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» Me parece que ya el primer ensayo ([1]), que precede a éste, ofrece por sí solo una suficiente preparación elemental para quien tenga necesidad de ella.

» A decir verdad, no agrada al conocimiento puro y sencillo de las cuestiones científicas aquel tonillo de Literatos que emplean algunos, los cuales, casi situándose por encima de las cosas, de éstas hablan como si estuviesen fuera de ellas, Lo que más importa en este género de tratados, es colarse directamente dentro de las mismas cosas con aquel modo de discusión que forma un solo cuerpo con la exposición doctrinal. Únicamente a este precio podemos llevar la persuasión y la convicción a las mentes. Únicamente con este procedimiento venceremos positivamente todas las dificultades y eliminaremos de hecho las opiniones en contrario que otros pudieran aducir.

"El título de dilucidación preliminar que empleo, no es expresión ni de cautela ni de modestia. Designa simplemente la índole de este escrito y señala sus confines precisos»

 

En esta segunda edición me he limitado a corregir algunas palabras y algún que otro giro de frase. A decir verdad, de querer responder a todas las criticas y a todas las objeciones que en estos últimos años se levantaron contra las doctrinas aquí representadas, tendría que transformar en enciclopedia este simple y corriente tomito. ¿Y dónde iría a parar entonces el carácter de la dilucidación preliminar?

Para aquellos lectores que tengan deseos de conocer de cerca el tenor de las polémicas referentes al materialismo histórico suscitadas durante estos últimos tiempos, reproduzco al final, en forma de apéndice, un articulo mío de critica, que se publicó en la Rivista di Sociología de Junio de 1899.

 

ANTONIO LABRIOLA.

 

Roma 20 de Mayo de 1902.

 

 

DEL MATERIALISMO HISTÓRICO

 

En este, como en tantos otros géneros de consideraciones, pero en este más que en cualquier otro, no es pequeño impedimento, antes vuélvese fastidioso estorbo, aquel vicio de las mentes adoctrinadas solamente con los medios literarios de la cultura que suelen llamarse verbalismo. Esta mala costumbre se insinúa y se extiende por todos los campos del saber; pero en los tratados que se refieren al llamado mundo moral, al complejo histórico-social, sucede a menudo que el culto y el imperio de las palabras llegan a corroeros y a apagaros el sentido vivo y real de las cosas.

Allí donde la prolongada observación, el reiterado experimento, el seguro manejo de refinados instrumentos, la aplicación dotal o al menos parcial del cálculo, dispusieron la mente en una metódica relación con las cosas y con sus variaciones, como sucede en las ciencias naturales propiamente dichas, el mito y el culto de las palabras quedaron superados y vencidos, y las cuestiones terminológicas no tienen ya más valor que el subordinado de una mera convención.

En cambio, en el estudio de las relaciones y de las vicisitudes humanas, las pasiones y los intereses y los prejuicios de escuela, de secta, de clase, de religión, y después el abuso literario de los medios tradicionales de representación del pensamiento, y la escolástica, nunca vencida, antes siempre renaciente, o velan las cosas efectivas, o sin advertirlo las transforman en términos, en palabras y modos de decir abstractos y convencionales.

De tales dificultades es necesario que ante todo se dé cuenta quien lanza al público la expresión o fórmula de concepción materialista de la historia. A muchos ha parecido, parece y parecerá que es obvio sacar su sentido del simple análisis de las palabras que la componen, antes que del tejido de una exposición del estudio genésico de cómo se ha producido la doctrina([2]), o de la polémica con que sus sostenedores rebaten las objeciones de los adversarios. Tiende siempre el verbalismo a encerrarse en definiciones puramente formales; lleva la mente hacia el error de creer que es cosa fácil reducir a términos y expresiones simples y palpables la intrincada y cruel complicación de la naturaleza de la historia, e intriga la creencia de que es cosa. hacedera tener ante los ojos el multiforme y compliflcado entrelazamiento de las causas y de los efectos, como si estuviéramos en un teatrito, o para decirlo de modo más breve, anula el sentido del problema porque no ve más que denominaciones.

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Y si por añadidura se da el caso de que el verbalismo encuentre apoyo en tales o cuales otras suposiciones teóricas, como la de que materia quiere decir alguna cosa que está por debajo o frente a otra cosa más alta y más noble llamada espíritu, o si se da. el caso de que se confunda éste con el hábito literario de contraponer la palabra materialismo, entendida en sentido despreciativo, a todo lo que compendiosamente llámase idealismo] o sea al conjunto de toda inclinación y acto antiegoístico, entonces sí que estamos perdidos. Y he aquí que oímos decir que con esta doctrina se intenta explicar todo el hombre con el solo cálculo de los intereses materiales, negando cualquier valar a todo interés ideal. Semejantes confusiones son en gran parte hijas de la inexperiencia, de la incapacidad y del apresuramiento de ciertos adversarios y propagadores de esta doctrina, los cuales, con el afán de explicar a otros lo que ellos mismos no entendían por completo, mientras la misma doctrina está aún en sus balbuceos y tiene necesidad de mucho desarrollo, han afectado aplicarla tal cual al primer caso o hecho histórico que les cayere en manos, y la han casi reducido a migajas, exponiéndola a la vida crítica fácil y a la burla de los que acechan novedades científicas y de otros desocupados por el estilo.

