Juanito Goikoetxea, «Akullu». En 1936 marchó de Alsasua con 500 paisanos más, rojos todos, y pasaron a defender la República a la vecina Guipúzcoa.
La audacia y coraje de las izquierdas decidió que el golpe franquista no triunfara en todo el país. El PNV esperó a que lo empujaran. Juanito y sus camaradas aguantaron hasta el final el asedio a Donostia y peleó luego en Madrid de dinamitero. Al año siguiente Akullu ya estaba voluntario en Rusia, con cientos como él, en un curso acelerado de pilotos de guerra. Era de ver, en la entrevista, cómo el baserritarra Akullu iba superando el nivel de tecnicismos en la medida que pasaba, en pocos meses, de guiar sus apacibles bueyes en la Sakana a pilotar un Mig-3 por los cielos de Ucrania. No era el único.
Un libro de la editorial Progreso de Moscú habla de aquellos hombres, que terminaron de hacerse comunistas persiguiendo por todo Europa aviones nazis, los mismos que arrasaron Gernika. Y me pregunto quién sería aquél comandante Manuel Zarauza, as de la aviación, caído en Bakú donde aún lo recuerda un monumento.
Y quién recuerda en sus aldeas de origen a los tenientes Antonio Uribe y Jose Luis Larrañaga abatidos en Kiev en 1943. Y quién honra hoy día a Ignacio Aguirregoicoa, inmolado frente al fascismo en Leningrado. Y a Damián Macaya, saboteador, muerto en su paracaídas en la retaguardia nazi. Y Ladislao Duarte, y Antonio Lekumberri, héroes de una URSS ya muerta, y olvidados en una patria que no termina de nacer. Viendo sus nombres y fotografías -miradas idealistas, juventud generosa, rostros del país- siento la misma desazón que cuando veo las ristras de gudaris muertos en los batallones de anarquistas, comunistas y socialistas, los más diezmados por ser los más entregados.
No eran advenedizos. Era gente de aquí, de sonoros apellidos, euskaldunes muchos, rojos todos. No cabían en el PNV y por eso la historia oficial los olvidó.
La izquierda abertzale es río con varios afluentes históricos: por la derecha, un carlismo decimonónico perdedor y olvidado y el PNV, del que conocemos todo porque con todo arramplaron: la memoria, las nueces, las rentas, los medios.
Por la izquierda, apenas si sabemos identificarnos; todo nos lo ocultaron. Miles de líderes vascos yacen en Rusia, en el cerco de Bilbao, en las cunetas navarras, en los exilios, y nosotros sin saber recoger su cosecha. El PNV no es el ombligo de este país. Cualquier Manuel Zarauza podría haber sido un gran lehendakari. Y Akullu hubiera sido un honrado portavoz de gobierno. Pero, ¿te imaginas a Ibarretxe o a Imaz pilotando un Mig-3 sobre cualquier Leningrado?