Un escritor mexicano, José Mancisidor, de legado al Congreso de escritores revolucionarios reunido en Nueva York, ha editado recientemente un libro en el que recoge y describe la impresión de su visita a la capital de Estados Unidos. En uno de sus capítulos, en el que dibuja con maestra sagacidad la figura extraordinaria de la gran revolucionaria norteamericana Ella Reeve, universalmente conocida por “Morher Bloor”, el camarada Mancisidor describe con extrema concisión e insuperable maestría una manifestación organizada por el Partido Comunista.

He tenido el placer de entusiasmarme ante la grandeza del acto que el joven camarada mexicano nos refiere con palabra sencilla y fervorosa. No quiero privar a los lectores de EUSKADI ROJA de esta satisfacción que no siempre se extrae a las lecturas. La reproducción es una necesidad informativa que advierte la lucha tenaz que el Partido Comunista sostiene, con ventaja frente al poderoso capitalismo norteamericano. Es también un tributo de reconocimiento al esfuerzo de este joven escritor mexicano que al frente de un grupo de escritores revolucionarios de su país, editan la gran revista “Ruta”, en cuyas páginas convergen las inquietudes del proletariado mexicano orientadas definitivamente hacia el Comunismo por la Revolución Rusa.

Coinciden en este capítulo dos realidades políticas reencarnadas en el Congreso de escritores revolucionarios de Nueva York: la adscripción definitiva de los escritores americanos más prestigiosos a la revolución mundial en su etapa decisiva y la incorporación del proletariado norteamericano a las filas revolucionarias.

Estas dos realidades, síntesis demostrativa de la dialéctica histórica sustentada por Marx y Engels, señalan el punto de coincidencia de dónde nacerá el supremo poder del proletariado en su camino hacia la implantación del Socialismo. Estas dos realidades, la inteligencia, representada por los escritores, al frente de los cuales figuraba Waldo Frank y el proletariado, adueñado de su conciencia de clase, han desfilado unidos, solidarizados en la obra común, ante la soberbia del capitalismo norteamericano.

Este hecho no es un paso, ni siquiera un síntoma, de las posibilidades del Partido Comunista en Estados Unidos. Representa un valor histórico de carácter universal y de condición permanente. La incorporación de Waldo Frank a las filas de la Revolución no es un mero hecho anecdótico, como tampoco lo fue la de André Gide, no la de tantos escritores más cuya cita excusamos. Estas adhesiones propicias las de todos los grandes escritores que por tradición, inspirada en la cobardía, permanecían dependientes del capitalismo y al servicio inconsciente pero directo, del cesarismo imperialista en que se inspira el fascismo.

De la misma manera, la incorporación del proletariado norteamericano a las filas comunistas significa la destrucción del reformismo sindical que durante tanto tiempo ha mantenido a aquel proletariado supeditado a la tiranía de Wall Street y consecuentemente incapacitado para destruir las ligaduras feudales que le sujetaban a la servidumbre capitalista.

Pero ¿no alcanzan estos comentarios demasiada extensión, atendidas las dimensiones de este semanario? Dejemos, por tanto, que la pluma maestra de José Mancisidor refleja la magnífica manifestación organizada por el Partido Comunista norteamericano.

*  *  *

Abajo de la plataforma para la Juventud Comunista, los alto-parlantes vibran:

¡Bandera roja! Y en la plaza hay un rumor suave y cantarino como de olas lejanas:

Bandera roja

sed comunistas

bandera roja

ya triunfará. . .

El desfile continúa interminable. Músicas, Banderas, Leyendas de crítica en las que Hearst aparece en ridículas actitudes como una repuesta del proletariado a su propaganda fascista.

Han pasado veteranos y auxiliares; desocupados y organizaciones obreras de socorro; redactores del “Dealy Worker”; la Juventud Comunista, la Liga nacional de estudiantes; organizaciones deportivas; grupos de jóvenes de distintos matices en la lucha revolucionaria; la Liga de defensa de los derechos de los negros; el Socorro Rojo Internacional; contingentes negros de Harlem y otros lugares; organizaciones femeniles; organizaciones antifachistas y anti-guerreras; amigos de la Unión Soviética; amigos del pueblo chino; uniones metalúrgicas; ferrocarrilores y obreros del transporte; conductores de taxis; oficinistas, contratistas, pintores y periodistas; trabajadores del celuloide; universitarios judíos; círculos de trabajadores; organizaciones de la I. W. W. uniones de costureras; zapateros, lavanderos; uniones médicas y profesionales; Liga de profesionistas: actores dramáticos y grupos de teatros; John Reed Club; Unión de artistas; Unión de escritores; Escuelas de trabajadores; maestros y profesionistas; Ligas de filarmónicos; empleados de cines y fotografías; Clubs de radio; Liga de grupos de danza; agrupaciones inquilinarias . . . y todas las nacionales que hacen de este inquietante Nueva York el corazón del mundo: cubanos, mejicanos, ahitianos, portorriqueños, argentinos, italianos, alemanes, finlandeses, rumanos, búlgaros, turcos. . . ¡todos los pueblos de la tierra hablando el lenguaje de la Revolución! La Internacional estalla por los ámbitos y nuestras sensaciones hacen crisis cuando, en medio de un silencio expectante, desfilan los batallones de pioneros rojos. De sus flautas brotan las melodías de la Internacional como una dulce canción que nunca hubiéramos escuchado. El sol aparece a intervalos pero el día permanece destemplado bajo los vientos del Hudson . . . Hemos llegado a la tribuna de honor a la una de la tarde y a las siete y media de la noche se escuchaban por última vez las notas de la Internacional. El Partido Comunista ha sumado a su larga carrera de éxitos uno más y de las principales arterias de Manhattan ha logrado movilizar, como tangible expresión de ascenso de la ola revolucionaria en Norteamérica, medio millón de seres humanos, cuyas conciencias palpitan en este mismo instante por un ideal común, como las conciencias de miles d millones de seres regados por la tierra”.

Durante esta magna manifestación promovida por el Partido Comunista norteamericano, nuestro camarada Mancisidor escuchó a la noble luchadora “Mothor Bloor” esta palabras ungida por la más clara conciencia del poder revolucionario del proletariado:

— Tengo sesenta y tres años de edad y durante ellos he estado treinta y seis veces en prisión. . . ¡En prisión por revolucionaria! . . .

Una mirada a la multitud que pasa bajo sus rojos estandartes, y luego:

— Aún tengo esperanzas de ver que este mundo se derrumbe. . . ¡He hecho, por mi parte, para lograrlo lo que me correspondía!

La anciana luchadora cree que podrá asistir al “Primer Congreso Soviético de Amércia”

Para ejemplo de los militantes y estímulo de quienes no pertenecemos al Partido Comunista transcribimos estas palabras de la vieja agitadora que, según nos dice Mancisidor, ha sido encarcelada una vez más por su noble labor revolucionaria.

 

Eusebio LAMBARRI

 

 

 

euskadi roja

ORGANO en EUSKADI del PARTIDO COMUNISTA (S.E. de I.C.)   PORTAVOZ de los SINDICATOS REVOLUCIONARIOS

Año III, San Sebastián, 4 enero 1936  Segunda época nº 6

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