PREFACIO A LA GUERRA CAMPESINA EN ALEMANIA
PREFACIO A LA SEGUNDA EDICION DE 1870
La presente obra fue escrita en Londres, en el verano de 1850, bajo la impresión directa de la contrarrevolución que acababa de consumarse; apareció en los números 5 y 6 de la "Neue Rheinische Zeitung. Politisch-ökonomische Revue"[1] dirigida por Carlos Marx, Hamburgo, 1850. Mis amigos políticos de Alemania me piden su reedición, y atiendo a su deseo ya que, con gran sentimiento mío, la obra no ha perdido aún actualidad.
La obra no pretende dar un material nuevo, fruto de mis propias investigaciones. Por el contrario, todo el material que se refiere a las insurrecciones campesinas y a Tomás Münzer ha sido tomado de Zimmermann.[2] A pesar de sus lagunas, el libro de este autor constituye la mejor recopilación de datos aparecida hasta la fecha. Además, el viejo Zimmermann trata la materia con mucha cariño. El mismo instinto revolucionario que le obliga a lo largo de todo el libro a erigirse en campeón de las clases oprimidas, le convierte más tarde en uno de los mejores representantes de la extrema izquierda [3] en Francfort.
4 Y a pesar de que a la exposición que nos ofrece Zimmermann le falta cohesión interna; de que no logra presentarnos las cuestiones religiosas y políticas que se debatían en aquella época como un reflejo de la lucha de clases del momento; de que no ve en esa lucha de clases más que opresores y oprimidos, malos y buenos, con el triunfo final de los malos; de que su comprensión de las relaciones sociales que determinan el origen y el desenlace de la lucha es muy incompleta, todo esto no son más que defectos propios de la época en que apareció el libro. Por el contrario, en medio de las obras históricas idealistas alemanas de aquellos tiempos, el libro constituye una excepción digna de elogio y está escrito de un modo muy realista.
En mi exposición, en la que me limito a describir a grandes rasgos el curso histórico de la lucha, trato de explicar el origen de la guerra campesina, la posición ocupada por los diferentes partidos que intervenían en ella, las teorías políticas y religiosas con que estos partidos procuraban explicarse ellos mismos su posición y, por último, el propio desenlace de la lucha como una consecuencia necesaria de las condiciones históricas de la vida social de estas clases en aquella época. En otros términos, trato de demostrar que el régimen político de Alemania de aquellos tiempos, las sublevaciones contra este régimen y las teorías políticas y religiosas de la época no eran la causa, sino la consecuencia del grado de desarrollo en que se encontraban entonces en Alemania la agricultura, la industria, las vías de comunicación terrestres, fluviales y marítimas, el comercio y la circulación del dinero.
5 Esta concepción de la Historia —la única concepción materialista— no ha sido creada por mí, sino que pertenece a Marx y forma asimismo la base de sus trabajos sobre la revolución francesa de 1848-1849,[4]* publicados en la misma revista, y de "El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte".[5]*
El paralelo entre la revolución alemana de 1525 y la revolución de 1848-1849 saltaba demasiado a la vista para que yo pudiese renunciar por completo a él. Sin embargo, al lado de la semejanza en el curso general de los acontecimientos, cuando tanto en un caso como en otro el mismo ejército de un príncipe iba aplastando una tras otra las diversas insurrecciones locales, y a pesar de la semejanza, muchas veces cómica, que presenta la conducta observada en ambos casos por los vecinos de la ciudad, las diferencias entre ambas revoluciones son claras y patentes:
«¿Quién se aprovechó de la revolución de 1525? Los príncipes. ¿Quién se aprovechó de la revolución de 1848? Los grandes soberanos, Austria y Prusia. Detrás de los pequeños príncipes de 1525 estaban los pequeños vecinos de la ciudad, a quienes aquéllos estaban atados por los impuestos; detrás de los grandes soberanos de 1850, detrás de Austria y Prusia está, sometiéndolas rápidamente por medio de la deuda pública, la gran burguesía moderna. Y detrás de la gran burguesía está el proletariado». [6]*
Por desgracia, debo decir que con esta afirmación hice demasiado honor a la burguesía alemana, la cual tanto en Austria como en Prusia había tenido la ocasión de «someter rápidamente» la monarquía «a través de la deuda pública» pero que nunca ni en ninguna parte aprovechó esta oportunidad.
