El camarada Astigarrabia hizo una brillante exposición de los problemas de la revolución y de los métodos y tácticas del P .C.

El barométrico Carbó, en lo más alto de la higuera, habló de la célula hepática y de la neurona

 

Los anarquistas son muy libertarios. Son los campeones de la libertad y de hacer lo que les dé la libertaria gana.

Pero son unos pillines también.

Por ejemplo, Carbó. Las Comisiones que organizaron la controversia acordaron que la prioridad en el hablar fuera objeto de un sorteo.

Pero llega el pontífice óptimo, máximo de la F. A. I., el perínclito Carbó, y lleno de garbo asegura: “Yo, Eusebio P. Carbó, hablaré en último lugar, o no habrá controversia!”

Nada, nada. ¡Vaya tío! cual nuevo Júpiter tonante y “en nombre de todas las células, incluso la hepática, de groseras funciones, y de la neurona, que componen su sagrada individualidad, Carbó, quintaesencia de libertario, se niega a hablar si no lo hace en último lugar.

Y lo que decían los bakuninitos de la Comisión. Es Carbó, el anarquista pluscuamperfecto quien lo exige y no hay más remedio que ceder.

A nosotros no nos extraña. Los aprendices de anarquistas de la Comisión no tienen tan desarrolladas las células individuales ni la neurona, y a pesar de su exaltada fe libertaria, más que los acuerdos de la Comisión, pudo la imposición libertaria del “sublime” Carbó y su mansedumbre bovina ante el jefe.

No lo olvidan los obreros. La controversia se celebró porque al Partido Comunista no le importa hablar en primero o último lugar.

Para Carbó sí tiene importancia el hecho de hablar antes o después. Tanta, que si no se hacía lo que a su libertaria gana le daba, no había controversia.

¿Y para qué todo ello? Para poder decir mayores burradas.

Llueve sobre mojado. No es la primera vez y no será la última, que los anarquistas, desvordados por la realidad, su peor enemigo, recurren a la sobada maniobra de negar que hablan en nombre de la C. N. T. y sí a título personal.

Y esto, ¿por qué?

La explicación es fácil. Impotentes para construir, en cuanto la evidencia les denuncia, y asustados de su propia vaciedad, huyen de la crítica de las masas y se refugian en su rabioso individualismo, para justificar su carencia de visión revolucionaria y de perspectivas de organización de la revolución.

Carbó, el sublime Carbó, intentó repetir esta maniobra el domingo pasado, pero de nada le sirvió, como no fuera para denunciar púbicamente su inferioridad de condiciones.

Rotundo y companudo, afirmó que él se representa solo y no a la Confederación. Es más. Asvirtió que de no ser así, él no hablaba.

Camaradas, ¿pero qué miedo es ese? ¿Es que , como dijo el propio Carbó, no son los anarquistas los que han dado y dan su savia a la C. N. T.?

Entonces, ¿por qué negar tan excelsa representación?

Para nosotros no hay secreto en ello. Cuantas veces han salido y salgan los anarquistas a discutir ante las masas pierden y se desenmascaran, y para impedirlo, recurren a este procedimiento sobado de afirmar que ellos hacían a título personal, y no en nombre de la C. N. T.

Pero este truco, ya gastado, no sirve ante las masas que os han desnudado ideológicamente.

¡Al loro, al loro, señores jefes anarcos!

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Con el frontón municipal completamente lleno de obreros se celebró por fin el domingo pasado la controversia anunciada entre los representantes del Partido Comunista de España y de la C. N. del T., camarada Astigarrabia y Eusebio Carbó, respectivamente.

Desbordaría los límites estrechos de estas páginas una reseña amplia de las intervenciones habidas por uno y otro lado. Teniendo además en cuenta que fueron miles los obreros que acudieron a la controversia, no es imprescindible hacerlo.

Pero hay dos cosas fundamentales que destacar.

La primera es que el Partido Comunista tiene un programa claro, sabe lo que quiere, sabe a donde va y conoce las tácticas y los métodos con que ha de llevar a la práctica su programa como vanguardia revolucionaria que es del proletariado.

