra y Artetxe, por órdenes recibidas en el bou Gasteiz, fondeado en la bahía Santoña, de José Antonio de Agirre Lekube, presidente del Gobierno autónomo de Euskadi.

Juan Ajuriaguerra y Lucio Artetxe fueron puestos en libertad unos años más tarde por órdenes de Benito Mussolini. Mientras muchos otros presos eran condenados y fusilados por tribunales militares españoles por su calidad de ser vascos. Miles de gudaris vascos llenaron las prisiones y campos de concentración y los inhumanos batallones de trabajadores que rompían todas las convenciones internacionales sobre prisioneros de guerra.

Jesús Galíndez Suárez siguió a pies juntillas la trayectoria del Partido Nacionalista Vasco en el exilio. Sin perder tiempo se puso en contacto con el delegado y con el consejero militar de la Embajada Americana en Santo Domingo: el primero era un agente del FBI. El segundo pertenecía a los servicios de inteligencia militar de Estados Unidos.

Galíndez, como persona de grandes recursos, organizó un grupo de información en la capital dominicana que espiaba a los exiliados españoles, comunistas y no comunistas. Los datos los transmitía al FBI y al agregado militar de Estados Unidos. El FBI le pagaba a Galíndez 75 dólares al mes por sus valiosos servicios.

Aunque yo personalmente no he estado de acuerdo con la política del Partido Nacionalista Vasco de colaborar con los que nos traicionaron durante nuestra guerra civil, algunos lo han justificado con la idea de que era mejor un sistema llamado "democrático" que una dictadura hitleriana. Puedo decir, porque lo viví de cerca, que los alemanes nos ofrecieron un Estado Vascón, mientras las democracias, después de colaborar con ellas, nos dieron una patada en el trasero.

En noviembre de 1937, se creó el primer grupo de información e inteligencia vasco. Se conoce con el nombre de Álava, que fue quien dirigió la organización. Este grupo informó a Francia e Inglaterra, a través del cónsul norteamericano en Bilbao. Los primeros informes a los gobiernos democráticos se basan en las condiciones inhumanas de los prisioneros vascos en las prisiones, campos de concentración y batallones de trabajadores.

A últimos de mayo y primeros de junio de 1940, los vascos internados en los batallones de trabajadores fueron puestos en libertad para incorporarse al Ejército franquista. Se hablaba, entonces, de un ataque a Gibraltar. Un grupo en el que yo participaba, fue reclutado, a través del grupo Álava, por los servicios de inteligencia ingleses. Fuimos entrenados con el objetivo de cerrar todos los pasos pirenaicos en el caso de un ataque alemán. Cuando llega a conocimiento del grupo, a través de un oficial alemán de los servicios de inteligencia, que los alemanes no van a entrar en España, rompemos las relaciones con los ingleses y buscamos la manera de provocar la intervención alemana ayudados por un grupo de los servicios de inteligencia alemanes del Séptimo Cuerpo del ejército estacionado en la ciudad aquitana de Burdeos.

Los ingleses denuncian la existencia de nuestro grupo a los servicios de inteligencia fascistas españoles y, en una noche de cuchillos largos, el grupo disidente es totalmente aniquilado. Yo me salvé de casualidad. Unos meses más tarde, entre diciembre de 1940 y principios de 1941, Antón Irala se olvida una lista con todos los nombres del grupo Álava en la oficinas del Gobierno vasco de la Avenue Marceau, París. La lista cae en manos de la Gestapo que la pasa a las autoridades franquistas. Todo el grupo es detenido. Luis Álava, cabeza visible de la red, será fusilado en un juicio dirigido por el general Andrés Saliquet. Ni ingleses ni norteamericanos levantaron una sola voz de protesta.

A la caída del grupo Álava, se creó otro grupo en Francia, en 1942, dirigido por los hermanos Michelena y José María Lasarte, entre otros, que se ponen al servicio de la OSS norteamericana. Estos servicios se instalaron en zona de Dax durante la guerra y más tarde en París. El grupo trabajará estrechamente con el lehendakari Agirre hasta 1959, tres años después del secuestro de Galíndez y un año antes de la muerte del lehendakari.

