Durante dos días se han ido volcando sobre nuestros camaradas todo el cúmulo de acusaciones y de falsos testimonios de la infame maquinación. Pero el contra proceso de Londres lo había puesto ya todo en claro. Y, personificado por el lamentable provocador Van der Lubbe, el sistema de acusación ha descubierto sus verdaderos resortes.
Y ha llegado el tercer día. Esta vez es Dimitrov quien habla. Dimitrov, el inocente. Dimitrov, el acusado. Dimitrov, el bolchevique. . .
Un viento de pánico sacude a jueces, a abogados y a falsos testigos entregados a Hitler y a Goering.
Por su soberbia actitud, su fuerza, la claridad de su intervención, Dimitrov ha sabido imponer silencio.
—Asumo con orgullo la entera responsabilidad de mis actos... En mil novecientos veintitrés, en Bulgaria, estábamos decididos a derribar el fascismo y la dictadura.
No es el acusado que implora. es el verdadero acusador, que en nombre de los comunistas ataca y denuncia la innoble parodia:
— Soy un comunista, soy un bolchevique, y no un putchista. Soy partidario de la dictadura del proletariado, y estoy en contra del terror individual.
Si asumo al responsabilidad de mis actos revolucionarios, mi deber es también defenderme de una acusación monstruosa, contraria a mis concepciones y a las resoluciones de nuestros Congresos.
Si hubiera podido obtener uno de los ocho abogados que he solicitado y no el abogado de oficio designado por vosotros, si hubiese podido comunicarme con él en vez de estar seis meses incomunicado, de los cuales, cuatro encadenado, no hubiese tenido ningún trabajo para desenmascararos!.
¿Quién no se sentiría galvanizado por esta heroica actitud, por esta declaración de verdadero bolchevique?
Dimitrov ha dicho la verdad. Y estos son los hechos que nosotros debemos de salvar.
Ellos están allí ante los perros rabiosos y las hienas. Y hablan, y acusan.
Nosotros, los trabajadores todos de Euskadi debemos demostrar por medio de resoluciones en todas las asambleas, por medio de telegramas y tarjetas de protesta a la Embajada alemana, por medio de manifestaciones en la calle que estamos identificados en un todo con ellos y queremos su inmediata libertad.
—o—
LAS DECLARACIONES DE DIMITROV
El presidente llama a Dimitrov.
Firme, la cabeza bien alta, Jorge Dimitrov se adelanta hacia sus “jueces” fascistas. La mano izquierda en el bolsillo y a pesar de conocer de una manera imperfecta el alemán, hablará durante dos horas con arrojo y convicción, manteniéndose firme con el presidente, cuando le interrumpe y restableciendo la verdad, acusando a sus acusadores, haciendo el proceso del fascismo, clamando su inocencia y defendiendo ante todo el comunismo y la III Internacional.
La impresión producida por sus palabras irá en aumento a medida que vaya hablando y en el momento de sus bellas réplicas al presidente, quien, rojo de ira, trata a Dimitrov con bastante menos delicadeza que al hombre de Goering, Van der Lubb.
Después de haber contestado al interrogatorio de identificación, después de haber relatado su juventud laboriosa como tipógrafo y sus actividades dentro de los sindicatos y del Partido Comunista búlgaro, Dimitrov pasa al ataque.
Valerosamente defiende los principios del comunismo. El presidente cree deber interrumpirle y hacerle observar que está en la sala como acusado y no como acusador. A lo que Dimitrov replica:
“Estoy aquí para defender al comunismo y para defenderme a mí mismo”
DIMITROV RECUERDA LA REPRESIÓN BÚLGARA EN 1923
Dimitrov comienza en formidable requisitoria contra el gobierno fascista búlgaro de Tzankor y evoca la represión sangrienta de la insurrección de los obreros y campesinos en el otoño de 1923.
El presidente: --“¿Qué queríais, pues, hacer?”
Dimitrov: --“Aplastar al fascismo y a la dictadura de la burguesía”. Estupor en el tribunal y en los nazis que escuchaban a este luchador comunista.
Su descripción de la Bulgaria fascista conviene a la Alemania fascista de hoy y si no fuera porque la palabra Bulgaria se oye sin cesar, se tendría la impresión de que se estaba haciendo el proceso del fascismo hitleriano.
Después del golpe de Estado de Tzankor, Dimitrov tuvo que salir de Bulgaria y desde entonces ha vivido como refugiado político, siempre perseguido, en diferentes países capitalistas de Europa, entre otros en Belgrado, Viena, París, después en Moscú, y últimamente antes de su detención, en Alemania.
Por la palabra y por la pluma, ha combatido vivamente al régimen fascista de Bulgaria.