Y fue el camarada Astigarrabia, representante del Partido Comunistas quien dio la medida exacta des esta nuestra afirmación.

La exposición de los problemas fundamentales de la revolución española en curso, fueron claramente expuesto, su comprensión para los miles de obreros jue fácil y los remedios que las tácticas y los métodos de lucha del Partido Comunista señalan para cada uno de estos problemas fueron tan claramente percibidos por los asistentes, que en diversos pasaje merecieron la aprobación entusiasta de todos, en medio de grandes aplausos.

Pero frente a esto, ¿qué nos ofreció el más prestigioso y más autorizado de los líderes anarquistas españoles?

Sin sorpresa ninguna de nuestra parte, conocemos muy bien la vacuidad de los “ideólogos” anarquistas, el pontífice Carbó, hizo un discurso negativo. Nada tan difícil para un anarquista, mejor dijéramos imposible, como tener que hacer una exposición concreta y ordenada de los problemas de la revolución.

Y ya de antemano, a pesar del atuendo y el encomio exagerado con que lo anunciaban los anarquistas locales, esperábamos el fracaso rotundo del  “sublime” Carbó.

¿Qué dijo Carbó? Nada. Se dedicó a gastar el nombre del camarada Astigarrabia, repitiéndolo hasta la saciedad, no planteó ningún problema; criticó olímpicamente lo expuesto por el representante del Partido Comunista y todos los oyentes se quedaron sin saber qué es lo que la C. N. T. dirigida por los anarquistas piensa de los problemas de la revolución española.

Nada decía este camarada:

“La intervención de Carbó podemos compararla a la del “crítico” que en sus paseos por la ciudad contempla los monumentos y apunta esos o aquellos defectos en la construcción de los mismos.

Pero si a este “crítico” le decimos: Bien. Construye otro edificio tú en el que no haya tales defectos y cuyo resultado sea perfecto, nos encontraremos con la medida de su capacidad.

Y este fue el caso de Carbó. Negó cuanto dijo Astigarrabia, pero nada nos dijo de lo que los anarquistas entienden de la revolución española, de sus problemas, de las formas prácticas de resolverlos, de los métodos de organización de la revolución.

Y por el contrario dedicó su discurso a hablar contra Rusia, como un Gil Robles y como toda la canalla fascista.

Y a pesar de toda la teatralería en el decir, de su desmelenamiento constante, de la pólvora que consumió en salvas de una oratoria detonante y vacua, emplazada para arrancar aplausos fáciles, no pudo conseguirlos de sus propios incondicionales.

A esto se redujo toda intervención del “sublime” anarco Carbó.

En números sucesivos trataremos otros aspectos dl acto realizado el domingo y pondremos al descubierto la impotencia de los anarquistas para ser los dirigentes de las masas obreras y campesinas.

 

Apostillas a la controversia

Macana pura; fuegos de artificio; humo de pajas; bambolla; charlatanería; oratoria de barraca de feria; sacamuelismo; música celestial; a eso queda reducida, en resumidas cuentas, la vanilocuencia del dirigente anarquista Eusebio P. Carbó, puesta de manifiesto en el mitin de controversia celebrado en el frontón municipal de San Sebastián entre él y nuestro camarada Astigarrabia.

Si pudiera organizarse un campeonato de hablar mucho y no decir nada, uno de los “palmarés” más distinguidos sería el líder ácrata Carbó, y con mucha ventaja sobre Poldain, sobre Vitorcho Pradera y hasta sobre el mismísimo León Salvador. Hueco como un calabacín, campanudo como un botijo y vacío de contenido revolucionario como cualquier Marcelino Domingo, deja las cosas en el aire son concretar ni aleccionar sobre nada, echando, eso sí, a chorro libre, pestes sobre la revolución rusa, como un segundo Gil Robles o como un amanuense de Antoñito Goicoechea. ¿Argumentos contra la dictadura del proletariado, contra el Ejército rojo, contra los Soviets de obreros, campesinos y soldados? Exactamente iguales que los que esgrimen los asalariados de Déterding, el magnate holandés del petróleo capitalista, idénticos a los que explota el aventurero fascista español doctor Albiñana.

