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FEDERICO ENGELS

 

ADVERTENCIA PRELIMINAR

 

«¡Su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra!".

Estas palabras, que Engels pronunció ante la tumba de su amigo Carlos Marx, valen plenamente para él mismo. Su obra es tan inseparable de la obra teórica y práctica de Marx como lo es el legado de ambos recogido en la obra de Vladímir Ilich Lenin y en las luchas del movimiento comunista y obrero contemporáneo.

La concepción científica del mundo, la ideología de la clase obrera, es obra de Marx y de Engels. En un principio, investigando ambos independientemente uno de otro, llegaron por diferentes caminos a las mismas conclusiones y más tarde, en estrecha comunidad de trabajo y de lucha, revolucionaron las ciencias al descubrir las leyes fundamentales del desarrollo de la sociedad, la naturaleza y el pensamiento. Junto con Marx, Engels descubrió que es misión histórica de la clase obrera sustituir al capitalismo, establecer su propio poder político para liberar así a todo el pueblo del azote de la explotación, y edificar una sociedad verdaderamente humana: la del socialismo y el comunismo. Conjuntamente con Marx, Engels fundamentó la estrategia y la táctica de la clase obrera en la lucha por su liberación y descubrió en el partido de clase revolucionario el instrumento decisivo para esa emancipación. Conjuntamente con Marx, Engels creó la Liga de los Comunistas, el primer partido de la clase obrera; al frente de la Primera Internacional participó en la formación de partidos obreros y revolucionarios en diferentes países y, más tarde, después de la muerte de Marx, fue, como dijo Bebel, el "dirigente internacional del proletariado con conciencia de clase". Ya casi a los setenta años de edad fue uno de los fundadores, y el orientador, de la Segunda Internacional. Al lado de Marx, Engels combatió en la revolución de 1848-49, y desde la década del sesenta hasta su muerte, por un futuro de paz y democracia para Alemania. No obstante vivir en el exilio durante decenios, Engels permaneció siempre unido a su pueblo.

Esta biografía es la de un hombre que, como dijo Lenin, fue después de la muerte de Marx “el más notable sabio y maestro del proletariado contemporáneo". Con ella tratamos de hacerlo conocer por todos los que hoy, como ciudadanos de la República Democrática Alemana, bajo la dirección del Partido Socialista Unificado de Alemania, cumplen el legado de Engels en la edificación de la sociedad socialista avanzada, y por los que prosiguen su obra en otros frentes de la lucha mundial por un orden humano libre de explotación, opresión y guerras. Este libro quiere que tanto el joven inquieto en busca de su camino como el hombre maduro conozcan al infatigable estudioso y constante maestro, al amigo desinteresado y compañero entusiasta, al defensor de los obreros y fundador, con Marx, de su partido de clase, al científico y revolucionario, al ferviente patriota y apasionado internacionalista proletario, al pensador y combatiente.

La obra de Marx y Engels es una sola y misma obra. Pero, no obstante estar fundidos el pensamiento y la obra de ambos, cada uno de ellos presenta una personalidad propia y bien definida. Por ello, este libro está dedicado exclusivamente a la biografía de Engels, pero ésta quedará incompleta si el lector no la complementa con el conocimiento de la vida y la obra de Marx.

Aún en vida de Marx y Engels, hubo ya ideólogos burgueses que intentaron oponerlos entre sí, inventar contradicciones entre las ideas de uno y otro o hacer de Engels un mero simplificador del pensamiento marxista. Los actuales falsificadores de Marx y Engels, forzados por la victoriosa trayectoria universal del marxismo-leninismo, han desarrollado y perfeccionado esos intentos. Se quiere falsificar la vida y la obra de Engels —como las de Marx y las de Lenin— de modo de poder aprovecharlas para atacar las bases teóricas y políticas fundamentales del movimiento obrero y revolucionario y, sobre todo, las de los países socialistas.   

Frente a tales falsificaciones, en la presente biografía dejamos que hablen los hechos y el propio Engels, cuyas palabras citamos lo más frecuentemente posible. Los hechos testifican, inequívocamente, que Engels, el genial compañero de Marx, tiene una gran parte propia en la elaboración y desarrollo del comunismo científico. Enriqueció la teoría revolucionaria de la clase obrera con decisivas aportaciones y nuevos descubrimientos científicos en los campos de la filosofía y la economía política, así como de la teoría de la lucha de clases y del socialismo. Y grandes son sus méritos en la generalización filosófica de conocimientos de las ciencias naturales, en el desarrollo y aplicación del materialismo histórico, en la elaboración de la teoría militar proletaria, en el esclarecimiento de cuestiones fundamentales de la lingüística y la estética.

