Del Anarquismo al Comunismo

 (continuación núm. 6)

 

Quiero recordar aquí los ensayos filosóficos de José Dietzgen, el amigo personal de Marx, quien, como se recordará, en reto a sus compañeros “socialdemócratas”, se encargó de la publicación del periódico anarquista de Chicago durante la tragedia de 1886.

Ese hombre era una torre de fría inteligencia y de valentía, que pasó casi desaparecido en América, donde los kautskistas, le evitaban como  a la lepra, por haber tomado una posición que él mismo definió en estas palabras: “Mientras los anarquistas pueden tener en sus filas algunos individualistas locos y descabellados, los socialistas tienen en las suyas muchos cobardes. Por esta razón me interesan tanto los unos como los otros. La mayoría en los dos campos necesita aún mucha educación, y ésta traerá a su tiempo una reconciliación.”

Ha llegado la hora de esta reconciliación. Nosotros, que militamos en las dos fracciones, somos los restos de la escisión de la Primera Internacional.

Es razonable admitir que nosotros, siendo hombres y no dioses, cometimos algunos errores. Y es probable que la clase de errores cometidos, es de un género que nos fue inculcado por el oleaje de comercio, política y sacerdocio que nos rodea.

Si los “socialdemócratas” fueron penetrados por la ideología política, los Sindicatos por la ideología del comercio, quizá nosotros hayamos aceptado —¿cómo lo llamaré?— un ligero matiz de ideología sacerdotal.

Cojo, por ejemplo, el libro de Bakunin, Dios y el Estado. Su primer párrafo es una aceptación superficial de la concepción materialista de la Historia de Marx, y luego abandona la ciencia y se sumerge en la metafísica.

¿Cómo se explica el que yo encuentre un análisis poderoso y una repudiación destructiva del Estado bajo la pluma de Engels, según el método de Darwin y de las ciencias que todos admitimos; y que bajo la pluma de Bakunin y de Kropotkin sólo encuentre una negación inexplicada, en la que mi rectitud me obliga a reconocer el viejo estilo metafísico de moralizar y anatematizar?

El libro de Kropotkin, El Estado y su papel histórico encuentro la expresión “libertad absoluta”. Creo que esta frase explica en gran parte la diferencia entre anarquistas y bolcheviques. Definamos, pues, la “libertad absoluta”.

Pero cuando quiero definirla, no lo puedo. ¿Qué es la libertad absoluta? Me encuentro en un apuro, pues yo no la he visto nunca, ni he sentido ni apercibido ninguna de sus manifestaciones. Quizá usted pueda ayudarme, si ha vista alguna vez la libertad absoluta; pero no creo que la haya visto. Creo que, si usted trata de definirla, se encontrará en una situación extrañamente parecida a la del que quisiera definir a un ángel.

La “libertad absoluta” es una de esas cosas que no existen, que nunca existieron ni pueden existir.

Si modelamos nuestros actos y nuestra vida sobre la idea de cosas que no existen, entonces es que el cura hizo bien su trabajo. Entonces seremos ineficaces. Cuando usted empieza a ponderar una cuestión, ¿de que modo la estudia? ¿Cuál es el patrón que tiene usted presente en la memoria? ¿Es un ideal anarquista? ¿Es su ideal anarquista de libertad? ¿La libertad o la libertada absoluta?

Me temo que usted no me hable de un ángel.

Probemos esto viendo cómo se traduce en la práctica. ¿Cuál es el objeto del cura cuando nos induce a seguir fantasmas en vez de la realidad? Creo que su objeto es hacernos perseguir cosas inexistentes, para hacernos inofensivos contra nuestros opresores.

Veamos pues cuál ha sido el resultado de esta veneración frailesca hacia la inexistente libertad absoluta. Miles de anarquistas, lo hombres más activos  en recursos y acciones, después de haber ayudado a la Revolución en sus principios, se hallan hoy durante la dictadura del proletariado sombríamente resentidos de lo que consideran una reacción ¿Cómo adquieren sus nuevos adeptos los Partidos Comunistas? Por lo general desnatando la ya desnatada leche de los partidos “socialistas”. Y haciendo comprender a las mejores fuerzas de base del anarquismo y del anarcosindicalismo el verdadero significado revolucionario del programa de Lenin.

La libertad no existe sino en la vida material, y está limitada por cosas materiales. No es absoluta, sino limitada: no es abstracta en el ideal, sino concreta en los hechos.

¿Cuál es el poder extraño de Lenin? ¿Por qué todos sus adversarios, uno por uno, se rinden a él? ¿Por qué todos los Gobiernos europeos flotan y se tambalean, perdiendo su ascendiente sobre una mitad de sus “súbditos”, hasta el punto que Lenin pueda decir a Lloyd George: “Yo mando más hombres en Inglaterra que usted”? ¿Por qué es él el jefe de la única nación que se atreve a mandar su pueblo a la guerra?

La contestación es que Lenin es un hombre de ciencia en un mundo incientífico. El capitalismo, por su naturaleza, tendrá que seguir a sus locos militaristas en la lucha contra Rusia, como las mariposas van hacia la llama.

Y por lo demás que tuviera que decir, se encuentra escrito en el libro de Engels Origen de la familia y de la Propiedad privada y del Estado, en el Manifiesto Comunista de 1847, en el Estado y la Revolución, de Lenin, en las cartas de Marx a Bakunin, y resuena la marcha del Ejército rojo por los campos de batalla de Europa, para vuestro bien y el mío.

Retiro, pues, toda reserva que pueda haber hecho en mis alabanzas a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Robert MINOR

 

euskadi roja

ORGANO en EUSKADI del PARTIDO COMUNISTA (S.E. de I.C.)   PORTAVOZ de los SINDICATOS REVOLUCIONARIOS

Año II, San Sebastián, 3 Febrero 1934  nº 46

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