6 A raíz de la guerra de 1866,[7] Austria cayó como un regalo en manos de la burguesía. Pero ésta no sabe dominar, es impotente e incapaz de hacer nada. Lo único que sabe hacer es vomitar furia contra los obreros en cuanto éstos se ponen en movimiento. Y si sigue empuñando el timón del poder, es únicamente porque los húngaros la necesitan.
¿Y en Prusia? Cierto es que la deuda pública ha subido vertiginosamente, que el déficit es un fenómeno crónico, que los gastos del Estado crecen de año en año, que la burguesía tiene la mayoría en la dieta, que sin su consentimiento no se pueden elevar los impuestos ni contratar empréstitos, pero, ¿dónde está, a pesar de todo, su poder sobre el Estado? Apenas hace unos cuantos meses, cuando el Estado se hallaba otra vez en déficit, la posición de la burguesía era de lo más ventajosa. De haber mostrado tan sólo un poco de firmeza hubiese podido lograr grandes concesiones. Pero, ¿qué hizo? Consideró como una concesión suficiente el que el Gobierno le permitiese poner a sus pies cerca de nueve millones, y no por un solo año, sino como aportación anual para todos los años futuros.
No quiero fustigar a los pobres «nacional-liberales»[8] de la dieta más de lo que se merecen. Yo sé que han sido abandonados por los que están detrás de ellos, por la masa de la burguesía. Esta masa no quiere gobernar. Los recuerdos de 1848 están demasiado frescos en su memoria.
7 Más adelante diremos por qué la burguesía alemana manifiesta tanta cobardía.
En otros aspectos, la afirmación que hemos hecho más arriba se ha confirmado plenamente. Como vemos, a partir de 1850, los pequeños Estados van pasando más y más decididamente a segundo plano, y ya no sirven más que de palancas para las intrigas prusianas y austriacas. La lucha entre Austria y Prusia por la hegemonía es cada vez más encarnizada, y, finalmente, en 1866, llega la solución violenta, por la que Austria conserva sus propias provincias. Prusia sojuzga directa o indirectamente todo el Norte, mientras que los tres Estados Suroccidentales [9]* quedan por el momento de puertas afuera.
En toda esta representación pública, lo único que tiene importancia para la clase obrera alemana es lo siguiente:
En primer lugar, que, gracias al sufragio universal, los obreros obtuvieron la posibilidad de estar directamente representados en la Asamblea Legislativa.
En segundo lugar, que Prusia dio un buen ejemplo al tragarse otras tres coronas[10]* por la gracia de Dios. Ni siquiera los nacional-liberales creen ahora que después de esta operación Prusia conserva aún aquella inmaculada corona por la gracia de Dios que se atribuía antes.
En tercer lugar, que en Alemania no existe más que un adversario serio de la revolución: el Gobierno prusiano.
Y en cuarto lugar, que los germano-austriacos deben plantearse y decidir de una vez para siempre qué es lo que quieren ser: alemanes o austriacos; qué es lo que prefieren: Alemania o sus apéndices extra-alemanes transleitanos. Era evidente desde hacía tiempo que debían renunciar a una o a los otros, pero este hecho siempre había sido velado por la democracia pequeñoburguesa.
8 Por lo que respecta a las demás cuestiones importantes en litigio y relacionadas con 1866, cuestiones discutidas desde entonces hasta la saciedad entre los «nacional-liberales» y el «Partido Popular»,[11] la historia de los años siguientes demostró palmariamente que estos puntos de vista habían combatido entre sí con tanta violencia únicamente por representar los dos polos opuestos de una misma mediocridad.