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Por cuanto es lícito aquí en catas primeras páginas rechazar, aunque sólo sea preliminarmente, estos prejuicios y redargüir las intenciones y las tendencias qua las apoyan, precisa recordar; que el sentido de esta doctrina se infiere ante todo de la posición que esta doctrina asume y ocupa enfrente de aquellas contra las cuales efectivamente se levantó, y especialmente contra toda clase de ideologías; que la señal de su valor consiste exclusivamente en la explicación más conveniente y congrua del sucederse de las vicisitudes humanas, que de esta misma explicación deriva; que esta misma doctrina no implica una preferencia subjetiva por una cierta calidad y suma de intereses humanos contrapuestos a otros intereses por elección de arbitrio, sino que enuncia solamente la objetiva coordinación y subordinación de todos los Intereses en el desarrollo de cualquier sociedad, y lo enuncie por medio de aquel proceso genésico, consistente en ir de las condiciones a los condicionados, de los elementos de la formación a la cosa formada.

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Construyan tantos castillos como quieran en el aire los verbalistassobre el valor de la palabra materia, en cuanto es señal de recuerde de metafísica excogitación, o en cuanto es expresión del último resultado hipotético de la experiencia naturalista. Aquí no estamos en el campo de la física, de la química o de la biología; buscamos solamente las condiciones explícitas del vivir humano en cuanto éste no sea ya simplemente animal. No se trata ya de inducir o de deducir nada de los datos de la biología, sino de reconocer antes que nada las peculiaridades del vivir humano, que se forma y desarrolla con el sucederse y perfeccionarse de las actividades del mismo hombre en dadas y variables condiciones, y de encontrar las relaciones de coordinación y de subordinación de las necesidades, que son el resultado del querer y del obrar. No se trata de descubrir una intención, ni se trata de enunciar una valuación de precio; se quiere evidenciar solamente la necesidad de hecho.

Y como los hombres, no por elección, sino porque no pueden obrar de otro modo, satisfacen primero ciertas necesidades elementales y de éstas después se desarrollan otras, refinándose, y como para satisfacer estas necesidades, sean las que sean, encuentran y emplean ciertos medios e instrumentos y se asocian en ciertos determinados modos, el materialismo de la interpretación histórica no es otra cosa que la tentativa de rehacer mentalmente, con método, la génesis y la complicación del vivir humano desarrollado a través de los siglos. La novedad de tal doctrina no es diferente de la de todas las demás doctrinas, que después de muchas peripecias en el campo de la fantasía, han llegado por fin penosamente a hacer presa en la prosa de la realidad y a detenerse en ésta.

 

II

 

De una, cierta afinidad, por lo monos en las apariencias, con este vicio formal del verbalismo, existe otro defecto, que se deriva en las mentes por diversos caminos. Teniendo en cuenta los efectos suyos más comunes y populares, lo llamaré fraseológico, por más que esta palabra no exprese aquí por entero la cosa ni declare su origen.

Hace muchos siglos que se está escribiendo, exponiendo e ilustrando la historia. Los más varia. dos intereses, desde los inmediatamente prácticos a los puramente estéticos, empujaron a los diversos escritores a idear y seguir este género de composiciones las que, sin embargo, nacieron siempre en los diversos países mucho después de los orígenes de la civilización, del desarrollo del Estado y del traspaso de la primitiva sociedad comunística a esta que podríamos llamar nuestra, y que se apoya en las diferencias y en las antítesis de clase. Los historiadores, aunque hayan sido tan ingenuos como lo fue Herodoto, nacieron y se formaron siempre en una sociedad nada ingenua, antes bien, muy complicada y compleja, ignorante y olvidadiza de las razones y del origen de tales complicaciones y complejidades.