Lo que Engels tanto apreciaba en Marx, su amigo y compañero de lucha, en igual medida a él le corresponde. Tampoco el científico Engels fue, "ni con mucho, la mitad del hombre". También él fue, "ante todo, un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo [...] a la emancipación del proletariado moderno [...]: tal era la verdadera misión de su vida". La unidad, inherente al marxismo, de teoría y práctica, de conocimiento y acción, es cumplida por Engels al lado de Marx al participar en la creación y elaboración de la teoría del partido y, simultáneamente, al actuar durante decenios como dirigente del movimiento obrero internacional.

Hasta el final de su vida, Engels defendió firmemente el principio determinante del comunismo científico, desarrollado por Marx y por él, de que la misión histórica universal de la clase obrera es el derrocamiento del capitalismo y la construcción de la sociedad socialista, misión que sólo puede ser cumplida por el camino de la lucha de clases revolucionaria bajo la dirección de un partido obrero guiado por la teoría científica del proletariado, la cual demuestra que el socialismo exige la socialización de los medios de producción y sólo puede ser realizado cuando la clase obrera ha conquistado el poder político y lo asegura y fortalece continuamente en forma de dictadura del proletariado y en apretada alianza con todos los demás trabajadores.

En estrecha colaboración con Marx, aplicando magistralmente el materialismo dialéctico, Engels hizo un profundo análisis de la sociedad capitalista de su tiempo, de su tendencia a transformarse en capitalismo monopolista y de su necesaria sustitución por el socialismo. Mediante ese análisis pudo descubrir previsoramente importantes leyes generales de la sociedad socialista y comunista, leyes generales que hoy son utilizadas y aplicadas creadoramente por los partidos marxistas-leninistas en la estructuración de la nueva vida del socialismo y el comunismo.

Estos hechos son indudables, pueden ser comprobados por todos, y las artimañas de los ideólogos imperialistas, oportunistas o revisionistas, por refinadas que sean, no los harán desaparecer.

También es un hecho que la teoría elaborada por Marx y Engels y desarrollada por Lenin ha sido probada miles de veces en la práctica, que es, en última instancia, la piedra de toque de todo conocimiento. En todas partes donde la clase obrera, conducida por su partido marxista-leninista, rige su acción por el comunismo científico y lo aplica creadoramente a las nuevas condiciones de la lucha de clases, logra éxitos en el combate contra el imperialismo y por el progreso social; y allí donde, en alianza con los demás trabajadores, ha barrido para siempre la explotación y la opresión de la vida de la sociedad, se afirman y fortalecen el poder estatal socialista y el poder económico del socialismo. Nuestra República Democrática Alemana —donde bajo la dirección del Partido Socialista Unificado de Alemania el pueblo trabajador ejerce el poder, fortalece y protege su Estado, y donde sobre la base de las relaciones de producción socialistas surgen nuevas relaciones sociales, humanas— es una convincente demostración de cuán viva, real y triunfante es la teoría del marxismo-leninismo, uno de cuyos fundadores fue Federico Engels.

Aunque no alcanzaron a ver cumplido el objetivo de su lucha —una sociedad socialista libre de la explotación, de la opresión y de guerras—, las leyes del desarrollo histórico descubiertas por Marx y Engels se cumplieron, no obstante el cruel terror y la refinada demagogia de las clases explotadoras. Hoy existe un sistema mundial socialista en continuo crecimiento y cada vez más poderoso, cuyo centro y manantial de fuerza es la Unión Soviética, la más grande conquista de la clase obrera Internacional. Hoy existe, en el corazón de Europa, en el país cuna de Federico Engels, la socialista República Democrática Alemana, la más grande conquista del pueblo alemán. Y hoy casi no hay rincón en el mundo donde no se conozcan el nombre de Engels y la significación de su obra. Desde el Octubre Rojo se ha demostrado lo que Engels, a los setenta y tres años de edad, predijo el 24 de septiembre de 1894 en una carta de saludo a los socialistas sicilianos:

"La aurora de una nueva y mejor sociedad se levanta luminosa para las clases oprimidas de todos los países. Y por todas partes los explotados cierran sus filas; en todas partes, por encima de las fronteras y por encima de los diferentes idiomas, se tienden la mano. Se forma el ejército del proletariado internacional y el próximo siglo, ya cercano, lo conducirá a la victoria".

