INTRODUCCIÓN
CARLOS Marx es indivisible. Ello rige tanto para la unidad de la teoría que desarrolló junto con Federico Engels, el socialismo científico, como para la importancia de Marx y su obra en cada rincón de nuestro planeta y en la vida de la humanidad. Es cierto que Marx fue un hijo del pueblo alemán, y sus herederos en tierra alemana se enorgullecen de ello. Pero desde el momento en que nació, el marxismo fue —y sigue siendo— universal e internacional, y ello en más de un sentido.
Es universal porque en la creación de su teoría Marx y Engels se basaron en los últimos descubrimientos de la ciencia internacional, en especial la filosofía clásica alemana, la economía política clásica inglesa y las enseñanzas francesas sobre la lucha de clases, el socialismo y el comunismo; y porque elaboraron en forma crítica las ideas más avanzadas que regían en todos esos terrenos. Es universal porque Marx y Engels estudiaron durante toda su vida, y generalizaron, las experiencias de la clase obrera internacional, la experiencia de los obreros de cada uno de los países, y lo hicieron con el máximo cuidado. Es universal porque fue el primero en reconocer que el movimiento revolucionario de los trabajadores de los países desarrollados y el movimiento de liberación nacional de las colonias tienen intereses comunes y un enemigo común: la burguesía. Por último, y sobre todo, es universal porque en su descubrimiento de que la clase obrera tiene la misión histórica mundial de derribar al capitalismo y construir un orden socialista, Marx y Engels dejaron al desnudo leyes de desarrollo válidas para todas las naciones, para todos los países, para todos los pueblos.
El descubrimiento de Marx y Engels, de que la clase obrera "es la que abre las picadas de la nueva sociedad", condujo de manera muy natural al grito de combate "¡Trabajadores del mundo, uníos!" Los intereses y los objetivos comunes de la clase obrera exigen inevitablemente la acción común y la solidaridad internacional. Por eso todos los que reconocen la misión histórica mundial de la clase obrera son también internacionalistas proletarios y luchan de manera consciente por la unidad y la colaboración de los trabajadores de todos los países, así como de sus partidos comunistas y obreros. Tal es el resumen de las lecciones aprendidas en 125 años de luchas de clases. Tal es uno de los "secretos" del éxito mundial de las ideas de Marx, Engels y Lenin. Tal es, asimismo, la base de la inconmovible unidad que hoy cohesiona la lucha contra la explotación y la opresión imperialista, y la solidaridad fraternal de los trabajadores y hombres progresistas de todos los países para con la Unión Soviética y el sistema mundial del socialismo. El progreso triunfal del marxismo-leninismo en nuestro siglo confirma al mismo tiempo el hecho de que el internacionalismo proletario soportó con éxito la prueba de la historia y sigue haciéndolo todos los días.
La actividad de Marx fue tan universal e internacional como sus enseñanzas. Ya sea como creador del primer partido internacional del proletariado, o como dirigente de la Primera Internacional, o como teórico de la clase obrera internacional, o como respetado veterano en el nacimiento del partido alemán, el francés y otros partidos obreros nacionales, o en el tumulto de la revolución alemana, o como emigrado en París, Bruselas o Londres, su vida estuvo unida en todo momento, por miles de hilos, a la lucha mundial contra la explotación, la opresión y la guerra, y siempre fue el dirigente digno de confianza del movimiento obrero internacional. Él y su compañero de lucha, Federico Engels, establecieron la tesis, de validez permanente, de que la clase obrera necesita el internacionalismo proletario tal como el ser humano necesita el aire para respirar, y que la fuerza de cada uno de los movimientos y partidos obreros nacionales se basa asimismo en la inconmovible unidad y fraternal solidaridad del movimiento obrero internacional. Marx demostró con su propia persona la verdad vital de que el internacionalismo proletario y el verdadero patriotismo socialista no son antagónicos, sino que constituyen dos caras de la misma moneda, que la lucha por el socialismo incluye la lucha por la paz, y que todos los combatientes por la paz imbuidos del espíritu del humanismo encontrarán sus mejores aliados en los comunistas.
Ojalá esta biografía contribuya a consolidar ese concepto, válido para todos los países y continentes, para todos los hombres de conciencia para todos los que se preocupan por el futuro del género humano.