El Partido Nacionalista Vasco, ante el silencio de las llamadas democracias, seguirá colaborando durante la Segunda Guerra mundial y en la posguerra con los servicios de inteligencia anglo-americanos. Mientras, el operativo de inteligencia del PNV se reorganiza en Europa a continuación de la caída del grupo Álava con gentes que van saliendo de las prisiones de Franco y vascos que han quedado en Francia durante la ocupación nazi.

En 1938, se crea la primera Delegación Vasca en Estados Unidos con Manu de la Sota, Antón Irala, Jon Bilbao y el filipino millonario Intxausti. La Delegación de Estados Unidos está financiada por el Departamento de Estado y Manuel Intxausti. Este grupo informa al Departamento de Estado, una guarida de simpatizantes de Franco, de las divisiones del exilio español durante los últimos meses de la Guerra civil española.

Después del 7 de diciembre de 1941, este grupo, bajo la dirección del lehendakari José Antonio de Agirre Lekube, comienza una colaboración estrecha con el nuevo servicio de inteligencia norteamericano, que lleva el nombre de Office of Strategic Services (OSS). En el verano de 1941, José Antonio de Agirre arriba a Brasil desde la Europa ocupada. Con su llegada a Sudamérica comienza un nuevo período que va a durar 22 años y, por supuesto, dentro del basurero político del exilio. Es recibido entusiastamente por la diáspora vasca en Argentina y Uruguay. Desde 1941 hasta 1959, toda la correspondencia de Agirre con la delegación de Nueva York viaja gracias a la valija diplomática norteamericana.

Durante la Segunda Guerra mundial, a pesar de las divisiones surgidas entre los grupos políticos vascos y españoles, todos apoyaban la lucha contra el nazismo, sin hacer un análisis riguroso de la política de los países democráticos y de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas durante la Guerra civil española. La Guerra civil española fue un centro para experimentar las nuevas armas del ejército alemán y un ensayo diplomático ruso para probar las intenciones de Francia e Inglaterra por un frente común frente la amenaza hitleriana que oscurecía el cielo europeo.

Unos meses después de la llegada de Agirre a Nueva York como profesor de la Universidad de Columbia, Estados Unidos entra en conflicto con Alemania y Japón. José Antonio de Agirre, mantiene constantes reuniones con los servicios de inteligencia norteamericanos y es adoctrinado para un segundo viaje a Latinoamérica con vistas a crear una red de espionaje entre las Delegaciones Vascas e influenciar a la diáspora política vasca de la democracia cristiana en los países de la América Hispana a favor de Estados Unidos. Aquí comienza la larga colaboración del Partido Nacionalista Vasco con la Organización de Servicios Estratégicos (OSS). También surge un numeroso grupo de marinos vascos al servicio incondicional de los servicios de inteligencia de la OSS.

Ya bien preparado para su misión por los servicios de inteligencia norteamericanos, el 16 de agosto de 1942, desde Nueva York, el lehendakari vasco, comienza su segundo viaje por América Hispana. En México es aclamado por la diáspora vasca y el exilio español. Se reúne con el presidente de México, Ávila Camacho. Unos días después viaja a Guatemala, Panamá, Colombia y Perú. En Lima, también es recibido por el presidente Manuel Prado Ugartechea, de origen vasco. Llega a Santiago de Chile, donde la diáspora vasca es sumamente fuerte en los negocios y en la política interna. De Chile parte hacia Argentina y Uruguay. José Antonio de Agirre va creando las bases de lo que más tarde será la democracia cristiana europea al final de la Segunda Guerra mundial, financiada por Estados Unidos. Como también la Segunda Internacional Socialista será financiada por el movimiento obrero norteamericano que trabaja con los servicios de inteligencia norteamericanos.

A partir de 1945, bajo el peligro comunista inventado por Estados Unidos, Washington engendra dos sólidas "quintas columnas" en Europa: la socialdemocracia y la democraciacristiana. A continuación, el Plan Marshall de ayuda económica consolida su dominio sobre Europa. El exilio vasco-español-catalán hizo un Pacto Faustiano con Estados Unidos. El exilio, al colocarse al servicio incondicional del imperialismo ruso y norteamericano, traicionó a todos aquellos que dieron sus vidas por la democracia y la libertad en la Guerra civil española entre 1936 y 1939. Porque, aunque parezca excesivo decirlo, el exilio era un basurero político... en Francia, en Estados Unidos, en México y en el resto del mundo.

Mario Salegi

 

 

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