Esta complejidad, con todos los contrastes que lleva consigo, y que después revela y hace estallar en sus diversas vicisitudes, se presentaba a los narradores como algo misterioso que requiere explicación, ypor poco que el historiador quisiera dar una continuación y un cierto nexo a las cosas narradas, debía encontrar complementos de vista generales al simple relato. Desde la envidia de los dioses del padre Herodoto al ambiente del señor Taine, se han impuesto a los narradores, por las vías naturales del pensamiento inmediato, un número infinito de conceptos, entendidos como medios de explicación y de complemento de las cosas narradas. Tendencias de clase, preconceptos religiosos, prejuicios populares, influencias o imitaciones de une filosofia corriente, expedientes de fantasía y sugestiones de artístico complemento de los hechos fragmentariamente conocidos: todas estas y otras tantas causas concurrieron en la formación del resultado de aquella teoría más o menos ingenua de los sucesos, que, o está implícitamente en el fondo del relato, o se emplea por lo menos para aderezarlo y adornarlo. Que se hable del caso, o del hado, o de la dirección providencial de las cosas humanas, o que se acentúe el nombre y el concepto de la fortuna —la divinidad que sobrevivía a medias todavía en la rígida y a menudo crasa concepción de Maquiavelo—, o que se hable, como ahora es frecuente, de la lógica de lascosas, todas estas excogitaciones fueron encontradas y son expedientes de un pensamiento ingenuo, de un pensamiento que no puede justificarse a sí mismo su procedimiento y sus productos ni por medio de la crítica ni con los medios del experimento. Llenar con sujetos convencionales (por ejemplo, la fortuna), o con una enunciación de apariencia teórica (por ejemplo, el fatalandar de las cosas, que algunas veces se confunde en las mentes con la noción del progreso) las lagunas de la conciencia respecto al modo cómo las cosas se han efectivamente procedido por su propia necesidad, y fuera de nuestro arbitrio y de nuestro agrado, he aquí el motivo y la suma de esta filosofía popular, latente o explícita en los históricos narradores, y que, por su carácter inmediato, se  desvanece tan pronto surge la critica del conocimiento.

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En todos estos conceptos y en todas estas ideaciones, que a la luz de la crítica parecen simples medica provisionales y expedientes de un pensamiento no maduro todavía, pero que a la gente cultaparecen a menudo el non plus ultrade la inteligencia, se revela también y se refleja una no pequeña porte del proceso humano, y por esto no deben consíderarse como invenciones gratuitas ni como productos de momentánea ilusión. Son partes y momentos de la formación de esto que llamamos espíritu humano. Y si se da el caso de que semejantes conceptos e ideaciones se mezclen y confundan  en la comnmnis opinio de las personas cultas, o de aquellas que pasan por tales, acaban constituyendo una masa de prejuicios y forman la impedimenta que la ignorancia opone a la visión clara y plena de las cosas efectivas. Estos prejuicios corren como derivados fraseológicos en boca de los políticos de oficio, de los llamados escritores y periodistas de toda clase y color, y ofrecen el fulgor de la retórica a la llamada opinión pública.

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Oponer, y después sustituir, a semejantes espejismos de ideaciones no críticas, a semejantes ídolos de la imaginación, a semejantes expedientes del artificio literario, a semejantes convencionalismos, sujetos reales, o sea las fuerzas positivamente actuantes, o más bienaún los hombres en sus varias y circunstanciadas situaciones sociales propias de ellos: he aquí la empresa revolucionaria y la meta científica de la nueva doctrina que objetiviza, y diré que casi naturaliza la explicación de los procesos históricos.

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Un pueblo, o sea, no una masa cualquiera de individuos, sino de hombres organizados, o por naturales relaciones de consanguinidad, o por artificios y costumbres de parentesco y de afinidad, o por razones de estable vecindad; un pueblo circunscrito y limitado a un dado territorio, fértil en tal o cual modo, productivo de tal o cual otro, y en determinadas formas entregado al trabajo continuativo; un pueblo distribuido de modo tal en tal territorio, o separado y articulado por efecto de una determinada división del trabajo, la cual tenga o apenas iniciada o desarrollada ya y madura una tal o cual otra división de clases, o que de las clases haya ya roído y transformado algunas; un pueblo que posee tales o cuales, instrumentos, desde la piedra de chispa a la luz eléctrica y desde el arco y la flecha al fusil de repetición, y que produce de cierto modo, y que conforme al modo de producir reparte consiguientemente los productos; un pueblo que en virtud de todas estas relaciones es una sociedad, en la cual, o por hábitos de mutuo consentimiento, o por convenios explicitas, o por violencias cometidas y sufridas, han nacido ya o están por nacer lazos jurídico-políticos que luego recaen en el Estado; un pueblo en el cual, una vez nacido el órgano del Estado, que es la tentativa de fijar, de defender y de perpetuar las desigualdades, y que, en virtud de las nuevas antítesis que produce dentro de este pueblo, hace que cada vez sea más inestable el orden social, se determinen los movimientos y las revoluciones políticas, y de aquí las razones del progreso y del regreso: he aquí la suma de lo que está en la base de cualquier historia. Y he aquí la victoria de la prosa realista sobre cualquier combinación fantástica e ideológica.

 

[1]In memoria del manifesto del comunisti. Ermanno Loescher editor, Roma.

[2]Este estudio genésico fue el argumento y el objeto principal de mi primer ensayo: In memoria del manifestódei comunisti, el cual es precisamenteel preámbulo indispensable para inteligencia de todo lo demás.

 

 

 

 

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