Con tañedores como Carbó, el pandero anarquista suena a fascio, a contrarrevolución, y huele a petróleo de Déterding, del que a Lerroux, Alba y Cánovas de Cervantes les interesa. Y a Carbó, por lo visto, también.

El tema a desarrollar en la controversia, era éste: “Posición del Partido Comunista y de la C. N. T. en orden a la revolución española.

¿Y qué es lo que dijo el equilibrista Carbó respecto a la revolución española en curso y a las tareas precisas para conducirla al éxito?

Dijo Carbó que tan indeseable es para él una dictadura de la burguesía que una dictadura del proletariado. O sea: que le parece mal el que la burguesía le pisara el estómago al proletariado, pero que le parece igualmente mal el que el proletariado se lo pisara a la burguesía. Para Carbó, como para Cristo: “Si te pegan en una mejilla, presenta a tu enemigo la otra”, (Eso será muy anarquista, señor Carbó, pero poco revolucionario. ¡Por algo es el anarquismo el último retoño de la higueras cristianas!).

Dijo Carbó que el plan quinquenal ruso es la mayor monstruosidad que se ha cometido en los siglos de los siglos.

Dijo Carbó que los trabajadores rusos viven en la mayor miseria mientras los comisarios viven en la más grande opulencia y lujo.

Dijo Carbó que las cárceles rusas están llenas de anarquistas a quienes los trabajadores rusos les llaman bandidos (¿defenderán y organizarán esos tales la amnistía de los príncipes rusos, de Kerenski, etc., como los dirigentes ácratas españoles defienden la amnistía de Sanjurjo, Martínez Anido, Alfonso XIII, cardenal Segura, etc.?

Dijo Carbó que cuando la dictadura primoriverista en España, siquiera se podía conspirar y hasta hablar mal de la autora de los días de Miguelito; pero que en Rusia no se podía hacer eso mismo respecto de Stalin y de su madre.

Dijo Carbó que el Partido Comunista de España es una camada de cuatro gatos a la espera de  órdenes rusas y atados al pesebre de Moscú.

Dijo Carbó . . ., pero, ¿a qué seguir? Luego cuando despotricó suficientemente contra la U. R. S. S., se metió, como es su costumbre, con las células del cuerpo humano, con las neuronas, con el protoplasma y hasta con los factores térmicos como impulsores de la revolución social. En fin, trabajadores: el caos lo que se dice la “caraba”.

—o—

Bueno, dirán los trabajadores: ¿u qué tienen que ver todas esas cosas —el plan quinquenal ruso, las neuronas, la temperatura, etc.— con la forma de organizar y llevar a cabo en España la revolución que redima a la clase obrera de la explotación capitalista? Pues eso mismo me preguntaba yo a medida que soltaba palabras y palabras el carnavalesco y confusionista Carbó. ¿Pero es que este líder ácrata catalán cree que todos los trabajadores de San Sebastián somos imbéciles, que comulgamos con ruedas de molino libertario, o que acabamos de llegar de los peñascales de Monserrat, o de los prados del Aitzgorri a vender queso o mortadela? ¿Pero por tan “panchos” nos tiene el loro anarquista de las ramblas “sehyor Carbó”?

No hay derecho, señor anarquista, a estafar así a los oyentes obreros, pues afortunadamente no somos los trabajadores donostiarras tan obtusos o payos como quisiera usted para dejarnos pasar tan fácilmente gato por liebre, o sea: paya anarquista por grano revolucionario.

Al tema, señor Carbó, al tema revolucionario; y no nos salga usted siempre por andanas antisoviéticas como su paisano Cambo o como un Puig y Cadalfach cualquiera.

 

 

 

 

euskadi roja

ORGANO en EUSKADI del PARTIDO COMUNISTA (S.E. de I.C.)   PORTAVOZ de los SINDICATOS REVOLUCIONARIOS

Año I, San Sebastián, 28 Octubre 1933  nº 32

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