Este libro, como exposición biográfica orientada a las masas, sólo puede trazar con pinceladas concisas la vida y la obra de Federico Engels y su significación para la clase obrera internacional, especialmente para la clase obrera alemana, y para una Alemania socialista. Habrá logrado su objetivo si contribuye a que muchos ciudadanos de nuestra república, sobre todo los jóvenes, y también lectores de la República Federal, no sólo acrecienten sus conocimientos sobre Engels, sino que además se sientan unidos en el amor y la veneración a este hijo preclaro del pueblo alemán; si induce a algunos lectores a compenetrarse de los escritos de Marx y Engels; si llega a ser una contribución útil para una futura gran biografía de Marx y Engels.

 

CAPÍTULO I. 1820-1842


 

Infancia y juventud


Federico Engels nació el 28 de noviembre de 1820, en Barmen. La ciudad que lo vio nacer, situada en el valle del Wupper, lindaba directamente con Elberfeld. Ambas ciudades, que hoy constituyen un conglomerado urbano que desde 1930 recibe el nombre de Wuppertal, pertenecían a Prusia desde 1815, a raíz del Congreso de Viena. Al nacer Engels, tenían entre las dos más de 40.000 habitantes y eran ya un importante centro de la industria textil.

A diferencia de esa provincia renana, el resto de Prusia era todavía una región predominantemente agraria. Como en otros Estados alemanes (existían entonces en el territorio alemán 34 principados y reinos soberanos y cuatro ciudades libres), en Prusia dominaban relaciones feudales absolutistas, caracterizadas por el sometimiento económica y político de los campesinos a los grandes terratenientes, los junkers. Los príncipes y junkers, beneficiarios de la dispersión política de Alemania, trataban por todos los medios de mantener las relaciones feudales existentes y reprimían brutalmente toda manifestación opositora. Sin embargo, no pudieron impedir que paso a paso se fuera imponiendo el nuevo modo de producción capitalista y que con ello se acrecentase la contradicción entre la burguesía y la aristocracia feudal. Suprimir el dominio feudal y crear en su lugar un Estado nacional alemán burgués unido se constituyó en una necesidad histórica.

En la provincia prusiana del Rin, las relaciones y el lastre feudales habían sido suprimidos ya desde principios del siglo XIX, a consecuencia de la Revolución Francesa y del imperio de Napoleón. En ella predominaba la libertad industrial capitalista y habían desaparecido los privilegios feudales de la Iglesia y de la nobleza. Regía el derecho burgués adoptado en Francia, con tribunales de jurados y procesos públicos. Formalmente, había hasta libertad de enseñanza y de prensa.

Dada la existencia de tales relaciones burguesas en la ciudad y en el campo, el desarrollo capitalista de la provincia renana experimentó un constante crecimiento. Con ello, la nueva contradicción de clases surgió allí más agudamente que en otras partes de Alemania, con la aparición de dos clases nuevas: la clase obrera y la burguesía.

La industria capitalista también imprimió su sello a la vida en Barmen y Elberfeld. En los años treinta funcionaban unas doscientas fábricas medianas y pequeñas, sobre todo tejedurías, tintorerías e hilanderías. Fabricaban artículos de seda y semiseda y elaboraban el algodón. Gozaban de mucha fama los "artículos de Barmen", como eran llamados los encajes, cintas, cordones y torzales que allí se fabricaban. La clase obrera vivía en difíciles, penosas condiciones. Por su trabajo, un tejedor de algodón obtenía cada semana no más de dos táleros; un tejedor de cintas, aun menos. Dos táleros aproximadamente costaba entonces un quintal de patatas. Ante los telares se afanaban no sólo hombres y mujeres, sino también niños, mucho de éstos no mayores de seis años. Ninguno de esos niños pudo ir a la escuela, pasaron la mayor parte de su infancia en las fábricas. En Elberfeld trabajaban casi la mitad del total de niños en edad escolar.

