Los militares españoles no hemos recibido una gran cultura que nos coloque profesionalmente. Pero en cambio, se nos ha hablado mucho del honor y de la dignidad del informe

Yo recuerdo, de cadete, los escalofríos de emoción que me sacudían cuando un profesor redondeaba un párrafo brillante sobre la superhombría militar integral. Él hablaba de la Patria, el Heroísmo, el Honor y el Uniforme, y cuando terminaba diciendo que la “sangre vertida por intrépidos generales del Arma ha de germinar en vuestros pechos, caballeros cadetes, como manantial inagotable de sangre roja con que abrazar la más amarrilla de los trigales de España, por la Patria y por el Rey”, yo sentía que de pies a cabeza me recorría el néctar de la sublime nobleza.

Veía en la Patria una abstracta matrona que acogía a los que morían por ella y los elevaba sin cesar cargados de galones y condecoraciones. Y veía en el Rey un caballero egregio en el que se concentraban la virtudes más excelsas, para las que dar una vida era poco.

No sé si es triste la realidad o sobria simplemente. Es el caso que después he tenido ocasión de enterarme de que la Patria de que me hablaban era un camelo cuajado de acciones, obligaciones y fugadas de Bolsa, y el Rey un señorito mujeriego y “deportista” que sabía pasarse con elegancia entre las piernas las miserias de su pueblo.

El choque brusco con la verdad me hizo escéptico en un principio. pero pronto encontré la Patria verdadera del bienestar y la justicia, por la que todos los sacrificios son escasos, y el Rey auténtico —el Pueblo—, al que ninguna pleitesía es exagerada.

Algo quedaba en lo subconsciente, sin embargo, por arrancarse de mi ser. ¡Lo había escuchado tantas veces! ¡Había retumbado con tal frecuencia en mis oídos con toda pomposidad el sonoro vocablo! ¡El Honor; la palabra empeñada; el juramento prestado y cumplido sin doblez y sin amaño. Les temblaba la voz al hablar de ello. Había quien derramaba lágrimas. Hasta llegué a creer que incluso los jaraneros borrachos podían acreditar tan alto sentimiento.

¡Para qué decir que en la hora actual española se han roto las corazas doradas de chatarra de los “caballeros del Ideal” y han dejado al descubierto pechos hundidos y miserables, albergues de todas las villanías y de todas las maldades! El honor en los cuartos de banderas es la pureza en el prostíbulo.

¿Puede pensarse que el sentimiento del honor ha pasado a se únicamente argumento de lejanas leyendas? Nada de eso. El honor cobra, ahora más que nunca, pujanzas y bríos de realidades, despreciando su anterior forma hipócrita de artificio de oropel. Y ¿en dónde está ese Honor? En el Ejército precisamente. En el Ejército que se bate por su Patria justa y feliz, bajo el reinado del Pueblo.

 

Francisco Ciutat

 

 

 

euskadi roja

ORGANO en EUSKADI del PARTIDO COMUNISTA (S.E. de I.C.)   PORTAVOZ de los SINDICATOS REVOLUCIONARIOS

Año II, San Sebastián, 07 Noviembre 1936  nº 55

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