¡La vida de la mujer! ¡Nuestra vida!
La vida de la mujer proletaria en España, al igual que en los demás países capitalistas, es triste, cruel, desesperada e insoportable.
Empieza a serlo desde su niñez. Carece del juguete que necesita para su entretenimiento. Y no se trata solamente del juguete, sino que a veces le falta también el pan.
Llega la pubertad y como empieza a se mujer, tiene que pensar en ganar algo para ayudar a sus padres, para que sus hermanos (en la mayoría de los casos siete u ocho), no se mueran de hambre. Para ello, va a servir. Trabaja hasta extenuarse por un salario miserable.
Al llegar a la mocedad, se une a un hombre: forma un hogar. Comienza a tener hijos. Como el salario del compañero es muy reducido, hace equilibrios mil, para cubrir las necesidades más indispensables. Hay veces que no hay pan en el hogar, ni medios económicos para adquirirlo. Cuando esto ocurre, nos metemos en la cocina entre los pucheros, y allí, en un rincón, apoyamos la cabeza entre los brazos y lloramos. Lloramos un día, dos, tres, cinco. Transcurre el tiempo y siempre adoptamos la misma actitud. Llora... Si nos encontramos con una vecina, maldecimos de nuestra mala suerte; nos lamentamos. Somos como muertas. Nuestra vida se reduce a hambre, miseria, privaciones, esclavitud.
Como solución no entramos otra que la de llorar y lamentarnos. Y a todo esto, le llamamos ... vida.
¿Vida?
¡No, compañeras! Que la nuestra no es vida, nos lo demuestran nuestra hermanas rusas, dándonos a conocer la suya.
También ellas, bajo el régimen zarista vivieron nuestra vida. Es decir: Como nosotras, ellas también fueron esclavas; fueron víctimas —lo mismo que somos nosotras— de las injusticias de una sociedad corrompida; y quizá —al igual que nosotras— llorarían también en sus cocinas.
Pero llegó un día en que, dándose cuenta de que siguiendo el poder en manos de la burguesía no conseguirían jamás emanciparse de tanta miseria y explotación, y viendo que el suspirar, llorar, etc., etc., a nada conduce más que a perder el tiempo, lanzáronse a la lucha junto con sus compañeros y así, unidos todos los explotados derrumbaron a la burguesía.
De los escombros de la vieja sociedad, edifican la sociedad comunista. Gracias a ella —pese a las infamias y calumnias que diariamente lanza la prensa reaccionaria— la mujer rusa ha dejado de ser esclava. Tiene los mismos derechos que el hombre y goza de privilegios que nunca jamás llegaremos a gozar las que vivimos bajo regímenes burgueses. Hoy, la mujer rusa ya no llora. Sonríe a la vida y la vida le sonríe a ella.
¡¡Compañeras explotadas! ¡En pie!
Examinemos el ejemplo de nuestras hermanas rusas. Pensemos que lo mismo que ellas, tenemos una misión que cumplir; un puesto para ocupar al lado de nuestros compañeros, si es que verdaderamente queremos emanciparnos de tanta tiranía opresora que nos va aniquilando poco a poco. Hagamos como ellas: sumemos nuestro esfuerzo al de nuestros compañeros; unidos todos, lograremos el aplastamiento de la burguesía y la implantación de un gobierno obrero y campesino.
¡Adelante! ¡Por nuestra emancipación!
P.C.,
Ortuella
euskadi roja
ORGANO en EUSKADI del PARTIDO COMUNISTA (S.E. de I.C.) PORTAVOZ de los SINDICATOS REVOLUCIONARIOS
Año I, San Sebastián, 16 Julio 1933 nº 16
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