CAPÍTULO I. 1818-1843
El hogar paterno y la escuela
Estudiante en Bonn
La conquista de un joven poco común
El enfrentamiento con la "filosofía contemporánea"
Director de un periódico a los 24 años
El hogar paterno y la escuela
Carlos Marx nació el 5 de mayo de 1818 en Tréveris, sobre el Mosela. En esa época la ciudad de su nacimiento tenía 12.000 habitantes. Era el centro administrativo del distrito de Mosela, pobre en industria, ciudad, ante todo, de funcionarios del gobierno, comerciantes y artesanos. Fundada en tiempos de los romanos, Tréveris había sido durante siglos la sede de un arzobispo, que también era el Elector. Cuando visitó la ciudad a finales del siglo XVIII, Goethe escribió que "por dentro está comprimida, presionada por los muros de iglesias, capillas, conventos, colegios, los edificios de los caballeros y los frailes; por fuera está rodeada, más, sitiada por abadías, instituciones de caridad, monasterios cartujos".[1] Pero la revolución burguesa francesa también había dejado sus influencias sobre Tréveris. Tan profundas eran, que hasta la Prusia reaccionaria, a la cual el Congreso de los Príncipes de Viena de 1815 le entregó Renania, y también Tréveris, no pudo ya borrarlas.
10 En la década de 1790-1800, el ejército revolucionario francés desalojó a todos los señores feudales principescos y eclesiásticos de la región del Rin. Abolió la servidumbre, eliminó todas las cargas feudales y anunció la igualdad de todos —por cierto que sólo de todos los hombres— ante la ley. Desde entonces las ciudades y comunidades del país gozaban de derechos de administración autónoma más o menos amplios. En lugar de la obligación de ingresar en un gremio, regía la libertad en los oficios. En términos formales, existía inclusive la libertad educacional y de prensa. Con la adopción del código civil francés, se introdujo el juicio por jurado y los procedimientos judiciales públicos. Estas nuevas relaciones burguesas provocaron un ascenso de la industria y el comercio. Así, en Renania se desarrollaron las primeras fábricas de Alemania, y con ellas dos nuevas clases: la burguesía industrial y el moderno proletariado industrial.
Para los Junkers (aristocracia de los caballeros) prusianos, que dominaban el gobierno de Berlín y al rey, las conquistas civiles de los renanos eran como un espina clavada en la carne. Temían —y con razón— que las libertades civiles de la población del Rin pudiesen llegar a ser una lección concreta para los otros distritos de Prusia. Ello habría hecho peligrar el régimen de clase de los Junkers prusianos, y debilitado, por lo tanto, la posición que ocupaba Prusia, junto con Austria, en el Bund alemán organizado en 1815, una asociación poco definida de 34 principados y reinos, y cuatro Ciudades Libres.
Pero el rey prusiano tenía las manos atadas frente a las nuevas relaciones sociales y económicas que El capitalismo llevó al primer plano en la provincia del Rin. Mientras reforzaba el dominio del knut, la censura y el espíritu de subyugación en las zonas situadas al este del Elba y en la Alemania central, al comienzo se vio obligado a seguir una política en apariencia liberal con su provincia occidental recién adquirida. El gobierno de Berlín envió a Renania a funcionarios administrativos y judiciales tan educados y expertos como pudo encontrar. En apariencia como resultado de esa política, Ludwig von Westphalen, más tarde amigo paterno y suegro de Carlos Marx, también fue trasladado a Tréveris, en 1816, como consejero del gobierno prusiano.
11 Con sus medidas supuestamente liberales, el gobierno de Berlín abrigaba la esperanza de conquistar simpatías entre los ciudadanos del Rin y el Mosela. Pero muy pronto volvió a su ciega política reaccionaria de prusianización y trató a los renanos como habitantes de una provincia conquistada.
Carlos Marx nació en ese período de la más negra reacción. Pero creció en la provincia económica y políticamente más progresista de Prusia, y en medio de una familia imbuida del espíritu de la ilustración y la humanidad burgueses.