El año 1866 no modificó casi nada las condiciones sociales de Alemania. Las escasas reformas burguesas —el sistema único de pesas y medidas, la libertad de residencia, la libertad de industria, etc.—, todas ellas limitadas a los marcos señalados por la burocracia, no llegan aún a lo alcanzado desde hace tiempo por la burguesía de los otros países de la Europa Occidental y dejan en pie el mal principal: el sistema burocrático de concesiones.[12] Por lo demás, para el proletariado la práctica policíaca al uso hizo completamente ilusorias todas esas leyes sobre la libertad de residencia, el derecho de ciudadanía, la supresión de los pasaportes, etc.
Mucha mayor importancia que toda esta representación pública de 1866 fue la que tuvo el desarrollo que, a partir de 1848, adquieren en Alemania la industria, el comercio, los ferrocarriles, el telégrafo y la navegación transoceánica. Por mucho que estos éxitos quedasen a la zaga de los logrados durante ese mismo tiempo por Inglaterra e incluso por Francia, no tenían, sin embargo, precedentes en la historia de Alemania, y dieron a este país en veinte años mucho más de lo que antes le había dado un siglo entero.
9 Ahora es cuando Alemania se incorpora resuelta y decididamente al comercio mundial. Multiplícanse rápidamente los capitales de los industriales y sube en consonancia la posición social de la burguesía. El síntoma más seguro de la prosperidad industrial, la especulación, florece esplendorosamente y encadena a condes y duques a su carro triunfal. Ahora, el capital alemán —¡que la tierra le sea leve!— está construyendo ferrocarriles en Rusia y en Rumania, mientras que hace tan sólo quince años los ferrocarriles alemanes tenían que implorar la ayuda de los empresarios ingleses. ¿Cómo ha podido ocurrir, pues, que la burguesía no haya conquistado también el poder político, que su conducta frente al Gobierno sea tan pusilánime?
La desgracia de la burguesía alemana consiste en que, siguiendo la costumbre favorita alemana, llega demasiado tarde. Su florecimiento ha coincidido con el período en que la burguesía de los otros países de la Europa Occidental se halla políticamente en declive. En Inglaterra, la burguesía no ha podido llevar a su verdadero representante Bright al Gobierno más que ampliando el derecho electoral, medida que por sus consecuencias debe poner fin a toda la dominación burguesa. En Francia, donde la burguesía como tal, como clase, no pudo dominar más que dos años bajo la república, 1849 y 1850, sólo logró prolongar su existencia social cediendo su dominación política a Luis Bonaparte y al ejército. Dado el extraordinario desarrollo alcanzado por las influencias recíprocas de los tres países más avanzados de Europa, es ya completamente imposible que la burguesía pueda implantar cómodamente la dominación política en Alemania cuando en Inglaterra y en Francia esa dominación ya ha caducado.
La particularidad que distingue a la burguesía de todas las demás clases dominantes que la han precedido consiste precisamente en que en su desarrollo existe un punto de viraje, tras el cual todo aumento de sus medios de poder, y por tanto de sus capitales en primer término, tan sólo contribuye a hacerla cada vez más incapaz para la dominación política. «Tras la gran burguesía está el proletariado».
10 En la medida en que la burguesía desarrolla su industria, su comercio y sus medios de comunicación, en la misma medida engendra al proletariado. Y al llegar a un determinado momento, que no es el mismo en todas partes ni tampoco es obligatorio para una determinada fase de desarrollo, la burguesía comienza a darse cuenta de que su inseparable acompañante, el proletariado, empieza a sobrepasarla. Desde ese momento pierde la capacidad de ejercer la dominación política exclusiva, y busca en torno suyo aliados, con quienes comparte su dominación, o a quienes, según las circunstancias, se la cede por completo.