Contestando a una pregunta del presidente sobre las condenas en Bulgaria, Dimitrov declara:
“Eso para mí no tiene ninguna importancia.-“
Habla de los miles de víctimas del fascismo búlgaro. El presidente le interrumpe para poner en duda sus declaraciones respecto a la explosión de la catedral de Sofía, y a las ejecuciones en masa a que con pretexto de este atentado libró Txankov.
Dimitrov: --“Se ha acusado a los comunistas. Es natural. Vosotros en Alemania estáis haciendo lo mismo.”
Y añade enérgicamente:
“Si hubiese tenido la posibilidad y la libertad de defenderme, hubiese traído aquí las pruebas irrefutables de mis declaraciones. Como he estado incomunicado y encadenado día y noche, no he tenido esta posibilidad.”
El presidente se enfada:
“Su actitud no le traerá las simpatías del tribunal. Si continúa usted por ese camino, tendré que retirarle la palabra. Durante la instrucción ha mantenido también una actitud que yo repruebo.”
Dimitrov: --“Se me ha provocado.”
El presidente: --“Lo dudo.”
Dimitrov: --“Si estuviese usted en mi lugar, si fuese usted inocente, y estuviese usted encarcelado desde hace cinco meses con las esposas puestas día y noche, comprendería usted que se puede estar un poco nervioso.”
Hablando de su estancia en Alemania desde el principio de año, en Munich y en los alrededores de Berlín, Dimitrov llega a la innoble acusación de su participación en el incendio del Reichstag.
Dimitrov: --“Soy inocente del crimen que se me acusa. Si hubiese podido totalmente elegir libremente mi defensor, hubiese podido probar irrefutablemente que de ninguna manera participé en el incendio del Reichstag. Pero no tengo defensa. Se me ha contestado con una negativa a los ocho o diez nombres de abogados que he propuesto-”
El presidente trata de defenderse diciendo que el nombramiento del abogado de oficio se ha hecho de conformidad con las leyes alemanas.
Dimitrov: --“Es posible. Pero debo de decir que todo acusado puede hablar a su defensor. Yo hubiese deseado comunicar mi expediente a mi abogado. No he podido hacerlo.”
El abogado de oficio Teichert palidece. Se levanta, quiere intervenir y vuelva a sentarse sin haber podido pronunciar una palabra.
Nuestro camarada condena así todo el proceso, la denegación de abogados extranjeros, la felonía de los abogados de oficio sometidos a los verdugos fascistas.
LA DECLARACIÓN DE UN COMUNISTA
Y Dimitrov dirigiéndose a los periodistas y abogados extranjeros, y dirigiéndose también por encima de los jueces fascistas a todo el proletariado internacional, hace la siguiente magnífica declaración:
“Soy un revolucionario proletario. No hay otra clase de revolucionarios. Soy miembro del Comité Central del Partido Comunista búlgaro y del Comité ejecutivo de la Internacional comunista. Por consiguiente, soy uno de los jefes del movimiento comunista, y en tal calidad, estoy dispuesto a asumir en todo tiempo la plena responsabilidad por todas las decisiones, por todos los documentos, por todos los actos de mi Partido Comunista búlgaro y de la Internacional Comunista.
Pero esta es precisamente la razón por la cual, yo no soy un aventurero terrorista. Soy un partidario entusiasta de la revolución proletaria, porque en ella veo la única salida de la situación actual.”
El presidente le interrumpe de nuevo, y él contesta con energía: “Nada tengo que ver con el incendio del Reichstag. No soy partidario ni del terror individual, ni de los putchs. La única acción ilegal que he cometido en Alemania es la de haber permanecido en ella sin habérselo notificado a la policía.”
LOS FALSOS INFORMES DE LA POLICÍA
Y nuestro camarada echa por tierra el aparato construido con los informes de la policía, lo que pone al presidente fuera de sí. Las réplicas son cada vez más vivas.
Dimitrov: --“Digo y afirmo que los policías que han hecho la investigación se han esforzado ante todo en tratar de demostrar que yo he tomado una parte activa en el incendio del Reichstag. Todos los medios han sido empleados. Afirmo que en los informes se han puesto cosas completamente falsas, y en mis declaraciones cosas que yo nunca he dicho”
El presidente pega con el puño en la mesa. Pero Dimitrov le hace frente y mantiene sus afirmaciones. Se hace venir al inspector de policía autor del proceso. No hace más que balbucear.
Dimitrov vuelve a su sitio, pálido, pero lleno de indómita energía. Ha cumplido con su deber comunista. Ha mantenido ante el tribunal fascistas la actitud del verdadero bolchevique.
Dimitrov
euskadi roja
ORGANO en EUSKADI del PARTIDO COMUNISTA (S.E. de I.C.) PORTAVOZ de los SINDICATOS REVOLUCIONARIOS
Año I, San Sebastián, 30 Septiembre 1933 nº 28
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