Su padre, Heinrich Marx, después de una juventud de dificultades y privaciones, se abrió paso hasta lograr el título de abogado. Había pasado de la fe judía a la protestante. Como Justizrat (título honorario de los abogados) y jefe electo de la organización de abogados de Tréveris, gozaba de gran prestigio entre sus conciudadanos. Educado, amigo de la literatura y la filosofía clásicas, estimaba en especial a Lessing, y a representantes de la Ilustración francesa como Voltaire y Rousseau, como los primeros combatientes intelectuales por el humanismo burgués. Sus concepciones filosóficas progresistas se combinaban con opiniones moderadas respecto de la libertad en el terreno político. Así, por ejemplo, era partidario de una Constitución liberal y una representación parlamentaria en Prusia, pero esperaba su concreción de manos del rey prusiano. Por cierto que las ideas políticas revolucionarias le eran ajenas. Al mismo tiempo era un "elemento sospechoso" para el gobierno prusiano, porque había mostrado su respeto por la bandera francesa y entonado la Marsellesa en "una reunión de un club literario", en enero de 1834.
La familia Marx no conoció apremios económicos. Heinrich Marx pudo garantizar a su amada esposa Henrietta y a sus hijos una existencia cómoda. Ello no siempre resultó fácil, ya que Henrietta dio a luz cuatro hijos y cinco hijas entre 1815 y 1826. Carlos fue el tercer hijo. El segundo fue Sophie, dos años mayor. El primer hijo de la familia, Moritz David, murió en 1819. De tal modo, Carlos era el hijo mayor. Sus padres lo querían profundamente, en particular Heinrich.
12 Aunque la familia creció con rapidez, Carlos siguió siendo su hijo favorito, a pesar de todas sus afectuosas preocupaciones por todos los ocho. Su madre lo llamaba Glückskind, hijo de la fortuna, bajo cuyas manos todo salía bien. Su padre hablaba de los maravillosos dones naturales de su hijo, y acariciaba el deseo de que Carlos siguiese sus huellas, llegara a ser lo que él anheló ser en su juventud: un gran jurista y erudito en leyes, un defensor, ampliamente respetado, de la razón y la humanidad.
A principios de 1820 la familia Marx se mudó de la casa número 664 de la Brückengasse (ahora Brückengasse número 10), en que nació Carlos a la casa número 1070 de la Simeonstrasse (ahora Simeonstrasse número 8). Entre sus hermanos y hermanas, Carlos tuvo una infancia alegre y despreocupada. Vivaz y divertido, correteaba con ellos en el jardín, o los conducía como a sus caballos, a todo galope, por el cercano Markusberg. Si bien le gustaba hacer bromas a sus hermanas, o aunque a veces las hacía blanco de su espíritu fogoso, también sabía cómo conquistar y apaciguar sus corazones fascinándolas con extraordinarios relatos.
En 1830, Heinrich Marx envió a su hijo Carlos, de 12 años, al Gimnasio Federico Guillermo de Tréveris (escuela de primeras letras). Era el año de la revolución de Julio en Francia. Para Carlos Marx fue el comienzo de una nueva etapa en la vida.
En 1815 el Gimnasio de Tréveris se encontraba bajo la jurisdicción del ministerio de Cultura prusiano, pero el gobierno de Berlín no consiguió cambiar el espíritu de la escuela para convertirlo en el de los Junkers del este del Elba. Ello lo debía la escuela, ante todo a su director, de orientación liberal, Johann Hugo Wyttenbach, quien sabía cómo cultivar la Ilustración y el Humanismo en su instituto. Por lo demás, las normas técnicas de la escuela eran elevadas, y muchos de sus maestros respetados hombres de ciencia.
Los condiscípulos del joven Carlos eran hijos de familias burguesas y de funcionarios; pero no pocos eran también hijos de artesanos y campesinos que querían llegar a ser sacerdotes o funcionarios gubernamentales. Carlos era en parte querido por sus compañeros de escuela, y en parte temido: "querido —como narraba más tarde su hija Eleanor, sobre la base de relatos hechos por sus padres y parientes—, porque siempre estaba pronto a dedicarse a bromas juveniles, y temido porque escribía punzantes versos satíricos y ridiculizaba a sus enemigos".[2] Según parece, sólo tenía relaciones más estrechas con Edgar von Westphalen, un tanto más joven, quien concurría también al Gimnasio y que fue su amigo hasta la muerte.