En Alemania, ese punto de viraje ya había llegado para la burguesía en 1848. Aunque bien es cierto que en aquel entonces la burguesía alemana no se asustó tanto del proletariado alemán como del proletariado francés. Los combates de junio de 1848 [13] en París le enseñaron qué era lo que la esperaba. La agitación del proletariado alemán era suficiente para demostrarle que en Alemania habían sido arrojadas las semillas capaces de dar la misma cosecha. Y a partir de ese momento quedó embotado el filo de la acción política de la burguesía alemana. Esta empezó a buscar aliados y a venderse por cualquier precio; y de entonces acá no ha avanzado un solo paso.
[1] "Neue Rheinische Zeitung. Politisch-ökonomische Revue" («Nueva Gaceta del Rin. Revista de política y economía»), órgano teórico de la Liga de los Comunistas, fundado por Marx y Engels. Se publicó en diciembre de 1849 a noviembre de 1850. Vieron la luz seis números de la revista.
[2] El libro de Zimmermann "Allgemeine Geschichte des grosen Bauernkrieges" («Historia general de la gran guerra campesina») se publicó en Stuttgart en 1841-1843, en tres partes.
[3] Trátase del ala izquierda extrema de la Asamblea Nacional de Alemania que se reunía en Francfort del Meno durante la revolución de 1848-1849; representaba preferentemente los intereses de la pequeña burguesía, pero contaba con el apoyo de una parte de los obreros alemanes. La misión principal de la Asamblea era acabar con el fraccionamiento político del país y elaborar una constitución para toda Alemania. Pero, en virtud de la pusilanimidad y las vacilaciones de la mayoría liberal, la Asamblea no se atrevió a tomar en sus manos el poder supremo del país y no supo adoptar una actitud resuelta en los problemas fundamentales de la revolución alemana. El 30 de mayo de 1849, la Asamblea tuvo que trasladar su sede a Stuttgart. El 18 de junio de 1849 fue disuelta por las tropas.167
[4] * C. Marx. "Las luchas de clases en Francia" (véase la presente edición [Obras Escogidas de Marx-Engels en 3 tomos, Editorial Progreso, Moscú], t. I, págs. 209-306). (N. de la Edit.)
[5] * Véase la presente edición [Obras Escogidas de Marx-Engels en 3 tomos, Editorial Progreso, Moscú], t. 1, págs. 408-498. (N. de la Edit.)
[6] * F. Engels. "La guerra campesina en Alemania". (N. de la Edit.) 5
[7] Después de la derrota en la guerra austro-prusiana de 1866, al recrudecer la crisis del multinacional Estado de Austria, las clases gobernantes del país pactaron con los terratenientes de Hungría y firmaron en 1867 un acuerdo de formación de la doble monarquía de Austria-Hungría.
[8] Los nacional-liberales constituían el partido de la burguesía alemana fundado en el otoño de 1866. Se planteaban como objetivo fundamental agrupar los Estados alemanes bajo la supremacía de Prusia; su política reflejaba la capitulación de la burguesía liberal alemana ante Bismarck.
[9] *Baviera, Baden, Würtemberg. (N. de la Edit.
[10] * Hannover, Hessen-Kassel, Nassau. (N. de la Edit.)
[11] El Partido Popular Alemán surgió en 1865 y constaba de elementos democráticos de la pequeña burguesía y, en parte, de la burguesía, principalmente de los Estados del Sur de Alemania. El partido se oponía al establecimiento de la hegemonía de Prusia en Alemania y defendía el plan de la llamada «Gran Alemania», en la que debían entrar tanto Prusia como Austria. Al preconizar la idea del Estado alemán federal, el partido estaba en contra de la unificación de Alemania como república democrática centralizada
[12] A mediados de los años 60 del siglo XIX, en Prusia, se estableció, para varias ramas de la industria, un sistema de permisos especiales (concesiones), sin los cuales nadie podía dedicarse a actividades industriales. Esta legislación industrial semimedieval suponía una traba para el desarrollo del capitalismo.
[13] La insurrección de Junio, heroica insurrección de los obreros de París el 23-26 de junio de 1848, reprimida con inaudita crueldad por la burguesía francesa, fue la primera gran guerra civil entre el proletariado y la burguesía.
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