La burguesía de Barmen y Elberfeld explotaba a los trabajadores al máximo, cuanto más que debía asegurarse sus ganancias en la competencia con los industriales ingleses, cuyas mercancías dominaban los mercados del continente europeo. La revolución industrial que desde Inglaterra, la patria de la industria capitalista, invadió Alemania, condujo, ciertamente, a un rápido desarrollo de las fuerzas productivas, pero al mismo tiempo acrecentó la miseria de las masas trabajadoras. La introducción de las máquinas en la industria arruinó el ampliamente extendido artesanado doméstico, lo que tuvo como consecuencia que en la década del 20 del siglo XIX, miles de tejedores e hilanderos de Barmen y Elberfeld quedaran sin trabajo.

Así es cómo en Alemania, junto con la contradicción principal entre la burguesía y la clase feudal, también se desarrolló inconteniblemente la contradicción entre el proletariado y la burguesía.

Pese a que como clase estaba destinada a acabar con el dominio feudal, en las décadas del 20 y el 30 la burguesía renana no libró una lucha política enérgica, sino que puso todo su interés en el desarrollo de la industria y el comercio, en el aumento de sus beneficios. Cuando, a instancias suyas, Prusia fundó en 1834 la Unión Aduanera Alemana, que amplió el campo a esas actividades, la burguesía renana se resignó temporalmente a aceptar el reaccionario dominio feudal de Prusia, y para defender sus derechos ante los golpes de los junkers se conformó con enviar protestas a las Dietas y memoriales a la Corte prusiana.

En el medio cultural burgués de Barmen y Elberfeld predominaba la música, y en los teatros de Elberfeld se habían entronizado la ópera y la comedia. Sin embargo, la vida espiritual en ambas ciudades estaba imbuida de un pietismo "odioso y repugnante".[1]Esa corriente religiosa, derivada del protestantismo, surgió a fines del siglo XVII y, como expresión ideológica de la burguesía naciente, ejerció en un principio una función progresista y reformadora. Sus predicadores oponían a las teorías eclesiásticas dominantes, un cristianismo práctico y democrático que reclamaba de sus adherentes una vida de piedad y, sobre todo, laboriosa. Pero, con el tiempo, el pietismo cayó cada vez más en el fanatismo religioso hasta volverse contra el ideario progresista de la Ilustración burguesa. Los pietistas del valle del Wupper llevaban al extremo las teorías de la nulidad del hombre terrenal y hacían a las propias masas trabajadoras responsables de su triste situación: el que vivieran en pecado era la única y última causa de sus dolores y de su miseria. Toda inquietud espiritual contraria a sus dogmas era condenada como obra del demonio; los más fervientes pietistas llegaban hasta a declarar artificios diabólicos al teatro y la música.   

En ese medio creció Federico Engels. Su padre, que también se llamaba Federico, trabajó primeramente en la dirección de la fábrica paterna: Caspar Engels und Söhne (Gaspar Engels e hijos). En 1837 se independizó y fundó en Manchester (Inglaterra) —y unos años más tarde en Engelskirchen, al este de Colonia, en Alemania—, conjuntamente con varios hermanos de la familia Ermen, la hilandería de algodón Ermen & Engels. La familia Engels, establecida desde el siglo XVI en la región, era allí muy bien considerada. El abuelo de Engels fue nombrado en 1808, por decreto de las autoridades francesas, consejero municipal, cargo que también desempeñó bajo el dominio prusiano; fue asimismo uno de los fundadores de la comunidad religiosa unitaria de Barmen. El sentimiento prusiano y la tradición religiosa estaban firmemente enraizados en la familia.

La madre de Federico Engels, Elisabeth Franziska Mauritia van Haar, procedía de una familia de filólogos y su padre, descendiente de holandeses, era rector del Gimnasio de Hamm. Mujer instruida, amante de la música y la literatura, con especial aprecio por Goethe y su obra, Elisabeth Engels estaba también dotada de un excelente sentido del humor. Fue una madre comprensiva y bondadosa para sus ocho hijos, cuatro varones y cuatro mujeres, nacidos entre 1820 y 1834. Federico fue, pues, el primogénito. Amó a su madre de todo corazón, "con el más entrañable sentimiento humano”.[2]De sus hermanos, a quien más quiso fue a Marie, la tercera en nacer.

 

[1]F. Engels: Cartas desde el valle de Wupper. En MEW,Dietz Verlag,Berlín, 1961, t. 1, pág. 417.

 

[2]Engels a Marx, 17-III-1845. En MEW, t. 27, pág. 27.

 

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