13 Esta amistad juvenil con Edgar von Westphalen no fue accidental, ya que la familia del consejero del gobierno, Ludwig von Westphalen, y la de Heinrich Marx, se conocían desde hacía tiempo. Ludwig von Westphalen —en total contradicción con la mayoría de sus colegas de su misma posición: social y profesión— era un hombre muy educado, imbuido de ideas liberales. Sus antecesores paternos provenían de la clase media alemana, pero su padre se había elevado hasta la aristocracia gracias a sus destacados servicios militares. A pesar de su orgullo de hombre del común, aceptó el ascenso para poder casarse con la mujer de su elección, la hija de una aristocrática familia escocesa.
El hogar de la familia von Westphalen se encontraba en Roemerstrasse (ahora Paulinstrasse), a pocos minutos de distancia de la casa de los Marx.
Los hijos de ambas familias se habían hecho amigos a edad temprana. Sophie, la hermana de Carlos, conquistó, la confianza y la amistad de Jenny von Westphalen, dos años mayor, y entre Carlos y Jenny también se desarrolló un profundo apego. Los muchachos y las chicas se reunían a menudo para divertirse y jugar. Pero el escolar Carlos no se sentía atraído sólo hacia Edgar y Jenny; experimentaba una atracción no menor hacia el padre de éstos. Ludwig von Westphalen había llegado a querer al precoz hijo de su vecino, y a su vez Carlos lo respetaba como a un segundo padre. El consejero del gobierno adoraba La Ilíada y La odisea de Homero. Conocía de memoria pasajes enteros de Shakespeare, tanto en inglés como en alemán, y tenía un apego especial por el romanticismo.
14 Por sobre todo, sabía cómo infundir en otros su entusiasmo por la literatura humanista (incluidos los jóvenes entre esos otros). Nada podía ser más natural para Carlos, con su sed de conocimientos, que recibir el estímulo de su amigo de más edad, que su escuela, y aun, en ciertos sentidos, su hogar paterno, no podían ofrecerle. Pero no sólo en literatura abrió el padre de Jenny nuevos mundos ante el joven Carlos. El consejero del gobierno también se interesaba por los problemas sociales, y Carlos, como niño cuyo trayecto a la escuela pasaba por la zona del mercado, habitada por campesinos pobres, y quien en sus vagabundeos veía el hambre en el barrio pobre de la ciudad, escuchaba con atención cuando su mentor deploraba la situación en que debían vivir muchos conciudadanos de Tréveris. Décadas después Marx recordaría que en la casa de los Westphalen fue donde primero conoció las ideas de Saint-Simon, el socialista utópico francés.
Pero por interesantes que fuesen sus conversaciones con su padre sobre el mundo humanista de las ideas de un Voltaire, un Lessing o un Goethe, y por emocionantes que resultaran las incursiones con von Westphalen por el mundo del romanticismo, la escuela era ahora la principal preocupación del joven Carlos. Allí era necesario dar pruebas de uno mismo. De estudiante, Marx poseía el talento de entender las cosas con facilidad, y llegó al último grado sin dificultades y con buenas calificaciones. Se graduó en septiembre de 1837, cuando apenas contaba 17 años. En sus observaciones sobre sus exámenes finales, la Real Comisión Examinadora decía:
"Tiene dotes, y muestra una muy elogiable contracción al trabajo en idiomas antiguos, en alemán e historia, una elogiable capacidad para las matemáticas, y una muy escasa aplicación para el francés". La comisión le otorgaba el título de graduación "en la esperanza de que satisfaga las favorables expectativas que sus dotes justifican".[3]
15 Entre sus trabajos escritos, el ensayo de alemán era el más destacado. El tema era: "Pensamiento de un joven en la elección de una profesión". El joven Marx condenaba la elección de una profesión basada sólo en el egoísmo o en consideraciones materiales. "La historia —escribía— designa como sus más grandes hombres a quienes, al trabajar por el interés general, al mismo tiempo se elevaron; la experiencia muestra que los más afortunados son quienes dan la felicidad a mayor número de personas." [4] Servir a la humanidad y humanizar el mundo: así entendía el deber y la dicha en la vida el joven de 17 años.
Esos eran los pensamientos que su maestro Wyttenbach discutía a menudo con sus estudiantes. Pero el Marx en maduración reconoció asimismo que la elección de una profesión no dependía sólo de los esfuerzos del individuo: "No siempre podemos llegar a la ubicación a que nos creemos llamados; nuestras relaciones con la sociedad ya han comenzado, hasta cierto punto, antes que nos encontremos en condiciones de determinarlas".[5] Este pensamiento revela que el graduado del Gimnasio ya empezaba a adquirir conciencia de la importancia de las relaciones sociales para los seres humanos. Así, pues, terminaba el ensayo con las siguientes palabras: "Si elegimos una obra en la cual podemos realizar el máximo para la humanidad, carga alguna podrá doblegarnos, porque sólo es un sacrificio en bien de todos; y entonces no gozaremos de alegrías pobres, limitadas, egoístas, porque nuestra dicha pertenece a millones, nuestras obras perduran, actúan eternamente, y nuestras cenizas son regadas por las quemantes lágrimas de nobles seres humanos".[6]
Estudiante en Bonn
Carlos Marx salió de Tréveris a mediados de octubre de 1835 y viajó por barco Mosela abajo, y por el Rín hasta Bonn. Allí, de acuerdo con los deseos de su padre, estudiaría derecho.
La vida en Bonn —la ciudad era apenas un poco mayor que Tréveris— estaba dominada por completo por la universidad y sus 700 estudiantes, más o menos. La universidad convertía a Bonn en el centro intelectual de la provincia del Rin prusiano, pero sobre la vida intelectual de Bonn se cernían las mismas sombras oscuras que sobre el resto de Alemania.
A comienzos de la década de 1830-1840, la revolución parisiense de Julio permitió que el pueblo alemán respirase con libertad, y le hizo abrigar esperanzas acerca del final de la dominación feudal. Pero muy pronto hubo que enterrar esos sueños. Por cierto que en el reino de Sajonia, en el Gran Ducado de Hesse, en el Ducado de Brunswick y en otros lugares se produjeron levantamientos armados, con participación de los aprendices de artesanos y de elementos pequeño burgueses, así como de campesinos y estudiantes. En muchos mítines de masas, y en especial en el del 27 de mayo en Schloss Hambach, en el Palatinado, la ciudadanía progresista también exigió "una patria alemana libre". Pero el movimiento se encontraba fragmentado y carecía de una vigorosa dirección central. La respuesta de los príncipes feudales y el gobierno de Alemania, en cambio, fue unida y enérgica. La reacción volvió a perseguir a todos los que aspiraban al progreso y la libertad. Millares de probos ciudadanos fueron encarcelados o expulsados de la provincia. La censura se acentuó en forma drástica, se prohibieron todas las asambleas populares, y el uso de la insignia negra, roja y dorada se convirtió en un delito punible. Se hizo responsables a los Estados alemanes por la entrega de todos los refugiados políticos. Se redujo la cantidad de periódicos, y se prohibieron todas las asociaciones políticas. Los estudiantes progresistas —los Burschenschafter (miembros de una asociación estudiantil)— que se lanzaban a la refriega en favor de la reforma y la unidad nacionales de Alemania, fueron perseguidos, maltratados y encarcelados.
[1] Johann Wolfgang von Goethe: Campaña en Francia. En Goethe, Poetische Werke, edición de Berlín, vol. 15, Berlín, 1962, pág. 177.
[2] Wilhelm Liebknecht: Carlos Marx en la memoria. Esbozo biográfico y recuerdos. En Mohr und General. Erinnerungen an Marx und Engels. IML, Berlín, 1964, págs. 13-14.
[3] Reifezeugnis von Marx (Informe de fin de curso), Tréveris, 24 de setiembre de 1835. MEGA, vol. 1, págs. 183-184.
[4] Carlos Marx: Pensamientos de un joven en la elección de una profesión. En MEW, Suplemento I, pág. 594.
[5] Carlos Marx: Pensamientos de un joven en la elección de una profesión. En MEW, Suplemento I, pág. 592.
[6] Carlos Marx: Pensamientos de un joven en la elección de una profesión. En MEW, Suplemento I, pág. 594.
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